LA CÁTEDRA DE TEOLOGÍA MORAL EN LA IGLESIA DE SAN JUAN
Tras la formación de los alumnos con el maestro de escuela y el
gramático, a lo largo de la historia alcalaína un problema acuciante de la
educación de los jóvenes en la comarca de Alcalá ha sido el desarrollo de los
estudios secundarios. El cabildo alcalaíno intentó en diversas ocasiones
superar esta carencia de escolaridad mediante la instalación en nuestra ciudad
de un colegio de la Compañía de Jesús, que por aquellos tiempos se denominaban los
teatinos. La inciativa corrió en los primeros años del siglo XVII a
cargo del regidor don Pedro Veneroso, cuya familia posteriormente se trasladó a
Granada donde fundó el Colegio de san Bartolomé. Es verdad que tuvo el apoyo de
todo el sector privilegiado de la población, porque así veían liberarse de las
cargas económicas que les suponía la formación de sus hijos a los colegios
universitarios ubicados en Granada, Baeza, e, incluso, Salamanca. Otros solían
trasladarse a los colegios de Cabra y Montilla. Algunos abades como don Alonso
de Toledo y don Maximiliano de Austria, desde
sus nuevas sedes episcopales, hicieron gestiones y recomendaciones para
su fundación.
Sin embargo la iniciativa quedó en saco roto, lo mismo que un
segundo intento a finales de dicho siglo. No se llevó a cabo, en efecto, no por
ilusión y necesidad, ya que muchos hijos de hidalgos trataban de hacerse
clérigos para mantener capellanías y fundaciones heredadas de sus antepasados sino porque el aparato
burocrático y administrativo de aquellas épocas dejó en suspenso aquellas inquietudes.
Sirva
como muestra de su importancia que la población eclesiástica superaba las
doscientas personas durante más de trescientos años, y, en su inmensa mayoría,
carecían de una formación básica teológica. De ahí que muchos hidalgos se propusieran para bienhechores
de este colegio, completando el
presupuesto de esta institución con los ingresos que aportaban los cabildos
civil y eclesiástico. Incluso, a veces, se consideró conveniente aportar los
fondos de la Cátedra de Teología Moral
para este fin, pues la Compañía de Jesús tan sólo debía aportar un rector y
profesor que eran fundamentales para la formación de los jóvenes y la cátedra
de la iglesia abacial.
Refiriéndonos precisamente a ésta,
fue fundada por el abad don Alonso Antonio San Martín, mediante poder
otorgado por el licenciado Pedro Muñoz de los Díez el treinta y uno de enero de
1669 ante el escribano sevillano Juan Rodríguez Serrano. Este abad pudo disponer de sus bienes y hacienda, como
manifestaba el testamento realizado uno de junio del mismo año, por el que se
creaban cinco capellanías junto con la Cátedra de Teología Moral de la Iglesia
de San Juan en el año 1676.
Pedro Muñoz de los Díez nació en Luque. Fue abogado de la ciudad en
los momentos difíciles del consumo de oficios de regidores y jurados por los
años veinte en una situación en la que existieron muchas rencillas entre los
diversos bandos de la ciudad. Se emparentó con la familias de los Valenzuela,
de quien tuvo una hija, doña Mariana de Valenzuela, que fue monja del convento
de la Santísima Trinidad. Gracias a la colaboración de Luis Méndez de
Sotomayor, que posteriormente fue su adversario, consiguió el cargo de regidor
del ayuntamiento alcalaíno, por los años treinta y cuarenta del siglo XVII.
También, se hizo cura y alcanzó el cargo de provisor de la abadía con el abad
anteriormente mencionado. Tuvo gran amistad con don Antonio de los Ríos,
notario del Santo Oficio de la Inquisición , con Francisco Montero, vicario y
provisor que le sustituyó, y con don Bartolomé de Melgar, que por aquel tiempo
era miembro de la iglesia mayor abacial. Sus buenas artes le valieron para
llegar a ser posteriormente provisor y gobernador el arzobispado de Sevilla.
Mantuvo también buenas relaciones con el
corregidor don Diego de Obando y Cáceres. Fundó una memoria de patronazgo con
el convento de los capuchinos a quienes ayudó en la obra de su capilla mayor,
donde se colocaron sus armas y se reservó una habitación para sí y sus
herederos. Murió el dos de febrero de 1669 y fue enterrado en dicha iglesia.
El espíritu que movió a don Pedro a fundar la cátedra de Moral no
fue otro sino:
"atendiendo al bien común de esta República, a quien tanto
estimó el dicho licenciado Pedro Muñoz de los Díez y cuan inclinado fue a las
letras y lo que conviene haya en ellas maestros que instruyan y enseñen, fundamos, y establecemos y
señalamos otra capellanía...de dos mil ducados para que con los cien ducados
que les corresponden a cinco por ciento se lea y haya Cátedra de Moral en
nuestra coadjutriz del señor san Juan Bautista para que esta
tenga principio desde luego se
fijen edictos en esta ciudad y otras,
para que cualquier persona que quisiere hacer oposición a dicha Cátedra la
pueda hacer dentro que se señalare con qualidad".
La cátedra fue una realidad y, durante muchos años, sus rentas
sirvieron para un censo prestado que pagaba el ayuntamiento alcalaíno al
presbítero encargado de la cátedra. Este era elegido mediante un proceso de
selección, cuyo requisito fundamental consistía en ser sacerdote y, aparte de
cualquier tipo de méritos, debía estar ordenado in sacris. El examen pretendía
reconocer la suficiencia del opositor u opositores ante los miembros elegidos
por la familia y los sucesores del fundador de la Cátedra. Había una claúsula,
en la que primaba los vecinos de Alcalá y Luque:
"en igualdad de ciencia habiendo opositor natural de esta
ciudad(Alcalá) y de la villa de Luque, de donde fue el dicho don Pedro Muñoz de
los Díez sea preferido a otros de qualesquiera de partes diferentes".
El catedrático elegido
se obligaba a enseñar, leer y explicar
dos horas cada día de acuerdo con estas condiciones:
"en la parte más cómoda de dicha iglesia por la mañana o
tarde, según parezca conveniente el tiempo, para que el dicho maestro y los
oyentes se les haga menos penoso.
También ha de ser obligado a
decir en cada un año perpétuamente,
siendo presbítero, y, si no fuere, si subdiácono o diácono, hacerse digan, a
sus expensas, nueve misas rezadas por el
ánima del dicho don Pedro Muñoz de los Díez
y los de su familia y personas de su obligación, las cinco en los días
de la Purificación de Nuestra Señora, la Asunción, Anunciación, Natividad,
y Concepción; otra el día de san José;
otra el día de Santa Ana; otra el día de San Francisco; y estas en las Iglesia
Mayor o en otras de esta ciudad de dichas festividades y la última de requiem
con responso al fín en el Convento de religiosos Capuchinos...
.....mas ha de ser obligado a asistir en el coro de nuestra Santa Iglesia Mayor todos los días y
festividades de primera clase, Pascua y Octava del Corpus, Apóstoles y
procesiones generales y Letanías que
salen fuera de la Iglesia con sobrepelliz y las demás cargas de asistencias les
exoneramos por no ocuparle el tiempo que ha de costar en su principal
ministerio de enseñar a leer".
El título concedido facultaba a ordenarse de epístola
y necesitaba la presencia, al menos , de seis meses de asistencia a las
clases con el nombre de
"siendo suyente y siendo mero gramático"
El maestro estaba remunerado con una paga de cien ducados que
cobraba por el día de san Juan en los primeros seis meses del año y en Navidad,
el resto del sueldo.
El contenido de las enseñanzas de la
Cátedra de Teología Moral partía de los
principios de esta rama del saber teológico que se remonta a los albores
de la Alta Edad Media. Sin embargo, a pesar de la influencia tomasina y de los escolásticos, la obra de
San Alfonso María Ligorio creó escuela en el siglo XVII y significó un nuevo
paso a los grandes tratados anteriores y a la casuística anterior. Los papas
recomendaban su compendio porque recogía todas las opiniones de los tratados de
los doctores de la iglesia y había sido una persona que había conseguido su
teoría desde la práctica evangélica mediante gran número de conversiones. La
temática se basaba en la enseñanza de los diversos tipos de actos humanos,
pecados, virtudes, estudio de los mandamientos de Dios y de la Iglesia,
contratos, sacramentos, censuras y hechos casuísticos. Era un vademecum para
los futuros sacerdotes ante las diversas
cuestiones morales que le planteaban los fieles.
Fueron, entre otros, catedráticos Melchor Abril y Ortega y Agustín
Garrido y Linares, en el siglo XVIII y
José del Castillo, Pedro García Galabardo y Jerónimo Usanos an el siglo
XVII. A su cátedra debieron asistir los hijos de los hidlagos y todos aquellos
que se formaban para los diversos estudios religiosos.
La hermandad ha tenido la suerte de encontrar un compendio religioso de la obra de san
Alfonso María Ligorio que perteneció a un cura de la parroquia de santo Domingo Silos, don Luis
Fernández Torres, y regaló a don Luis Gómez Feijóo, que heredó el hermano
Francisco Martín depositándola en la sala de exposiciones de san Juan como
muestra del manual que usaban los alumnos.
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