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martes, 7 de marzo de 2017

ACABAMOS CON LA VIDA DE CICERÓN ATRIBUIDA A NEPOTE

CESAR MACCARI PINTÓ VARIOS CUADROS A FINALES DEL SIGLO XIX SOBRE LA VIDA DE CICERÓN. SE ENCUENTRA UNO SOBRE EL MOMENTO DE LA CÉLEBRE CONJURACIÓN DE CATILINA CUANDO DESVELA Y DESCUBRE ANTE EL SENADO  LA CONJURACIÓN DE CATILINA. QUOUSQUE, TANDEM, CATILINA ABUTERE ANIMO ...usa a Catilina de traición ante el Senado – 









ESTOS OS DOS DE ARRIBA SE REFIEREN A SU VISITA ALA TUMBA DE ARQUÍMEDES. En el siglo XVIII la escena  fue reproducida dos veces por el pintor norteamericano Benjamín West pero los cuadros no están accesibles, y también por el alemán Martin Knoller.
El cuadro que ahora visitamos es el de Pierre-Henri de Valenciennes (1750 –1819) que se encuentra en el Musée des Augustins de su ciudad natal, Toulouse, y que se reproduce arriba.
En el inferior vemos las interpretaciones del mismo tema de West Knoller
II. CICERÓN
I
Marco Tulio Cicerón, perteneciente a la clase ecuestre, nació en Arpino, que es una ciudad de los volscos. Uno de sus abuelos tuvo  una verruga plantada en  la punta de la nariz, semejante a un grano de garbanzo; de ahí el apodo de Cicerón “El Verruga” asignado a su familia. Como algunos se lo echasen en cara al bueno de Cicerón, les dijo: “ Procuraré que este apodo supere el esplendor de los más  famosos nombres”. Estando aprendiendo  aquellos  estudios, con los que se conforma la edad de la infancia hacia la cultura espiritual,  su talento relumbró de tal modo que sus coetáneos, cuando regresaban de la escuela, lo rodeaban poniéndolo  en medio como si fuera   un rey, y así lo acompañaban hasta su casa: incluso, sus padre, cautivado por la fama del niño, solía acudir  la escuela para verlo. Sin embargo este hecho cabreaba a algunos amigos de talento rústico e inculto, los cuales increpaban a los demás  niños con palabras comprometidas, porque sentían envidia de que le dieran un honor tan grande a su propio condiscípulo.
                                                 II
          Tulio Cicerón, durante su adolescencia, demostró su oratoria y sus deseos de libertad en contra de los partidarios de Sila. Atacó a un tal Crisógono, liberto de Sila, con gran acritud, porque este, confiado en el poder del dictador, desamortizaba los bienes de los ciudadanos. Por eso, Cicerón, precaviéndose de su odio, se dirigió a Atenas, donde acudió a los estudios del  filosofo Antíco. Desde allí, para perfeccionar su elocuencia,  se retiró a Rodas,  donde trató con el  ilustradísimo maestro de oratoria  Molón. Este, habiendo oído a Cicerón cuando pronunciaba un discurso, se dice que se echó a llorar, alabándole   su talento y  elocuencia porque  vaticinó que los romanos aventajarían a los griegos por su valer.Tras su regreso a Roma, fue cuestor en Sicilia. Y, en verdad que no hubo cuestura más  de más satisfactoria y brillante que ésta. Como, en medio de las dificultades de una carestía muy grande, enviase una ingente cantidad de trigo a  Roma, al principio se ofendieron los sicilianos; pero, después, cuando se dieron cuenta de su diligencia, justicia y su afabilidad, le otorgaron los mayores honores que a ningún  otro pueden otorgarse.
                                                  III
          Cicerón, hecho cónsul, aplastó la conjuración de Catilina con valor, constancia y sumo tacto. Este personaje, tras haber soportado  la indignación por la repulsa en su pretensión de ser cónsul, fuera de sí, acompañado de muchísimos varones nobles, había decidido matar a Cicerón, destruir al senado y esquilmar el erario público. Pero esta tan bestial conjuración fue descubierta por Cicerón. Catilina, temiendo al cónsul,  huyó de Roma para reunirse con el ejército que había preparado. Sus aliados, una vez capturados, fueron matados en la cárcel. Incluso, cierto senador condenó con el suplicio de muerte a su propio hijo. Pues estaba claro que este joven hijo suyo, que llamaba la atención por su talento, cultura y porte entre sus coetáneos,  se había de jado llegar de los  malos consejos por la amistad  con Catilina, y, trataba de refugiarse en su campamento; su  padre lo mató, haciéndole volver a mitad de camino, increpándolo con estas palabras: “Yo no te engendré como mi  hijo para oponerte a la patria sino contra Catilina”.
                                      
IV     
No, por eso, Catilina desistió de su empresa, sino que marchó  hacia  Roma a banderas desplegadas y  fue pasado a cuchillo junto con su ejército. Loas enemigos de la  patria lucharon con tanta crueldad que ninguno se salvó; cada uno de ellos, al morir, cubría con su cuerpo  el lugar que había ocupado a la hora de la lucha. El propio Catilina, lejos de los suyos, cayó muerto en medio de los cadáveres de aquellos que había matado;  con una muerte honradísima,  si de esta manera hubiera muerto por su patria. El Senado y el Pueblo Romano nombró a Cicerón Padre de la Patria. Sin embargo, este hecho dio lugar, después, al odio contra Cicerón,  de tal modo que cierto tribuno de la plebe lo acusó ante el pueblo, cuando no ejercía cargo público, porque había condenado a unos ciudadanos sin dfarle la oportunidad de  declarar públicamente el delito, pues solamente les  permitió prestar el acostumbrado juramento. Entonces, Cicerón con una potente voz, dijo: Juro que la ciudad de Roma se salvó gracias a mi esfuerzo, solamente de él mío; con esta frase quedó satisfecho el pueblo romano y el mismo juró que era verdadero su juramento. 
                                                
V
          Pocos años después, Cicerón fue hecho preso por el tribuno de la plebe  Clodio,  por el mismo delito anterior de haber  había matado a las claras a  ciudadanos romanos. Entonces, el Senado entristecido, como si fuera en un luto público, se cambió de vestido de exequias fúnebres. Cicerón, pudiendo defender su salvación con las armas, prefirió retirarse de Roma,  a ser matado por su propia culpa. Todos lo acompañaron llorando cuando se retiraba de la ciudad. Tras esto, Clodio dictó un edicto con el que ordenaba desterrarlo; e incendió su casa y villas. Pero su violencia no se mantuvo mucho tiempo; pues, más tarde, con el apoyo de todos los estamentos de Roma, Cicerón fue reclamado a volver a la patria. Todos salieron a el  encuentro de su regreso; su casa fue reconstruida con dinero público. Después, Cicerón, aún habiendo seguido el partido de Pompeyo, fue perdonado por César  que había salido vencedor en la  Guerra Civil. Muerto Pompeyoe,  apoyó a Octavio, heredero de César, y le ayudó con sus propios bienes para hacer frente a Antonio que vejaba la república.; después, fue abandonado y condenado por este.
                                                

VI
          Antonio, una vez iniciada la alianza con Octavio,  inscribió en la lista de proscritos a Cicerón,  que era su más grande nemigo desde hacía tiempo. Tras conocer esta orden, Cicerón se retiró habiendo pasado por muchos caminos a su villa de campo, que esta muy próxima al mar; desde allí  se embarcó, para trasladarse a Macedonia.  Como los vientos adversos lo hubiesen hecho llevado a alta mar muy adelante, y el mismo no pudiese soportar el zarandeo de la nave, tras regresar a su villa, dijo: “Moriré en una patria que había sido salvada muchas veces”. A continuación, acercándose los sicarios, como su siervos estuviesen dispuestos para hacer frente con valentía, el mismo les ordenó que lo bajaran de  la litera en la que era transportado,  y  soportar, estándose  quietos, lo que la injusta suerte les deparara. Al salir de la litera y ofrecer su cuello inamovible, la cabeza  le fue decapitada. Sus manos también fueron cortadas; su cabeza fue llevada ante Marco Antonio. Y, a instancia suya, fue puesta ayudándose de sus dos manos en la tribuna de los oradores del Foro de Roma. Fulvia, mujer de Antonio, que  se consideraba resentida   con  Cicerón, tomó la cabeza con sus propias  manos, la colocó sobre sus rodillas y clavó la lengua, tras extraerla, con una aguja.
                                      
VII
          Cicerón era burlón y amante de los chistes, de tal manera  que sus enemigos solían llamarlo “payaso exconsul”. Como hubiese visto a su yerno Léntulo, hombre de pequeña estatura ceñido con una larga espada, le dijo: “¿Quien ató a mi yerno a una espada? Cierta matrona simulando que era más joven que él, le andaba diciendo que ella tenía tan sólo 30 años; le respondió Cicerón: “ Es verdad lo que dices, pues te estoy oyendo decir esto durante 20 años”. César, una vez muerto uno de los  cónsules,  en la hora séptima del último día de diciembre, había renunciado en el cónsul Caninio,  para la restante parte del día; como mucha gente fuera a saludarle según era costumbre, le dijo: “Démonos prisa, antes de que se retire del cargo”.  Sobre lo mismo Cicerón escribió a Caninio: “ Fue digno de admirar  su  vigilancia en Canino, porque no vio el sueño en todo su consulado. 
                             



                        ………..


            Tras esta  segunda traducción.

He recogido este personaje de la obra de Cicerón para recrearlo en la traducción al castellano, por la contemporaneidad de un hombre que se sentía “ padre de la patria”;  pero , al mismo tiempo,  como muestra ejemplarizante de los límites de las pasiones y de la constitucionalidad.


Francisco Martín Rosales

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