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domingo, 7 de septiembre de 2014

LA IGLESIA DE SAN JUAN


 
 
 
 
 
 LA IGLESIA DE DE SAN JUAN
 
La Iglesia de San Juan Bautista se situa en la confluencia de las calles Mazuelos y Rosario, y da frente a una placeta de su mismo nombre. Forma un conjunto, que tiene varios edificios: patín, sacristía, iglesia y otras dependencias, que muestran una variante arquitectónica de la edilicia popular y de raigambre andaluza. Se puede encuadrar dentro del renacimiento y barroco.
El patín sirve de espacio distribuidor del conjunto. A su izquierda, la casa de la hermandad; a la derecha, la sacristía; entre ésta y la nave, la torre de campanas. Al mencionado patín se accede desde la calle por un arco de medio punto, adornado en sus flancos por dos molduras circulares. Un airoso alero, a dos vertientes, remata la fachada blanqueada. El acceso del templo  es un simple arco de medio punto, de cantería, sin adornos.
La nave principal y única tiene una longitud de dieciséis metros y seis centímetros y de ancho cinco metros y dos centímetros. En el pie hay una ligera desviación. La altura aproximada es de seis metros y cincuenta centímetros. La capilla mayor, cuadrada, mide 5´9 por 6´43 metros y su altura es de doce metros. La torre de campanas está formada por un prisma rematado de cuatro lados, que se cubre con un tejado sencillo, muy típico de las iglesias rurales. La única decoración es un simple bocel. Tiene una altura de dieciséis metros de altura, es de cantería y en su interior se asciende por una escalera de husillo. El cuerpo de campanas tiene cuatro vanos y una sola campana, procedente de la desaparecida ermita de San Blas, donada por Diego de Castro. La portada se localiza en la fachada sur, es un simple arco de medio punto, sin columnas ni paramentos, sin adornos ni imágenes, que repite el de la calle, con el contraste de la piedra de cantería frente a la cal exterior.
La planta es la que se denomina de cajón, sencilla y austera con una cabecera que sobresale en el conjunto, típica de las tierras de la Abadía en el siglo XVI, dividida en tres tramos, cuyo último pie fue reconstruido posteriormente.                       
La capilla mayor viene enmarcada por cuatro pilastras cajeadas en cada uno de los ángulos, todas ellas de orden toscano, de donde arrancan los arcos torales, desarrollando un doble entablamiento. Se cubre con una media naranja sobre pechinas, decorada con un amplio repertorio de dibujos geométricos. Toda la obra es de cantería, sin embargo el casquete es de yesería.
Una gran moldura, a modo de cornisa, une los capiteles de las pilastras de los muros laterales, ofreciendo una ventana adintelada, y en el muro sur una originalísima portada formada por unas simples pilastras y los extremos de su dintel resaltados con motivos de oreja, de los que penden tres pequeñas gotas.


En la nave, a lo largo del muro norte, se abren tres vanos. Una puerta conduce a las dependencias del museo y al coro; otro ofrece una portada muy original con la cartela de la Limpia Concepción, en adorno de cuero, que es obra de Ginés Martínez de Aranda y Miguel de Bolivar; el último nos adentra a la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, de mampuesto, revestida de yeso imitando el aparejo de cantería, y cubierta de una bóveda de medianaranja falsa. A lo largo del muro sur, se abren dos vanos, uno ciego corespondiente al altar del cura Melgar y el otro es una puerta adintelada que recuerda a la de la Iglesia Mayor abacial.
El edificio se apoya en los muros rectilíneos y las pilastras toscanas. Los primeros están rematados por una cornisa sencilla, de la que arranca la bóveda de medio cañón, que cubre la nave. Como iluminación presenta  lunetos con óculo o espejo en la parte del evangelio. Las vidrieras se realizaron en el taller de Enrique Díaz con distintas advocaciones alcalaínas (Inmaculada, Ave María, Pasión, escudo de la hermandad, de la Merced y sacramentales).
Hay que destacar la nueva solería de mármol por su sencillo  diseño y con los escudos de la hermandad y de la Limpia Concepción, que sustituyó a la anterior de piedra de cantería arenisca. Varios escudos adornan las paredes de sillería, procedentes de la iglesia de Santo Domingo de Silos y otros lugares.
La imagnería es sencilla y ha transformado lo que quedó de la guerra civil y de la renovación del Concilio Vaticano Segundo. Son obras recientes y de poco valor: la imagen del Corazón de Jesús, el cuadro del gallardete de Jesús,  y las imágenes de escayola de las distintas capillas. Son más importantes y valiosas, la pequeña imagen de San Miguel, el cuadro de la Inmaculada, del siglo XVIIII, la Virgen de las Meredes, y los restos de san Blas. Recientes obras de pintores locales son el cuadro del descendimiento o entronización de José Sánchez Jiménes, el gallardete de la hermandad, obra de José Angel Vega, y los vasos sagrados. El Cristo de la Salud, obra de Martín Simón, realizado en el año 1940, preside la iglesia. 
Algunos historiadores,- entre ellos el profesor Lázaro Gila-, atribuyen el diseño y trazas de la iglesia a Ginés Martínez de Aranda. Recientes  documentos de la familia Calonje nos demuestran que la obra se inició a principios del siglo XVII, cuando el maestro de obras del cabildo eclesiástico y municipal era Ginés Martínez de Aranda. Sin embargo, algunas partes se pueden relacionar con el estilo de Juan  de Aranda Salazar y Luis Gonzalez, que por aquellos tiempos trabajaban en diversas obras de la localidad. Entre 1637 y 1640 intervinieron los canteros Pedro Pérez y Miguel Sánchez Meléndez.
Por el testamento de don Fernando de Aranda, sabemos que la ermita de San Juan estaba erigida a finales del siglo XV, ya que  en una de sus mandas testamentarias otorga una cantidad de cinco  ducados para la obras de la iglesia de San Juan y Santa Ana ante el escribano  Cristóbal Gallego en 1498:
 
"Otro sí mando a la Trinidad y a la Curzada, a Santa María de la Merced y a San Lázaro de Jaén, y a las obras de Nuestra Señora Santa María e Santo Domingo e San Sebastián e San Juan,  e al Hospital de esta Ciudad a cada una  orden e obra cinco Maravedís".               
 
 
                    Con ello, se adelanta la fecha de Espinosa de los Monteros que la establecía en el año 1503 por un testamento del clérigo Juan Ramírez ante Fernando Gallego, donde mandaba varios maravedís para la iglesia.


A finales del siglo XVI, la iglesia le dio nombre al barrio o cuartel de San Juan, al mismo tiempo que la actual calle Rosario era su calle principal y se denominaba con el de San Juan. Fue una calle de hidalgos de tal manera que los mayores contribuyentes de la ciudad vivían en ella.
También fue importante la edificación de la capilla de la Limpia Concepción en el año 1584 diseñda por los maestros de cantería Ginés Martínez de Aranda y Miguel de Bolívar, así como la creación de diversas capellanías que surgieron en su iglesia, fomentando el culto y los fondos para su mantenimiento. Esto motivaba a que algunas misas, que se celebraban en la Iglesia Mayor con motivo de dicha festividad, se trasladasen a dicha iglesia o ermita de San Juan. Tenemos conocimiento de la capellanía de la mujer de Pedro del Corral, el Viejo, Catalina Rodrigo, que oficiaba misas en la festividad de la Limpia Concepción y de San Francisco por su alma. Para ello, aportaba medio ducado de limosna y real y medio para una misa rezada de San Francisco. Se hacía frente a los gastos con una casa en la calle Oteros, linde con casa de Bartolomé Sánchez de la Hinojosa y casas de los menores de Juan Muñoz[1].
 Otra memoria de la Marina Alonso de la Torre, hija del Pedro del Corral el Viejo, decía cinco misas rezadas en las festividades de Nuestra Señora y en su Octava por su alma. Estaba fundada sobre cuatro aranzadas y media de viña torrontés en la ladera de Montefrío, linde de viñas de Pedro del Corral, su hermano y viñas de Francisco Ruiz de Rivilla y la Dehesa la Hondonera y por la cabezada con viñas de Pedro Pineda.[2] A ésta misma se le decía misa el día de Todos los Santos de cada año, recibiendo la iglesia real y medio, que procedía de cinco cuartas de viña torrontés en el sitio del Carmen, que lindaba con las viñas del presbítero don Francisco de Mazyelos, y que eran propiedad de su sobrino Miguel de Aparicio[3]. Pero el máximo fundador de la fiesta de la Limpia Concepción y de la fiesta de San Juan, fue el mencionado Pedro del Corral el Viejo, en cuya memoria se celebraba la misa festiva de San Juan y una misa rezada respectivamente desde que testó en 1586 ante Gregorio Marín. Contribuía con una limosna de real y medio que se cargaban sobre once fanegas de tierra del sitio del Tablero, que lindaban con tierras de Rodrigo Alonso y Fernám Álvarez y Pedro de Alcaraz y Alonso de Moya. La esposa de este era Leonor de Mejorada fue la poseedora de los bienes que transmitió a sus hijos y la cumplieron a finales del siglo XVI y primeros de XVII.


Un caso curioso se refiere a la memoria de dos misas que se decían por el alma de Leonor Gutierrez, mujer de Alonso García Burbano, cuya limosna se sufragaba con tres fanegas de tierra y su zahurdón que tenía en el Chaparral de Mures, que probablemente provenieran de unos repartimientos del siglo XVII, ya que limitaban con las tierras de Cristobal de Tapia, herederos de Juan Sánchez del Postigo y el camino del Chaparral y cortijo del colector y licenciado Simón  Pérez de Leyba.[4] Lo mismo sucedía con la misa  por Juan Sánchez de Villanueva, que la sufragaba con una casa de la calle Rosa.
Por el día de San Juan se instituyó una memoria de misas por parte del presbítero y bachiller Juan Lorenzo Jiménez, que estaba unida a otra memoria de requiem y cargada en los gastos sobre una limosna, valorada en cuatro ducados, que se recibía de unas casas en la calle de los Mesones y otras casas de la calle Cava. Todos estos bienes los administraba el mayordomo de San Juan tanto las viviendas particulares como lo sobrante de los alquileres en beneficio y en reparación de la iglesia y casas.
Pero no sólo se fueron intensificando las misas en la iglesia durante los días festivos  y vigilias referidas a las  advocaciones relacionadas con la iglesia o ermita, sino que en el día de la Pasión de Jesucristo y su Octava, se decía otra misa por el alma de Isabel Rodríguez, mujer de Pedro González de Santana, ya que estaba enterrada y tenía sepultura, por las que daba la limosna acostumbrada y la cera, cuyo pago se hacía con unas casas que la anteriormente mencionada dejó en la calle Veracruz, colindantes con la del presbítero Francisco de Sevilla y, por lo bajo, con las de María de Contreras.
Por Navidad, el día del Nacimiento,  y el día de san Andrés, se decían misa por el alma María García y su marido Alonso Gómez, pagando el acostumbrado real y medio; la cera importaba un cuarto de real para mantenerla durante la ceremonia. Esta fundación se gravaba por una casa en la calle los Caños, que colindaba con las casas de la Beatas de Burgos y el clérigo Alberto López Mejorada.
 
Durante la semana, se decían tres misas por el alma de Jorge Martínez Capacho, que pagaba Juana de Mendoza, mujer de don Fernando de Ocón. Otras dos, por el alma de Juan Vázquez Mesía que pagaba el regidor Pedro Vázquez Mesía, y una por Juan Pérez de Santisiteban que pagaba su hijo.
Con el cura Juan de Frías, se llevó a cabo la reconstrucción de la Iglesia a partir del año 1602, valiéndose para las obras de un censo que le permitió vender el abad Alonso de Mendoza, que pertenecía a Marcos de Mejorada y Ana de Monte. Con la cantidad de veintidós mil maravedís, se iniciaron las obras , y el abad concedió la licencia
"por estar caída la Iglesia en su mayor parte y el campanario y con la venta del censo y las limosnas se reedifique y cubra la dicha Iglesia" [5]
 


Mientras se reedificaba la iglesia de San Juan, la capilla de la Limpia Concepción fue receptora del oficio de misas, como las tres que se decían por el alma de Bernardo de Haro Hinojosa, que las cargó sobre nueve fanegas de tierras, heredadas de su padre, lindantes con las de Gonzalo de Aranda y luego se transfirieron a su yerno don Diego de Rojas Ortiz, y viña de Antón García Berlango y el camino que va a Alcaudete y vereda del Guadalcotón .  Esta capilla se reedificó con el dinero recaudado por las limosnas de los  devotos y de los hermanos de la Cofradía de la Limpia Concepción entre los años 1585 hasta el 1587, siendo hermanos mayores Antonio Leonés y Miguel Muñoz y bajo la mano maestra y trazas de Ginés Martínez de Aranda y la ejecución de Miguel de Bolivar. Fruto de ello, es una bella capilla rectangular, cubierta con una preciosa cúpula de media naranja.
A principios del siglo XVII, en tiempos del abad Alonso de Mendoza, la Cofradía de San Juan aprobó nuevas constituciones y estatutos. La simple lectura de ellos nos muestra una iglesia que está edificada con una planta de cajón sin techumbre, tan sólo cubierta con cañizo, probablemente diseñada por Ginés Martínez de Aranda, que era el maestro mayor de obras del cabildo y el ejecutor de la mayoría de las iglesias de la abadía. El compromiso de los hermanos era claro y notorio: la obligación cofrade radicaba en la construcción de lo que faltaba por terminar y en el encargo de una imagen de la Degollación de San Juan Bautista que presidía dicha ermita.
En el año 1613, ya se alzaba un campanario cuya campana[6] fue realizada por Francisco Molina Carmona.
En el año 1637, la visitaron los alarifes del ayuntamiento, que ejercían el oficio de peritos de obras, Miguel Sánchez Meléndez y Diego García  Castilla, y realizaron un informe, que trasladaron al cura Esteban Morón y al cabildo abacial, cuyos párrafos más importantes son los siguientes:
 
"la casa y ermita san Juan en la que tienen dos lienzos de pared, que, por no tener buenos fundamentos, prometen estar cayendo, se hacía de manera  que no tiene cosa segura para poder reedificar sobre ellos, y así conviene se acabasen de derribar, y, si no, que se fundamente de tal forma que convenga para volvera fundar los dichos dos lienzos de pared a la superficie de la tierra. Y de allí arriba hasta cerrar la obra una vara más debajo de la cornisa de la capilla de nuestra Señora, una vara de grueso con perpiaños en cada hilada, a tres varas perpiaño con buena cal y arena, y se han de volver los arcos con las propias capillas que hoy están y a los hastiales de estos dos lienzos de pared han  de quitárseles todo lo que tuviere maltratado y separarlos de manera que estén suficiente todos los dichos hastiales para poder  cubrir más la dicha iglesia y los dos lienzos labrados a dos haces".
 
                    Con la firma de Miguel Sánchez Meléndez se testificaba la construcción del cuerpo de la iglesia. La obra fue contratada al cantero Pedro Pérez por mil setecientos reales por el cura Morón y el hermano mayor de la cofradía don Francisco de Moya, comprometiéndose a realizar las condicionadas señaladas por los  alarifes de la ciudad , la portada con cerramiento de piedra por dentro y por fuera lisa sin moldura, redonda o cuadrada. Además añadió una nueva cláusula en la


"que se compromete a quitar el campanario que estaba derruido y hacerlo bien en el sitio que estuviere más bien".
 
La cofradía paliaba los nuevos gastos con el pago de la madera,- el ayuntamiento donó los álamos  de la Alameda de la ciudad-, la cal y la arena. La propia abadía concedió para la obra un censo de la memoria del licenciado don Francisco Ramírez de Vacas para afrontar la obra con cien ducados.
Debieron surgir problemas, hasta tal punto que el gobernador de la abadía se vio obligado a que se  concedieran otros cien ducados para poder pagar a los maestros y las obras quedaran terminadas para el día de San Juan.
Ya por este tiempo la iglesia era muy visitada, tal como expresan los solicitantes con estas palabras:
 
"como es notorio el cuerpo de la Iglesia y la portada de la Iglesia está hundida de modo que no se pueden celebrar los oficios divinos y conviene que, antes del invierno y carguen las aguas, que se labre y haga de nuevo por ser, como es Iglesia, a donde acuden muchas personas a oir los oficios divinos y que está en el medio de la ciudad".
 
La peste del 1637 obligó a parar la obra y el cura Morón fue acusado de cierto desfalco de las cuentas y de un robo de la plata, trasladándose a Montefrío, donde disfrutaba de una capellanía. Ante la excomunión del abad por no presentar las cuentas, desmintió todas las acusaciones que se le habían formulado y se le levantó la excomunión, al mismo tiempo que logró que la obra quedara terminada en el año 1640 con el nuevo cuerpo, campanario y portada.[7]
En los años cincuenta del siglo XVII, un sacristán estaba a cargo y guardia de la iglesia que cuidaba de  la  limpieza y la luz de sus altares. Recibía a cambio una casa y las accesorias de la iglesia. Tambien, llevaba a cabo los servicios propios del ministril, avisando a las citaciones de cabildo, tocando la campana, pidiendo el aceite de la misa en los días festivos y arreglando la iglesia en las funciones de la Limpia Concepción y el día de San Juan.
En el año 1664 se trasladó a ella la Escuela de Cristo. En el año 1667, la iglesia se transformó en coadjutriz de la Iglesia Mayor, siendo administrada por un capellán, administrador y mayordomo. No era de extrañar que en algunos de los documentos se denominara a la iglesia parroquia de San Juan, como el de la beata Sebastiana de Jerez, que, acusada  por la Inquisición, entregó en el templo todos sus objetos, , consistentes en un cáliz blanco, patena , plato de plata y vinajeras, dos candelabros de lo mismo, una cestica de plata con filigranas, una caja de la Virgen del Pilar, un crucifijo de plata, un rosario, un escapulario de la virgen del Carmen, otra casulla de damasco y otras religuias. 
 


Gracias a la labor del licenciado don Bartolomé del Melgar, capellán real, vicario de la abadía y beneficiado de sus iglesias, se reedificó, embovedó e hizo coro en el año 1667, siendo abad don Antonio Alonso San Matín. Un año después, se trasladó a dicha iglesia el Santísimo Sacramento del Viático para la administración de los enfermos, que anteriormente había estado en el Convento de la Trinidad. Se hizo con tal motivo una procesión general, que salió de la Santa Iglesia Mayor, con asistencia del abad don Alonso Antonio San Martín, clero, religiosos y el cabildo municipal. Se adornaron las calles con colgantes y altares. Se celebró un octavario con fiestas solemnes y participación de la capilla de Música de la Santa Iglesia de Córdoba, junto con la de Alcalá y otros particulares. El cura Melgar será una institución en la ermita de San Juan, donde fue enterrado en la capilla del Cristo de la Paciencia, costeada por él mismo en lo referente a la obra, el altar, el retablo y los ornamentos , por lo que se decía una misa cantada todos los años en su honor por el domigo de Carnestolendas. En 1676, se fundó por el abad San Martín la Cátedra de Teología Moral.
En  el año 1724, Pedro de los Santos Lope de Cortes y Manrique donó para adorno de la Iglesia de San Juan Bautista dos láminas grandes  apaisadas con sus marcos dorados, una del Nacimiento de Nuestro Redentor y la otra de la Adoración de los Reyes con el fin de que se le rezaran dos misas de purgatorio por su alma[8].
La mayoría de las celebraciones de la parroquia de Santa Matría la Mayor se hacían en la iglesia de San Juan tales como el Corpus Christi, las rogativas e, incluso, los enterramientos. Una rogativa muy significativa fue la que se llevó a cabo con motivo del terremoto de noviembre de 1755.
En el año 1785, se llevó a cabo la obra de la sacristía y el balcón de la calle Rosario por el mayordomo Agustín Lovatón y Soto. En este mismo año, se realizó el camarín de la Soledad, con retablo de arrabal, siendo maestro de albañilería Mendez y Cobaleda.               El retablo fue obra del maestro Pedrajas, de Priego.


Al abandonarse el culto de la Iglesia Mayor Abacial en el siglo XIX, la iglesia  de San Juan hizo las veces de ayuda de parroquia, celebrándose las funciones más importantes. En 1842, hay testimonio escrito del cura párroco de la Iglesia Mayor, don José Domingo Serrano, ante el alcalde constitucional, en el que le presenta los gastos e ingresos de todo el año. Como novedad se observa que la mayoría de los ingresos procedían de las contribuciones municipales, que alcanzaban  mil quinientos reales, a los que se añadían los derechos obvencionales y los ingresos derivados por la Colecturía General de la Abadía en razón de testamentos, fiestas y aniversarios de misas. Por los gastos se puede comprobar que en la iglesia eran oficios ordinarios los bautizos, los matrimonios, las confirmaciones y las exequias fúnebres junto con la misa ordinaria, las del sábado amén de la renovación de los enseres, vestidos y objetos litúrgicos, archivo, sacristán y cera. Se le consideró parroquia durante los años 1843 y 1844. Y comenzó a trasladarse posteriormente a la iglesia del Rosario en 1845. En 1860 se convirtió en parroquia Consolación y esto supuso que la ayuda de parroquia pasase a la Iglesia del Convento del Rosario. Se mantuvo en activo la iglesia hasta tal punto que, con motivo de la peste de 1885, recibió todos los enseres, objetos religiosos e imágenes de la ermita de San Blas.

A mediados de siglo, Madoz la definía con estas palabras:

 

"Como la población ha mudado progresivamente de asiento, ya en el siglo XVII, se encontraba la parroquia referida bastante extraviada, y fue preciso erigir en ayuda la ermita de san Juan Bautista, situada al sudoeste de, mezquina, de poco gusto, sin cosa notable más que un Apostolado y el Salvador, en trece lienzos de la escuela flamenca de bastante mérito, una imagen de la Virgen de la Soledad que se venera con particular devoción en uno de sus cinco altares, y alguna tabla y lienzo de poco valor. Habiéndose obtenido permiso para trasladar la iglesia esta ayuda de parroquia a la iglesia del exconvento de dominicos, se han hecho en ella algunas obras con este objeto. Comprende su filigresía las ermitas siguientes: San Blas, San Bartolomé, San Sebastián y las que hay extramuros en los partidos rurales de Charilla, Ermita Nueva, Val de Granada, Caserías y Hortichuela".

 

En este año se  reparó la capilla de la Soledad, ya que amenzaba ruina.

En el año 1913, estaba abandonada la iglesia de San Juan sin culto ni fieles, como lo demuestra el testimonio de Guardia Castellanos.

En el año 1928, se reorganizó dentro de su iglesia la hermandad de Nuestra Señora de la Aurora, probablemente, a cargo de Frasquito Huertes, y así su imagen estuvo en un altar de la Iglesia, como se manifiesta en una fotografía de aquel tiempo coloreada.

 

En el año 1962, se hicieron obras de limpieza y restauración a cargo del maestro Saturnino López. 

En el año 1980, con la subvención de la Dirección General de Bellas Artes, el arquitecto Francisco del Castillo León y el aparejador José Fuentes Cano se emprendieron las obras de restauración de las cubiertas de la iglesia. En el año 1991, recibió un importante donación de la familia Utrilla Azpitarte, consistente en un cuadro de la Inmaculada de autor anónimo del siglo XVII.

 

En el año 1994, se llevó a cabo la nueva solería de mármol con escudos de la hermandad y de la Inmaculada, que superó los dos millones de pesetas. Tambien se recuperó una sala que había sido camposanto, y, posteriormente, la escalera y trastero del coro.



[1] A P S M Alcalá la real. Libro Primero de las fundación de memorias, folio 32. Tewstamento ante Gregorio Marín, ocho de noviembre de 1593 .
[2] APSM. Libro de memorias.Escribano Diego Fernández Ortiz, 24 de  septiembre de 1603.
[3]  Escribano Diego Fernández Ortiz, 24 de septiembre de 1603.
[4] Ante Alonso Sánchez de Córdoba, veintidós de septiembre de 1619
[5] AHPJ. Escribano Alonso Ramírez. Legajos 4745 y 4747 Folio 113 y 28 vuelto respectivamente.
[6] AHPJ. escribano Alonso Ramírez. Legajo 4745, folio 113 vuelto y legajo 4748, folio 28 vuelto.
[7] AHPJ. Legajo 4651, Folio suelto y el 141. Año 1637 Y 1640.
[8] AHPJ. Legajo 5308. Folio 326.




 


2 comentarios:

  1. Es un honor para nuestra familia que la historia de la restauración de la Iglesia de San Juan haya quedado unida al maestro Saturnino López. Gracias

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    1. Y no sólo las obras de restauración, sino también muchos enseres y objetos litúrgicos de la iglesia y cofradía. El maestro Saturnino, Rafael Ferreira y Antonio Martín fueron un trío cofrade muy fundamental en el mantenimiento de esta tradición cofrade.

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