Para
relatar el final del convento recogemos las palabras de Bonifacio Porres Alonso: En 1915, el convento y la iglesia amenazaban
ruina, estando apuntalada la torre y los muros con enorme grietas, las habitaciones
y los claustros deshechos, los arcos caídos: en una palabra un desastre
total. Además, las religiosas reducidas
a suma pobreza, para subsistir se vieron precisadas al duro trabajo personal,
con detrimento de la vida común. El
obispo de Jaén don Victoriano Guisasola le impuso la vida en comunidad y la
priora sor Josefa María Esteban, hizo un fondo común de los bienes articulares
de las religiosas, pero este duró poco y al año se volvió a la género de vida privada. Entonces las religiosas más
observantes acudieron al obispo de don Juan M. Saiz y Saravia, quien encomendó
al padre Lorenzo de la Concepción, provincial de los trinitarios, que se
encargara de aquella comunidad por su
postración material y moral en que estaba sumida. La visitó en mayo de 1915 y se notó que el convento era
como una casa de buena vecindad, donde cada monjita vivía aislada en suceda,
con su hornillo o cocinilla, dedicadas unas a hacer dulces, otras a coser y
bordar en busca de algunos recursos para subsistir. Solo acudían al coro a
rezar y asistir a actos de culto.
El P. Lorenzo se puso al habla
con el Obispo de Santander, que envió tres religiosas recoletas del convento de
Suances para reformar la comunidad de Alcalá. Se llamaban sor María Luisa Perojo Solórzano de la Santísima Trinidad,
natural de Algeciras en calidad de priora; sor María del Perpetuo Socorro en
calidad natural de Palmas de Gran Cantabria
y sor María Josefa de Santa Clara, natural Rigoitia (Vizcaya). Salieron
de Suances el 9 de enero de 1916 y llegaron a Alcalá la Real, el día12. Aquel mismo día se hicieron
cargo de la comunidad las tres reformadoras, con autoridad del Obispo de Jaén, que había
delegado para el acto en el padre don Pedro Poveda, visitador diocesano de
religiosas de y todas prestaron obediencia a la nueva priora. Después de una
preparación común segundo noviciado el 8 de septiembre 1916 profesaron la
Recolección de diez religiosas de velo negro y cuatro de velo blanco. A estas
se agregaron dos monjas de la comunidad
de Martos, que profesaron el 5 de julio de 1918.
Al año siguiente, ante el estado ruinoso del convento y la
iglesia , y vista la necesidad social de la educación del juventud, compraron
una casa-palacio del siglo XVIII, perteneciente a la familia Fernández de Moya,
de estilo neoclásico, en cuya fachada aparece la fecha de terminación 1752.
Tras algunas adaptaciones se trasladaron a ella en 1920. Se inauguró un colegio
para niños en1925 con el nombre de la Inmaculada Concepción, y estuvo abierto hasta 1967, en que se clausuró
para dedicarse más a la vida contemplativa según el espíritu del Concilio
Vaticano I”,
El convento quedó
convertido en un solar cercado y tan solo se salvó la fachada y la escalinata
de acceso. Fueron fallidos los intentos de hacer un templo público, gracias a
las gestiones del párroco don José del Río Alados, tras la Guerra Civil quedando convertida la
facha en la entrada de un reciente oratorio, dedicado a san Rafael.
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