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lunes, 20 de marzo de 2017

REPARTIMIENTOS Y ROTURAS EN EL CASTILLO DE LOCUBÍN I

















El terreno
En un anterior estudio del territorio de la comarca de la Sierra Sur se definían salvo el caso de Valdepeñas, según Maroto y Cejudo,   todos los terrenos de aprovechamiento dominante superficialmente agrícola, salvo el caso de Valdepeñas que lo es ganadero y con una gradación que va desde el Castillo de Locubín con una fuerte especialización agrícola, pasando por una básica en el municipio de Frailes y una fortísima especialización en el resto de los municipios. No es todo ello sino fruto de una comarca declarada de montaña con una fuerte complicación desde el punto de vista físico.( Acusada orografía, fuertes pendientes, gran variedad de suelos, importantes contrastes de vegetación, acusados contrastes térmicos y pluviométricos en relativamente poca distancia etc.). Todo ello condiciona la actividad humana que se refleja en la discontinuidad del espacio dedicado a la agricultura con otras zonas incluidas con pocas problemáticas del medio físico y humano. Castillo de Locubín muestra un gran predominio, como venimos diciendo de superficie labrada, en la que las huertas se encuentran en torno a la carretera de Alcaudete por la presencia del río San Juan. La labor intensiva predomina entre el arroyo de la Piedra y el de Chiclana, que coinciden con las zonas más llana y de menor altitud, el matorral y pastizal, por su parte se localizan en las estribaciones de la Sierra por el sector oriental del municipio. El olivar predomina en las fuertes pendientes serranas y la vegetación autóctona. En las lomas intermedias, entre los 900 y 650 metros, los olivares ocupan la mitad del territorio del municipio y el 90% de la superficie cultivada. Tan sólo, como característica común de toda la provincia, se percibe que conforme se avanza desde el sector central de las Campiñas en dirección hacia las Sierras aumenta la complejidad agrícola, disminuyendo la especialidad y se va mostrando una intensificación de la complementariedad de los aprovechamientos agrícolas-ganaderos en el caso de la Sierra Sur frente a otros como la muy cercana comarca de Sierra Mágina que se engloban agrícolas-otras tierras-ganaderos.. De ahí que algunos de su municipios se comprendan dentro de la superficie mayormente labrada de la provincia, como es el caso de Alcaudete, y en el resto de ellos se supere las 50.000 Has, con algunos cultivos frutales, como es el caso de Alcalá y Castillo de Locubín, que representan un 16.97 de la tierra labrada y otros aún más esporádicos como el viñedo que no representa sino una producción residual y para el autoconsumo[1].
II
DE ROMA A LA CONQUISTA DE ALFONSO XI
De sobra es conocida la roturación de la tierra  estuvo ligada con el olivar a la  presencia genérica del olivo en las comarcas subbéticas de la Turdetania en tiempos de la época romana tal como señalaba Estrabón1. Al hablar de ella decía:  “De Turdetania se exporta trigo y vino en cantidad, y aceite no sólo en cantidad sino también la mejor calidad”. La antigua Ipocobulco, tan famosa y tan desconocida en su localización geográfica, estuvo  rodeada de un gran número de villae rusticae, en las que los agricultores sembraron los campos de cereales y plantaron en los terrenos más abruptos con olivos tal como se ha puesto de manifiesto en algunas excavaciones arqueológicas en las que aparecen restos de ánforas, algunos molinos de prensado y, de rodezno. Incluso, en lugares cercanos a esta comarca de la Sierra Sur, se encuentran algún tipo de marca para las ánforas de exportación que eran trasladadas a Roma. La misma Encina Hermosa, antiguo poblado iberorromano ubicado en el término del Castillo, compartía con Alcaudete un núcleo estratégico importante, donde  sus primeros habitantes tuvieron necesidad de producir trigo en sus valles y probablemente plantar los primeros olivos. De ahí que en excavaciones del siglo pasado, aparecieran varias medidas de bronce, destinadas a líquidos, y con una gran perfección artística, cuyo uso podría ser para el aceite. Salvo algunas diferencias, hasta la conquista del rey Alfonso, pocos datos nos pueden poner de manifiesto la variación del paisaje  por alguna  deforestación  importante en tiempos de las invasiones visigóticas y musulmana.
II  Tras la conquista de Alfonso XI

Desgraciadamente, no se encuentra el libro del primer repartimiento que se llevó a cabo tras la conquista del Castillo de Locubín y de Alcalá la Real. Solamente, por fuentes indirectas y posteriores,  todas las tierras de regadío y los cortijos situados en zonas alejados de las partes más montañosas debieron recaer como donación por los servicios prestados de los conquistadores que se asentaron en ambos pueblos ( Alcalá y Castillo). Por estas fuentes indirectas, muchas huertas de los distintos arroyos y río San Juan se transmiten a familias hidalgas alcalaínas y castilleras, mientras los montes quedaron reservados  como dehesas, pastos, zonas boscosas  y tierras comunales. Y se observa que la zona alcaláina que era frontera directa con el reino de Granada se convirtió en tierra nadie que dará lugar a futuros repartimientos como bienes de propios para una mayor gobernación del ayuntamiento alcalaíno. Claro testimonio se ejemplifica con algunas capellanías y fundaciones religiosas posteriores,  que recaían sus fondos para los sufragios y aniversarios de misas  sobre el rendimiento del censo de terrenos castilleros, sobre todo huertas.  Por ejemplo Cristóbal de Frías y doña Gracia de Pineda, fundaron en la Iglesia Mayor una memoria  de misas, además de la cera y ofrendas, cargadas con una huerta del Castillo, linderas con huertas de Juan de Galán y pagaba l su hijo Martín de Frías y su guardador Luis de Gormar[2].
III. Con los Reyes Católicos
Hay constancia de que tras toma de la ciudad de Granada, los Reyes Católicos llevaron a cabo varias mercedes a los que le acompañaron a culminar la conquista del reino de Granada. Lo mismo que en el periodo anterior, la hay de repartimiento de tierras a vecinos castilleros. Pero, los terrenos que ocuparon preferentemente  tuvieron lugar en torno a la frontera con el reino de Granada, por los parajes comprendidos entre el partido de Moclín y Alcalá, tierras de los Moralejos, Almoguer y Quejigar, que por la distancia posterior fueron vendidos a los monjes de la Cartuja a partir del tercer decenio del siglo XVI[3]. Desde este tiempo, existía la costumbre de permitir la ocupación ilegal de tierras colindantes con las heredades en las cabezadas y hondonadas, y los propios reyes Católicos concedieron las tierras que antes de la toma de Alhama se habían usurpado con título y confirmación.
IV En tiempos de Carlos I
Desgraciadamente, las fuentes documentales no aportan tampoco  muchos datos de repartimientos, roturaciones y recudimientos en la zona castillera, sobre todo teniendo en cuenta que se llevó un importante reparto de 10.000 fanegas de tierras  en tiempos del corregidor Francisco de Alarcón en todo el término municipal de Alcalá la Real. Habiendo desaparecido hace siglos el Libro del Repartimiento que se escribió a finales de los años treinta del siglo XVI y solamente quedaron testimonio de los Libros de Veredas y de Visita de Términos, conservados en el AMAR. Tan sólo, por estas fuentes indirectas pueden reconstruirse algunas zonas de repartimiento, estructura de las suertes y parcelas y modo del reparto por la zona de los arroyos del Palancares, Mures y Salograr, sin embargo solo hemos encontrado una referencia de estos repartimientos en el Castillo de Locubín. Y, desde el límite de término de Alcaudete hasta el arroyo el Carrizal, se llevó a cabo un repartimiento y roturación de tierras  que se inició desde la peñuela de la Savia, pasó por el lindero con el  término de Granada, Íllora y, Montefrío, camino de Priego y montes de Camello.  Por la provisión Real  del Consejo de Castilla, la ubicación de estas tierras  estaba situada en los montes baldíos, las personas agraciadas con el reparto podían ser de Alcalá y Castillo de Locubín, pero no extranjeras ni ajenas a estos términos, las condiciones del reparto eran muy favorables ( en propiedad y por tiempo inmemorial, libres de de censos y tributos) tan solo que tras la recolección quedaban para el pasto común, pero no podían adehesarse. Algunos historiadores consideran que se formaron unas 25 cuadrillas, que recibían el nombre de uno de los setenta vecinos que componían el sitio de las tierras de suertes del repartimiento. Por tierras del Castillo, actuó la cuadrilla de Pedro Sánchez de Víboras. Las suerte de tierras repartidas variaban de seis fanegas y media aproximada para las peonías ( las hay de 4, 5 y 6) y de 13 para los caballeros, que componían la élite local de las familias hidalgas, regidores, oficiales de cabildo y amigos. Según la calidad y la localización de la tierra ante lo escarpado de los montes colindantes, se ocupaba  en suertes.  Las parcelas y trances erran desiguales y dependían de una anchura de una a dos cuerdas, y la largura se la concedía el repartidor hasta la cabezada del monte. Se otorgaba la propiedad de la parcela de acuerdo a turno de en la inscripción del solicitante por el libro del repartidor que le concedía las fanegas sin una cantidad concreta. Pronto, las personas más influyentes y poderosas de la élite local consiguieron una concentración de tierras al adquirir las parcelas de menor extensión  adjudicadas a los grupos menos privilegiados y formaron un gran latifundio en torno a su primera heredad. Es el caso de Juan de Aranda, regidor y alcaide de Alcalá, que compró nada menos que  una cuadrilla entera de peonías  y una caballería a su suegro Pedro Serrano a lo vecinos del Castillo de Locubín en la zona del Nido del Águila y Majada Vieja por un precio de a dos y cuatro ducados las peonías. Este regidor se gastó en desmontar las tierras que ocupó de sus alrededores 800 ducados en trabajos de desmonte y salarios de sus arrendadores y jornaleros y llegó a ocupar nada menos que 550 fanegas de tierra que le rentaban 400 ducados anuales.
Por investigar y a través de algunos procesos de rescate de tierras en zonas montañosas, se constata también que el emperador realizó varias mercedes y donaciones por estos lugares. También en la Chancillería de Granada, se abrió un pleito contra Lucas Montijano, que se había adentrado en las tierras de la dehesa de la Camorra. Y el más importante, el pleito contra el regidor Francisco de Aranda que se había apropiado de sesenta fanegas por las tierras del Zainar y la dehesa de Fuente Tétar y fue condenado en 1549 a devolverlas [4]. Estas tierras eran las cabeceras y las rinconeras de las tierras repartidas en reinados anteriores, que las élites locales ocupaban para su beneficio particular, y fueron denunciadas en muchas ocasiones; muchas de ellas, tras el proceso levantado por la Corona, cayeron en manos de los usurpadores tras su venta en la década de 1590.
V. Los Austrias
Durante el periodo de la dinastía de los Austrias y la introducción del arbitrismo como política financiera, merece un capítulo aparte la roturación de las tierras, con las que la ciudad se comprometía a pagar diversos arbitrios, donativos y cargas que le imponía la Corona. La mayoría de las veces venía motivada por motivos ajenos a la ciudad para hacer frente a la participación de los gastos nacionales en guerras, bodas reales y otros compromisos de la Corona.
EL JUEZ LÓPEZ DE OBREGÓN
A finales del reinado de Felipe II, se vendieron las tierras de baldíos ocupadas ilegalmente por los anteriores  beneficiarios de los repartimientos y la élite local para hacer frente a la extenuada hacienda nacional. Vassber ha cifrado 107  ventas de tierras del Castillo de Locubín en la década de los noventa del siglo XVI y con una recaudación de 1,787.938 maravedíes frente a las 84 ventas del resto del territorio abacial y una cantidad un poco superior de 2.640.183 maravedíes[5]. En su tiempo se culmina el asunto  de la roturación de tierras, cuando en el año 1589, el fiscal del Reino,  Baltasar de Ledesma interpuso varios pleitos de denuncias de roturación e invasión de tierras realengas en Alcalá la Real y el Castillo, en sitios como: Cerro del Acebuchar, Salinas, Arroyo del Palomar y arroyo los Porteruelos.  En 1587, el asunto afectó  en Alcalá a algunos  miembros del cabildo, que habían ocupado algunas tierras de la Torre de la Gallina. El juez comisionado Alonso López de Obregón  trató de arreglar todos los desafueros de tierras roturadas en abrevaderos, cañadas y dehesas otorgando en el 1590 gran cantidad de tierras a los que había que añadir la entrada en tierras realengas por parte de los vecinos  y en las tierras arrendadas de la ciudad.  La composición de tierras afectó no sólo a los  vecinos sino también al propio municipio por  los abusos cometidos en el repartimiento de 10.000 fanegas en el año 1530, realizado por Carlos V a los vecinos de la ciudad  y  la concesión de un cortijo a los propio de la ciudad en el Allozarejo, que se había extralimitado en la cantidad de tierras. Fue un año de negociaciones  para  componer  lo usurpado, pagar  las tierras entradas y  revisar mojoneras, en el que los comisarios del cabildo emplearon muchas horas junto con el juez de tierras enviado por la corona. Este fue intransigente con los abrevaderos, descansaderos o fuentes, mientras con las tierras usurpadas en los cabezales se llegó a un concierto en su compraventa. Debieron levantarse algunos vecinos, pues  se hcieron varias reuniones a concejo abierto, en la que intervinieron varios caballeros de la ciudad afectados, pues la revisión no se llevó tan sólo de las tierras repartidas en 1526 sino a las tierras roturadas en  1542,  por lo que muchos terrenos linderos con las riberas de los arroyos se vieron obligados a rectificarse ([6]).Se reclamaron nada  menos que mil fanegas en propiedad y quinientas en propiedad y poder. Las disfrutaban sin título ni fundamento, personas relacionadas con los miembros del Cabildo como Francisco de Benavides, Pedro de Pineda o Diego de Cabrera los herederos del jurado Sancho de la Guardia, el conde de Alcaudete, cargos liberales o personas de la vida comercial como el licenciado Bonmar o el cerero  Alonso  García. El dicho López de Obregón trató de que las tomaran en propiedad legítima sus usurpadores sin detrimento del ganado, que consideraba que tenía suficiente pastos comunales y concejiles.[7]  Sírvanos de ejemplo entre otros muchos, el desconcierto que había en la separación de tierras comunales y usurpadas, que un propietario como Iñigo de Guevara, vecino de Granada y capitán de infantería, caballería y gente de guerras de Almería, había usurpado y roto nada menos que doscientas setenta y una fanegas de tierra en los Coscojares en el periodo comprendido sobre el año 1542 hasta el 1589- en el cerro del Acebuchar, linderas con las de Juan de Benavides y el arroyo del Salado, tierras del dicho cerro y los caminos que iban a las Salinas del Castillo y  el otro al Navalperal con sus casas de retama y otra tierra en las Salinas del Castillo  y el camino que iba a Martos por las Salinas y en el arroyo del Palomar junto a la dicha Villa en la Alameda, linde con el dicho arroyo con  el camino que va al Castillo a la Cogolla y tierras de la capellanía de Diego Monte y en la torre de la Cogolla y en el cerro de los Porteruelos, linde con el camino de los atajos. Otro sector influyente, como el eclesiástico, estaba representado por  los licenciados  López de Montijano y Francisco de Góngora en la zona de Acequia y las Juntas, que aprovechó su condición, para iniciar una serie de pleitos que al final fueron resueltos por la Corona. Pero, los terrenos roturados no quedaban reservados a estos lugares, sino que se extendía a Encina Hermosa, Majadillas, Fuente el Gato, Romeral, y monte de Mures, lugares que solían compartir la labor de secano con la de pasto de ganado. Este asunto se complicaba aún más, porque se roturaban  los campos cercanos a los cortijos de propios y por lo que llamaban deudos y amigos de los regidores y miembros del cabildo, que preferían con sus dilaciones que no se arreglara el asunto ([8]).
MIL FANEGAS DE TIERRAS PARA EL GABÁN Y  LA PLAZA DE LA MOTA
En 1592, la ciudad de la Mota acudió a la Corte para solicitar el rompimiento de mil fanegas de tierras de monte con el fin de restaurar las torres y murallas caídas de la plaza y del Gabán. Según se decía para seguridad de la dicha ciudad y su comarca por ser fuerza de tanta importancia a mi servicio del Rey.[9]Se concedió dicha solicitud en los sitios de Mures, Cañada Honda y Hoyos de Acequia, entre otros con la duración de seis años y en arrendamiento y con la premisa de que habían de ser devueltas al estado en el que se encontraban. Otra concesión de tierras se hizo para las obras de embellecimiento de la plaza alcalaína, con la compra de varios rincones, que se sufragó con el arrendamiento de tierras de Llano de los Muchachos, Hondonera, arroyo Salado, Chaparralejo,  Castillo de             Locubín. Fuente el Gato, Majallanas, Cañada Honda, y NavaleperaLl[10]
LOS AUSTRIAS MENORES

Con los descendientes de Felipe II,  se acrecentó la roturación  de las tierras, con cuyo arbitrio  se comprometía la ciudad de Alcalá la Real los servicios, imposiciones, donativos y cargos que le imponía la Corona. La mayoría de ellos venían motivados para hacer frente a la participación de los gastos nacionales  en guerras y fastos reales. Podemos distinguir  varias fases:
  1.- A principios de siglo XVII, estas medidas se llevaron a cabo para afrontar los gastos de la peste de 1600 y el endeudamiento del ayuntamiento ocasionado por las guerras anteriores. Afectaron a las laderas de los montes, y afectaron a mil fanegas,  una parte en concreto recayó  en la zona del Hituero y Encina Hermosa del Castillo de Locubín; pero años más tarde se acercaron a los ríos ocupando algunas suertes el casillero Navaltrillo.
  2.-Con la intensificación de las Guerras en tierras de Flandes y Cataluña, el pago de las alcabalas y la venta del  Castillo de Locubín al marqués de los Trujillos hubo que afrontar grandes imposiciones que se cubrieron con nuevas roturaciones  que afectaron a muchas zonas del municipio alcalaíno y, en concreto  a los montes cercanos del Castillo de Locubín. Lo que antes habían sido majadas, abrevaderos y aguaderos de ganados. En los últimos afectó a la Sierra de San Pedro y arroyo de las Parras.  Alcanzaron la cantidad de nueve mil fanegas roturadas., mantuvo  cómputo se considera definitivo a la hora de cualquier renovación de roturas y arrendatarios hasta el reinado de Carlos III
En 1617, se roturaron 4.000 fanegas para pagar las alcabalas que se incrementaron con otras mil  fanegas para el pago de la moneda foreras, eran las denominadas tierras viejas. Como  las tierras se envejecían,  hubo que afrontar en 1633 un nuevo donativo de 24.000 ducados a la Corona, y  roturar, en 1633, otras mil fanegas, conocidas como las del jurado sedero Orduña. Finalmente, en 1640, se ampliaron a otras 3.000 fanegas para hacer frente al donativo de Pantoja y se denominaron de tierras nuevas .Para disfrutar estas tierras, se dividieron en una serie de suertes y juegos, que se repartían entre los labradores, tendiendo a concedérsela a los habitantes cercanos al sitio roturado y esto dio lugar al nacimiento de muchos núcleos rurales o aldeas y el asentamiento de una nueva villa, la de Frailes. Correspondían a terrenos cercanos a antiguos abrevaderos de ganados, dehesas, y majadas, que permitieron el laboreo de los cereales y algunos olivos.
Las suertes de tierras castilleras se encontraban dentro de los terrenos comunales1 concedidos para usufructo al ayuntamiento alcalaíno y algunas se repartieron entre vecinos de ambos lugares: veintitrés en Magallartas de la Rábita, veinticuatro en la dehesa de la Rábita, dos en la Fuente de la Encina y el Toril, siete en el barranco de las Grageras, cincuenta y dos en la Sierra de san Pedro, dos en Cierzo de san Pedro, dos en Lomas Pardas, once en las Rozuelas, cinco en Garbanzuelo, una en Majada de Márquez, una majada de Ibro, siete en Cerro Montoso, diez en Majada de los Macheros, cuatro en Carrizalejos, diez en Cerro Junquillo, ocho en Cuevezuela, tres en Linarejos, una en Junco Merino, trece en el Retamalejo, tres en Barranco Blanco y Venta del Carrizal, doscientas veintiséis en Encina Hermosa divididas en diversos juegos y 13 trances, una en el portillo de Jaén, treinta en los Coscojares, seis en cerro Acebuchar, ocho en Filique y Cañada del Muerto, tres Baldío de la Presa, tres en el Llano de la Presa, cinco en la solana de la Presa, tres en Hituero, ocho en Camorra, tres en Coronillas, una en el cerro del Águila y arroyo Begijar, cuarenta y seis en Rasillos, veintiuna en Nava del Peral, y cinco Navaltrillo[11].  El sistema de arrendamiento de la tierra mediante subasta afectaba a este tipo de tierras, pues dependía de las concesiones reales y las prórrogas correspondientes.
VI. Los Borbones
    Con el Despotismo Ilustrado, la modernización de la agricultura se emprendió mediante el sistema más racional y continuado de las roturaciones de los terrenos comunales y también de algunos de propios, lo que supuso un importante cambio, que ya se había iniciado en los reinados de los Austrias Menores. Pues, en primer lugar, la ganadería quedó prácticamente marginada en detrimento de la agricultura y comenzaron los colonos a mantener por más tiempo las tierras. Todo ello era fruto de una política que trataba de incentivar el progreso agrícola mediante medidas favorecedoras para los agricultores. Además se pasa del abandono temporal de las suertes comentadas anteriormente a la incorporación de nuevas suertes situadas en terrenos de pastos que afectaron a las dehesas del municipio, entre ellas las  de la Acamuña. En los años 1750-52, se llevó a cabo la elaboración del Catastro de la Ensenada, la declaración de muchas personas y las respuestas al cuestionario nos permiten conocer el estado del olivar en muchas ciudades y pueblos de la Sierra Sur. En este tiempo se llevó una exhaustiva descripción de tierras roturadas como aparece en las respuestas generales
VII. Carlos III
En el reinado de Carlos III, se hizo una nueva clarificación muy importante de todos los terrenos comunales y de propios, al mismo tiempo que, en 1771, se llevó a cabo un señalado repartimiento de tierras alcalaínas que alcanzó a mas de las 10.379 fanegas, procedentes de otros anteriores, mediante un sistema de coloniaje más estable que prácticamente pretendía el asentamiento de los agricultores en sus núcleos de orígenes. Fue el momento de un nuevo impulso de los cereales, al principio, y posteriormente, de plantación de olivares en las zonas montañosas. Gran parte de los cabezales de los terrenos baldíos fueron desmontados, incluso, en el reinado de Carlos IV, en muchas poblaciones se hizo una roturación salvaje hasta el punto que cambió completamente el tradicional paisaje de encinar y monte bajo y alto por otro nuevo de tierras completamente de secano. Sin embargo, en modo alguno, se consiguió justo reparto de la riqueza porque muchos campesinos arrendatarios que podían hacer frente a los gastos de la renta y a los medios de tuvieran que abandonar aquellas tierras que pasaron a las manos de los labradores, propietarios y trabajarlas.
En  Castillo de Locubín,  vuelve a repetir el deseo independiente de siglos anteriores. Pero en la comarca alcalaína, se respiraba una  buena situación de la hacienda municipal, de modo que,  en 1767,  se la eximió  del medio de celemín por fanega que pagaban por el préstamo de trigo del Pósito y en la misma línea  que otros pueblos del país se repartieron  tierras de propios entre los vecinos de la ciudad y el campo, tendiendo a otorgarlos a los más cercanos a su vecindad y entre los labradores, yunteros, pegujareros y jornaleros, dejando reservados pocos terrenos para el resto de los oficios. Entre los nuevos terrenos repartidos a partir de 1768, se encontraban las Noveruelas, el Romeral, los Llanos, Fuente Álamo, Encina Hermosa de modo que va a dar lugar al asentamiento definitivo de muchos labradores en las aldeas de Alcalá y Castillo, progresando y aumentando de población, como las Ribera, Charilla, Santa Ana, la Pedriza, Valdegranada, Hortichuela, y Fuente Álamo[12] . Aunque las distintas disposiciones reales de los años siguientes pretendían que se favoreciera a las clase más necesitadas y a la vez laboriosos. La política real, emprendida por Campomanes fue reglamentada a partir de febrero del dicho año, y nos muestra claramente el nuevo espíritu que animaba a los nuevos dirigentes.
El reformismo ilustrado consideraba este repartimiento dentro de las coordenadas de progreso, y se basaba en el desarrollo de la riqueza, por encima de todo, frente a lo que significaba  el retraso económico al  estar las tierras improductivas. Todo el aparato legislativo se regulaba en favor de las clases más desfavorecidas. Pero siempre excluyendo a los morosos. Pero ese fue el intento  de los decretos y el deseo de los gobernantes. Pues  muy lejos quedaron los resultados. Para llevarlo a cabo,  el cabildo del ayuntamiento con el asesoramiento de los diputados y síndico del común, convocaron a los doce electores de cada una de las parroquias que se encargan de nombrar tres peritos de tasar, evaluar, censualizar y medir las más de mil fanegas de tierra, a las que se aplicaron las nuevas políticas agrarias. Eran personas de reconocido prestigio social y de conocimiento agrícola en la agrimensura, labradores o regidores.
Muchas parcelas de ellas provenían de antiguas roturaciones anteriores que mantenían arrendatarios y colonos año tras año, que serían los primeros que causaron los primeros trastornos. Dividieron los terrenos en los veinte partidos a los que se les asignarían tierras y nuevos propietarios. Para ello, se valieron de los párrocos de cada uno de los sitios y de los alcaldes de ordinarios como en Frailes y el Castillo de Locubín. Tasaron el valor de cada fanega de tierra y los trances y parcelas más adecuadas. Realizaron una perfecta delimitación entre los terrenos, parcelas y trances en cada uno de los cuadernos de acuerdo con la valoración antecedente, antiguo propietario y dejaron en limpio los nuevos. Los distintos repartimientos correspondían a los señalados en el cuadro adjunto[13] en el que recogemos a los  vecinos del Castillo:
CUADRO DE REPRTIMIENTTOS Y COLONOS 1768.

Encina Hermosa

Cuaderno de nueve hojas: registros de nuevos colonos desde 1216 hasta 1564, incluyendo Navalperal, y Navastrillo . Se asignó en su totalidad a vecinos del Castillo y de la Venta del Carrizal

RESTO SON LOS CUADERNO DE ALCALÁ ANOTADOS EN PIE DE PÁGINA

Entre el período de composición  de las parcelas y el repartimiento de las tierras, surgieron dudas que debieron aclararse, siguiendo el patrón de algunos pueblos de la Vega Granada y de la campiña cordobesa. Entre estas, se dispuso la preferencia en la adjudicación de los vecinos contribuyentes antes que cualquier forastero y a los carentes de tierra frente a los propietarios, junto con  la prohibición del derecho del tanteo y el  subarriendo para evitar la especulación.  Todos los vecinos se inscribieron a lo largo del mes de septiembre y octubre de este año en las casas capitulares de Alcalá la Real con el fin de que posteriormente pudieran ser agraciados con las distintas suertes de tierra. No hubo muchas alegaciones durante la exposición pública, pero  hubo ciertos problemas en la zona de Encina Hermosa. Por fin tuvieron lugar el acto del repartimiento desde el día trece de octubre hasta el día veintinueve del mismo mes, que consistió en el sorteo prefijado por la Corona mediante un sistema de dos cántaras, en las que respectivamente se introdujeron las distintas suertes y los nombres de los solicitantes, atendiendo en los distintos sorteos a las clases de jornaleros sin tierra con una o dos yuntas, labradores, y otras clases.
Realizado el sorteo, se comprobó que el proceso ocasionó ciertas deficiencias que iban en contra de lo pretendido por la política agraria. Su retardo en la adjudicación impidió el cultivo de los terrenos, que se encontraba en los momentos de la sementera; también  hubo desajustes en zonas en los que los solicitantes excedían a las suertes ofertadas como en Frailes, que hubo que ampliar con nuevas suertes; además, la ausencia de muchos vecinos que no acudieron al momento del sorteo,  provocó que las tierras fueran de nuevo sorteadas, Como era natural, surgieron desavenencias con los ganaderos de  las zonas montuosas que provocaban conflictos entre los que intentaban mantener sus pastos y los nuevos agricultores. Se obviaron los terrenos de monte y tierra por cultivar prolongando la extensión de las suertes de tierras en la zona de Encina Hermosa.
La clase de jornaleros y braceros renunció en su inmensa mayoría por no pagar los barbechos anteriores o falta de medios para costearlos. La segunda, tercera y demás clases, lo mismo por no interesarles el lugar, por distancia o por no representarles ganancia en el fruto que tendrían en ellas. Para evitar la caída de los fondos de los propios y la subida de la subasta por nuevos rematadores colindantes, se les destinó a los labradores industriosos sin que  se impugnara por los de anterior clase, con el fin de llegar a la culminación del repartimiento, porque creían los miembros de la Junta que ellos podían contribuir a los fondos, el pago de los préstamos del pósito y el mantenimiento de la tierra que hasta ahora los labradores y pegujareros  venían trabajando. También se prorrogaron las tierras anteriormente barbechadas por un año.
Tuvo un prejuicio muy importante que el repartimiento se llevó a cabo por clases acomodadas que consideraban a los jornaleros y braceros, negligentes, descuidados y desobedientes, hasta tal punto que juzgaban que las buenas intenciones del monarca no se acomodaban a Alcalá la Real, por las razones antedichas y las dificultades que entrañaría recoger de los anteriormente citados la renta y el trigo para la sementera.           Incluso, los munícipes se alegraron de que fueran pocos los que  recogieron las suertes, porque, en dicho caso, la ciudad hubiera caído en la mayor quiebra. Al no componerse la ciudad de hacendados pocos poderosos que se aprovecharan del remate ventajoso de tierras y luego las subarrendaran, se inclinaron  por los labradores y pegujareros y el informe de la Junta de Propios fue claro. No obstante los vecinos de la primera clase y el resto de las clases pudieron acrecentar la suerte inicial de sus tierras concedidas, ya que la mayoría de ellos pudo  elegir nuevas parcelas de tierra, acomodadas a su interés. Aun más, por providencia del propio corregidor se atendió a un grupo de personas que sin recursos vivían en los campos, delegando en los caballeros capitulares, diputados síndicos, personero y peritos las gestiones para llevarlo a cabo[14]:
Incluso con estos pasos, el fin, que pretendía la orden real, no se cumplió, ya que la renuncia de muchas suertes obligó en el mes de noviembre  a la Junta de Propios a un nuevo sorteo en el que pudieron acudir todos aquellos hacendados y laboriosos labradores, que fueran capaces de trabajar más tierra a pesar de que se le hubieran concedido una suerte de tierra, con lo que se beneficiaron otros labradores distintos de los de la primera clases a donde iba dirigida la política agraria.
Años más tarde, se advierten las consecuencias de que aquel repartimiento tuvo grandes deficiencias: Jornaleros y labradores con yuntas, que no recibieron suerte alguna por los informes de los pedáneos de cada partido o por el agotamiento de las suertes;  beneficiarios de otras clases , como los propietarios, que se aprovecharon de las ausencias de los campesinos para otorgarse las suertes en los sorteos siguientes o en la simple caja sin ningún sorteo;, renuncia de los campesinos a las suertes por estar retiradas de sus casas o no poder trabajarlas ya que no le eran productivas por su pequeña cantidad y falta de ingresos en la hacienda municipal al no concederse las suertes[15] .
Mientras en el partido de Charilla quedaron algunas zonas reservadas a los ganaderos de cerda en la Hoya Redrada por no haber nadie que quisiera vivir  en dichos parajes y proteger el monte de los leñadores y desaprensivos que destruían aquellos parajes.( Estaba compuesta de dos partes de tierra, una de monte, que se apreciaba en unos nueve reales al año y la otra de labor a veinte reales) , en Frailes y el Castillo, surgieron muchos conatos de  violación de tierras concejiles limítrofes, así como las protestas por los amaños e intereses de personas ajenas a la política agraria. Hubo casos significantes como el regidor y alférez mayor don Fausto Fernández de Moya que intentaba cambiar  las nuevas suertes  de Fuente Tétar por las antiguas suertes del Palancares, por el simple hecho de limitar con sus tierras y cortijos particulares. Eran muestras de la influencia de los cargos municipales en la vida económica por encima de cualquier medida superior, amparándose el prestigio de su hidalguía.
Tanto Frailes como el Castillo de Locubín  tenían muchas esperanzas en el repartimiento de tierras. La primera con una población de cerca de doscientos vecinos (171) y la segunda con más de ochocientos, consideraba que el reparto de tierras aliviaría la situación de su población, dedicada a esta única fuente de riqueza que era la agricultura, además había sido desalojada de otras zonas como la sierra de San Pedro. A pesar de que las medidas contribuyeron en el nacimiento de un gran número de minifundistas de estas dos poblaciones, esto no impedía que algunas medidas fueran adversas al espíritu de aquellas iniciativas agrarias. Además, esto supuso que surgieran nuevos cultivos, sobre todo, el olivar en estas zonas y a ello se amparaban los nuevos propietarios que obviaban la ley para cometer los atropellos y en el mantenimiento del ganado en las zonas montuosas. El resultado del parcelario, que hemos reflejado en el cuadro adjunto, en 1770 ascendió a 9.771 fanegas, repartidas en 1657 suertes y concentradas entre los colonos, que aportaban  a las arcas municipales unos ingresos de 62.713 reales.
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TRAS CARLOS III
Los primeros intentos de desamortización, que, en algunos casos como en Alcalá la Real, Castillo y Frailes, afectaba a una cuarta parte de la tierra, tuvieron lugar con Godoy, e incidió en las tierras de las capellanías de particulares y de las hermandades religiosas, en las que el olivar solía estar más extendido. Más tarde, las tierras del clero regular también se vieron afectadas con la desamortización de Mendizábal en el año 1834, incidiendo en cortijos como el de Vadillo que tenía un molino y una gran producción de aceite. De este periodo nació otro importante grupo de pequeños propietarios que lograron conseguir estas pequeñas propiedades, mientras las grandes extensiones y cortijos cayeron en las manos de los ricos hacendados, en este caso, los hidalgos alcalaínos. Un caso típico es el Castillo de Locubín, que recogió Álvarez de Morales en su obra comentada: “De las tierras que formaron el patrimonio de los eclesiásticos y de la propia Iglesia, sólo pasaron a manos de los castilleros las de menos extensión y poco precio- por tanto las de calidades inferiores-, que se conocieron con el nombre genérico de Capellanías: Las de más superficie y mayor valor quedaron fuera de su alcance y posibilidades económicas, y fueron adquiridas en su mayor parte por forasteros. Tal fue el caso del Cortijo del Hospital, el de la Nava del Peral, el de la Fávila (sic),el de la Cerca, el del Estacar, el de Anica Ruiz, el de la Fuente Teta y Santa Olaya, que fueron a manos de alcalaínos; y los bienes de Convento de Capuchinos, que acabaron en gente de Cabra y Loja. Luego aquellos, en su mayor parte fraccionados, han acabado por ser castilleros”.
En una segunda fase, comprendida entre 1837 y 1855, se llevó a cabo un gran crecimiento de la extensión del olivar, favorecido por las desamortizaciones de estos años, aunque en la subcomarca mencionada, el cereal era muy significativo y el viñedo sufrió una fuerte caída debido a la filoxera. En la tercera fase, se produce un estancamiento en la extensión del olivar, sobre todo, de los pueblos de la subcomarca norteña de la Sierra Sur , debido a la crisis agrícola y ganadera, aunque en la subcomarca de Alcalá la Real comienzan a surgir nuevas plantaciones y una extraordinaria industria molinera acercándose a los núcleos rurales.
Alcalá deja de ser capital del corregimiento y a ello, se une la independencia de dos importantes núcleos: Castillo de Locubín y Frailes por los años treinta del presente siglo. Cuando Madoz describe en 1850 la riqueza de muchos pueblos de España, refiere estas tierras: En las faldas de la Acamuña están cubiertas de arbolado, entre los que se ven olivos, viñas y algunas encinas....a la falda de la Acamuña hay una elevación que se denomina las canteras. Pues de allí se sacan las piedras de molino.....hasta llegar a las sierras de la Martina y Rompezapatos, a la que con más propiedad llaman Hijuela de la Martina....están peladas en sus cimas, pero a las pocas varas ya hay vegetal, y se ven plantíos de olivo, viñas y monte alto y bajo y se siembra toda clase de cereales siendo de muy buena calidad, lo que se llaman semillas, como garbanzos, lentejas, yeros etc. .... en todos los términos del Castillo y Alcalá, fue un bosque de monte espeso, que apenas se podía penetrar, llegando los árboles a esta misma población, pero en el día sólo se encuentran árboles de esta clase diseminados en el campo, habiéndose desmontado casi todo para el mejor aprovechamiento de las tierras y de la leña para combustible y carboneo . En los términos del Castillo y Alcaudete hay grandes pagos de olivar formando una tierra que atraviesa el partido de Este al Noroeste y excelentes pagos de huertas en las márgenes de los ríos... el Frailes da impulso a varios molinos harineros...el del Castillo se separa la mayor parte de sus aguas, que dirigidas por un caz o cauce, sirven para regar toda la orilla derecha del río y dar impulso a un molino harinero de 5 piedras, otro de aceite y un batán, entra luego después de mover un molino de 3 piedras en el término de Alcaudete....las producciones se obtienen con exceso los productos agrícolas y de ahí que se exporta trigo, cebada y demás cereales, legumbres y aceite, se importa parte las carnes, que se consumen, pescados, naranjas, batatas y demás frutos exóticos.. En  Castillo de Locubín, el olivar se extendía por la mayoría de sus extensiones, salvo por el oeste y las faldas de la sierra Ahillos, en el paraje de Encina Hermosa, y en los valles dedicados a los productos hortofrutícolas, incluso alguna buenas fincas ofrecían una aspecto vairopinto, como la casería del Vadillo, antigua memoria de los dominicos para sostener una cátedra de latinidad, que ahora era servía para dotación de profesores de instrucción pública y llegaba a poseer una casería compuesta de olivares, molino de aceite y casa de campo.. Era una consecuencia lógica de las medidas desamortizadoras, que, en Alcalá, Frailes y Castillo, se habían iniciado anteriormente, pues las tierras de Propios y comunales quedaron en su mayor parte en poder de los pequeños propietarios mediante un sistema de censo perpetuo, impidiendo en muchos casos la llegada de postores forasteros. También,   en Castillo, conviene hacer una aclaración, pues los cambios de la estructura de la propiedad en el siglo XIX fueron acompañados a las nuevas condiciones del mercado provincial y nacional. Pues, coincidimos con las palabras de Masur: “La agricultura castillera ha estado orientada al mercado desde hace tiempo. Los habitantes ha n cultivado huertas y olivos para el beneficio de otros o han ofrecido su labor a cambio de jornales. Hasta hace poco tiempo mucha tierra ha sido de propietarios forasteros. Al menos durante 100 años han buscado los cultivos más lucrativos, dadas las condiciones locales, por ejemplo, en el siglo XVIII moreras para los gusanos de seda; en el siglo XIX, más olivos y en el XX, cerezos”. A finales del siglo XIX, como decía Juan Carlos Maroto y Eugenio Cejudo, La trilogía cereal, olivar, viña, característica del mundo mediterráneo, pasó a ser binomio cereal-olivar a finales el siglo XIX y este binomio ha sufrido un fuerte cambio interno para convertirse en olivar-cereal a finales del siglo XX, y muy presumiblemente tenderá a un mayor monocultivo olivarero en el siglo XXI”. Medio siglo después, en 1956, las descripciones geográficas muestran ya una nueva panorámica del paisaje de la comarca. Castillo de Locubín, además de sus huertas, la principal fuente de riqueza era el olivar que ocupaba 4.679 Has. Con una producción superior a los cinco millones de Kg de aceituna, sobrepasando los 10 millones en los años de alto rendimiento, y un rendimiento del 21 % de aceite y 34 de aceite de orujo. Existían nada menos que 14 fábricas de aceite, dos en régimen de cooperativa y una de orujo. Al olivar de esta zona no le han afectado las medidas del Plan de Estabilización Nacional del 1969 que pretendía una mayor racionalización capitalista de explotaciones (concentración de dimensiones y reforma de grandes fincas), sino que, desde 1972 hasta 1979 tan sólo se han llevado algunas líneas de actuación basadas en la prestación de auxilios técnicos y económicos a las explotaciones.



[1] MARTÏN ROSALES,  Francisco. Estudio histórico del olivar de los pueblos de la Sierra Sur. Toro de Caña, nª 6. Jaén. Diputación. Año 2001.
[2] APSMA. Libro de memorias.
[3] LIBRO DE, FUNDAÇIÓN Y PROSECUÇIÓN DE LA CARTUXA DE GRANADA. EDICIÓN Y ESTUDIOS  de Francisco Miguel Torres Martín.
[4] CASTILLO FERNÁNDEZ, JAVIER. Repartimientos y usurpaciones de baldíos en Alcalá la Real (1525-1552). Cuadernos del Amar. n o 1. Alcalá la Real. 1993.
[5] VASSBERG, D. La venta de tierras baldías. El comunitarismo agrario y la Corona de Castilla durante el siglo XVI: BIJ. nº 116. 1983. Pp.9-43.
[6] AMR. Acta de Cabildo abierto del 23 de agosto de 1589.
[7]AMAR. Caja 49.Pieza 2. Real Provisión de Sam Lorenzo del Escorial 18 de junio  de 1588.
[8] AMAR. Acta del 14 de marzo de 1592.
[9]AMAR. Provisión Real del 20 de noviembre de 1588.
[10] AMAR. Acta del cabildo del 26 de noviembre de 1593.

[11] 1 Las restante suerte fueron los Llanos con 116 suertes a una media de cinco o siete reales por fanega, el Torbiscal con treces suertes a la misma cantidad la fanega, el Robledo con nueve colonos, Fuente el Gato, con nueve colonos, Guadalcotón con tres, Majadilla con seis, Cerro de Martín Cano con tres, dehesa de Charilla con cuatro, Cañada del Infierno con dos, la Torre de Charilla con cuatro, Charilla con trece, Amoladeras y Zaralejos con tres, Mirador de Charilla con diez, Alberquilla con cinco, Portillo de Alcalá y Maleza con siete, Celada con sesenta, Arroyo de Loberones con una, Peña el Fraile con diez, Hoya Redrada con dos, Cepero con diecisiete, Loma Pelada y Loberuelas con dos, Cuesta del Fraile con ocho, Romeral con veintitrés, Solana de Frailes con trece, Hoyos de Frailes, con dieciséis, Carboneras de Frailes con seis, Almoguel con once, Hoyuelo alto de Frailes con cinco, Soto Redondo con cincuenta siete. Todas estas sumaban la cantidad de dos mil novecientas cuarenta y ocho fanegas y once celemines, que importaban una cantidad de veintidós mil quinientos once reales y nueve maravedís. Además, siguiendo el término desde Frailes a Granada: cuatro en Bohórquez, cuatro en los ejidos de Verdugo, veintiocho en el Chaparralejo, diecisiete en Alcaiceruela, diez en Llanos de Mazuelos, treinta y siete en el Llano de los Muchachos, diecisiete en el Espinar de la Peña del Yeso, ochenta y siete en la Hondonera, diecisiete en la Cañada el Carril, cincuenta y cuatro en la Dehesa de los Caballos, ocho en el Navazo, dos en Portichuelo, tres en Yerbatunal, cuatro en Caleruela, treinta y ocho en Chaparral de Nubes, treinta y dos en Majalcorón, treinta y cinco en Cañada del Membrillo, once en la Cañada del Dornillo, veinte en Cañada Honda, veintiocho en Fuente Álamo y Retamal,


[12] AMAR. Caja 132. Pieza 11.
[13] Charilla comprendiendo el Robledo, Fuente el Gato, Guadalcotón , Majadillas, cerro Martín Cano, la dehesa de Charilla, cañada del Infierno, la Torre, Gamonales, Amoladeras, Jaralejos, Mirador, Alberquilla, portillo de Alcalá, Celada, Peña el Fraile y Hoya Redrada, se repartió entre colonos de Charilla y Alcalá. Tenía las parcelas 198-318.  Frailes, comprendiendo el Cerro, Loma Pelada, Loberuelas, Cuesta de Frailes, Hoyos, Carboneras, Almoguer, Hoyuelos, Retamales Zarzalejos, Soto redondo, Solana del Endrino, Majada de Romero, Ejidos de Verdugo, se reparten entre vecinos de  Frailes salvo el Romeral con vecinos de Alcalá (parcelas de 320-422) Chaparralejo, comprendía también Alcaiceruela y Llano de los Mazuelos con las parcelas de la 423-547, repartidas entre vecinos de Alcalá, Mures, Ribera y Santa Ana. Palancares con el Espinar de la Peña el Yeso y Cañada el Carril para vecinos de Alcalá 593-609 y 693-710; Camello con 547-553 Algunos vecinos de Acequia; Cantera Blanca comprendiendo Yerbatunal, Caleruela y Chaparral de Nubes de 774-884 algunos vecinos de Cantera Blanca, en su mayoría colonos alcalaínos. Hondonera comprendía la  Dehesa entre las Torres, de la 610-692 eran colonos alcalaínos comprendiendo Portichuelo y Navazo. Los Llanos con  las parcelas 765 hasta 774, eran colonos alcalaínos. Comprendiendo Cañadas de san Marcos, Canteras Viejas, Portillo Cerrado, Boca de Charilla. Dehesa de los  Caballos, Cañada del Membrillo, Majalcorón, Cañada del Dornillo, La Rábita, Cuaderno 18: Fuente Álamo, Cuaderno 19: La Rábita, Cuaderno 20: Sierra San Pedro comprendiendo  las parcelas desde 774-838 se repartieron vecinos de Alcalá. Las parcelas 916-952 entre vecinos de Alcalá. Las parcelas 885-915 Las parcelas 953-963 comprendiendo desde la dehesa hasta los Reamales: 1017   hasta 1212 sin especificar vecinos, aunque algunos corresponden a la zona,  Fuente Álamo y Cañada Honda es de 961 hasta 1067.



[14] Aludían que  hay algunos vecinos pobres, y viudas con dilatada familia que su infelicidad los tiene y a muchos padres y abuelos en desiertos albergues que han fabricado con licencia de la Muy Noble. Ciudad en tierra de sus propios y que de estos, y , que de estos despojarlos y no tener otro amparo, se echarían a la limosna y se perderían, parece conforme a equidad que por ahora se les mantenga y, más cuando  se les reparten las Reales Contribuciones según su esfera, lo que se perdería y recaería en otras y que las suertes de los referidos son de corta monta, que mantienen por el albergue criar algunas aves y estar prontos a el jornal, para el cultivo del partido( labran el corto terreno que tienen) cuando lo logran que no es frecuente, y prontos para el sorteo de milicias, quintas y dar, el que tiene, bestias para bagajes y a todo el que lo manda con ciega obediencia
[15] Estas son algunas conclusiones de la junta de Propios de abril de 1769: 1. a causa de las repetidas renuncias y cambios hechos por los mismos vecinos que ha originado mucha confusión en los cuadernos de los primeros sorteos, correspondientes a los jornaleros de primera, segunda y demás clases del casco, campo y Castillo Locubín.2. habiéndose inspeccionado citados borradores y los formados para las piezas de tierra por varias personas se han denunciado por sobrantes de las mismas suertes se ha hecho con su conocimiento , al tiempo de corregirse con citados cuadernos de sorteo en que se acreditó estar conforme con las partidas de fanegas y productos, unas con otras, como el de haberse colocado en cada una de las dichas partidas a los colonos que últimamente  han recaído  haciéndoles cargo de sus productos y que sin esta operación estaba la obra muy confusa.3. Se ponga un cuaderno de denuncias de los muchos sobrantes denunciados y que algunos están sin medir y proceder a los que no han llegado a las ocho fanegas
4. También se llevó a cabo el amojonamiento de todas las calles de campo y señalando las partes reservadas de los ganados  con la anchura que se indica en el libro de veredas, anotando las fincas que han incorporado los particulares y deben dejar como sobrantes de las veredas.
5. Se hagan listas de los sobrantes lo más pronto posible.

2 comentarios:

  1. Como puedo tener acceso al listado de colonos?

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  2. En el repartimiento de Carlos I, se hizo antes de 1527 y pronto comenzaron las vendas de posesiones de monte, de seis y fanegas y media, en concreto hay documentos entre Hernando de Aranda y compra de dos parcelas compradas en El Dornillo a Alonso de Dueñas, una de Francisco Hernández, zapatero, mas bien a la viuda por 1.500 maravedíes, en 27 de agosto de 1527; ota a Matín López de Frejinal del mismo orden en la cañada del Dornillo, tamién se produjeron trueques y cambios para acrecentar terrenos de los antiguos caballeros com Fernando de Aranda, regidor, vecino del Castillo de Locubín,que cambió por otra junto al Acantarilla con de Bartolomé Sácnez, linderas con ss tierras Catalina Jiménez la Partera, la de Bartolomé García de Alcaudete y la de Hwrnán García, en mismo año.

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