LA MADRE CARMEN Y SU INSTITUCIÓN BENÉFICA
MADRE CARMEN, FOTO GENTILEZA DE jUAN CANO. |
Carmen Luque Matillas fue una joven prieguense, de familia burguesa
y adinerada, que nació a principios del siglo XX en la villa hermana. Entregada
al amor de Cristo en la faceta caritativa, ya en su juventud se desprendió de
todos sus bienes para dedicarse a recoger la limosna de las clases pudientes
con el fin de salvar de la pobreza y el hambre a muchos desvalidos. Parece ser que perteneció a una orden
religiosa de la que salió por motivos desconocidos. Se cuenta de ella que su padre se negó a que fuera monja e , incluso,
tuvo que soportar algunas acciones de su apasionada caridad que le disgustaban,
como cuando repartió en Priego todos sus bienes a una familia pobre desde el
balcón de su casa.
Antes del comienzo de la guerra civil, acompañada de otras mujeres,
seguidoras de su mensaje, se trasaladó a Alcalá, donde fundó una insititución benéfica
u hospicio en la Iglesia de San Juan, cuyos objetivos primordiales pretendían
recoger a las jovenes doncellas que se encontraban desamparadas por mor de la
pobreza o por el abandono y pérdida de sus familias. Lo bautizó con el nombre de Orfelinato y Reformatorio de
San Juan. Se encontraba situado en la casa número 34 de la calle Rosario. Algunos vecinos
recuerdan algunas colaboradoras suyas, como la madre Josefa, o María y, sobre
todo, la madre Pilar que era la hermana predilecta de Carmen. En un principio, aquella inicativa cristiana
tuvo una gran acogida entre algunos
vecinos que le apoyaron y entre los niños, cuya labor se centraba en
resguardarlos para evitar cualquier contacto inmoral, pues procedían de
familias sin familia ni techo.
Dicha institución fue cada día aumentando por su gran simpatía y
afabilidad entre la población pues
colaboraron con ella las personas más influyentes de la localidad, debido a que
veían plasmado su espíritu cristiano de caridad con los más desfavorecidos.
Entre éstas, el párroco de Santo Domingo, el
arcipreste don Antonio Montañés Chiquero y algún que otro miembro de los
movimientos apostólicos de aquellos tiempos, como el registrador don Francisco
Juan manifestaron gran simpatía por esta obra, cooperando con todos los medios
posibles para que fuera realidad. Incluso, el propio clero le cedió las
dependencias de la iglesia de San Juan para que pudieran disponer de un lugar
donde pudieran albergar a la incipiente comunidad y ejercieran los actos de culto en su recinto
sagrado que guardaban con gran empeño. El ayuntamiento, por su parte, afrontaba
con su partida de gastos sociales algunas cantidades para alimentación y
sustento de las jóvenes alcalaínas.
Durante la guerra civil, mantuvieron sus actividades en dicho
recinto y tuvieron que librarse en más de una ocasión de los bombardeos,
salvándose milagrosamente de ellos.
En el 1951, con la garantía de un médico que le certificaba sus
buenas cualidades físicas y mentales, escribió su testamento holográfico en el
que declaraba que todos sus bienes se dedicaran a la iglesia de San Juan para
mantener dicho hospicio o, en caso de desaparición, para las misiones en las
que estaba un hermano redentorista. Nombraba como administradores de sus bienes
a sus herederos, o en su falta, un
sobrino suyo de nombre José María Serrano Luque, al padre Dionisio de Felipe,
al arcipreste, al párroco de Santo Domingo y al alcalde de Alcalá.
Los fundamentos de su religiosidad radicaban en Jesús Sacramentado,
por el que sentía una devoción especial. Rezaba los oficios divinos y oraba
ante el sagrario todos los días del año, como el día que cayó una bomba en la
iglesia de San Juan. Una intuición especial le hizo cobijarse en el campanario
y se vio librada de la muerte y la de sus compañeras. Se propusó fundar una orden religiosa, que no
fue admitida por el obispo de la diócesis. Llegó a tener un escudo que pendía
de su pecho en el que se simbolizaba la Sagrada Forma. La catequesis de
aquellos tiempos era la base de su acción entre las jóvenes, algunas de ellas
logró salvar del mundo de la prostitución.
Para poder mantener su hospicio, se dedicaba a recoger las limosnas
y alimentos que las familias acomodadas le entregaban a lo largo del día, cosa
que mantuvo hasta los años sesenta en los que fue abandonada por muchos
alcalaínos. Ella, sin embargo, no cejó en su esfuerzo, a pesar de encontrarse
llagada en su cuerpo y sin fuerzas para recorrer las calles alcalaínas. Es
curioso que compartiera, en los momentos difíciles de su vida un agradecimento
por todo el pueblo, como lo manifiestan
estas palabras:
"a todos os doy las más rendidas gracias por lo mucho que me
han favorecido y a todos los señores y obreros alcalaínos que siempre me
favorecieron sobre manera, suplicando que ayuden a los que me sustituyen"
En los años sesenta, la hermandad del Cristo de la Salud ayudaba
económicamente a la hermana Carmen, que había quedado sóla ante tanto esfuerzo
y con la colaboración de alguna humilde familia. Como una heroína solía repetir
a los que la frecuentaban con estas palabras: Mi fundación no se verá, pero
irá para adelante.
En los años finales de los sesenta del presente siglo dejó vacías
aquellas estancias de la iglesia de San Juan que fueron transformadas en salas de la hermandad. La
intención de los bienes de aquella mujer debieron destinarse a las Oblatas del
Santísimo Redentor, según era su intención última al despararecer la
institución en el 1945. Un hermano mayor, unos años después, quiso recoger el
mensaje de su espíritu pretendiendo crear una escuela obrera en los del
despegue económico, que venía acompañado de una fuerte emigración. Años
después, a final de siglo, en el barrio todavía tiene vigencia el espíritu de
la Madre Carmen, porque todavía existen familias que se ven afectada por la exclusión social.
No nos interroga el alma de Carmen sino son necesarias sus medidas para luchar
por estos desvalidos.
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