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sábado, 4 de junio de 2016

4. AUGE DE CONVENTO. FINALES DEL SIGLO XVI y PRINCIPIOS DEL SIGLO XVII. AUMENTO DE MONJAS.





A finales del silgo XVI, el convento debió ser un edificio notable y el número de monjas debió alcanzar a más de 50 personas entre monjas y novicias; una administrador  gestionaba sus bienes  y censos acrecentados con las numerosas dotes de las nuevas novicias y, además, procedentes de familias privilegiadas  de la ciudad.  Claro testimonio es que en 1583, el trinitario fray Juan de Castañeda, natural de Alcalá la Real, trajo varias reliquias de santos, que se colocaron en el  relicario  y sagrario del altar mayor del convento[1].
            En tiempos del abad Maximiliano de Austria, se llevó a cabo una serie de reformas organizativas que se concretaron en 1594, cuando se fijó en quinientos ducados  la dote de cada una de las monjas y en que  el convento alcanzara el número de 70 monjas, cuyo ajuar fuese de 12.000 maravedíes, de alimentos  20 ducados y 12 fanegas de trigo en cada año, y de propinas real y medio a la entrada y dos reales a la profesión[2]. En 1599, fue enterrado Andrés de Aranda, esposo de María Cano, en la capilla de mano derecha con el hábito de monja de la Santísima Trinidad[3]. En este año, Juan Vázquez Mexía fundó una memoria para que se dijera una misa al amanecer y la dotó con 300 ducados  y se le concedió que hiciera arco y bóveda de enterramiento en una de las capillas a Miguel Muñoz. [4].  No debería estar el convento en muy buenas condiciones constructivas, porque el techo que estaba encima del coro se cayó y hubo que arreglarlo[5]
En tiempos del abad Alonso de Mendoza, el convento había aumentado, en gran número, su cabildo de monjas y recibe la canalización de las aguas del Pozuelo de San Juan a través de la calle  Zubia.
            No debieron acabarse ni concluirse las obras de canalización de las aguas para el convento, porque en 1609, de nuevo el monasterio llevó a cabo una importante labor de ingeniería  realizando una mina maestra en dirección a la fortaleza de la Mota para canalizar  las aguas hacia el monasterio y con varios conductos que enlazasen por los lugares tradicionales donde salía agua. El cura de Santo Domingo de Silos Andrés de Molina constataba de las obras de la mina por el mes de marzo, por ser las monjas muy numerosas y pobres, y   razonaba la obra por el hecho de que  en la dicha mina han hallado agua y si se prosiguiese la dicha mina se da por entender que se hallaría mucho más por los pozos que están encima de esta mina tan caudalosos que no  les a faltado agua y estos por estar en barrio caydos e inhabitable no son de provecho Y  así  con la dicha mina se llegase allí donde está la dicha agua, tiene por cierto se halla y juntar para hacer unos  pilares de mucho provecho para los vecinos de esta ciudad porque los  demás están en la parte baxa en el LLanillo  de la ciudad"  . En la probanza del síndico Juan González Prieto, por orden de la ciudad, testimoniaba estos hechos:
-"es notorio que de presente  se está haciendo una mina  desde   lo bajo de  la Mota y de esta ciudad subiendo alo alto de ella encaminada a la fuerça de esta ciudad procurando que con ella descubrir cierta agua que se tiene por tradición en ella que antiguamente en tiempos de moros y antes que se ganase la ciudad  de Granada de ellos , la avía, de que esta fuerza se socorría ". Se terminaba la petición: -"  todo en raçón de la gran falta de agua que ay en toda la ciudad de agua sinoen lo último de ella que dizen de el Llanillo no ay otras fuentes (…)"sería de gran consideración que continuándose  la dicha mina se encontrase más agua de la que ya a aparecido para acer algunos pilares en los sitios y calles de la ciudad que fueran más cómodos”[6].
           
Este intento de canalización, siendo mayordomo del convento Alonso de Rojas. se llevó a cabo por varias circunstancias: el gran número de religiosas que albergaba, el gran costo que suponía traer el agua al convento por los aguadores, y las posibilidades que le brindaba la mina no sólo al convento sino también a los nuevos barrios del pueblo.,   

Durante el primer decenio del siglo XVII, varias religiosas fallecieron en loor de santidad : Doña Catalina Gutiérrez de Guirey o de san Bernardo que desde los 10 años se mantuvo en el convento hasta los 43 y destacó por el cumplimento de los votos y su ecuanimidad como priora[7] ; doña Catalina Mirez de San Leonardo que vivió en el convento desde17 años y murió en1612 soportó con gran complacencia su enfermedad; sor María Isabel Carmona y Molina de san Pablo, que entró en el convento por el impacto que le causó la palabra de un franciscano y fue escritora de las biografías de las anteriores, murió en 1618.
 En 1618, siendo abad Galcerán Albanell, se aprobaron otras nuevas constituciones de las monjas trinitarias por las que comenzaron a regirse bajo la tutela y presidencia del abad,  que firmó en la corte de Madrid a 16 de octubre de 1618 ante Luis de Vallecillo, su secretario de cámara. Y, de este modo, se constata que el abad Moya[8] en 1624, le dio permiso a Gabriela de Moya y María del Campo para ser monjas en 1624. Este mismo año, se enterró en el convento el famoso maestro de obras Juan de Fraguagua  que había intervenido en varias obras de la ciudad, como la muralla del Gabán, convento de Consolación e Iglesia Mayor Abacial[9]. Un año después, se fundó una memoria para la fiesta del Santísimo Sacramento  dotada de 400 ducados[10].-Por el testamento de María Fernández de la Blanca y su marido Bernardo González de la Hinojosa, se fundó otra  memoria  de una misa semanal cantada a  órgano  y otra de vigilia el once de septiembre por el alma de su marido  con fecha del cuatro de septiembre de 1618 ante Juan Rodríguez de Cebreros dotándose  con una censo de 450 ducados, (178.750 maravedíes)
En 11de  octubre de 1620, el convento, tras la licencia del señor gobernador de la Abadía, aceptaba la memoria que decía  "obligación perpetua de hazer decir una misa cantada  que sea la conventual en cada biernes de dada semana  de las del año del oficio de la vida de Nuestro Señor Jesucristo  en el altar del Crucifixo con quatro velas  que an de arder en el dicho altar  por parte del dicho convento”. Se acompañaba  con otra en honra de su padre  por lo que  se le daban cuatro velas,  y la de  su marido Bartolomé González de la Hinojosa, las dos con la máxima solemnidad. Las misas que se dijeren los viernes de fiesta y de cuaresma se decía en el altar mayor con sermón.




[1] Ibídem. Pág. 86.este fraile era comisario de las islas de Sicilia y Cerdeña y visitador del reino de Nápoles y dijo que el papa le había hecho la gracias de varias  reliquias para los conventos de su Orden . Las reliquias eran; un hueso de san Alejandro; otro en dos pedazos de san Agacio; otro de san Sixto, otro de san Marcos; otro de san Emolao; otro de san Anastasio, otro del papa san Marcos; otro de san Vicente y otro de san Xenón.
[2] AHPJ. Legajo 4743. Año 1598 folio. 161, Entrada de monja de Magdalena de Alba. Ante Alonso Ramírez.
[3] AMAR. Ante Alonso Ramírez. folios 147-148. Año 1599.
[4] AHPJ. Legajo 4743.Año1599.
[5] AHPJ. Legajo 4743. Año 1598. Folio 329.
[6] AMAR. Caja 24 Legajo 13. Declaración del síndico Juan González Prieto en 16 de marzo de1609 y otros informantes.
[7] Muy trabajadora y humilde, muy ascética y mística, no necesitaba comer ni dormir y fue estigmatizada con las llagas de cristo, acudió la Santa Inquisición para comprobar las cosas extraordinarias que le aconte3cían.
[8] AHPJ  Legajo 4972. Folio 125, 145 y 182.Año 1624.
[9] AHPJ-Legajo 4972. Folio 570.8 de abril de 1624.
[10] AHPJ- Legajo4768. Folio 840.

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