FINAL DE VERANO
El final de verano
invita siempre a la reflexión; uno se encuentra a medio camino entre gran parte
del año consumido y la otra por venir.
Nuestros antepasados pagaron, antaño por esta fecha, las deudas, cobraron las rentas y formalizaron
los primeros plazos de los contratos en la fecha del quince de agosto; y, a
partir de ese día, emprendían una
nueva etapa. A mediados del siglo
XX, los días finales de agosto y principios de septiembre acababan las
vacaciones de muchas personas y las fiestas de muchos pueblos, se consumía el
tiempo de vuelta de los emigrantes a su
patria chica, y, los residentes gastaban
su primeros frutos de las hortalizas lugareñas, que nunca faltaron; para unos,
era el tiempo de disfrutar de los últimos momentos de la ciudad de la Mota con
guisos de amistad; otros comenzaban a
marchar a la vendimia francesa, o a la manzana de Lérida. Estas semanas finales
del verano alcalaíno dejaban y dejan a
Alcalá sumida en el silencio más sepulcral y las calles permanecen desiertas
durante la mayoría de las horas del día.
La casa invita
a la siesta vespertina y la soledad te
convoca a un diálogo fructífero con la intimidad
creativa. Emerge una gozosa meditación que te carga las pilas para afrontar los retos futuros.
En verdad que
uno se queda anonadado si se ancla en la
cultura capitalista que nos rodea. Pues, el sistema económico, que nos
circunda, nos ha convertido en víctimas
de un mercado completamente neoliberal, cuyas únicas reglas son la presencia
total del libre intercambio, sin cortapisas, y, al mismo tiempo, global, o sea, sin barreras comerciales ni financieras
algunas, de modo que el papel del Estado queda completamente reducido a costa de la pérdida de los derechos
sociales. De ahí que no debe extrañarnos que los valores predominantes sean,
entre otros, el éxito vital ligado al triunfo
económico, y la propiedad privada se alce como valor nuclear frente a lo
comunal o colectivo. La búsqueda de
beneficio continuo y la potenciación del individualismo frente al
comunitarismo.
Por eso, cualquiera se alegra, si, en medio de las
tinieblas, surgen algunos destellos de luz, intermitentes o permanentes. Frente
al individualismo egocéntrico, todavía se percibe en nuestra ciudad que la gente
tenga arraigado el sentido comunitario en muchas personas que comparten la solidaridad y el compromiso por los demás.
Fijémonos en los grupos de LA Cruz Roja, Protección Civil, Cáritas, ONG,
asociaciones solidarias, grupos culturales, cofradías, voluntarios
desinteresados…que abundan en nuestro entorno o experiencias como los huertos
ecológicos organizados por el ayuntamiento alcalaíno. Frente a la cultura de la
queja, de aquellos que siempre entonan el miserere de la sociedad y el catastrofismo, merece la
pena darle valor a aquellas personas,
que se oponen a concebir la vida como contrato o pura relación de interés, e introducen nuevas dimensiones como la gratuidad
de las relaciones humanas y de la toda la propia vida, sin esperar nada a
cambio. Esta visión humanitaria nos libera de muchas cosas, y, en ese sentido, debemos sentir las
propuestas culturales y festivas que nos complementan al ser humano
y no deben caer en el mercantilismo imperante, que, a veces, comercia
hasta con lo más sagrado.
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