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sábado, 13 de septiembre de 2014

FINAL DE VERANO


FINAL DE  VERANO

 

El final de verano invita siempre a la reflexión; uno se encuentra a medio camino entre gran parte del año consumido y la otra por venir.  Nuestros antepasados pagaron, antaño por esta fecha,  las deudas, cobraron las rentas y formalizaron los primeros plazos de los contratos en la fecha del quince de agosto; y, a partir de ese día,  emprendían una nueva  etapa. A mediados del siglo XX,  los días finales de agosto  y principios de septiembre acababan las vacaciones de muchas personas y las fiestas de muchos pueblos, se consumía el tiempo de vuelta  de los emigrantes a su patria chica,  y, los residentes gastaban su primeros frutos de las hortalizas lugareñas, que nunca faltaron; para unos, era el tiempo de disfrutar de los últimos momentos de la ciudad de la Mota con guisos de amistad;  otros comenzaban a marchar a la vendimia francesa, o a la manzana de Lérida. Estas semanas finales del verano alcalaíno dejaban  y dejan a Alcalá sumida en el silencio más sepulcral y las calles permanecen desiertas durante la mayoría de las horas del día.

La casa invita a la siesta vespertina y  la soledad te convoca a un diálogo  fructífero con la intimidad creativa. Emerge una gozosa meditación que te carga las pilas para  afrontar los retos futuros.

En verdad que uno se queda anonadado si se  ancla en la cultura capitalista que nos rodea. Pues, el sistema económico, que nos circunda, nos ha convertido  en víctimas de un mercado completamente neoliberal, cuyas únicas reglas son la presencia total  del  libre intercambio, sin cortapisas,  y, al mismo tiempo, global, o sea,  sin barreras comerciales ni financieras algunas, de modo que el papel del Estado queda completamente reducido  a costa de la pérdida de los derechos sociales. De ahí que no debe extrañarnos que los valores predominantes sean, entre otros,  el éxito vital ligado al triunfo económico, y la propiedad privada se alce como valor nuclear frente a lo comunal  o colectivo. La búsqueda de beneficio continuo y la potenciación del individualismo frente al comunitarismo.  

Por eso,  cualquiera se alegra, si, en medio de las tinieblas, surgen algunos destellos de luz, intermitentes o permanentes. Frente al individualismo egocéntrico, todavía se percibe en nuestra ciudad que la gente tenga arraigado el sentido comunitario en muchas personas que comparten  la solidaridad y el compromiso por los demás. Fijémonos en los grupos de LA Cruz Roja, Protección Civil, Cáritas, ONG, asociaciones solidarias, grupos culturales, cofradías, voluntarios desinteresados…que abundan en nuestro entorno o experiencias como los huertos ecológicos organizados por el ayuntamiento alcalaíno. Frente a la cultura de la queja, de aquellos que siempre entonan el miserere  de la sociedad y el catastrofismo, merece la pena  darle valor a aquellas personas, que se oponen  a concebir  la vida como contrato o  pura relación de interés,  e introducen nuevas dimensiones como la gratuidad de las relaciones humanas y de la toda la propia vida, sin esperar nada a cambio. Esta visión humanitaria nos libera de muchas cosas,  y, en ese sentido, debemos sentir las propuestas culturales y festivas que nos complementan  al ser humano  y no deben caer en el mercantilismo imperante, que, a veces, comercia hasta con lo más sagrado.   

 


 

 

 

 

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