DESDE EL MIRADOR DE LOS CIPRESES
Desde el camino que te lleva a la antigua dehesa de la
Hondonera, hay varios senderos y atajos que te conducen campo através, hacia
el paraje de los Cipreses. Se llega por
el camino de la cañada del Navazo ( que no nevazo), porque se refiere, más
bien, a esos huertos que surgieron en torno a las rocas del milenario mar de
Tetis en estas tierras de piedras areniscas, a no ser que algún agricultor la
bautizara por un una tormenta de nieve que le cogió de regreso a la ciudad de Alcalá.
Sea Nevazo o Navazo lo cierto que esta tierra te hace pasar de un pasaje, que a
veces fue casi lunático, a las puertas
de la ciudad. Los cipreses cobijan al
que otea el horizonte multicolor de los dedos de la Aurora. Y, en su entorno
inmediato, un paisaje desolador recuerda la antigua cantera, las tierras y casa de verano de los capuchinos desamortizados
en el siglo XIX, -y antaño mansión de convenciones de los partidos turnistas-,
el basurero de los años sesenta del siglo pasado calizas, y los almendrales de las lindes que cercaban a las
tierras de cereal transformados en pagos de olivares. La modernidad ha llegado
a aquel sitio, donde las pequeñas hoyas y los suelos areniscos se han rellenado
con tierras margas y escombreras, donde se han levantado varias villas de
recreo y huertos familiares. Años atrás, el
ciruelo abundó en la zona.
Como
primer golpe de vista, la cornisa pétrea se yergue enredada en matorral de
monte bajo, zarzales y árboles frutales, entre ellos alguna que otra higuera, encubren
este bastión natural. Por algunos lugares, esta ha sido atravesada
por la modernidad del gaseoducto y su parte superior con algún que otro poste de las nuevas tecnologías.
Si
se encaminaba hacia Moclín, Mures, Iznalloz, Guadix y los montes orientales era
la vía de penetración más rápida;pero, al mismo tiempo, es, actualmente, la bajada más expedita a Alcalá la Real. La
cultura se ofrece a las primeras de cambio con el afamado colegio público
Alonso de Alcalá. Y, a pocos metros, cualquier nuevo residente puede contemplar
la amplia oferta que en el campo de la enseñanza dispone en los aledaños de
aquel paraje o descansadero que fue el Coto: una escuela primaria y residencia
escolar de los años sesenta, un instituto de enseñanza secundaria de los años noventa-el
fructífero Antonio de Mendoza-, varias guarderías-privadas y públicas-, un
centro reciente de idiomas del tercer
milenio, casa y escuela de la música-donde se concentran a ensayar la coral y
la banda de música-, un bullicioso centro de adultos, y no muy lejos el
prestigioso Instituto de Enseñanza Secundaria Alfonso XI. El ciclo de formación
de muchas personas se cubre desde el preinfantil hasta el tercer ciclo de la
enseñanza de ciclos formativos no olvidando otras adaptaciones del sistema educativo para atender a todas las personas.
Esta zona se muestra como una ampliación de la ciudad, a la que se ha socorrido
para ubicar no solo los centros educativos, sino otros espacios abiertos del
mundo comercial y del tiempo del ocio. La chimenea de la vieja orujera de los
años treinta es un punto de la memoria histórica de la ciudad de la M , porque
se ha sustituido por una estación moderna de los años ochenta que ofrece al
visitante una buena gastronomía como carta de presentación de la ciudad. El
ferial se extiende, junto al colegio público, sirviendo de foro semanal de las
amas de casas en el sentido etimológico, de lugar de encuentro de las personas
y centro de relaciones comerciales, al mismo tiempo que invita diariamente al
paseo vespertino y nocturno de la cultura de la calle abierta; y cómo
no, enseña a los escolares en la educación viaria en una sociedad del
automóvil.
No
es este el único sitio del ocio; cercana se encuentra la nueva Casa de la
Juventud de atrevida arquitectura ( tanto en sus materiales, como en su diseño)
que atrae a la juventud y al mundo del deporte; cercanos están el Centro del Día y la antigua otra Casa
de la Juventud, donde el deporte se
adapta al desgaste de la edad ( la petanca, los aparatos y salas de gimnasia,
los juegos de mesa, los pasatiempos de las nuevas tecnologías..). No puede
sacarse más jugo a aquel auténtico ejido y era pública, cuando se ofrece junto
a la Cruz de los Blanquitos unas inhalaciones deportivas y un lugar alternativo
de fiestas en el Silo. Desde el mirador
de los Cipreses, la caminata invitaba a
la descripción deportiva de la ciudad más que a una ciudad festiva por San
Mateo.
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