Jesús Nazareno 1/2
Iconografía
Tras el Crucificado, la imagen de Jesús con
la cruz a cuestas, conocida popularmente como Jesús Nazareno o, simplemente,
Nazareno, es la más frecuente de la representación iconográfica de la
Pasión de Jesús en la imaginería de Andalucía. En tierras de la abadía
alcalaína se remonta su presencia a tiempos del abad Alonso de Burgos (1470-1475),
con un cuadro dedicado a Jesús con la Cruz a cuestas apareciéndose a San Vicente
Ferrer. Para Juan
Lovera, formaba parte del retablo mayor de la Iglesia Mayor
Abacial, y fue sustituido por otro barroco a final del siglo XVII. Esta tabla,
de 46.5 X 37, 5 cm, se dispersó en varios lugares y actualmente pertenece a una
colección particular, Tras esta representación, su imagen debió ilustrar algún
panel de los retablos renacentistas de los conventos e iglesias locales. Y,
sobre todo, el Cristo de la; Misericordia de la Mota situado en un lateral del
altar mayor, no puede pasar por alto la presencia de la imagen de Jesús
Nazareno en 1609, obra de Pedro Cobo, en la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús recogiendo
este momento pasional. Por su gallardete de Jesús, el paso se muestra Jesús con
la cruz a cuestas camino del Calvario, acompañado de Simón Cirineo y rodeado de
varios sayones, una imagen muy apropiada de principios del siglo XVII a pesar
de la anacrónica de la vestimenta de sus personajes. Jesús Nazareno porta la
cruz y esta imagen comparte el aspecto devocional en las calles, que inaugura
el maestro Pablo de Rojas, cuyo modelo iconográfico creó y estaba muy cercano
en la vecina ciudad abacial de Priego.
Con Bonet, coincidimos que la
imagen actual de Jesús, obra de Fernández Andes imitando a la de José de Mora “es un objeto canalizante y canalizador,
primero porque hacia él van dirigidas las plegarias y canalizador porque de él
son concedidas las gracias”. No es de extrañar que en la leyenda de la
ménsula del arco formero de la capilla del Baptisterio, recogiera el pasaje
evangélico siguiente - dicebat autem ad omnes si quis vult post me venire
abneget se ipsum et tollat crucem suam cotidie et sequatur (Mat. 20.15). Traducido: “Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”. Ni tampoco, puede pasarse por alto la tradición
alcalaína de acudir en romería al santuario del Cristo de Moclín, donde los
peregrinos alcalaínos practicaron esta devoción nazarena y lo fijaron en sus
paredes con memorias aludiendo a la sanación por diversas enfermedades.
El modelo siriaco de la imagen nazarena se
muestra sola en pie con la cruz a cuestas frente a los Cristos caídos o
acompañados del Cirineo. Sin acompañamiento de nadie. Representa la eterna
juventud de Cristo con barba y abundante cabellera, relacionado con la directa
sugerencia a la duración, plenitud, la fuerza y el poder. Como manifiesta san
Ireneo para representar la majestad del Salvador “Dios se hizo hombre para el que el hombre se hiciera Dios”. La imagen actual se muestra como un reo, representado por el fingido bulto redondo
cubierto de un lujoso manto, con una cruz de plata de brazos desiguales, la
cruz inmisa o capitata en su variante latina. Sigue los modelos barrocos de
madera policromada, en el que se expone el tránsito hacia el Calvario. Invita al acompañamiento y seguimiento al
Cristo que va andando. A partir de los principios del siglo XVII, esta
representación abunda con el nacimiento de cofradías, ermitas y la expansión de
actos devocionarios como los Vía Crucis de la Subbética en el que se contaba la
presencia de Jesús Nazareno, o la catequesis de los pasos representados del
Viernes Santo. Estas añadieron nuevos pasajes evangélicos, que en Alcalá la
Real se dramatizan como vivientes pasos en esta mañana del Viernes Santo.
Como imagen de vestir o palillera, ya que
no se sabe la talla del anterior, el
actual es de bulto sin esculpir y de madera a la que hubo que recortar largura
del cuerpo, y solo las manos y la cabeza se encuentran perfectamente
tallados La cruz de plata sustituyó a
una arbórea, portada a hombros del
Nazareno, y se identificó con trono
redentor, asida por ambas manos salvadoras de acuerdo con la iconografía
ravenaica manifestando el triunfalismo
simbólico junto el de instrumento de sufrimiento. La rigidez del manto, se
equilibra dulcemente con la posición de los pies adelantando el pie izquierdo y
hombro sobre el que soporta la cruz.
Este tipo iconografíco se vincula con el entorno del sufrimiento y la
penitencia humanizados en intimista sentimiento plasmado por su devocional
fisonomía dentro de la invocación dolorosa inserta en el cristocentrismo
docente y catequético del barroco, plasmado por Mora. Como imagen barroca, se
aparta de los primeros planteamientos manieristas, de modo que se le adosó una
cabellera de pelo natural, una corona de espinas de plata y un cíngulo que
cuelga del cuello, En su rostro se manifiesta el canon facial alargado que Mora
imprimía en sus figuras y, de grandes ojos ocultos por unos abultados párpados,
nariz grande y cejas enarcadas, aunque la huella de Fernández Andes les asemeja
a otros nazarenos de su gubia como el Cristo de la Salud sevillano. También, el
imaginero sevillano aporta la talla total de otros elementos del rostro, lo que
no es propio del imaginero batestano, porque el pincel sustituye a la gubia
para pintar bigote y barba, y solamente tallaba en la extensa perilla bífida. Es
una figura de mirada cenital, llena de espiritualidad interior, el callado dolor
se acompasa con el abrazo de sus manos a la cruz a la misma altura por debajo
del madero más corto, de las que Mora era un maestro excelente por su estudio
de los conocimientos anatómicos. Su andar procesional con el pelo al viento y
el zigzagueante movimiento del cordón del cuello y del cíngulo le dan un alto
grado de naturalidad, con lo que le acercaba mucho más al devoto.
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