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martes, 9 de septiembre de 2014

UNA ESCUELA SECUNDARIA EN LA IGLESIA DE SAN JUAN



 
LA CÁTEDRA DE TEOLOGÍA MORAL EN LA IGLESIA DE SAN JUAN 
 
Tras la formación de los alumnos con el maestro de escuela y el gramático, a lo largo de la historia alcalaína un problema acuciante de la educación de los jóvenes en la comarca de Alcalá ha sido el desarrollo de los estudios secundarios. El cabildo alcalaíno intentó en diversas ocasiones superar esta carencia de escolaridad mediante la instalación en nuestra ciudad de un colegio de la Compañía de Jesús, que por aquellos tiempos se denominaban  los  teatinos. La inciativa corrió en los primeros años del siglo XVII a cargo del regidor don Pedro Veneroso, cuya familia posteriormente se trasladó a Granada donde fundó el Colegio de san Bartolomé. Es verdad que tuvo el apoyo de todo el sector privilegiado de la población, porque así veían liberarse de las cargas económicas que les suponía la formación de sus hijos a los colegios universitarios ubicados en Granada, Baeza, e, incluso, Salamanca. Otros solían trasladarse a los colegios de Cabra y Montilla. Algunos abades como don Alonso de Toledo y don Maximiliano de Austria, desde  sus nuevas sedes episcopales, hicieron gestiones y recomendaciones para su fundación.


Sin embargo la iniciativa quedó en saco roto, lo mismo que un segundo intento a finales de dicho siglo. No se llevó a cabo, en efecto, no por ilusión y necesidad, ya que muchos hijos de hidalgos trataban de hacerse clérigos para mantener capellanías y fundaciones heredadas  de sus antepasados sino porque el aparato burocrático y administrativo de aquellas épocas dejó en suspenso aquellas inquietudes.
                    Sirva como muestra de su importancia que la población eclesiástica superaba las doscientas personas durante más de trescientos años, y, en su inmensa mayoría, carecían de una formación básica teológica. De ahí que  muchos hidalgos se propusieran para bienhechores de este colegio,  completando el presupuesto de esta institución con los ingresos que aportaban los cabildos civil y eclesiástico. Incluso, a veces, se consideró conveniente aportar los fondos  de la Cátedra de Teología Moral para este fin, pues la Compañía de Jesús tan sólo debía aportar un rector y profesor que eran fundamentales para la formación de los jóvenes y la cátedra de la iglesia abacial.
Refiriéndonos precisamente a ésta,  fue fundada por el abad don Alonso Antonio San Martín, mediante poder otorgado por el licenciado Pedro Muñoz de los Díez el treinta y uno de enero de 1669 ante el escribano sevillano Juan Rodríguez Serrano. Este abad  pudo disponer de sus bienes y hacienda, como manifestaba el testamento realizado uno de junio del mismo año, por el que se creaban cinco capellanías junto con la Cátedra de Teología Moral de la Iglesia de San Juan en el año 1676.
Pedro Muñoz de los Díez nació en Luque. Fue abogado de la ciudad en los momentos difíciles del consumo de oficios de regidores y jurados por los años veinte en una situación en la que existieron muchas rencillas entre los diversos bandos de la ciudad. Se emparentó con la familias de los Valenzuela, de quien tuvo una hija, doña Mariana de Valenzuela, que fue monja del convento de la Santísima Trinidad. Gracias a la colaboración de Luis Méndez de Sotomayor, que posteriormente fue su adversario, consiguió el cargo de regidor del ayuntamiento alcalaíno, por los años treinta y cuarenta del siglo XVII. También, se hizo cura y alcanzó el cargo de provisor de la abadía con el abad anteriormente mencionado. Tuvo gran amistad con don Antonio de los Ríos, notario del Santo Oficio de la Inquisición , con Francisco Montero, vicario y provisor que le sustituyó, y con don Bartolomé de Melgar, que por aquel tiempo era miembro de la iglesia mayor abacial. Sus buenas artes le valieron para llegar a ser posteriormente provisor y gobernador el arzobispado de Sevilla. Mantuvo también  buenas relaciones con el corregidor don Diego de Obando y Cáceres. Fundó una memoria de patronazgo con el convento de los capuchinos a quienes ayudó en la obra de su capilla mayor, donde se colocaron sus armas y se reservó una habitación para sí y sus herederos. Murió el dos de febrero de 1669 y fue enterrado en dicha  iglesia.
El espíritu que movió a don Pedro a fundar la cátedra de Moral no fue otro sino:
 


"atendiendo al bien común de esta República, a quien tanto estimó el dicho licenciado Pedro Muñoz de los Díez y cuan inclinado fue a las letras y lo que conviene haya en ellas maestros que instruyan  y enseñen, fundamos, y establecemos y señalamos otra capellanía...de dos mil ducados para que con los cien ducados que les corresponden a cinco por ciento se lea y haya Cátedra de Moral en nuestra coadjutriz del señor san Juan Bautista para que esta tenga principio desde luego  se fijen  edictos en esta ciudad y otras, para que cualquier persona que quisiere hacer oposición a dicha Cátedra la pueda hacer dentro que se señalare con qualidad".    
 
 
La cátedra fue una realidad y, durante muchos años, sus rentas sirvieron para un censo prestado que pagaba el ayuntamiento alcalaíno al presbítero encargado de la cátedra. Este era elegido mediante un proceso de selección, cuyo requisito fundamental consistía en ser sacerdote y, aparte de cualquier tipo de méritos, debía estar ordenado in sacris. El examen pretendía reconocer la suficiencia del opositor u opositores ante los miembros elegidos por la familia y los sucesores del fundador de la Cátedra. Había una claúsula, en la que primaba los vecinos de Alcalá y Luque:
 
"en igualdad de ciencia habiendo opositor natural de esta ciudad(Alcalá) y de la villa de Luque, de donde fue el dicho don Pedro Muñoz de los Díez sea preferido a otros de qualesquiera de partes diferentes".
 
 El catedrático elegido se obligaba a enseñar, leer y explicar  dos horas cada día de acuerdo con estas condiciones:
 
"en la parte más cómoda de dicha iglesia por la mañana o tarde, según parezca conveniente el tiempo, para que el dicho maestro y los oyentes se les haga menos penoso.
También ha de ser obligado a decir en cada un año                perpétuamente, siendo presbítero, y, si no fuere, si subdiácono o diácono, hacerse digan, a sus expensas, nueve misas  rezadas por el ánima del dicho don Pedro Muñoz de los Díez  y los de su familia y personas de su obligación, las cinco en los días de la Purificación de Nuestra Señora, la Asunción, Anunciación, Natividad, y  Concepción; otra el día de san José; otra el día de Santa Ana; otra el día de San Francisco; y estas en las Iglesia Mayor o en otras de esta ciudad de dichas festividades y la última de requiem con responso al fín en el Convento de religiosos Capuchinos...
.....mas ha de ser obligado a asistir en el coro de nuestra       Santa Iglesia Mayor todos los días y festividades de primera clase, Pascua y Octava del Corpus, Apóstoles y procesiones generales y  Letanías que salen fuera de la Iglesia con sobrepelliz y las demás cargas de asistencias les exoneramos por no ocuparle el tiempo que ha de costar en su principal ministerio de enseñar a leer".
 
El título concedido facultaba a ordenarse  de epístola  y necesitaba la presencia, al menos , de seis meses de asistencia a las clases con el nombre de  
 
"siendo suyente y siendo mero gramático"
  
El maestro estaba remunerado con una paga de cien ducados que cobraba por el día de san Juan en los primeros seis meses del año y en Navidad, el resto del sueldo.


El contenido de las enseñanzas de la  Cátedra de Teología Moral partía de los  principios de esta rama del saber teológico que se remonta a los albores de la Alta Edad Media. Sin embargo, a pesar de la influencia  tomasina y de los escolásticos, la obra de San Alfonso María Ligorio creó escuela en el siglo XVII y significó un nuevo paso a los grandes tratados anteriores y a la casuística anterior. Los papas recomendaban su compendio porque recogía todas las opiniones de los tratados de los doctores de la iglesia y había sido una persona que había conseguido su teoría desde la práctica evangélica mediante gran número de conversiones. La temática se basaba en la enseñanza de los diversos tipos de actos humanos, pecados, virtudes, estudio de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, contratos, sacramentos, censuras y hechos casuísticos. Era un vademecum para los futuros  sacerdotes ante las diversas cuestiones morales que le planteaban los fieles.  

Fueron, entre otros, catedráticos Melchor Abril y Ortega y Agustín Garrido y Linares, en el siglo XVIII y  José del Castillo, Pedro García Galabardo y Jerónimo Usanos an el siglo XVII. A su cátedra debieron asistir los hijos de los hidlagos y todos aquellos que se formaban para los diversos estudios religiosos.

La hermandad ha tenido la suerte de encontrar  un compendio religioso de la obra de san Alfonso María Ligorio que perteneció a un cura de  la parroquia de santo Domingo Silos, don Luis Fernández Torres, y regaló a don Luis Gómez Feijóo, que heredó el hermano Francisco Martín depositándola en la sala de exposiciones de san Juan como muestra del manual que usaban los alumnos.

 

 

 

 

 








 

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