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viernes, 12 de septiembre de 2014

MADRE CARMEN, UNA MUJER A IMITAR PARA EL ÚLTIMO DÍA DE QUINARIO DE SAN JUAN


LA MADRE CARMEN Y SU INSTITUCIÓN BENÉFICA

 



MADRE CARMEN, FOTO GENTILEZA DE jUAN CANO.
Carmen Luque Matillas fue una joven prieguense, de familia burguesa y adinerada, que nació a principios del siglo XX en la villa hermana. Entregada al amor de Cristo en la faceta caritativa, ya en su juventud se desprendió de todos sus bienes para dedicarse a recoger la limosna de las clases pudientes con el fin de salvar de la pobreza y el hambre a muchos desvalidos.  Parece ser que perteneció a una orden religiosa de la que salió por motivos desconocidos. Se cuenta de ella que  su padre se negó a que fuera monja e , incluso, tuvo que soportar algunas acciones de su apasionada caridad que le disgustaban, como cuando repartió en Priego todos sus bienes a una familia pobre desde el balcón de su casa. 

Antes del comienzo de la guerra civil, acompañada de otras mujeres, seguidoras de su mensaje, se trasaladó a Alcalá, donde fundó una insititución benéfica u hospicio en la Iglesia de San Juan, cuyos objetivos primordiales pretendían recoger a las jovenes doncellas que se encontraban desamparadas por mor de la pobreza o por el abandono y pérdida de sus familias.  Lo bautizó con  el nombre de Orfelinato y Reformatorio de San Juan. Se encontraba situado en la casa número  34 de la calle Rosario. Algunos vecinos recuerdan algunas colaboradoras suyas, como la madre Josefa, o María y, sobre todo, la madre Pilar que era la hermana predilecta de Carmen.  En un principio, aquella inicativa cristiana tuvo  una gran acogida entre algunos vecinos que le apoyaron y entre los niños, cuya labor se centraba en resguardarlos para evitar cualquier contacto inmoral, pues procedían de familias sin familia ni techo.

Dicha institución fue cada día aumentando por su gran simpatía y afabilidad  entre la población pues colaboraron con ella las personas más influyentes de la localidad, debido a que veían plasmado su espíritu cristiano de caridad con los más desfavorecidos. Entre éstas, el párroco de Santo Domingo, el  arcipreste don Antonio Montañés Chiquero y algún que otro miembro de los movimientos apostólicos de aquellos tiempos, como el registrador don Francisco Juan manifestaron gran simpatía por esta obra, cooperando con todos los medios posibles para que fuera realidad. Incluso, el propio clero le cedió las dependencias de la iglesia de San Juan para que pudieran disponer de un lugar donde pudieran albergar a la incipiente comunidad  y ejercieran los actos de culto en su recinto sagrado que guardaban con gran empeño. El ayuntamiento, por su parte, afrontaba con su partida de gastos sociales algunas cantidades para alimentación y sustento de las jóvenes alcalaínas.

Durante la guerra civil, mantuvieron sus actividades en dicho recinto y tuvieron que librarse en más de una ocasión de los bombardeos, salvándose milagrosamente de ellos.    

 

En el 1951, con la garantía de un médico que le certificaba sus buenas cualidades físicas y mentales, escribió su testamento holográfico en el que declaraba que todos sus bienes se dedicaran a la iglesia de San Juan para mantener dicho hospicio o, en caso de desaparición, para las misiones en las que estaba un hermano redentorista. Nombraba como administradores de sus bienes a sus herederos, o en su falta,  un sobrino suyo de nombre José María Serrano Luque, al padre Dionisio de Felipe, al arcipreste, al párroco de Santo Domingo y al alcalde de Alcalá. 

 



Los fundamentos de su religiosidad radicaban en Jesús Sacramentado, por el que sentía una devoción especial. Rezaba los oficios divinos y oraba ante el sagrario todos los días del año, como el día que cayó una bomba en la iglesia de San Juan. Una intuición especial le hizo cobijarse en el campanario y se vio librada de la muerte y la de sus compañeras.  Se propusó fundar una orden religiosa, que no fue admitida por el obispo de la diócesis. Llegó a tener un escudo que pendía de su pecho en el que se simbolizaba la Sagrada Forma. La catequesis de aquellos tiempos era la base de su acción entre las jóvenes, algunas de ellas logró salvar del mundo de la prostitución.  

Para poder mantener su hospicio, se dedicaba a recoger las limosnas y alimentos que las familias acomodadas le entregaban a lo largo del día, cosa que mantuvo hasta los años sesenta en los que fue abandonada por muchos alcalaínos. Ella, sin embargo, no cejó en su esfuerzo, a pesar de encontrarse llagada en su cuerpo y sin fuerzas para recorrer las calles alcalaínas. Es curioso que compartiera, en los momentos difíciles de su vida un agradecimento por  todo el pueblo, como lo manifiestan estas palabras:

"a todos os doy las más rendidas gracias por lo mucho que me han favorecido y a todos los señores y obreros alcalaínos que siempre me favorecieron sobre manera, suplicando que ayuden a los  que me sustituyen" 

En los años sesenta, la hermandad del Cristo de la Salud ayudaba económicamente a la hermana Carmen, que había quedado sóla ante tanto esfuerzo y con la colaboración de alguna humilde familia. Como una heroína solía repetir a los que la frecuentaban con estas palabras: Mi fundación no se verá, pero irá para adelante.

En los años finales de los sesenta del presente siglo dejó vacías aquellas estancias de la iglesia de San Juan que fueron  transformadas en salas de la hermandad. La intención de los bienes de aquella mujer debieron destinarse a las Oblatas del Santísimo Redentor, según era su intención última al despararecer la institución en el 1945. Un hermano mayor, unos años después, quiso recoger el mensaje de su espíritu pretendiendo crear una escuela obrera en los del despegue económico, que venía acompañado de una fuerte emigración. Años después, a final de siglo, en el barrio todavía tiene vigencia el espíritu de la Madre Carmen, porque todavía existen familias  que se ven afectada por la exclusión social. No nos interroga el alma de Carmen sino son necesarias sus medidas para luchar por estos desvalidos.  

 

 

 

 

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