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martes, 28 de junio de 2016

LOS ABADES DE LA ILUSTRACIÓN, UN SIGLO SIN SINODO ABACIAL



PRECEDENTES






Las relaciones con el estamento eclesiástico,  finales del siglo XVII


A  lo largo de la historia de Alcalá la real, siempre habían existido las disputas y diferencias entre las jurisdicciones civil y eclesiástica, más por razones de puro protocolo que de índole económica  o social. A lo largo del siglo XVII, se agravaron  aún más, dando lugar a la inasistencia de las ceremonias religiosas por parte de las autoridades civiles, ya que, al no llegar a un acuerdo en los formulismos de  las ceremonias religiosas, como las llaves del Jueves Santo, la palma del Domingo de Ramos o el acompañamiento de pajes en la procesión del Corpus Cristi, los miembros del cabildo municipal se vieron obligados a trasladar sus fiestas  desde la Iglesia Mayor  a los conventos. El propio abad san Martín, familiar de Felipe IV, envió una carta a la ciudad refiriendo su deseo de dejar las casas abaciales y bajarse al Llano, cosa que se va a ubicar definitivamente al final de este siglo. Su llegada en 26 de junio de 1666 complicó las relaciones con el corregidor y el cabildo civil con motivo de una serie de pleitos protocolarios en los que se cuestionaban no sólo la jerarquía sino la independencia de ambos estamentos, dando lugar hasta llegar a la excomunión del corregidor Marqués de la Torre y el alcalde mayor, porque se habían opuesto a las nuevas normas de protocolo introducidas por este abad, hijo bastardo de Felipe IV.
No obstante, su influencia en la Corte fue muy relevante para la ciudad, ya que, por sus gestiones, consiguió algunos favores como la concesión de que se nombrase entre  el clero abacial algunos capellanes de la Capilla Real de Granada, que recibían las dos tercias partes de los diezmos.


            Esto no era óbice para que la ciudad se viera frecuentada por frailes que pedían limosna para cautivos en África, Asia y los lugares más inhóspitos, al mismo tiempo que proliferaran, en sintonía con los reinados anteriores, un gan nú,ero de celebraciones de canonizaciones[1].       
El punto más álgido del conflicto entre las dos  jurisdicciones tuvo lugar en 1674 con el corregidor Luis López de Mendoza que se enfrentó abiertamente con el abad san Martín, dando lugar a que fuera apartado de la ciudad durante un tiempo  a Loja y Montefrío por razones de grande excesos y desatenciones tan notorias y públicas a la ciudad. No obstante, los regidores  no estaban de acuerdo con la decisión y recurrieron a la autoridad eclesiástica para aligerar las acusaciones del fiscal que al fin fueron resueltas mediante la mediación de don Gonzalo Fernández de Córdoba, que, por aquel tiempo ostentaba la presidencia de la Casa de Contratación, logrando la benignidad del propio abad para lograr la quietud y la paz de los dos estamentos.
Este conflicto nos muestra la participación de los miembros de la Corte en los órganos de poder municipal, o, más bien entre dos podees controlados por la Corona, el corregimiento y el abad. Pues, todavía, el poder municipal  no era ajeno a las influencias y beneplácitos de los miembros del Consejo de Estado, e, incluso, se veía la sombra del pode de los señores que regentabana algunos territorios como era el caso del Duque de Sesa y Marqués de Priego, tan ligado a la ciudad de Alcalá, al que se le rendía todo tipo de honores y pleitesía, al mismo tiempo que era su valedor en la Corte y protector en situaciones de dificultades económicas y sociales, procurando el trigo y los mantenimientos de la ciudad hasta muy avanzado el siglo XVII, como sucedió con la peste del 1679.[2]
En otros casos, la iniciativa de la separación de poderes  partía del estamento civil. Así en el año 1689, rompió sus relaciones con  la jerarquía eclesiástica por simples cuestiones protocolarias en la procesión del día dieciocho de junio, cosa muy frecuente de todo el Barroco. No obstante, casi siempre estas decisiones debían tener un trasfondo de conflictividad subyacente por las medidas de proteccionismo de intereses y la jerarquía eclesiástica trataba de conciliar siempre la situación.
Aunque el rey y los Breves de los Papas obligaron en algunos momentos a la cooperación eclesiástica, los servicios de los millones dieron lugar a grandes litigios con este estamento, obligando a continuos aplazamientos como aconteció con el referido servicio de 1683. Sin embargo, en el año 1686, finalmente, pudo consumarse un acuerdo con este estamento que por ser mucho el estado eclesiástico, y  tenía un gran control en la ganadería y en los viñedos . No obstante, siguieron pidiendo aplazamientos en el nuevo establecimiento del cabezón de los 24 millones y de ocho mil soldados.
En este mundo , repleto de  subterfugios legales, concesiones reales, prebendas y  beneficios, no hay mejor año que el 1689,  cuando el propio corregidor debió emprender medidas de aforo de los eclesiásticos y la prohibición de vender  vino en sus propias tabernas. Mientras, el clero regular, por su parte, se libró de la imposición de millones por una concesiones reales. El camino lo iniciaron los franciscanos observantes en el año 1690 [3].
En otro aspecto, agravaba la situación entre las jurisdiciiones las competencias judiciales, tratándose  de los menos privilegiados si incurrían en algun tipo de conflictos.Pues, cuando algún preso se recluía en el recinto eclesiástico, daba lugar a una serie de molestias en las clases más desfavorecidas que debían llevar a cabo la guarda del edificio, hasta tanto se aclararan las jurisdicciones. Por cierto, debieron extenderse a finales del siglo XVII, pues los vecinos se quejaron en 1688 porque debían abandonar sus labores y sus casas se veían mermadas, solicitando que el alcalde nombrara a los desocupados[4] para ejercer  la guarda.
Aunque algunos enfrentamientos solían superarse, otros, puramente protocolarios, no se solventaban fácilmente. Ya finalizando el siglo, los últimos abades dan claras muestras de esta armonía de poderes. YuUn caso claro  es el 990, el abad intervino a través de las buenas labores del vicario y capellán de la Real Capilla Bartolomé del Melgar para limar  las relaciones provocadas por el protocolo en llevar las imágenes de la patrona Santa Ana y la Virgen de las Mercedes en la fiesta del dieciocho de junio. Para ello tratando de conservar la amistad y concordia, ante la negativa de los regidores de acudir a las fiestas religiosas, el día de Santiago la ciudad aceptaba de nuevo acudir a dicha festividad. 


Los abades de Felipe V y Fernando VI. Castell y Ros, Cerda, Menza.

El nuevo siglo significó un cambio radical  en las relaciones, pues el cabildo municipal se encontraba anclado en la defensa de los intereses de las clases privilegiadas, y , por ende, en la tradición e inmovilismo religioso. Desde principio, se asiste al nombramiento de abades ligados a la Corte, sin más intención de disfrutar de unos suculentos beneficios económicos en recompensa de sus servicios a la Corona. Son abades que llegan a alcanzar los más altos niveles de la carrera eclesiástica: confesores de la Corte, miembros del Consejo de Estado, y cardenales en Roma. Por lo tanto, su presencia en Alcalá es nula. Sin embargo participan del nuevo espíritu reformista y absolutista. Algunos coinciden con personalidades como el cardenal Velluga o el conde de Floridablanca. Casi todos, delegaron el poder en  compañeros de los colegios y universidades de Alcalá de Henares  y  Salamanca. Y, en estos precisamente se percibe la manera de implantar el reformismo religioso, el racionalismo burocrático y la depuración de costumbres alejadas de un raionalismo religioso.  .
Si observamos los primeros pasos, con motivo de la Guerra de la Sucesión, el pueblo de Alcalá desde su principio, comenzó a  alinearse con Felipe V, tal como reflejan las actas capitulares.  Posteriormente, el control regio a través de sus  corregidores mantuvo unida la ciudad al rey Felipe V, que envió destacamentos   y recursos militares  contra el archiduque Carlos Incluso, vivió la contienda bélica de una manera muy entusiasta celebrándose todos los acontecimientos importantes( victorias de  batallas y paces) con celebraciones extraordinarias.  El abad Castell Ros de Medrano, cumpidos dos años de nombramiento y de estancia en la ciudad, no ofreció una  postura adversa al nuevo rey, sino que, ya el día 24 de diciembre de 1700, bandijo el pendón en la capilla de la Virgen de las Mercedes por el rey Felipe V, levantándose por el regidor Antonio Rivilla[5].
Continuó, además, la línea de propuesta de nombrar un capellán natural de la abadía en 1711, proponiendo a Juan Ramírez en lugar del cura Melgar en Granada y, a su vez,  por José Cedillo de Baeza propuso a Juan Agustín de Utrilla..  Pero ya, en este reindado de  Felipe V, el ayuntamiento alcalaíno inició los  primeros  enfrentamientos con las autoridades eclesiásticas. Tuvo lugar con el provisor del abad, don Pedro  Pablo de Vera y Barnuevo Salcedo y Fuenmayor. A los desacuerdos con las partes contributivas de los eclesiásticos en las rentas provinciales, se añadían las nuevas imposiciones que se establecieron en el nuevo Concordato e, incluso, otras medidas de índole más particular de asuntos más locales como eran las deudas contraídas por las  limosnas de las fiestas tradicionales y diversas cuestiones protocolarias. La razón económica estribaba en que el estamento eclesiástico, por ser exento de contribuciones, con las nuevas ordenanzas y leyes reales  cada vez se les obligaba a contribuir más, sobre todo, en las rentas provinciales que incidía en el comercio y venta del vino, cuyas propiedades muchos clérigos controlaban, y, por encima de todo el aguardiente, que era fabricado en su mayor parte hasta estos años por ellos. El punto culminante de este conflicto se alcanzó  en 1750 con motivo de las Letanía Mayor del Rosario, en la que hubo más que palabras, y llegaron a retirarse los regidores a la entrada de la iglesia cuando iban en procesión.
En este tiempo, por los datos que disponemos tanto civiles como eclesiásticos, debió ocurrir un gran estancamiento en las costumbres populares, ya que se prohibieron las velas nocturnas en las iglesias, las procesiones de noche como la de la Soledad, y los rostrillos y vestidos de las cofradías penitenciales como las de la Veracruz, señor de la Humildad y Dulce Nombre de Jesús.


 El conflicto además se agravó al relacionarse con un tema de hidalguía, en la que los regidores querían mantener sus privilegios dentro de la cofradía de la Soledad, provocando las acostumbradas desavenencias y conflictos protocolarios típicos del Barroco, a los que tuvieron que intervenir la propia Chancillería de Granada y el propio rey Fernando VI emitiendo una provisión para zanjar el enfrentamiento. No obstante, el cardenal Mendoza, que era  abad y miembro del Consejo de Estado,  ejerció su influencia en la Corte como valedor de las proposiciones de la ciudad y pronto se deshizo del provisor reformista comentado anteriormente[6].
Varias fueron las cartas recogidas del Cabildo, dirigidas al rey y al Marqués de la Ensenada, solicitando la gracia para los asuntos importantes de la ciudad  y el agradecimiento de la ciudad por la resolución de algunos de ellos. Una de ellas escrita desde su residencia de Madrid en el 17 de febrero de 1750 manifiesta entre otras cosas, expone el clima de enfrentamiento entre los dos estamentos con estas palabras: “atendiendo a la pobreza y deplorable estado, en que se encuentra el vecindario por las pujas, que han acontecido en el gobierno antecedente por diferentes particulares”[7].
Los bades , o el el cabildo abacial,m  concordó con el el poder civil en el dinamismo de la ciudad. Pues, las dependencias religiosas de la abadía  se hallaban ya instaladas en el Llanillo en unas casas abacales que la cámara abacial había restaurado y donde habían instalado la mansión de los abades, el provisor, el vicario, la Cárcel eclesiástica y otras dependencias de algunos cameranos. Esto dio lugar a un aislamiento y abandono de la iglesia matriz  y a que,  por parte de la población representada por el cabildo municipal, se iniciara una campaña de erigir de nuevo una nueva iglesia matriz en el nuevo casco de la población, cosa que, como hemos dicho anteriormente, hubiera permitido, de seguro, un final más feliz y, tal vez hubiera perdurado hasta nuestros días. Las razones urbanísticas bastaban, y, a eso se añadía que la descompensación del esfuerzo económico de la ciudad con la iglesia local no repercutía en la población por la evasión a Granada y a otros lugares de una gran cantidad de rentas. Pues el pueblo alcalaíno no recibía beneficio alguno por diversos motivos, primero porque las dos tercias partes de los diezmos y primicias sobre todos los productos de la agricultura y ganadería correspondían a las capellanías de la Capilla Real de Granada, y, en segundo lugar a esto se sumaba que la ciudad ni sus habitantes no recibían ningún producto de los nuevo beneficios, de los otros dos dedicados a las Escuelas de Baeza y la Compañía de Jesús de Montilla y del reservado para la Santa Sede, y, por último, muchos abades y miembros del aparato administrativo ni siquiera residían en la ciudad y, al finalizar su mandato, se disipaban sus rentas para otros lugares. Mientras tanto, dejaban  encargados de la función religiosa a unos sirvientes que apenas obtenían recurso alguno.
No obstante, como muestra de la religiosidad del momento, la ciudad hizo patrona a la Virgen de las Angustias, que el rey había proclamado a su vez patrona de Granada, y a cuya congregación se acogió la ciudad, costeando los gastos litúrgicos de esta hermandad, que se referían, sobre todo, al rosario y procesión del Viernes de Dolores. Y lo que es más importante, comenzó a gestionar  y promover un nuevo templo en terrenos pertenecientes a los propios, entre los que se sugirieron los comprendido dos entre el Pilar de Mari Ramos y los Corrales del Consejo, cerca de Consolación. Finalmente, se eligió uno cercano al ayuntamiento nuevo. Pues era el centro de la ciudad y contribuía al diseño urbanístico embelleciendo su trama con amplias  plazas. Dicho lugar había servido los años anteriores para el Juego de la Pelota, que se había puesto de moda entre los jóvenes y tenía una extensión de 10 varas de ancho por treinta de largo.          



En tiempos de  CARLOS III y Carlos IV. Los abades Mendoza Gatica, Palomino y Trujillo.


La ciudad debió recibir un fuerte impulso económico a mediados de siglo con la roturación de sus campos hasta tal punto que no se vieron las carencias en los años de sequía tan dramáticos del siglo anterior. Acontecimientos nacionales como el motín de Esquilache que tuvo cierta repercusión en la ciudad cercana de Granada y en otras ciudades de España con grandes alteraciones de  orden público y el levantamiento del pueblo llano, así como la expulsión de los jesuitas, no afectó a la comarca de Alcalá la Real ni repercutió en la vida local. Cuando se tuvo noticia de sus consecuencias, la ciudad ha previsto todos los temas de abastecimiento de la ciudad y tan sólo le afectaron medidas como la renovación del cabildo por los cuatro diputados síndico del común que se repartieron en las distintas parroquias y el nuevo renacimiento e síndico personero.


Laa gran renovación urbanística comentada  se produjo desde el reinado de Felipe V hasta la muerte de Carlos III. El actual diseño simétrico de laa ciudad con los dos ejes del Llanillo y la calle Real, se corrigió con nuevos edificios que encuadran la ciudad: las Casas de Cabildo y las Casas de Enfrente. Al mismo tiempo, los nuevos edificios del Pósito, del Palacio Abacial, de las iglesias de san Antón, las Angustias y la Cárcel nueva le daban a las calles y a la ciudad una perspectiva más abierta y acorde con los nuevos tiempos. Un servicio vital como el agua sufría una gran transformación en 1777 con los maestros de cantería y de aguas Antonio Martín Espinosa de los Monteros y de Francisco Machuca, maestro mayor de aguas de Granada. Un nuevo recorrido desde el nacimiento de san Marcos dio mucha funcionalidad a una de las principales fuentes de abastecimientos en el Paseíllo de la Mora, todo ello supervisado por los maestros de arquitectura de Bellas Artes de san Fernando. Manuel Godoy fue uno de los que más intervino en las obras municipales y en los caminos. Sin embargo, uno de los  más importantes arquitectos fue el alcalaíno Antonio Martín Espinosa de los Monteros. A él se le deben una gran cantidad de edificios públicos y religiosos y algunas obras de ingeniería, entre ellos el puente de la Hondonera en el año 1759 .
Frente a este progreso auspiciado por la Corona,  sin embargo no  se compartía por parte del el pueblo una reforma en la mentalidad  religiosa, y menos aún cultural con a la llegada de nuevos abades, más bien de nuevos provisores y vicarios relacionados con las universsidades y colegios, donde comenzaba a introducirse las nuevas enseñanzas de la Ilustración.. La razón estaba clara, pues ninguno de los baades acudieron a vivir a Alcalá. Ni Biorja, ni La Cerda, ni Álvaro de Mendoza llegaron a gobernar la abadía. Estaban más preocupados en los entresijos de la Corte, en defender la posición real  y a disfrutar de las prebendas eclesiástica que a comprometerese en una abadía alejada de los resortes del poder. Parecía como si  la abadía hubiera perdido el prestigio  de ejercicio de poder de los siglos pasados y se hubiera convertido en un mero refugio de beneficios par recompesar servicios prestado al rey, como aconteció con el cardenal de la Cerda y la expulsión de los jesuitas[8]. Hasta que el cabildo municipal  no acudió a la Corte  a reclamar la presencia de los babdes en la sede abacial, y el consiguiente nombramiento  del abad Estebán  de Mendoza y Gatica, los conflictos se acumulaban. Unas eran por razones protocolarias, otras por depurar  las costumbres populares, otras por razones de índole económica con el enfrentamiento entre el clero local[9] y los beneficiados, a los que no les  incumbía en modo alguno las medidas de la Corte. Con  Mendoza  cambió la situación, compartió con la ciudad la mejora de su urbanismo, se alió en lo económico a lcas claes ilustradas y  llevó a cabo intentos del reformismo económico, propiciando la Sociedad de Amigos del País en Priego. Es curioso que  el sentimiento de estos señores  abades, a veces, no coincidiera con una reforma profunda. Pues partían de un a refoma del pueblo pero sin pueblo. Y, más interesaba el progreso de la ciudad que las capas populares. De ahí que a veces en ocasiones como la peste de la aldea de Santa Ana  de finales de siglo no tenían perjuicios algunos en no condescender a las demandas populares de solicitar limosnas, aludiendo a que lo tenía invertido en las obras de su Palacio Abacial. En contraste, el clero aldeano paliaba con ayuda del cabildo municipal las deficiencias de aquella masa de proletarios  y campesinos que comenzaban a laborear los nuevos campos con miles de sacrificios.
            Par ellos, el reformismo se ceñía al campo de los protocolos religiosos, sobre todo en el mundo de las hermandades, a las que tachaban de superticiosas en el ejercicio del culto y en las rogativas[10].
A veces, estas tenían un carácter casi familiar a la manera de las antiguas hermandades de pasos, que manifiestaban cierta desmembración con las autoridades eclesiásticas,y,  éstas, por su parte, trataron de corregir los excesos en tiempos de los abades Alvaro de Mendoza, cardenal de la Cerda, Gatica, Palomino y Muñoz Trujillo. Se produjo una división entre la mentalidad reformista de los abades y los intereses municipales , anclados en un tradicionalismo inmovilista. El conflicto entre los estamentos eclesiástico y civil surgió con la llegada de los nuevos abades que trataban  de implantar un rigor y una austeridad de formas que no concordaban con los  regidores, acostumbrados a las fastuosas fiestas del Corpus. El primero que desencadenó la situación fue Mendoza y Gatica, pero el m´ças crítico fue el abad Palomino Lerena. Sus medidas de prohibición de las procesiones de Semana Santa por el escándalo de los rostrillos y, por otra parte,  el desplazamiento de las andas del Corpus por el porte de la Custodia en su propia mano entablarán un largo litigio entre los dos estamentos, que poco a poco acabará diluyéndose al mantener el abad aquellos formalismos en los últimos años, levantar la sanción de las procesiones de los rostrillos y caretas de las procesiones del Viernes Santo y al comprobar los miembros del Cabildo municipal el talante filántropo del abad Palomino, emparentado con el ministro de Hacienda Lerena, cuyo  testimonio quedó reflejado en una obra pía para beneficio de los pobres jornaleros, administrada por el conde de Altamira. A ello coadyuvó su provisor don José de Ortega, que se distinguía por su celo, caridad, desinterés e instrucción y la propia ciudad  pidió la prórroga tras el fallecimiento, a pesar de que se mantuvo la tradicional  petición de un obispo para la nueva situación en el año 1800, al recaer en Manuel de Trujillo.
Por este tiempo, las misiones de frailes eran frecuentes en la  formación de los vecinos a través de los sermones de los grandes acontecimientos o en momentos como la llegada del padre Diego de Cádiz que visitó la ciudad con gran aceptación de todos y presencia del cabildo. De ahí que en el año 1801 se celebrasen en el convento de Capuchinos honras por su muerte con presencia de l propio cabildo.
La caridad y la limosna eran sobre todo las medidas que más propugnaba en  estas circunstancias la iglesia como una manera de paliar las diferencias sociales entre los miembros de la población. No obstante, la devoción de la Santísima Trinidad fue una de las que más se propagaron con la presencia de este monje hasta tal punto que hicieron colectas para levantar monumentos y hubo regidores que sus propias casas adornaron con este elemento iconográfico.


Con el abad Trujillo, se considera  que hubo una implantación fuerte del reformismo fretne a las vicisitudes anteriores, que venimos contrastando. Pues se continuaron los mismos pleitos, agravados por el plan beneficial, que pretendía atajar la situación de los beneficiados ausentes de la ciudad, pero se renovaron iniciativas como la creación de la nonata colegiata y de la  nueva iglesia mayor, reverdecieron discusiones protocolarias en la jerarquía y saludos  de actos, y, sobre todo, en las relaciones entre ambos con motivo de la cuestión social de los jornaleros en el repartimiento y limosna de los fondos. El asunto  alcanzó cotas de gravedad entre ambos estamentos, porque sus homilías y arengas dieron lugar al levantamiento de los jornaleros y a la ruptura de las relaciones entre los dos cabildos, llegando el pleito a la Chancillería de Granada.
Las dilaciones del ayuntamiento en el pago de los préstamos concedidos daban a lugar a un enfrentamiento larvado con la Abadía. Se intentaron todas las fórmulas, incluso, la venta de los bienes propios. Pero, la situación llegó al límite en el mes de mayo de 1801 con un cruce de acusaciones entre el abad y el ayuntamiento. Para los miembros de este órgano el abad era acusado
sobre el abuso, indiscreción y demás movimientos que finge, que han causado  levantamientos y asonadas en los mismos trabajadores socorridos, no está otra cosa que proyectos de estos mismos señores caballeros Capitulares a fin de manejar a su arbitrio qualesquiera limosnas, que así en el tiempo como en el subcesivo, se han dado y dan con el colorido de un fondo  fuera  de dichos infelices.


Al mismo tiempo, consideraba el ayuntamiento que la limosna  procedía del fondo de las rentas decimales de la Real Capilla de Granada  y del diezmo del  aceite del Castillo de Locubín que no se incluía en las partes de la anterior capellanía. Por eso, no era de extrañar que la respuesta eclesial quisiera mantener su independencia en las ceremonias religiosas, obviando la presencia de cabildo   y causando desaires y desavenencias que provocaban la desafección y falta de armonía.
Pero como  aocnteció con el abad Palomino, Trujillo retomó las riendas y al final, se creó un buen clima con las autoridades civiles que le apoyaron en todas las gestiones para la creación de una Casa de Misericordia que pretendía la educación, crianza, alimentación de los niños, en donde se incorporaban los fondos de la parte diezmal correspondiente a la Real Capilla de Granada[11]. La erección definitiva tuvo lugar en el año 1804 según comunicaba el Excmo. Sr. José Eustaquio Moreno Colector General de Expósitos [12].
Pronto surgieron las primeras desavenencias sobre el control del nuevo establecimiento público con el nombramiento de un director o un capellán rector, en el que se dividían los pareceres de ambos cabildos, quedando al final la dirección en manos del cura de santo Domingo.   Aunque también el abad solicita fondos del cabildo municipal, pronto se percibe que la situación no permitía nuevos arbitrios para afrontar este servicio.
Sin embargo, estos abades avanzron bastante en el  reformismo religioso, en la concienciación social, pero, la extinción de muchas cofradías con la primera desamortización de Godoy, cortó de raiz una tradición, como la de la Oración del Huerto, que ya no se vería renacida hasta 1949, pues ni se integró en la del Dulce nombre de Jesús ni en la de la Veracruz. Simplemente, fue esxtinfuida, sus bienes desaparecieron con su venta, y, por otra parte, el convento donde se encontraba sufrío los embates de disintos gobiernos de la época hasta tal punto que desaparecieron muchos cultos con la retirada de los frailes.
Las clases privilegiadas logran ejercer un control de la sociedad, y eso invita a que muchos vecinos hacendados traten de  ocupar el status de hidalguía mediante las distintas revisiones  del censos y padrones. Aunque el corregidor estableció un informe a la Sala del crimen de Granada sobre los hidalgos, son muchos los que quieren incorporarse, ligados con familias de hidalgos  o ilustres hacendados a través de la Maestranza de Granada. Incluso, los puestos de defensa del común como los diputados y personero fueron ocupados mediante su elección restringida de entre los veinticuatro electores de las dos parroquias y recayeron en familias  hidalgas o personas relacionadas con la administración de la ciudad ( medidores, contadores, depositarios del Pósito).
 En este contexto hay que comprender los enfrentamientos con el abad de la ciudad, Antonio Palomino, primo del ministro de Hacienda Manuel de Lerena, en torno a cuestiones de protocolo en las procesiones del Corpus, cuando el abad abrió un amplio litigio que duró desde los años noventa hasta el 98 con motivo de sacar la hostia sagrada en sus manos y no en las andas con el boato típico de esta fiesta tan arraigada y barroca en la ciudad. El asunto trascendió a otras esferas de la religiosidad popular prohibiendo  las procesiones de Semana Santa que no ofrecían a aquel abad humilde y austero un ejemplo de vivencia cristiana más bien un aspecto carnavalesco, porque no comprendía os rostrillos y vestimentas anacrónicas que pervivían en la dramatización de la Pasión de Jesús. Lo mismo acontece con las preeminencias entre regidores para sustituir al corregidor, que se dirimían entre el regidor decano o del antiguo abolengo. Varios son los padrones y abundan los expedientes de hidalguía que se tramitaron en este período. Destaca el del año 1801 por barrios y parroquia, comprobándose el asentamiento urbano de las familias hidalgas frente a la ausencia de cualquier miembro de este estamento en las aldeas. Por parroquias, existían unos 23 hidalgos en la parroquia de Santa María la Mayor y 26 en Santo Domingo de Silos (cfr18,20 -4-1801).Continua durante los años 1797, 1798,  1799, 1800, 1801 y 1802 ( esta última con nieves intensas) el ciclo de inviernos duros de restricción del pan, carestía de precios, lluvias y tormentas que provocaban la ausencia del trabajo y miseria de jornaleros, y obligando a medidas de repartos por cuarteles y en las casas capitulares y en los conventos de santo Domingo y Consolación a través de boletas, limosnas del corregidor, regidores,  los pudientes hacendados, del Pósito y del Abad. Muchas veces se perdían incluso los nuevos productos como el aceite, como sucedió en el año 1800, en el que  se ve que comienza a incidir dicha labor agrícola en la clase jornalera para alimentarse y para el trabajo.
Hallándose el fruto  del aceite que es uno de los primeros de necesidad casi perdido  por no poder recoger la aceituna.
En la mayoría de las ocasiones los diputados del común y el personero se hacían eco de la situación en situaciones como ésta:

se encuentran en vandadas por la calle pidiendo limosna e implorando la caridad para no morir de hambre con sus pobres familias (Cf.22.4.1797)
 La miseria invadía aún más en los presos de la ciudad, a los que hubo que librarlas alguna cantidad y medidas extraordinarias.
Aunque la ciudad se representaba por dos comisarios regidores o jurados, pronto el control de la distribución de los recursos del Pósito y otras fuentes se ponían en manos de capellanes, y párrocos o representantes del Abad. Las rogativas a la Patrona con su traslado a la iglesia      de la Veracruz proliferaron en estas ocasiones para impetrar la ayuda divina a través de la Virgen, porque el pueblo y el cabildo alcalino era muy creyente en su mano auxiliadora. No sólo era difícil la primera estación del año sino también la primavera por las tormentas frecuentes que asolaban los campos y destrozando con frecuencia las mieses, arbolado y frutales.
Sin embargo una orden del Supremo Consejo de Castilla impidió las medidas que hasta ahora se arbitraban en estas situaciones  a costa de la autonomía local, que solía librar trigo del Pósito en estas circunstancias azarosas mediante su restricción en situaciones urgentísimas, lo que podía lugar a motivos de conflictos que hasta ahora se paliaban, librando de la situación a los hacendados que eran los primeros que iniciaban  las limosnas en los momentos de ausencia de trabajo, en los que a veces la situación se recrudecía con levantamientos, al menos de palabras, que insinuaban ya lo que podría ocurrir momentos de tragedia. No era de extrañar que aquella masa de desfavorecidos presentara escenas dantescas en la primavera con:
“infinitos clamores del común y más quando se hallan en la estación presente las pobres mujeres y sus familias sin el amparo de sus maridos  por hallarse estos en las campiñas”[13].

La situación social, en  la que se unían la problemática del paro estacional de los jornaleros  con los préstamos de escarcha y sementera y las nuevas medidas recaudatorias de la Corona, daba lugar a que se le pidieran elevados préstamos al abad con el fin de cubrir los envíos de recursos en el año 1799. De  ahí que, ante la solicitud de más de 200.000 reales a la autoridad eclesial, el abad sólo pueda cooperar con el préstamo de 100.000 reales, ya que las nuevas circunstancias de su feligresía en nuevos ámbitos urbanos obligaban a la reconstrucción de nuevos templos como era el caso de las reconstrucciones y nuevas ermitas de Frailes y la Ribera( Cf. 29.3.). En los años finales del siglo XVIII y XIX, la limosna se iniciaba por el corregidor y todos los miembros del ayuntamiento-regidores, jurado, personero, diputados y escribanos, se constituían grupos de comisarios con el corregidor y párrocos para pedir por las casas de los hacendados y luego se repartían en los conventos, dando lugar a un nuevo conflicto entre los dos estamentos ante la grave situación, como la del año 1802 que se tildó de urgentísima necesidad y calamidad con todo rigor ante la propuesta al Consejo Supremo de Castilla  de constituir un fondo perenne de las rentas decimales para esta necesidades por parte de los regidores  (Cf.13-1). Cosa que provocó desavenencias con el clero, dando lugar al levantamiento de los  jornaleros mediante la influencia del propio abad, según hemos comentado.
En 1804, todavía se resintió la ciudad de los malos años anteriores, prohibiéndose sacar trigo, maíz y cebada, y de haber enviado grandes cantidades a Málaga y la Costa y se llevó a cabo un registro de los partidos del campo, que ya estaban perfectamente delimitados en los siguientes y representados por los alcaldes de las cortijadas: Santa Ana, Ribera y Mures, Acequia, Cantera Blanca, Valdegranada, Viñuela, Caserías de san Isidro, la Rábita y Charilla. Fue un año que llegó a suspenderse la feria ante la escasez de trigo y el posible contagio de la peste de Málaga.
En 1806, el propio Godoy escribía a Alcalá lamentándose de la triste situación  que sufría el vecindario, afligido con los continuos terremotos. (29.10.1806)  
ABAD
PADRES
ESTUDIOS
CARGOS

 Diego Castell Ros de Medrano
 Doctor don Gregorio Castell, hijo del Protomedicato del rey Carlos II y Sebastián Ros de Medrano, hermana del obispo de Orense y gobernador y capitán del Reino de Galicia, Diego Ros de Medrano, colegial de san Idelfonso

Maestre escuela y canóniga de la Iglesia de san Justo y Pastor
Calificador de la Santa Inquisición.

Escribió de Libertate
CARLOS DE BORJA CENTELLA PONCE DE LEÓN
Catedrático de PrimeraTeología de Alcalá de Henares
Colegial mayor de san Idelfonso de Alcalá de Henares

Patriarca de  las Indias, arzobispo de Trapezunda,

Lismonero y capellán del Felipe V y del Consejo Real,
Juez ordinario de la su Real capilla, casa y corte...
Vicario general de sus Ejércitos y armadas, administrador general de sus Hospitales reales, arcediano de Madrid, capellán mayor de la Real Capilla de reyes Viejos de Toledo, abad de santa Cristina Pía de Calahorra, beneficiario de Antequeera
Prior de santa María la Real de Sar, canónigo de Toledo
Cardenal
ALVARO DE MENDOZA Y CAMAÑO Y SOTOMAYOR
Hijo de duques de Gandía, descendiente de san Francisco de Borja

Patriarca de las Indias
Obispo de Farsalia
Cardenal
VENTURA DE CÓRDOBA ESPINOSA DE LA CERDA
HERMANO DEL DUQUE DE Medinaceli
Canónigo de Toledo
Limosnero mayor del Rey capellán mayor  de sus ejércitos y del Rey
Arzobispo de Neocesarea


MENDOZA Y GATICA
Natural de Jerez de la Frontera
Colegial de la Santa Cruz en Granada
Catedrático de la Universidad de Grnada
Canónigo Magistral de Jaén y  en Sacromonte
Abad. Juez examinador sinodal y gobernador
JOSE MARTÍNEZ  PALOMINO LÓPEZ DE LERENA
Familiar, primo hermano  de don Pedro López de Lerena, ministro de Hacienda
Colegial de san Idelfonso de la Granja
Obispo de Chiapas
Fundador de memorias de beneficencia, culto de Beatas de Priego, soccorro a jornaleros y obras pías.
MANUEL MARÍA TRUJILLO Y JURADO
Teólogo y escritor brillante
Obispo

Autor de obras didácticas y de disciplina eclesiástica
           






           
COLABORADORES
ABAD
ESTUDIOS
CARGOS
CARGOS EN ABADÍA
Manuel de Palomares y Pedraza
Pedro de Toledo Pimentel

Castell
Granadino. Presbítero y abogado de los Reales Concejos
Canónigo del Colegial de san salvador de Granada, nombramiento real
Provisor y vicario
José Alzedo Campuzano
Castell
Clérigo de menores,
Abogado,
Alcalde del Crimen en Granada.
Miembro del Consejo Real.
Oidor de la Chancillería de Valencia

Provisor y vicario
Matías Fernando Montero de la Paz y Ramírez
Castell
Presbítero
Abogado de los Reales Concejos
Colegial de Santa Catalina de Granada


Miembro del Consejo Real Canonjía de santa Iglesia Colegial de san Sebastián de Antequera.
Provisor de Madrid
Provisor y vicario

Marcos Isidro de Aguilar
Castell
Borja
Presbítero

Provisor y vicario
Felipe Aguado y Requejo
Castell
Clérigo de menores
Abogado de Reales Consejos Colegial huésped de san Idelfonso de Alcalá de Henares
Canónigo de la Santa Iglesia patriarcal de Sevilla

Juan de Aranda Pineda
Castell
Licenciado de Alcalá


Antonio Castell de Medrano
Castell

Canónigo de Orense
Hermano
Visitador
Alfonso de Alba Pérez de Castilla
Castell


Visitador
Felipe Aguado y Requejo
Castell
Clérigo e menores
Abogado
Colegial de san Idelfonso
Ordenó e in sacris

Provisor interino y visitador
Nicolás Gómez Castell
Castell
Clérigo de menores
Abogado
Beneficiado de santo Domingo de Silos y san Pedro de Castillo

Vicario y provisor
Gabriel Muñoz y Merino
Borja
Licenciado
º
Comisario de S.O.
Provisor y vicario
Juan Manuel de Cea
Borja
Vecino de Priego.
Presbítero

Teniente de vicario de Priego
Licenciado.
Comisario del S.O.
Capellán del Rey
Gobernador




Diego de Torres
Borja
Presbítero
Abogado
Canónigo de la Santa Iglesia de León,
Gobernador y provisor de obispado de león
Protonotario apostólico
Juez in curia de la nunciatura de España
Capelán de honor del rey
Provisor
Vicario general
Visitador
Juez de rentas
Amigo de Velluga
Juan Antonio Domínguez
Borja
Presbítero
Abogado
Colegial Huésped de San Felipe y Santiago de Alcalá de Henares
Arcediano de Alicante
Teniente de gobernador.
Provisor, vicario general, visitador y juez de rentas.
Juan Agustín Garrido y Linares

Presbítero abogado y capitular de Alcalá

Teniente de vicario
Miguel Cedillo de Baeza

Cura graduado en Teología, capitular de Alcalá

Vicario de Alcalá
Alonso de Guzmán


Provisor de Granada y chantre
Provisor
Diego de Guzmán y Bolaños



Gobernador
Lorenzo Pereira
Mendoza Caamaño
Natural de Burgos
Arcediano de Canarias
Provisor de Burgos
Gobernador,
Vicario,
Provisor,
 vicario general
y juez de rentas
Tomás Díez del Castillo
Mendoza Caamaño
Natural de Río Seco

Vicario
Cristóbal Cedillo
Álvaro Mendoza


Vicario




Manuel Machado y Luna
Álvaro Mendoza
Natural de Cáceres
Visitador y provisor de Zamora.
Capellán de l Real Capilla de Madrid
Mayordomo de las Niñas de Santa Isabel.
Juez in curia
Obispo de Cáceres de Caracas
Visitador, provisor
Vicario
Juez de rentas
Félix Muñoz de Figueroa

Colegial de Alcalá de Henares
Capellán de las monjas de Santa Isabel, gracia de su Majestad
Vicario y gobernador
Juan Manuel Cedillo
Álvaro Mendoza



Pedro Pablo de Vera y Barnuevo Salcedo y Fuenmayor
Álvaro de Mendoza
Natural de Soria
Abogado
Canónigo de Osma.
Obispo de Osma
Visitador y provisor de Burgos
Gobernador, vicario, `provisor visitador y juez de rentas
Mateo Díez  Castaño
Álvaro Mendoza
Cerda
Natural de Villrbarba en Zamora
Licenciado en leyes
Abogado
Beneficiado de Adalid
Beneficiado de utrera
Gobernador
Provisor
Vicario general
Visitador
Juez de Rentas
Cardenal
Miguel Ruiz  de Olaya
Cerda
Abogado

Gobernador
Provisor
Vicario
Visitador
Juez de Rentas
Jerónimo Manuel de Buesa
Mendoza y Gatica
Natural de Jaén Presbítero y abogado


Juan Antonio Vallejo
Mendoza y gatica
Abogado

Juez de Rentas
Luis María de Salazar y Mendoza
Mendoza y Gatica
Abogado

Secretario de Cámara
Ángel Fernández



Vicario




Torralbo
Palomino


Gobernador
José Montenegro
Palomino


provisor
Antonio Ruiz Ruano


Doctor de cánones, abogado
Fiscal y provisor
Alonso de Pineda Serrano



Gobernador y Manuel  García Berlanga
José de Ortega Canedo
Trujillo

Obispo de Albarracín Guardián, secretario, provincial y predicador primero de los franciscanos
Comisario general de las Indias
Provisor
              
              


            CONSECUENCIAS Y CONCLUSIONES



            1. frente a la tenendecia de disminución del clero en otros lugares en Alcalá, existía un mayor número de  capellanes, sobresalientes de ámbito rural conforme avanzaron los años con el nacimiento de las aldeas
2. Los abades respondían más a su nombramiento real que al nombramiento pastoral, por lo tanto no sacudieron a la abadía hasta el final de siglo, reclamados por el cabildo. Estos  primeros abades están muy ligados a la Corona, pues  dos de ellos son capellanes reales o sus familiares se encontraba en el entorno de la Corte, como Álvaro de Mendoza, Claro ejemplo de su  nombramiento de cardenales debieron influir las relaciones entre el monarca y la Santa Sede. Incluso Álvaro Mendoza recibió del propio rey Fernando VI en el monasterio de  san Jerónimo la birreta de cardenal en el acto de nombramiento ante el nuncio Salviari. Con el cardenal Borja, se intensifican las relaciones con la Corte, pues es un miembro destacado de influencia espiritual, y conectado con Velluga a quien acompañó al viaje para el nombramiento de Inocencio XIII, incluso con las influencias reales obtuvo votos para ser elegido papa. Sin embargo, hasta el abad Mendoza y Gatica, no son abades residentes en la localidad, sino que tratan de controlar su terreno a través de sus vicarios, provisores y gobernadores. No hay duda de que son agentes de la difusión de las buenas ideas al Estado.  Dentro de esta necesidad de contar eclesiásticos para difundir las luces, que reconocían Campomanes en su Discurso sobre el fomento de la industria popular no nos extraña que en la abadía Mendoza y Gatica promocionara por aquel tiempo la Sociedad Económica del País de Priego de Córdoba, donde se percibían siempre iniciativas a favor del fomento industrial frente al resto de las ciudades abaciales, inmersas en el fomento de la agricultura y el desarrollo de la extensión de  nuevos campos por medio de la roturación, que ese emprendió desde principios de siglo. No era este el caso del clero regular y secular, manos muertas, que disfrutaban de casi una cuarta parte del poder económico de la agricultura, y que se veía amenazado por la carencia de mano de obra, a la hora de adquirir las rentas a través de las  administraciones de capellanía y propiedades. No se encuentran ningunas inquietudes entre los párrocos, a la hora de dinamizar la industria, sino que siempre la Corona fue la que intentó dinamizar este nuevo campo, que no llegó a plasmarse como la fábrica de tejidos que a finales de siglo se creyó conveniente instalarse en la Mota. Claro síntoma de ello, es el tardío desarrollo de industrias aceiteras, y la ruralización de la industria artesana de autoconsumo  en el campo de los telares[14]. Por eso, probablemente,, en palabras de Francesco Griselini: los párrocs habrían de sentirse también dichosos si, destinados a vivir la soledad de los campos, hallasen en el cultivo de las ciencias útiles aquel atractivo que hace tan dulce la vida en medio del gran espectáculo de la naturaleza, y que, lenvantando el corazaón del hombre al criador, le abre la virtud en que más se complace, y que es la primera de su santo ministerio”[15] . Y no se vio necesaria la instauración de la Sociedad hasta el año 1842,  a rémora de la de Jaén, cuando reclamó el convento de los capuchinos, ya desamortizado, para uso de la sociedad. Ya era tardía su implantación[16].
En esta línea hay que comprender el gran número de manuales referidos a la Agricultura, que se difundieron en la comarca, y en las mejoras que se introdujeron en la productividad de los campos, imbuidos por el nuevo sistema ideológico imperante. No obstante, se mantenía una elevada  población jornalera, ociosa, durante mucha parte del año, a expensas de la caridad de la iglesia y del reparto del pan  ayuntamiento, lo que hizo que no progresaran las buenas medidas propuestas por la Corona.           
Se consideró útil a hacer concordatos con la Santa Sede, a pesar de que pudieran resolverse con la autoridad regia sola, concediéndose concesiones e indultos
En la Instrucción Reservada, se partía de que el clero había sido fiel con  la Corona, pero los abades seguían siendo nombrados por el rey y el clero alcalaíno era, en parte, contrario a las regalías, pues se manifestaba a favor del nombramiento de personas ligadas con el clero local  y fueron suspendidas las congregaciones del clero por medio de sus diputados en Cortes. Además, no se convocaron concilios nacionales, y, en esta misma línea, se encuentra a Alcalá que en este siglo NO SE CONVOCA NINGÚN SINODO.. Probablemente para impedir el perjuicio de las regalías, el de los vasallos y mantener la quietud.. El conflicto con la Capilla Real, se resolvió de esta manera consensuada entre la Corona y  el clero con el nombramiento de dos capellanes pertenecientes al clero local, probablemente propuestos por el abad. Es el caso del cura Melgar, Caballero,  pero se observa el poder real advirtiendo la cámara Real que no hicieran propuestas hasta qu4e no se les consultara, así se hizo con Mendoza y Gatica...
3. En cuanto a la formación del clero, son numerosos los que habían frecuentado las  universidades, para conocer los limites de las potestades eclesiásticas y real Como es lógico, por los libros y las pocas publicaciones, que se encuentran en la abadía hay un clero conocedor de las Sagradas Escrituras, de los padres de la Iglesia, de los Concilios y la Sana Moral. Como dice Anes En la Instrucción reservada que debería observar la Junta de Estado, la ilustración del clero era muy necesaria.. el clero regular y secular no debía abstenerse de estudiar y cultivar el derecho público y de gentes, el político y económico, y las ciencias exactas, las matemáticas, la astronomía, geometría, física experimental historia natural, botánica y otras materias análogas. En este tiempo, se mantuvo la Cátedra de Teología Moral en la iglesia de san Juan, se crearon nuevas escuelas de Gramática y Filosofía en el Rosario, algo parecido en Consolación en Gramática y Latinidad. Y en las bibliotecas de muchos conventos y personajes abundan los tratados sobre estas materias. La preocupación por la instrucción, se amplió al nombramiento de maestros de gramática al Castillo de Locubín. Y no e nos extraña que fray Pedro de Salas acuda  al cabildo municipal solicitando la ampliación de nuevas escuelas, pues, en el análisis de los niños de las primeras letras, hay falta en la instrucción, no saben ortografía ni otras cosas fundamentales  “y cree que con esta falta de instrucción mal puede ir la sociedad en el futuro inmediato”.

4. La Instrucción, manifestaba que la conducta de los pueblos dependía de la  que tuvieran los clérigos. Por eso no extraña, que la visita de los misioneros, implantados en este siglo, casi todos de congregaciones religiosas influyeran en el pueblo en general, como lo hizo el padre fraile Diego José de Cádiz, acontecimiento muy celebrado en tormo a l 1781. Y, tampoco, no extraña que los conflictos surgiera, como los representantes de los prelados, a los que la Instrucción invitaba a desterrar supersticiones y a promover la sólida y verdadera piedad. Cosa que fue un claro enfrentamiento entre cabildo municipal, las clases medias de los labradores,  y  el alto clero, -los gobernadores, vicarios, y curia abacial-, que recogen las actas municipales de todo el siglo y  el libro de la Historia de la abadía, tratando de regularizar el uso correcto de las rogativas a la Virgen delas Mercedes, a Jesús Nazarenos,  y a Santa Ana,  el reparto de las limosnas,  los ceremoniales y protocolos, las antiguas costumbres de las cofradías, prohibiendo todo aquello que no fuera auténtica litúrgica como los  pasos de semana Santa, En esta línea coincidía con el articulado que defendía  a los obispos velar contra las supersticiones y contra el abuso de la religión y de la piedad. Por eso, no nos extraña que las capellanías se regularizaran, y no se crearan nuevas. En esta línea, destaca que no hay  muchos familiares del Santo Oficio, pues no debía existir un conflicto larvado, ya que debían contribuir ano sólo a castigar, sino a instruir a los pueblos de la verdad, para saber distinguir la religión de la superstición. Hasta el abad Trujillo, imperó un tradicionalismo que rectificó.

5. Se siguieron sin conflicto claro las medidas de limitar los privilegios al estamento eclesiástico. No obstante, en el catastro de la Ensenada, no llegó a realizarse hasta muy entrado el siglo XVIII. En 1769.
6. Dentro del reformismo moderado religioso, de influencia jansenista, el control de sus ayudantes se manifiesta a la hora de su nombramiento, en el que comienza a llevar a cabo una exhortación política y respetuosa ante el cabildo eclesiástico, capitulares, como Vera y Barnuevo en 27 de mayo de 1750, a la manera de los corregidores el `principio del mandato
-Clarifican cuestiones de preeminencias con el estamento civil y nobiliario. Surgen los conflictos de preeminencias en procesiones, colocación en los sitiales de la capilla mayor de las iglesias, fiestas del Corpus, hermandades de hidalgo...


Reprimen los abusos de las manifestaciones públicas,  prohibiendo la celebración de `procesiones en horas nocturnas, surgiendo conflictos con sus organizadores y el pueblo, en el caso de cofradía de la Soledad. Evitando el uso de vestimentas y objetos propios de las masacradas y mojigangas  como los sayones que iban cubiertos para evitar los actos deshonestos... en el Corpus. Y explícitamente.
Al ingreso del gobierno expidió varios edictos de los días festivos que los desposorios se comuniquen con la frecuencia que se experimentaba y que las velaciones se ejecuten al mismo tiempo que el matrimonio en las iglesias parroquiales y no en ermitas sin expresa licencia, con especial encargo a los curas y penas impuestas para su cumplimiento, mandando leer anualmente los capítulos del sínodo que tratan  en razón de uno y otro, y parte que no hagan velas nocturnas en iglesias ni ermitas, procesiones de noche, prescribiendo la forma y modo  que se deberá observar en las procesiones de Semana Santa, desterrando el abuso de las caras tapadas y otras indecencias, como los gastos superfluos que hacían las cofradías y la prohibición de las procesión de Semana santa  y el carácter austero en la proc3esión del Corpus por el abad Palomino.
Y esto se constata y se hace realidad en los estatutos de las hermandades  del pueblo, que recogen en su articulado muchas costumbres nuevas, prohíben los refrescos,  o los adjudican al padre de ánimas, como en la del Cristo Crucificado del Señor de la Humildad o en la de la Veracruz, donde se recogen muchas medidas a lo largo del siglo XVII.
- Ponen orden en la administración, pues tratan de que los archivos no se dispersaran en casas de  muchos clérigos y eclesiásticos,  y así promulgan censuras generales para que se devolvieran a la abadía todas las providencias, edictos r4eales, despachos, autos de buen gobierno y otros procesos. Además,  se observa en estos años un a regulación  y seriedad en todos los libros de cabildos, de hospitales, de hermandades, como en el Libro de Cámaras, donde comienzan a aparecer nuevas ordenes que antes se sobreseían.
-        La crítica velada a todos los aspectos que calificaban de superstición a la hora del uso abusivo de las rogativas en momentos de calamidades, sequías o periodos extremos, incluso se negaron a llevarlas a cabo como Verna y Barnuevo en 1751 con motivo de imprecar para la salud pública, insinuando  falta de emolumentos
-        - Comparten la labor social con el ayuntamiento, cooperando con sus fondos de trigo, dando limosinas, participando en la distribución, así en 1750, 1751.
8.  Los abades tratan de conjugar  las medidas reformistas con otras correctoras para conseguir el consenso del pueblo, dando lugar a que, ante posturas intransigentes, como las de las hermandades hidalgas, se llegara a que se retirasen de su cargo a gobernadores como Verna y Barnuevo y sobreseyeran el expediente  No se prestan totalmente  a la rapacidad fiscal de la Corona, y sirven de intermediarios como el pago de escusados a la manera tradicional y no como pretendían el nuevo recaudador por parroquias, o la justificación de nuevos pagos en 1752, como el de ocho por ciento alegando a anteriores conciertos, o evadiendo la única Contribución por en las costumbres desde 1790 no habían salido las procesiones tradicionales de Semana Santa, tanto en la Veracruz como en el Dulce nombre de Jesús, y en 1791, Salen de nuevo dio licencia  por el abad para volver a salir procesiones de Semana Santa como si quisiera y así unos iban tapados y otros descubiertos, así con túnicas como con rostrillos, y el corregidor mandó lo mismo, pues había ya muchos años no salían sino sólo los de túnica Y ninguno de soldado,. Apóstoles ni cosa alguna de los pasos correspondía a tales días. .
9.Las medidas generales, en el ámbito de la Corona y la Santa Sede, incidieron muy directamente  en la abadía, pues en el Concordato de 1754, se llevó a cabo una valoración de todas las piezas eclesiásticas de la Abadía hasta capellanías y patronatos. También se aplico, e la nueva normativa para que las dispensaciones en materias benéficas se solicitaran directamente en el Real Patronato y no en Roma.
9. Coadyuvaron en el ornamento  de la ciudad con el nuevo concepto racionalista de la ciudad. Por ello, levantaron nuevos templos  en las  partes llanas de Alcalá la Real, como las Angustias, o Consolación, convirtieron las antiguas ermitas en ayudas de parroquias de santa María y Santo Domingo, dando un nuevo empuje al  dinamismo de la ciudad, adaptaron los hostiales de beneficencia a un funcionamiento racional como el del Dulce Nombre de Jesús y Santa Caridad, embellecieron y dieron ornato a las principales vías con la fachada del Palacio Abacial Lo mismo que erigen iglesias, suelen destruir cuando las circunstancias lo impiden y se adatan a los tiempos  nuevos, con propuestas como la erección del cementarlo de san Bartolomé en 1786.

10. Algunos de ellos fueron auténticos reformistas como  Manuel María Trujillo, cuya labor destaca en la reforma del Plan de Estudios, aprobado por el Consejo Supremo, para la reforma de los Estudios útiles,  la reforma de las Indias en los puntos de la literatura y disciplina eclesiástica, el giro de las misiones en su origen y curso progresivo[17]  La misma pluma lleva a cabo una análisis simple, pero muy escueto en defensa del regalismo, y las atribuciones de la la abadía frente a cualquier competencia  episcopal por sus derechos, gracias, privilegios etc.,

11. Se muestra una evolución eclesiástica, de ser un mero beneficio real, administrador  por los tenientes de abades, a convertirse en un obispado, donde se pudieran ejercer todos los oficios sagrados, desde Borja a Manuel Trujillo, pasando por Palomino. Mueven razones económicas para el ejercicio de las confirmaciones. Respuesta de Floridablanca..
12. Se acataron normas desamortizador como las referentes a la abadía en el año 1799 el legado del abad Moya y de muchas cofradías  para la campaña militar. Se creó la caja de amortización con comisarios de la abadía en1799 y se libraron 40.0000 reales  Se aplicaron correctamente las medidas  a las obras pías del abad Moya, la conjugación de los bienes de las cofradías a l Hospital del Dulce Nombre de Jesús, creó la Casa de Misericordia de los Niños Expósitos.,  y se unificaron las  cofradías, haciéndose desparaecer muchas de ellas, porque no tenían una dedicación asistencial






















LOS ABADES EN TIEMPOS DE LA ILUSTRACIÓN



               FRANCISCO MARTIN ROSALES




[1]Claros ejemplos son las fiestas de Santa Rosa y san Pedro de Alcántara en 1669 por los dominicos y franciscanos, o la fiesta de canonización del rey san Fernando.      
[2] No sólo fue este el único caso de excomunión planteado por el abad, sino que el corregidor Fernando de Cea y Angulo también se vio involucrado en otra condena del mismo tipo por preeminencias con motivo del patronato de Pedro Fernández de Alcaraz que otorgaban la presidencia al regidor más antiguo.
[3] AMAR. Acta del cabildo del uno de octubre de 1690.
[4] AMAR.  Acta del cabildo del  siete de octubre de 1688.
[5] Posteriormente, el 25 de marzo de 1706 predicó personalmente el día último del  novenario, que se celebró el 25 de marzo de 1706, con motivo de los buenos sucesos de la Monarquía, y el acierto en su gobierno, por hallarse el rey Felipe V en Barcelona.  Un año más tarde, el 29 de agosto de 1707, ordenó celebrar un Te Deum por el nacimiento de Luis Fernando, hijo de Felipe V y María Luisa de Saboya con solemnes celebraciones y cultos, repique de campanas, luminarias, sermón etc. En esta misma línea se celebraron exequias fúnebres con motivo de la muerte de la reina en 1714, asistiendo el abad.

[6] GARRIDO ESPINOSA DE LOS MONTEROS, Diego. Historia de la Abadía de Alcalá la Real. Pag.204-215. Alcalá la Real.1996.
[7]   AMAR. Acta del  cabildo del 17 de febrero de 1750
[8]  MENENDEZ Y PELAYO, Marcelino Historia de los Hetrodoxos españoles. Tomo 5 pag. 187. Los cardenales Solís y el de la Cerda, abad de Alcalá, se jactaban ante  haber onseguido del papa Clemente XIV la extinción de los jesuitas en Roma antes de su nombramiento. 
[9]  A lo largo del siglo XVIII, las cifras de censos eclesiásticos en España permanecen casi inalteradas en los recuentos del 1787 y 1797, así  de 148.292 religiosos se  pasó en el segundo año a unos 197 más por lo que se refiere a Alcalá tenemos los siguientes datos. Los habitantes de Alcalá la  Real eran  1.280, en torno a los 170 religiosos, poco más o menos el 1.5 por ciento.       Representaba un 1.4. por ciento en España y en Alcalá la Real. Sin embargo no estaban bien atendidas las parroquias que quedaban en manos de los tenientes y capellanes. Sin embargo, no es el caso de Alcalá la Real, cuando a lo largo de este siglo se observa.
[10] En muchos  corregidores y en los propios comunicados de los bades se reiten las ideas de Jovellanas, calificando a estas ceremonias propias de  épocas de superstición  y  de ignoraccia, estagos del fanatismo.
[11] AMAR. Acta del cabildo del catorce de septiembre de 1801.
[12] Amar . Actqa del cabildo deldieciocho del mayo de 1804.
[13] AMAR. Acta del cabildo del cuatro de junio de 1798.
[14] Hubo varios intentos de crear una f´ñabrica de telares en el drruido Pósito de la Ciudad.
[15] ANES, Bernardo.  En Historia de España. Dirigida por Miguel  Arbola. Tomo IV. Pág. 38.Alianza Editorial. Madrid.1994. Parte de la cita de Francesco Griselini.
[16] AAVV. SAN JOSÉ DE CAPUCHINOS. 2000.
[17] ABADÍA DE ALCALA LA REAL( Su origen, privilegios y erección ) Año 1983

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