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domingo, 12 de marzo de 2017

OBITUARIO DON JOSÉ CORRALES FRIAS en el Jaén de hoy



Subir a la ciudad fortificada de la Mota, suele envolvernos en muchos itinerarios reales  e imaginarios. Se puede remontar el visitante a tiempos inmemoriales o quedarse en las obras actuales. Cuando accedo a la Plaza Baja, siempre me viene a la memoria su aspecto comercial, donde existían varias boticas, una de la familia Aranda y otra alquilada por el Ayuntamiento que regentaron en el siglo XVI Barea y Quesada.  Me los imagino siempre con su gorro de alquimista preparando los mejunjes, las pastillas y las mescolanzas de ajo, tomillo y aceite de todo tipo para curar enfermedades. Pero pronto mi vista se traslada al Llano y conecto en tiempos de los farmacéuticos que se afincaron en la calle Real como Vicente Martín a principios del siglo XX. Y, de principios del  siglo XX, se me viene la imagen de las familias Santiago y Corrales incorporando sus farmacias  al eje radial del Llanillo con el diseño de  las fachadas y escaparates de la mano de   los maestros de obras Cándido García, Manuel de la Morena y los Granados entre otros. Hubo más boticarios, estos crearon sagas familiares dedicados al mundo de las drogas medicinales y de los análisis de sangre y de orina. Incluso, prestaron los primeros auxilios y curaron enfermedades paliando la  multifuncionalidad de los pocos médicos de antaño. Un testigo de aquella saga es José Corrales Frías, que ha seguido la trayectoria de sus padres y pervivió a sus hermanos en regentar la farmacia de la Tejuela. Con su  presencia dio vida a aquel barrio antiguamente muy artesanal,  comercial y de servicios en torno a la iglesia de  Consolación y la fuente de la Mora.
            José Corrales, hombre muy campechano, que compartía su amable fisonomía con su espíritu de bondad, estaba perfectamente incardinado en el alma popular alcaláina. Muy amigos de la generación de  aquellos estudiantes universitarios de la ciudad de la Alhambra donde logró adquirir el título farmacéutico. Pero también, muy enraizado en las costumbres y religiosidad de la ciudad de la Mota, dando ejemplo de su defensa de patrimonio  y viviendo en la bella casa modernista de la esquina de la calle Utrilla. Desde allí frecuentaba el santuario de la Patrona siempre que pudo con su salud.
Cubrió una importante etapa  de hermano mayor de la hermandad del Cristo de la Salud  en el primer año cofrade del noveno decenio del siglo pasado. Sustituyó al cronista  Domingo Murcia y continuó con la labor de la restauración de la iglesia de San Juan  gracias al patrocinio de la Dirección General de Bellas Artes, la colaboración municipal del ayuntamiento alcalaíno  y la  labor constructiva de la Cooperativa  Alcalaína de la Construcción. A finales de su mandato en septiembre, como tarea de hermano mayor vio culminada su gestión  con una nueva techumbre en el templo salvándose casi para la eternidad.  El cura del barrio Francisco Rosales Fernández ofició una solemne misa con el acompañamiento del coro de la Parroquia de Santa María la Mayor.
            Tras su  mandato, siempre acudía a la fiesta del primer domingo de septiembre y su quinario,  con el emblema de la cruz sobre su pecho, y quería que perviviera la devoción y la práctica dominical solicitando a las autoridades eclesiásticas la  reinstauraron d e la Misa del Señor. En su año, participó como era típico por aquellos tiempos, la renovada Banda Municipal de la ciudad de Alcalá la Real, que salía procesionalmente por primera vez con una cofradía de la ciudad
 Lo vimos el año pasado el primer  domingo de septiembre acompañado de su hijo. Tuvo fuerzas para acudir  a la iglesia sanjuanera y despedirse de su Cristo de la Salud. Y,  recordando aquellas palabras del año de su mandato,  esta hermandad debe estar agradecida, pues" hemos visto , ya no durante los últimos meses, sino hasta hoy día, cómo se salvaba  la iglesia de San Juan Bautista de la ruina y abandono, consiguiéndose la reparación total de la cubierta". José Corrales aportó sus dosis farmaceúticas y colaboración personal a la iglesia del barrio de San Juan, vivió del espíritu de las boticas de la Plaza Baja, el humanismo cordial.    

   

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