La Iglesia de San Juan Bautista se situa en la confluencia de las
calles Mazuelos y Rosario, y da frente a una placeta de su mismo nombre. Forma
un conjunto, que tiene varios edificios: patín, sacristía, iglesia y otras
dependencias, que muestran una variante arquitectónica de la edilicia popular y
de raigambre andaluza. Se puede encuadrar dentro del renacimiento y barroco.
El patín sirve de espacio distribuidor del conjunto. A su izquierda,
la casa de la hermandad; a la derecha, la sacristía; entre ésta y la nave, la
torre de campanas. Al mencionado patín se accede desde la calle por un arco de
medio punto, adornado en sus flancos por dos molduras circulares. Un airoso
alero, a dos vertientes, remata la fachada blanqueada. El acceso del templo es un simple arco de medio punto, de
cantería, sin adornos.
La nave principal y única tiene una longitud de dieciséis metros y
seis centímetros y de ancho cinco metros y dos centímetros. En el pie hay una
ligera desviación. La altura aproximada es de seis metros y cincuenta
centímetros. La capilla mayor, cuadrada, mide 5´9 por 6´43 metros y su altura
es de doce metros. La torre de campanas está formada por un prisma rematado de
cuatro lados, que se cubre con un tejado sencillo, muy típico de las iglesias
rurales. La única decoración es un simple bocel. Tiene una altura de dieciséis
metros de altura, es de cantería y en su interior se asciende por una escalera
de husillo. El cuerpo de campanas tiene cuatro vanos y una sola campana,
procedente de la desaparecida ermita de San Blas, donada por Diego de Castro.
La portada se localiza en la fachada sur, es un simple arco de medio punto, sin
columnas ni paramentos, sin adornos ni imágenes, que repite el de la calle, con
el contraste de la piedra de cantería frente a la cal exterior.
La planta es la que se denomina de cajón, sencilla y austera con una
cabecera que sobresale en el conjunto, típica de las tierras de la Abadía en el
siglo XVI, dividida en tres tramos, cuyo último pie fue reconstruido
posteriormente.
La capilla mayor viene enmarcada por cuatro pilastras cajeadas en
cada uno de los ángulos, todas ellas de orden toscano, de donde arrancan los
arcos torales, desarrollando un doble entablamiento. Se cubre con una media
naranja sobre pechinas, decorada con un amplio repertorio de dibujos
geométricos. Toda la obra es de cantería, sin embargo el casquete es de
yesería.
Una gran moldura, a modo de cornisa, une los capiteles de las
pilastras de los muros laterales, ofreciendo una ventana adintelada, y en el
muro sur una originalísima portada formada por unas simples pilastras y los
extremos de su dintel resaltados con motivos de oreja, de los que penden tres
pequeñas gotas.
En la nave, a lo largo del muro norte, se abren tres vanos. Una
puerta conduce a las dependencias del museo y al coro; otro ofrece una portada
muy original con la cartela de la Limpia Concepción, en adorno de cuero, que es
obra de Ginés Martínez de Aranda y Miguel de Bolivar; el último nos adentra a
la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, de mampuesto, revestida de yeso
imitando el aparejo de cantería, y cubierta de una bóveda de medianaranja
falsa. A lo largo del muro sur, se abren dos vanos, uno ciego corespondiente al
altar del cura Melgar y el otro es una puerta adintelada que recuerda a la de
la Iglesia Mayor abacial.
El edificio se apoya en los muros rectilíneos y las pilastras
toscanas. Los primeros están rematados por una cornisa sencilla, de la que
arranca la bóveda de medio cañón, que cubre la nave. Como iluminación presenta lunetos con óculo o espejo en la parte del
evangelio. Las vidrieras se realizaron en el taller de Enrique Díaz con
distintas advocaciones alcalaínas (Inmaculada, Ave María, Pasión, escudo de la
hermandad, de la Merced y sacramentales).
Hay que destacar la nueva solería de mármol por su sencillo diseño y con los escudos de la hermandad y de
la Limpia Concepción, que sustituyó a la anterior de piedra de cantería
arenisca. Varios escudos adornan las paredes de sillería, procedentes de la
iglesia de Santo Domingo de Silos y otros lugares.
La imagnería es sencilla y ha transformado lo que quedó de la guerra
civil y de la renovación del Concilio Vaticano Segundo. Son obras recientes y
de poco valor: la imagen del Corazón de Jesús, el cuadro del gallardete de
Jesús, y las imágenes de escayola de las
distintas capillas. Son más importantes y valiosas, la pequeña imagen de San
Miguel, el cuadro de la Inmaculada, del siglo XVIIII, la Virgen de las Meredes,
y los restos de san Blas. Recientes obras de pintores locales son el cuadro del
descendimiento o entronización de José Sánchez Jiménes, el gallardete de la
hermandad, obra de José Angel Vega, y los vasos sagrados. El Cristo de la
Salud, obra de Martín Simón, realizado en el año 1940, preside la iglesia.
Algunos historiadores,- entre ellos el profesor Lázaro Gila-,
atribuyen el diseño y trazas de la iglesia a Ginés Martínez de Aranda.
Recientes documentos de la familia
Calonje nos demuestran que la obra se inició a principios del siglo XVII,
cuando el maestro de obras del cabildo eclesiástico y municipal era Ginés
Martínez de Aranda. Sin embargo, algunas partes se pueden relacionar con el
estilo de Juan de Aranda Salazar y Luis
Gonzalez, que por aquellos tiempos trabajaban en diversas obras de la
localidad. Entre 1637 y 1640 intervinieron los canteros Pedro Pérez y Miguel
Sánchez Meléndez.
Por el testamento de don Fernando de Aranda, sabemos que la ermita
de San Juan estaba erigida a finales del siglo XV, ya que en una de sus mandas testamentarias otorga
una cantidad de cinco ducados para la
obras de la iglesia de San Juan y Santa Ana ante el escribano Cristóbal Gallego en 1498:
"Otro sí mando a la Trinidad y a la Curzada, a Santa María de
la Merced y a San Lázaro de Jaén, y a las obras de Nuestra Señora Santa María e
Santo Domingo e San Sebastián e San Juan, e al Hospital de esta Ciudad a cada una orden e obra cinco Maravedís".
Con
ello, se adelanta la fecha de Espinosa de los Monteros que la establecía en el
año 1503 por un testamento del clérigo Juan Ramírez ante Fernando Gallego,
donde mandaba varios maravedís para la iglesia.
A finales del siglo XVI, la iglesia le dio nombre al barrio o
cuartel de San Juan, al mismo tiempo que la actual calle Rosario era su calle
principal y se denominaba con el de San Juan. Fue una calle de hidalgos de tal
manera que los mayores contribuyentes de la ciudad vivían en ella.
También fue importante la edificación de la capilla de la Limpia
Concepción en el año 1584 diseñda por los maestros de cantería Ginés Martínez
de Aranda y Miguel de Bolívar, así como la creación de diversas capellanías que
surgieron en su iglesia, fomentando el culto y los fondos para su
mantenimiento. Esto motivaba a que algunas misas, que se celebraban en la
Iglesia Mayor con motivo de dicha festividad, se trasladasen a dicha iglesia o
ermita de San Juan. Tenemos conocimiento de la capellanía de la mujer de Pedro
del Corral, el Viejo, Catalina Rodrigo, que oficiaba misas en la festividad de la
Limpia Concepción y de San Francisco por su alma. Para ello, aportaba medio
ducado de limosna y real y medio para una misa rezada de San Francisco. Se
hacía frente a los gastos con una casa en la calle Oteros, linde con casa de
Bartolomé Sánchez de la Hinojosa y casas de los menores de Juan Muñoz[1].
Otra memoria de la Marina
Alonso de la Torre, hija del Pedro del Corral el Viejo, decía cinco misas
rezadas en las festividades de Nuestra Señora y en su Octava por su alma.
Estaba fundada sobre cuatro aranzadas y media de viña torrontés en la ladera de
Montefrío, linde de viñas de Pedro del Corral, su hermano y viñas de Francisco
Ruiz de Rivilla y la Dehesa la Hondonera y por la cabezada con viñas de Pedro
Pineda.[2]
A ésta misma se le decía misa el día de Todos los Santos de cada año, recibiendo
la iglesia real y medio, que procedía de cinco cuartas de viña torrontés en el
sitio del Carmen, que lindaba con las viñas del presbítero don Francisco de
Mazyelos, y que eran propiedad de su sobrino Miguel de Aparicio[3].
Pero el máximo fundador de la fiesta de la Limpia Concepción y de la fiesta de
San Juan, fue el mencionado Pedro del Corral el Viejo, en cuya memoria se
celebraba la misa festiva de San Juan y una misa rezada respectivamente desde
que testó en 1586 ante Gregorio Marín. Contribuía con una limosna de real y
medio que se cargaban sobre once fanegas de tierra del sitio del Tablero, que
lindaban con tierras de Rodrigo Alonso y Fernám Álvarez y Pedro de Alcaraz y
Alonso de Moya. La esposa de este era Leonor de Mejorada fue la poseedora de
los bienes que transmitió a sus hijos y la cumplieron a finales del siglo XVI y
primeros de XVII.
Un caso curioso se refiere a la memoria de dos misas que se decían
por el alma de Leonor Gutierrez, mujer de Alonso García Burbano, cuya limosna
se sufragaba con tres fanegas de tierra y su zahurdón que tenía en el Chaparral
de Mures, que probablemente provenieran de unos repartimientos del siglo XVII,
ya que limitaban con las tierras de Cristobal de Tapia, herederos de Juan
Sánchez del Postigo y el camino del Chaparral y cortijo del colector y
licenciado Simón Pérez de Leyba.[4]
Lo mismo sucedía con la misa por Juan
Sánchez de Villanueva, que la sufragaba con una casa de la calle Rosa.
Por el día de San Juan se instituyó una memoria de misas por parte
del presbítero y bachiller Juan Lorenzo Jiménez, que estaba unida a otra
memoria de requiem y cargada en los gastos sobre una limosna, valorada en
cuatro ducados, que se recibía de unas casas en la calle de los Mesones y otras
casas de la calle Cava. Todos estos bienes los administraba el mayordomo de San
Juan tanto las viviendas particulares como lo sobrante de los alquileres en
beneficio y en reparación de la iglesia y casas.
Pero no sólo se fueron intensificando las misas en la iglesia
durante los días festivos y vigilias
referidas a las advocaciones
relacionadas con la iglesia o ermita, sino que en el día de la Pasión de
Jesucristo y su Octava, se decía otra misa por el alma de Isabel Rodríguez,
mujer de Pedro González de Santana, ya que estaba enterrada y tenía sepultura,
por las que daba la limosna acostumbrada y la cera, cuyo pago se hacía con unas
casas que la anteriormente mencionada dejó en la calle Veracruz, colindantes
con la del presbítero Francisco de Sevilla y, por lo bajo, con las de María de
Contreras.
Por Navidad, el día del Nacimiento,
y el día de san Andrés, se decían misa por el alma María García y su
marido Alonso Gómez, pagando el acostumbrado real y medio; la cera importaba un
cuarto de real para mantenerla durante la ceremonia. Esta fundación se gravaba
por una casa en la calle los Caños, que colindaba con las casas de la Beatas de
Burgos y el clérigo Alberto López Mejorada.
Durante la semana, se decían tres misas por el alma de Jorge
Martínez Capacho, que pagaba Juana de Mendoza, mujer de don Fernando de Ocón.
Otras dos, por el alma de Juan Vázquez Mesía que pagaba el regidor Pedro
Vázquez Mesía, y una por Juan Pérez de Santisiteban que pagaba su hijo.
Con el cura Juan de Frías, se llevó a cabo la reconstrucción de la
Iglesia a partir del año 1602, valiéndose para las obras de un censo que le
permitió vender el abad Alonso de Mendoza, que pertenecía a Marcos de Mejorada
y Ana de Monte. Con la cantidad de veintidós mil maravedís, se iniciaron las
obras , y el abad concedió la licencia
"por estar caída la Iglesia en su mayor parte y el campanario y
con la venta del censo y las limosnas se reedifique y cubra la dicha
Iglesia" [5]
Mientras se reedificaba la iglesia de San Juan, la capilla de la
Limpia Concepción fue receptora del oficio de misas, como las tres que se
decían por el alma de Bernardo de Haro Hinojosa, que las cargó sobre nueve
fanegas de tierras, heredadas de su padre, lindantes con las de Gonzalo de
Aranda y luego se transfirieron a su yerno don Diego de Rojas Ortiz, y viña de
Antón García Berlango y el camino que va a Alcaudete y vereda del Guadalcotón
. Esta capilla se reedificó con el
dinero recaudado por las limosnas de los
devotos y de los hermanos de la Cofradía de la Limpia Concepción entre
los años 1585 hasta el 1587, siendo hermanos mayores Antonio Leonés y Miguel
Muñoz y bajo la mano maestra y trazas de Ginés Martínez de Aranda y la
ejecución de Miguel de Bolivar. Fruto de ello, es una bella capilla
rectangular, cubierta con una preciosa cúpula de media naranja.
A principios del siglo XVII, en tiempos del abad Alonso de Mendoza,
la Cofradía de San Juan aprobó nuevas constituciones y estatutos. La simple
lectura de ellos nos muestra una iglesia que está edificada con una planta de
cajón sin techumbre, tan sólo cubierta con cañizo, probablemente diseñada por
Ginés Martínez de Aranda, que era el maestro mayor de obras del cabildo y el
ejecutor de la mayoría de las iglesias de la abadía. El compromiso de los
hermanos era claro y notorio: la obligación cofrade radicaba en la construcción
de lo que faltaba por terminar y en el encargo de una imagen de la Degollación
de San Juan Bautista que presidía dicha ermita.
En el año 1613, ya se alzaba un campanario cuya campana[6]
fue realizada por Francisco Molina Carmona.
En el año 1637, la visitaron los alarifes del ayuntamiento, que
ejercían el oficio de peritos de obras, Miguel Sánchez Meléndez y Diego
García Castilla, y realizaron un
informe, que trasladaron al cura Esteban Morón y al cabildo abacial, cuyos
párrafos más importantes son los siguientes:
"la casa y ermita san Juan en la que tienen dos lienzos de
pared, que, por no tener buenos fundamentos, prometen estar cayendo, se hacía
de manera que no tiene cosa segura para
poder reedificar sobre ellos, y así conviene se acabasen de derribar, y, si no,
que se fundamente de tal forma que convenga para volvera fundar los dichos dos
lienzos de pared a la superficie de la tierra. Y de allí arriba hasta cerrar la
obra una vara más debajo de la cornisa de la capilla de nuestra Señora, una
vara de grueso con perpiaños en cada hilada, a tres varas perpiaño con buena
cal y arena, y se han de volver los arcos con las propias capillas que hoy
están y a los hastiales de estos dos lienzos de pared han de quitárseles
todo lo que tuviere maltratado y separarlos de manera que estén suficiente todos
los dichos hastiales para poder cubrir
más la dicha iglesia y los dos lienzos labrados a dos haces".
Con
la firma de Miguel Sánchez Meléndez se testificaba la construcción del cuerpo
de la iglesia. La obra fue contratada al cantero Pedro Pérez por mil
setecientos reales por el cura Morón y el hermano mayor de la cofradía don
Francisco de Moya, comprometiéndose a realizar las condicionadas señaladas por
los alarifes de la ciudad , la portada
con cerramiento de piedra por dentro y por fuera lisa sin moldura, redonda o
cuadrada. Además añadió una nueva cláusula en la
"que se compromete a quitar el campanario que estaba derruido y
hacerlo bien en el sitio que estuviere más bien".
La cofradía paliaba los nuevos gastos con el pago de la madera,- el
ayuntamiento donó los álamos de la
Alameda de la ciudad-, la cal y la arena. La propia abadía concedió para la
obra un censo de la memoria del licenciado don Francisco Ramírez de Vacas para
afrontar la obra con cien ducados.
Debieron surgir problemas, hasta tal punto que el gobernador de la
abadía se vio obligado a que se
concedieran otros cien ducados para poder pagar a los maestros y las
obras quedaran terminadas para el día de San Juan.
Ya por este tiempo la iglesia era muy visitada, tal como expresan
los solicitantes con estas palabras:
"como es notorio el cuerpo de la Iglesia y la portada de la
Iglesia está hundida de modo que no se pueden celebrar los oficios divinos y
conviene que, antes del invierno y carguen las aguas, que se labre y haga de
nuevo por ser, como es Iglesia, a donde acuden muchas personas a oir los
oficios divinos y que está en el medio de la ciudad".
La peste del 1637 obligó a parar la obra y el cura Morón fue acusado
de cierto desfalco de las cuentas y de un robo de la plata, trasladándose a
Montefrío, donde disfrutaba de una capellanía. Ante la excomunión del abad por
no presentar las cuentas, desmintió todas las acusaciones que se le habían
formulado y se le levantó la excomunión, al mismo tiempo que logró que la obra
quedara terminada en el año 1640 con el nuevo cuerpo, campanario y portada.[7]
En los años cincuenta del siglo XVII, un sacristán estaba a cargo y
guardia de la iglesia que cuidaba de la
limpieza y la luz de sus altares. Recibía a cambio una casa y las
accesorias de la iglesia. Tambien, llevaba a cabo los servicios propios del
ministril, avisando a las citaciones de cabildo, tocando la campana, pidiendo
el aceite de la misa en los días festivos y arreglando la iglesia en las
funciones de la Limpia Concepción y el día de San Juan.
En el año 1664 se trasladó a ella la Escuela de Cristo. En el año
1667, la iglesia se transformó en coadjutriz de la Iglesia Mayor, siendo
administrada por un capellán, administrador y mayordomo. No era de extrañar que
en algunos de los documentos se denominara a la iglesia parroquia de San Juan,
como el de la beata Sebastiana de Jerez, que, acusada por la Inquisición, entregó en el templo
todos sus objetos, , consistentes en un cáliz blanco, patena , plato de plata y
vinajeras, dos candelabros de lo mismo, una cestica de plata con filigranas,
una caja de la Virgen del Pilar, un crucifijo de plata, un rosario, un
escapulario de la virgen del Carmen, otra casulla de damasco y otras
religuias.
Gracias a la labor del licenciado don Bartolomé del Melgar, capellán
real, vicario de la abadía y beneficiado de sus iglesias, se reedificó,
embovedó e hizo coro en el año 1667, siendo abad don Antonio Alonso San Matín.
Un año después, se trasladó a dicha iglesia el Santísimo Sacramento del Viático
para la administración de los enfermos, que anteriormente había estado en el
Convento de la Trinidad. Se hizo con tal motivo una procesión general, que
salió de la Santa Iglesia Mayor, con asistencia del abad don Alonso Antonio San
Martín, clero, religiosos y el cabildo municipal. Se adornaron las calles con
colgantes y altares. Se celebró un octavario con fiestas solemnes y
participación de la capilla de Música de la Santa Iglesia de Córdoba, junto con
la de Alcalá y otros particulares. El cura Melgar será una institución en la
ermita de San Juan, donde fue enterrado en la capilla del Cristo de la
Paciencia, costeada por él mismo en lo referente a la obra, el altar, el
retablo y los ornamentos , por lo que se decía una misa cantada todos los años
en su honor por el domigo de Carnestolendas. En 1676, se fundó por el abad San
Martín la Cátedra de Teología Moral.
En el año 1724, Pedro de los
Santos Lope de Cortes y Manrique donó para adorno de la Iglesia de San Juan
Bautista dos láminas grandes apaisadas
con sus marcos dorados, una del Nacimiento de Nuestro Redentor y la otra de la
Adoración de los Reyes con el fin de que se le rezaran dos misas de purgatorio
por su alma[8].
La mayoría de las celebraciones de la parroquia de Santa Matría la
Mayor se hacían en la iglesia de San Juan tales como el Corpus Christi, las
rogativas e, incluso, los enterramientos. Una rogativa muy significativa fue la
que se llevó a cabo con motivo del terremoto de noviembre de 1755.
En el año 1785, se llevó a cabo la obra de la sacristía y el balcón
de la calle Rosario por el mayordomo Agustín Lovatón y Soto. En este mismo año,
se realizó el camarín de la Soledad, con retablo de arrabal, siendo maestro de
albañilería Mendez y Cobaleda. El
retablo fue obra del maestro Pedrajas, de Priego.
Al abandonarse el culto de la Iglesia Mayor Abacial en el siglo XIX,
la iglesia de San Juan hizo las veces de
ayuda de parroquia, celebrándose las funciones más importantes. En 1842, hay
testimonio escrito del cura párroco de la Iglesia Mayor, don José Domingo
Serrano, ante el alcalde constitucional, en el que le presenta los gastos e ingresos
de todo el año. Como novedad se observa que la mayoría de los ingresos
procedían de las contribuciones municipales, que alcanzaban mil quinientos reales, a los que se añadían
los derechos obvencionales y los ingresos derivados por la Colecturía General
de la Abadía en razón de testamentos, fiestas y aniversarios de misas. Por los
gastos se puede comprobar que en la iglesia eran oficios ordinarios los
bautizos, los matrimonios, las confirmaciones y las exequias fúnebres junto con
la misa ordinaria, las del sábado amén de la renovación de los enseres,
vestidos y objetos litúrgicos, archivo, sacristán y cera. Se le consideró
parroquia durante los años 1843 y 1844. Y comenzó a trasladarse posteriormente
a la iglesia del Rosario en 1845. En 1860 se convirtió en parroquia Consolación
y esto supuso que la ayuda de parroquia pasase a la Iglesia del Convento del
Rosario. Se mantuvo en activo la iglesia hasta tal punto que, con motivo de la
peste de 1885, recibió todos los enseres, objetos religiosos e imágenes de la
ermita de San Blas.
A mediados de siglo, Madoz la definía con estas palabras:
"Como la población ha mudado progresivamente de asiento, ya en
el siglo XVII, se encontraba la parroquia referida bastante extraviada, y fue
preciso erigir en ayuda la ermita de san Juan Bautista, situada al sudoeste de,
mezquina, de poco gusto, sin cosa notable más que un Apostolado y el Salvador,
en trece lienzos de la escuela flamenca de bastante mérito, una imagen de la
Virgen de la Soledad que se venera con particular devoción en uno de sus cinco
altares, y alguna tabla y lienzo de poco valor. Habiéndose obtenido permiso
para trasladar la iglesia esta ayuda de parroquia a la iglesia del exconvento
de dominicos, se han hecho en ella algunas obras con este objeto. Comprende su
filigresía las ermitas siguientes: San Blas, San Bartolomé, San Sebastián y las
que hay extramuros en los partidos rurales de Charilla, Ermita Nueva, Val de
Granada, Caserías y Hortichuela".
En este año se reparó la
capilla de la Soledad, ya que amenzaba ruina.
En el año 1913, estaba abandonada la iglesia de San Juan sin culto
ni fieles, como lo demuestra el testimonio de Guardia Castellanos.
En el año 1928, se reorganizó dentro de su iglesia la hermandad de
Nuestra Señora de la Aurora, probablemente, a cargo de Frasquito Huertes, y así
su imagen estuvo en un altar de la Iglesia, como se manifiesta en una
fotografía de aquel tiempo coloreada.
En el año 1962, se hicieron obras de limpieza y restauración a cargo
del maestro Saturnino López.
En el año 1980, con la subvención de la Dirección General de Bellas
Artes, el arquitecto Francisco del Castillo León y el aparejador José Fuentes
Cano se emprendieron las obras de restauración de las cubiertas de la iglesia.
En el año 1991, recibió un importante donación de la familia Utrilla Azpitarte,
consistente en un cuadro de la Inmaculada de autor anónimo del siglo XVII.
En el año 1994, se llevó a cabo la nueva solería de mármol con
escudos de la hermandad y de la Inmaculada, que superó los dos millones de pesetas.
Tambien se recuperó una sala que había sido camposanto, y, posteriormente, la
escalera y trastero del coro.
[1] A P S M Alcalá
la real. Libro Primero de las fundación de memorias, folio 32. Tewstamento ante
Gregorio Marín, ocho de noviembre de 1593 .
[2] APSM. Libro de
memorias.Escribano Diego Fernández Ortiz, 24 de
septiembre de 1603.
[3]
Escribano
Diego Fernández Ortiz, 24 de septiembre de 1603.
[4] Ante Alonso
Sánchez de Córdoba, veintidós de septiembre de 1619
[5] AHPJ. Escribano
Alonso Ramírez. Legajos 4745 y 4747 Folio 113 y 28 vuelto respectivamente.
[6] AHPJ. escribano
Alonso Ramírez. Legajo 4745, folio 113 vuelto y legajo 4748, folio 28 vuelto.
[7] AHPJ. Legajo 4651, Folio
suelto y el 141. Año 1637 Y 1640.
[8] AHPJ. Legajo
5308. Folio 326.
Es un honor para nuestra familia que la historia de la restauración de la Iglesia de San Juan haya quedado unida al maestro Saturnino López. Gracias
ResponderEliminarY no sólo las obras de restauración, sino también muchos enseres y objetos litúrgicos de la iglesia y cofradía. El maestro Saturnino, Rafael Ferreira y Antonio Martín fueron un trío cofrade muy fundamental en el mantenimiento de esta tradición cofrade.
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