Subir a la ciudad fortificada de la Mota , suele envolvernos en
muchos itinerarios reales e imaginarios.
Se puede remontar el visitante a tiempos inmemoriales o quedarse en las obras
actuales. Cuando accedo a la Plaza Baja ,
siempre me viene a la memoria su aspecto comercial, donde existían varias
boticas, una de la familia Aranda y otra alquilada por el Ayuntamiento que regentaron
en el siglo XVI Barea y Quesada. Me los
imagino siempre con su gorro de alquimista preparando los mejunjes, las
pastillas y las mescolanzas de ajo, tomillo y aceite de todo tipo para curar
enfermedades. Pero pronto mi vista se traslada al Llano y conecto en tiempos de
los farmacéuticos que se afincaron en la calle Real como Vicente Martín a principios
del siglo XX. Y, de principios del siglo
XX, se me viene la imagen de las familias Santiago y Corrales incorporando sus
farmacias al eje radial del Llanillo con
el diseño de las fachadas y escaparates
de la mano de los maestros de obras
Cándido García, Manuel de la
Morena y los Granados entre otros. Hubo más boticarios, estos
crearon sagas familiares dedicados al mundo de las drogas medicinales y de los
análisis de sangre y de orina. Incluso, prestaron los primeros auxilios y
curaron enfermedades paliando la
multifuncionalidad de los pocos médicos de antaño. Un testigo de aquella
saga es José Corrales Frías, que ha seguido la trayectoria de sus padres y
pervivió a sus hermanos en regentar la farmacia de la Tejuela. Con su presencia dio vida a aquel barrio
antiguamente muy artesanal, comercial y
de servicios en torno a la iglesia de
Consolación y la fuente de la
Mora.
José
Corrales, hombre muy campechano, que compartía su amable fisonomía con su
espíritu de bondad, estaba perfectamente incardinado en el alma popular
alcaláina. Muy amigos de la generación de
aquellos estudiantes universitarios de la ciudad de la Alhambra donde logró
adquirir el título farmacéutico. Pero también, muy enraizado en las costumbres
y religiosidad de la ciudad de la
Mota , dando ejemplo de su defensa de patrimonio y viviendo en la bella casa modernista de la
esquina de la calle Utrilla. Desde allí frecuentaba el santuario de la Patrona siempre que pudo
con su salud.
Cubrió una importante etapa de hermano mayor de la hermandad del Cristo
de la Salud en el primer año cofrade del noveno decenio
del siglo pasado. Sustituyó al cronista Domingo Murcia y continuó con la labor de la
restauración de la iglesia de San Juan
gracias al patrocinio de la Dirección
General de Bellas Artes, la colaboración municipal del
ayuntamiento alcalaíno y la labor constructiva de la Cooperativa Alcalaína de la Construcción. A
finales de su mandato en septiembre, como tarea de hermano mayor vio culminada
su gestión con una nueva techumbre en el
templo salvándose casi para la eternidad.
El cura del barrio Francisco Rosales Fernández ofició una solemne misa
con el acompañamiento del coro de la Parroquia de Santa María la Mayor.
Tras
su mandato, siempre acudía a la fiesta
del primer domingo de septiembre y su quinario, con el emblema de la cruz sobre su pecho, y
quería que perviviera la devoción y la práctica dominical solicitando a las
autoridades eclesiásticas la reinstauraron
d e la Misa del
Señor. En su año, participó como era típico por aquellos tiempos, la renovada
Banda Municipal de la ciudad de Alcalá la Real , que salía procesionalmente por primera vez
con una cofradía de la ciudad
Lo vimos el año pasado el primer domingo de septiembre acompañado de su hijo.
Tuvo fuerzas para acudir a la iglesia
sanjuanera y despedirse de su Cristo de la Salud.
Y , recordando aquellas
palabras del año de su mandato, esta
hermandad debe estar agradecida, pues" hemos visto , ya no durante los
últimos meses, sino hasta hoy día, cómo se salvaba la iglesia de San Juan Bautista de la ruina y
abandono, consiguiéndose la reparación total de la cubierta". José
Corrales aportó sus dosis farmaceúticas y colaboración personal a la iglesia
del barrio de San Juan, vivió del espíritu de las boticas de la
Plaza Baja , el humanismo cordial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario