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lunes, 6 de junio de 2016

7. EL FINAL DEL CONVENTO DE LAS MONJAS ALTAS.





 Para relatar el final del convento recogemos las palabras de Bonifacio Porres Alonso:   En 1915, el convento y la iglesia amenazaban ruina, estando apuntalada la torre y los muros con enorme grietas, las habitaciones y los claustros deshechos, los arcos caídos: en una palabra un desastre total.  Además, las religiosas reducidas a suma pobreza, para subsistir se vieron precisadas al duro trabajo personal, con detrimento de la vida común.   El obispo de Jaén don Victoriano Guisasola le impuso la vida en comunidad y la priora sor Josefa María Esteban, hizo un fondo común de los bienes articulares de las religiosas, pero este duró poco y al año se volvió a la género  de vida privada. Entonces las religiosas más observantes acudieron al obispo de don Juan M. Saiz y Saravia, quien encomendó al padre Lorenzo de la Concepción, provincial de los trinitarios, que se encargara de aquella comunidad por  su postración material y moral en que estaba sumida. La visitó  en mayo de 1915 y se notó que el convento era como una casa de buena vecindad, donde cada monjita vivía aislada en suceda, con su hornillo o cocinilla, dedicadas unas a hacer dulces, otras a coser y bordar en busca de algunos recursos para subsistir. Solo acudían al coro a rezar y asistir a actos de culto.  El  P. Lorenzo se puso al habla con el Obispo de Santander, que envió tres religiosas recoletas del convento de Suances para reformar la comunidad de Alcalá. Se llamaban sor María Luisa  Perojo Solórzano de la Santísima Trinidad, natural de Algeciras en calidad de priora; sor María del Perpetuo Socorro en calidad natural de Palmas de Gran Cantabria  y sor María Josefa de Santa Clara, natural Rigoitia (Vizcaya). Salieron de Suances el 9 de enero de 1916 y llegaron a Alcalá la  Real, el día12. Aquel mismo día se hicieron cargo de la comunidad las tres reformadoras,  con autoridad del Obispo de Jaén, que había delegado para el acto en el padre don Pedro Poveda, visitador diocesano de religiosas de y todas prestaron obediencia a la nueva priora. Después de una preparación común segundo noviciado el 8 de septiembre 1916 profesaron la Recolección de diez religiosas de velo negro y cuatro de velo blanco. A estas se agregaron dos monjas de  la comunidad de Martos, que profesaron el 5 de julio de 1918.

           Al año siguiente,  ante el estado ruinoso del convento y la iglesia , y vista la necesidad social de la educación del juventud, compraron una casa-palacio del siglo XVIII, perteneciente a la familia Fernández de Moya, de estilo neoclásico, en cuya fachada aparece la fecha de terminación 1752. Tras algunas adaptaciones se trasladaron a ella en 1920. Se inauguró un colegio para niños en1925 con el nombre de la Inmaculada Concepción,  y estuvo abierto hasta 1967, en que se clausuró para dedicarse más a la vida contemplativa según el espíritu del Concilio Vaticano I”,

            El convento quedó convertido en un solar cercado y tan solo se salvó la fachada y la escalinata de acceso. Fueron fallidos los intentos de hacer un templo público, gracias a las gestiones del párroco don José del Río Alados,   tras la Guerra Civil quedando convertida la facha en la entrada de un reciente oratorio, dedicado a san Rafael. 

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