El terreno
En un anterior estudio del
territorio de la comarca de la
Sierra Sur se definían salvo el caso de Valdepeñas, según
Maroto y Cejudo, todos los terrenos de aprovechamiento
dominante superficialmente agrícola, salvo el caso de Valdepeñas que lo es
ganadero y con una gradación que va desde el Castillo de Locubín con una fuerte
especialización agrícola, pasando por una básica en el municipio de Frailes y
una fortísima especialización en el resto de los municipios. No es todo ello
sino fruto de una comarca declarada de montaña con una fuerte complicación
desde el punto de vista físico.( Acusada orografía, fuertes pendientes, gran
variedad de suelos, importantes contrastes de vegetación, acusados contrastes
térmicos y pluviométricos en relativamente poca distancia etc.). Todo ello
condiciona la actividad humana que se refleja en la discontinuidad del espacio
dedicado a la agricultura con otras zonas incluidas con pocas problemáticas del
medio físico y humano. Castillo de Locubín muestra un gran predominio, como
venimos diciendo de superficie labrada, en la que las huertas se encuentran en
torno a la carretera de Alcaudete por la presencia del río San Juan. La labor
intensiva predomina entre el arroyo de la Piedra y el de Chiclana, que coinciden con las
zonas más llana y de menor altitud, el matorral y pastizal, por su parte se
localizan en las estribaciones de la
Sierra por el sector oriental del municipio. El olivar
predomina en las fuertes pendientes serranas y la vegetación autóctona. En las
lomas intermedias, entre los 900 y 650 metros , los olivares ocupan la mitad del
territorio del municipio y el 90% de la superficie cultivada. Tan sólo, como
característica común de toda la provincia, se percibe que conforme se avanza
desde el sector central de las Campiñas en dirección hacia las Sierras aumenta
la complejidad agrícola, disminuyendo la especialidad y se va mostrando una
intensificación de la complementariedad de los aprovechamientos agrícolas-ganaderos
en el caso de la Sierra Sur
frente a otros como la muy cercana comarca de Sierra Mágina que se engloban
agrícolas-otras tierras-ganaderos.. De ahí que algunos de su municipios se
comprendan dentro de la superficie mayormente labrada de la provincia, como es
el caso de Alcaudete, y en el resto de ellos se supere las 50.000 Has, con
algunos cultivos frutales, como es el caso de Alcalá y Castillo de Locubín, que
representan un 16.97 de la tierra labrada y otros aún más esporádicos como el
viñedo que no representa sino una producción residual y para el autoconsumo[1].
II
DE ROMA A LA CONQUISTA DE ALFONSO XI
De
sobra es conocida la roturación de la tierra
estuvo ligada con el olivar a la presencia
genérica del olivo en las comarcas subbéticas de la Turdetania en tiempos
de la época romana tal como señalaba Estrabón1. Al hablar de ella decía: “De Turdetania se exporta trigo y vino en
cantidad, y aceite no sólo en cantidad sino también la mejor calidad”. La antigua
Ipocobulco, tan famosa y tan desconocida en su localización geográfica, estuvo rodeada de un gran número de villae rusticae,
en las que los agricultores sembraron los campos de cereales y plantaron en los
terrenos más abruptos con olivos tal como se ha puesto de manifiesto en algunas
excavaciones arqueológicas en las que aparecen restos de ánforas, algunos
molinos de prensado y, de rodezno. Incluso, en lugares cercanos a esta comarca
de la Sierra Sur ,
se encuentran algún tipo de marca para las ánforas de exportación que eran
trasladadas a Roma. La misma Encina Hermosa, antiguo poblado iberorromano ubicado en el
término del Castillo, compartía con Alcaudete un núcleo estratégico importante,
donde sus primeros habitantes tuvieron
necesidad de producir trigo en sus valles y probablemente plantar los primeros
olivos. De ahí que en excavaciones del siglo pasado, aparecieran varias medidas
de bronce, destinadas a líquidos, y con una gran perfección artística, cuyo uso
podría ser para el aceite. Salvo algunas diferencias, hasta la conquista del
rey Alfonso, pocos datos nos pueden poner de manifiesto la variación del
paisaje por alguna deforestación
importante en tiempos de las invasiones visigóticas y musulmana.
II Tras la conquista
de Alfonso XI
Desgraciadamente,
no se encuentra el libro del primer repartimiento que se llevó a cabo tras la
conquista del Castillo de Locubín y de Alcalá la Real. Solamente ,
por fuentes indirectas y posteriores, todas las tierras de regadío y los cortijos
situados en zonas alejados de las partes más montañosas debieron recaer como
donación por los servicios prestados de los conquistadores que se asentaron en
ambos pueblos ( Alcalá y Castillo). Por estas fuentes indirectas, muchas
huertas de los distintos arroyos y río San Juan se transmiten a familias
hidalgas alcalaínas y castilleras, mientras los montes quedaron reservados como dehesas, pastos, zonas boscosas y tierras comunales. Y se observa que la zona
alcaláina que era frontera directa con el reino de Granada se convirtió en
tierra nadie que dará lugar a futuros repartimientos como bienes de propios
para una mayor gobernación del ayuntamiento alcalaíno. Claro testimonio se
ejemplifica con algunas capellanías y fundaciones religiosas posteriores, que recaían sus fondos para los sufragios y
aniversarios de misas sobre el
rendimiento del censo de terrenos castilleros, sobre todo huertas. Por ejemplo Cristóbal de Frías y doña Gracia
de Pineda, fundaron en la
Iglesia Mayor una memoria
de misas, además de la cera y ofrendas, cargadas con una huerta del
Castillo, linderas con huertas de Juan de Galán y pagaba l su hijo Martín de
Frías y su guardador Luis de Gormar[2].
III. Con los Reyes Católicos
Hay constancia de que tras toma
de la ciudad de Granada, los Reyes Católicos llevaron a cabo varias mercedes a
los que le acompañaron a culminar la conquista del reino de Granada. Lo mismo
que en el periodo anterior, la hay de repartimiento de tierras a vecinos
castilleros. Pero, los terrenos que ocuparon preferentemente tuvieron lugar en torno a la frontera con el
reino de Granada, por los parajes comprendidos entre el partido de Moclín y
Alcalá, tierras de los Moralejos, Almoguer y Quejigar, que por la distancia
posterior fueron vendidos a los monjes de la Cartuja a partir del tercer decenio del siglo
XVI[3].
Desde este tiempo, existía la costumbre de permitir la ocupación
ilegal de tierras colindantes con las heredades en las cabezadas y hondonadas,
y los propios reyes Católicos concedieron las tierras que antes de la toma de
Alhama se habían usurpado con título y confirmación.
IV En tiempos de Carlos I
Desgraciadamente, las fuentes documentales no aportan
tampoco muchos datos de repartimientos,
roturaciones y recudimientos en la zona castillera, sobre todo teniendo en
cuenta que se llevó un importante reparto de 10.000 fanegas de tierras en tiempos del corregidor Francisco de
Alarcón en todo el término municipal de Alcalá la Real. Habiendo
desaparecido hace siglos el Libro del Repartimiento que se escribió a finales
de los años treinta del siglo XVI y solamente quedaron testimonio de los Libros
de Veredas y de Visita de Términos, conservados en el AMAR. Tan sólo, por estas
fuentes indirectas pueden reconstruirse algunas zonas de repartimiento,
estructura de las suertes y parcelas y modo del reparto por la zona de los
arroyos del Palancares, Mures y Salograr, sin embargo solo hemos encontrado una
referencia de estos repartimientos en el Castillo de Locubín. Y, desde el
límite de término de Alcaudete hasta el arroyo el Carrizal, se llevó a cabo un
repartimiento y roturación de tierras que se inició desde la peñuela de la Savia , pasó por el lindero
con el término de Granada, Íllora y,
Montefrío, camino de Priego y montes de Camello. Por la provisión Real del Consejo de Castilla, la ubicación de
estas tierras estaba situada en los
montes baldíos, las personas agraciadas con el reparto podían ser de Alcalá y
Castillo de Locubín, pero no extranjeras ni ajenas a estos términos, las
condiciones del reparto eran muy favorables ( en propiedad y por tiempo
inmemorial, libres de de censos y tributos) tan solo que tras la recolección
quedaban para el pasto común, pero no podían adehesarse. Algunos historiadores
consideran que se formaron unas 25 cuadrillas, que recibían el nombre de uno de
los setenta vecinos que componían el sitio de las tierras de suertes del
repartimiento. Por tierras del Castillo, actuó la cuadrilla de Pedro Sánchez de
Víboras. Las suerte de tierras repartidas variaban de seis fanegas y media
aproximada para las peonías ( las hay de 4, 5 y 6) y de 13 para los caballeros,
que componían la élite local de las familias hidalgas, regidores, oficiales de
cabildo y amigos. Según la calidad y la localización de la tierra ante lo
escarpado de los montes colindantes, se ocupaba
en suertes. Las parcelas y
trances erran desiguales y dependían de una anchura de una a dos cuerdas, y la
largura se la concedía el repartidor hasta la cabezada del monte. Se otorgaba
la propiedad de la parcela de acuerdo a turno de en la inscripción del solicitante
por el libro del repartidor que le concedía las fanegas sin una cantidad
concreta. Pronto, las personas más influyentes y poderosas de la élite local
consiguieron una concentración de tierras al adquirir las parcelas de menor
extensión adjudicadas a los grupos menos
privilegiados y formaron un gran latifundio en torno a su primera heredad. Es
el caso de Juan de Aranda, regidor y alcaide de Alcalá, que compró nada menos
que una cuadrilla entera de peonías y una caballería a su suegro Pedro Serrano a lo
vecinos del Castillo de Locubín en la zona del Nido del Águila y Majada Vieja
por un precio de a dos y cuatro ducados las peonías. Este regidor se gastó en
desmontar las tierras que ocupó de sus alrededores 800 ducados en trabajos de
desmonte y salarios de sus arrendadores y jornaleros y llegó a ocupar nada
menos que 550 fanegas de tierra que le rentaban 400 ducados anuales.
Por investigar y a través de algunos procesos de rescate de
tierras en zonas montañosas, se constata también que el emperador realizó
varias mercedes y donaciones por estos lugares. También en la Chancillería de
Granada, se abrió un pleito contra Lucas Montijano, que se había adentrado en
las tierras de la dehesa de la Camorra. Y el más importante, el pleito contra
el regidor Francisco de Aranda que se había apropiado de sesenta fanegas por
las tierras del Zainar y la dehesa de Fuente Tétar y fue condenado en 1549 a devolverlas [4]. Estas
tierras eran las cabeceras y las rinconeras de las tierras repartidas en
reinados anteriores, que las élites locales ocupaban para su beneficio
particular, y fueron denunciadas en muchas ocasiones; muchas de ellas, tras el
proceso levantado por la Corona, cayeron en manos de los usurpadores tras su
venta en la década de 1590.
V. Los Austrias
Durante el periodo
de la dinastía de los Austrias y la introducción del arbitrismo como política
financiera, merece un capítulo aparte la roturación de las tierras, con las que
la ciudad se comprometía a pagar diversos arbitrios, donativos y cargas que le
imponía la Corona. La
mayoría de las veces venía motivada por motivos ajenos a la ciudad para hacer
frente a la participación de los gastos nacionales en guerras, bodas reales y
otros compromisos de la Corona.
EL JUEZ LÓPEZ
DE OBREGÓN
A finales del
reinado de Felipe II, se vendieron las tierras de baldíos ocupadas ilegalmente
por los anteriores beneficiarios de los
repartimientos y la élite local para hacer frente a la extenuada hacienda
nacional. Vassber ha cifrado 107 ventas de
tierras del Castillo de Locubín en la década de los noventa del siglo XVI y con
una recaudación de 1,787.938 maravedíes frente a las 84 ventas del resto del territorio
abacial y una cantidad un poco superior de 2.640.183 maravedíes[5].
En su tiempo se culmina el asunto de la roturación de tierras, cuando en el año
1589, el fiscal del Reino, Baltasar de
Ledesma interpuso varios pleitos de denuncias de roturación e invasión de
tierras realengas en Alcalá la
Real y el Castillo, en sitios como: Cerro del
Acebuchar, Salinas, Arroyo del Palomar y arroyo los Porteruelos. En 1587, el asunto afectó en Alcalá a algunos miembros del cabildo, que habían ocupado
algunas tierras de la Torre
de la Gallina. El juez comisionado Alonso López de Obregón trató de arreglar todos los desafueros de
tierras roturadas en abrevaderos, cañadas y dehesas otorgando en el 1590 gran
cantidad de tierras a los que había que añadir la entrada en tierras realengas por parte de los vecinos y en las tierras arrendadas de la
ciudad. La composición de tierras afectó
no sólo a los vecinos sino también al
propio municipio por los abusos
cometidos en el repartimiento de 10.000 fanegas en el año 1530, realizado por
Carlos V a los vecinos de la ciudad
y la concesión de un cortijo a
los propio de la ciudad en el Allozarejo, que se había extralimitado en la
cantidad de tierras. Fue un año de negociaciones para
componer lo usurpado, pagar las tierras entradas y revisar mojoneras, en el que los comisarios
del cabildo emplearon muchas horas junto con el juez de tierras enviado por la
corona. Este fue intransigente con los abrevaderos, descansaderos o fuentes,
mientras con las tierras usurpadas en los cabezales se llegó a un concierto en
su compraventa. Debieron levantarse algunos vecinos, pues se hcieron varias reuniones a concejo
abierto, en la que intervinieron varios caballeros de la ciudad afectados, pues
la revisión no se llevó tan sólo de las tierras repartidas en 1526 sino a las
tierras roturadas en 1542, por lo que muchos terrenos linderos con las
riberas de los arroyos se vieron obligados a rectificarse ([6]).Se
reclamaron nada menos que mil fanegas en
propiedad y quinientas en propiedad y poder. Las disfrutaban sin título ni
fundamento, personas relacionadas con los miembros del Cabildo como Francisco
de Benavides, Pedro de Pineda o Diego de Cabrera los herederos del jurado
Sancho de la Guardia ,
el conde de Alcaudete, cargos liberales o personas de la vida comercial como el
licenciado Bonmar o el cerero
Alonso García. El dicho López de Obregón
trató de que las tomaran en propiedad legítima sus usurpadores sin detrimento
del ganado, que consideraba que tenía suficiente pastos comunales y concejiles.[7] Sírvanos de ejemplo entre otros muchos, el
desconcierto que había en la separación de tierras comunales y usurpadas, que
un propietario como Iñigo de Guevara, vecino de Granada y capitán de
infantería, caballería y gente de guerras de Almería, había usurpado y roto
nada menos que doscientas setenta y una fanegas de tierra en los Coscojares en
el periodo comprendido sobre el año 1542 hasta el 1589- en el cerro del
Acebuchar, linderas con las de Juan de Benavides y el arroyo del Salado,
tierras del dicho cerro y los caminos que iban a las Salinas del Castillo
y el otro al Navalperal con sus casas de
retama y otra tierra en las Salinas del Castillo y el camino que iba a Martos por las Salinas
y en el arroyo del Palomar junto a la dicha Villa en la Alameda , linde con el
dicho arroyo con el camino que va al
Castillo a la Cogolla
y tierras de la capellanía de Diego Monte y en la torre de la Cogolla y en el cerro de
los Porteruelos, linde con el camino de los atajos. Otro sector influyente,
como el eclesiástico, estaba representado por
los licenciados López de
Montijano y Francisco de Góngora en la zona de Acequia y las Juntas, que
aprovechó su condición, para iniciar una serie de pleitos que al final fueron
resueltos por la Corona. Pero, los terrenos roturados no quedaban reservados a
estos lugares, sino que se extendía a Encina Hermosa, Majadillas, Fuente el
Gato, Romeral, y monte de Mures, lugares que solían compartir la labor de
secano con la de pasto de ganado. Este asunto se complicaba aún más, porque se
roturaban los campos cercanos a los
cortijos de propios y por lo que llamaban deudos y amigos de los regidores y
miembros del cabildo, que preferían con sus dilaciones que no se arreglara el
asunto ([8]).
MIL FANEGAS DE TIERRAS PARA EL
GABÁN Y LA PLAZA DE LA MOTA
En 1592, la ciudad de la Mota acudió a la Corte
para solicitar el rompimiento de mil fanegas de tierras de monte con el fin de
restaurar las torres y murallas caídas de la plaza y del Gabán. Según se decía para seguridad de la dicha ciudad y su
comarca por ser fuerza de tanta importancia a mi servicio del Rey.[9]Se
concedió dicha solicitud en los sitios de Mures, Cañada Honda y Hoyos de
Acequia, entre otros con la duración de seis años y en arrendamiento y con la
premisa de que habían de ser devueltas al estado en el que se encontraban.
Otra concesión de
tierras se hizo para las obras de embellecimiento de la plaza alcalaína, con la
compra de varios rincones, que se sufragó con el arrendamiento de tierras de
Llano de los Muchachos, Hondonera, arroyo Salado, Chaparralejo, Castillo de Locubín.
Fuente el Gato, Majallanas, Cañada Honda, y NavaleperaLl[10]
LOS AUSTRIAS MENORES
Con los descendientes de Felipe
II, se acrecentó la roturación de las tierras, con cuyo arbitrio se comprometía la ciudad de Alcalá la Real
los servicios, imposiciones, donativos y cargos que le imponía la Corona. La
mayoría de ellos venían motivados para hacer frente a la participación de los
gastos nacionales en guerras y fastos
reales. Podemos distinguir varias fases:
1.- A
principios de siglo XVII, estas medidas se llevaron a cabo para afrontar los
gastos de la peste de 1600 y el endeudamiento del ayuntamiento ocasionado por
las guerras anteriores. Afectaron a las laderas de los montes, y afectaron a
mil fanegas, una parte en concreto
recayó en la zona del Hituero y Encina
Hermosa del Castillo de Locubín; pero años más tarde se acercaron a los ríos
ocupando algunas suertes el casillero Navaltrillo.
2.-Con
la intensificación de las Guerras en tierras de Flandes y Cataluña, el pago de
las alcabalas y la venta del Castillo de
Locubín al marqués de los Trujillos hubo que afrontar grandes imposiciones que
se cubrieron con nuevas roturaciones que
afectaron a muchas zonas del municipio alcalaíno y, en concreto a los montes cercanos del Castillo de
Locubín. Lo que antes habían sido majadas, abrevaderos y aguaderos de ganados.
En los últimos afectó a la Sierra de San Pedro y arroyo de las Parras. Alcanzaron la cantidad de nueve mil fanegas
roturadas., mantuvo cómputo se considera
definitivo a la hora de cualquier renovación de roturas y arrendatarios hasta
el reinado de Carlos III
En 1617, se roturaron 4.000
fanegas para pagar las alcabalas que se incrementaron con otras mil fanegas para el pago de la moneda foreras, eran
las denominadas tierras viejas. Como las tierras se envejecían, hubo que afrontar en 1633 un nuevo donativo de
24.000 ducados a la Corona, y roturar,
en 1633, otras mil fanegas, conocidas como las del jurado sedero Orduña. Finalmente, en 1640, se ampliaron a otras 3.000
fanegas para hacer frente al donativo de Pantoja y se denominaron de tierras nuevas .Para
disfrutar estas tierras, se dividieron en una serie de suertes y juegos, que se
repartían entre los labradores, tendiendo a concedérsela a los habitantes
cercanos al sitio roturado y esto dio lugar al nacimiento de muchos núcleos
rurales o aldeas y el asentamiento de una nueva villa, la de Frailes.
Correspondían a terrenos cercanos a antiguos abrevaderos de ganados, dehesas, y
majadas, que permitieron el laboreo de los cereales y algunos olivos.
Las suertes de tierras castilleras se encontraban dentro de
los terrenos comunales1
concedidos para usufructo al ayuntamiento alcalaíno y algunas se repartieron
entre vecinos de ambos lugares: veintitrés en Magallartas de la Rábita , veinticuatro en la
dehesa de la Rábita ,
dos en la Fuente
de la Encina y
el Toril, siete en el barranco de las Grageras, cincuenta y dos en la Sierra de san Pedro, dos en
Cierzo de san Pedro, dos en Lomas Pardas, once en las Rozuelas, cinco en
Garbanzuelo, una en Majada de Márquez, una majada de Ibro, siete en Cerro
Montoso, diez en Majada de los Macheros, cuatro en Carrizalejos, diez en Cerro
Junquillo, ocho en Cuevezuela, tres en Linarejos, una en Junco Merino, trece en
el Retamalejo, tres en Barranco Blanco y Venta del Carrizal, doscientas veintiséis
en Encina Hermosa divididas en diversos juegos y 13 trances, una en el portillo
de Jaén, treinta en los Coscojares, seis en cerro Acebuchar, ocho en Filique y
Cañada del Muerto, tres Baldío de la
Presa , tres en el Llano de la Presa , cinco en la solana de
la Presa , tres
en Hituero, ocho en Camorra, tres en Coronillas, una en el cerro del Águila y
arroyo Begijar, cuarenta y seis en Rasillos, veintiuna en Nava del Peral, y
cinco Navaltrillo[11]. El sistema de arrendamiento de la tierra
mediante subasta afectaba a este tipo de tierras, pues dependía de las
concesiones reales y las prórrogas correspondientes.
VI. Los Borbones
Con el Despotismo Ilustrado, la
modernización de la agricultura se emprendió mediante el sistema más racional y
continuado de las roturaciones de los terrenos comunales y también de algunos
de propios, lo que supuso un importante cambio, que ya se había iniciado en los
reinados de los Austrias Menores. Pues, en primer lugar, la ganadería quedó
prácticamente marginada en detrimento de la agricultura y comenzaron los
colonos a mantener por más tiempo las tierras. Todo ello era fruto de una
política que trataba de incentivar el progreso agrícola mediante medidas
favorecedoras para los agricultores. Además se pasa del abandono temporal de
las suertes comentadas anteriormente a la incorporación de nuevas suertes
situadas en terrenos de pastos que afectaron a las dehesas del municipio, entre
ellas las de la Acamuña. En los años
1750-52, se llevó a cabo la elaboración del Catastro de la Ensenada , la declaración
de muchas personas y las respuestas al cuestionario nos permiten conocer el
estado del olivar en muchas ciudades y pueblos de la Sierra Sur. En este tiempo
se llevó una exhaustiva descripción de tierras roturadas como aparece en las
respuestas generales
VII. Carlos III
En el reinado de Carlos III, se hizo una nueva clarificación
muy importante de todos los terrenos comunales y de propios, al mismo tiempo
que, en 1771, se llevó a cabo un señalado repartimiento de tierras alcalaínas
que alcanzó a mas de las 10.379 fanegas, procedentes de otros anteriores,
mediante un sistema de coloniaje más estable que prácticamente pretendía el
asentamiento de los agricultores en sus núcleos de orígenes. Fue el momento de
un nuevo impulso de los cereales, al principio, y posteriormente, de plantación
de olivares en las zonas montañosas. Gran parte de los cabezales de los
terrenos baldíos fueron desmontados, incluso, en el reinado de Carlos IV, en
muchas poblaciones se hizo una roturación salvaje hasta el punto que cambió
completamente el tradicional paisaje de encinar y monte bajo y alto por otro
nuevo de tierras completamente de secano. Sin embargo, en modo alguno, se
consiguió justo reparto de la riqueza porque muchos campesinos arrendatarios
que podían hacer frente a los gastos de la renta y a los medios de tuvieran que
abandonar aquellas tierras que pasaron a las manos de los labradores,
propietarios y trabajarlas.
En Castillo de Locubín, vuelve a repetir el deseo independiente de siglos
anteriores. Pero en la comarca alcalaína, se respiraba una buena situación de la hacienda municipal, de
modo que, en 1767, se la eximió
del medio de celemín por fanega que pagaban por el préstamo de trigo del
Pósito y en la misma línea que otros
pueblos del país se repartieron tierras
de propios entre los vecinos de la ciudad y el campo, tendiendo a otorgarlos a
los más cercanos a su vecindad y entre los labradores, yunteros, pegujareros y
jornaleros, dejando reservados pocos terrenos para el resto de los oficios. Entre
los nuevos terrenos repartidos a partir de 1768, se encontraban las Noveruelas,
el Romeral, los Llanos, Fuente Álamo, Encina Hermosa de modo que va a dar lugar
al asentamiento definitivo de muchos labradores en las aldeas de Alcalá y
Castillo, progresando y aumentando de población, como las Ribera, Charilla,
Santa Ana, la Pedriza ,
Valdegranada, Hortichuela, y Fuente Álamo[12]
. Aunque las distintas disposiciones reales de los años siguientes pretendían
que se favoreciera a las clase más necesitadas y a la vez laboriosos. La
política real, emprendida por Campomanes fue reglamentada a partir de febrero
del dicho año, y nos muestra claramente el nuevo espíritu que animaba a los
nuevos dirigentes.
El reformismo ilustrado consideraba este
repartimiento dentro de las coordenadas de progreso, y se basaba en el
desarrollo de la riqueza, por encima de todo, frente a lo que significaba el retraso económico al estar las tierras improductivas. Todo el
aparato legislativo se regulaba en favor de las clases más desfavorecidas. Pero
siempre excluyendo a los morosos. Pero ese fue el intento de los decretos y el deseo de los
gobernantes. Pues muy lejos quedaron los
resultados. Para llevarlo a cabo, el
cabildo del ayuntamiento con el asesoramiento de los diputados y síndico del
común, convocaron a los doce electores de cada una de las parroquias que se
encargan de nombrar tres peritos de tasar, evaluar, censualizar y medir las más
de mil fanegas de tierra, a las que se aplicaron las nuevas políticas agrarias.
Eran personas de reconocido prestigio social y de conocimiento agrícola en la
agrimensura, labradores o regidores.
Muchas parcelas de ellas provenían de
antiguas roturaciones anteriores que mantenían arrendatarios y colonos año tras
año, que serían los primeros que causaron los primeros trastornos. Dividieron
los terrenos en los veinte partidos a los que se les asignarían tierras y
nuevos propietarios. Para ello, se valieron de los párrocos de cada uno de los
sitios y de los alcaldes de ordinarios como en Frailes y el Castillo de Locubín.
Tasaron el valor de cada fanega de tierra y los trances y parcelas más
adecuadas. Realizaron una perfecta delimitación entre los terrenos, parcelas y
trances en cada uno de los cuadernos de acuerdo con la valoración antecedente,
antiguo propietario y dejaron en limpio los nuevos. Los distintos
repartimientos correspondían a los señalados en el cuadro adjunto[13] en
el que recogemos a los vecinos del
Castillo:
CUADRO DE REPRTIMIENTTOS Y COLONOS 1768.
Encina Hermosa
|
Cuaderno de nueve hojas:
registros de nuevos colonos desde 1216 hasta 1564, incluyendo Navalperal, y
Navastrillo . Se asignó en su totalidad a vecinos del Castillo y de
|
RESTO SON LOS CUADERNO DE
ALCALÁ ANOTADOS EN PIE DE PÁGINA
|
Entre el período de composición de las parcelas y el repartimiento de las
tierras, surgieron dudas que debieron aclararse, siguiendo el patrón de algunos
pueblos de la Vega
Granada y de la campiña cordobesa. Entre estas, se dispuso la
preferencia en la adjudicación de los vecinos contribuyentes antes que
cualquier forastero y a los carentes de tierra frente a los propietarios, junto
con la prohibición del derecho del
tanteo y el subarriendo para evitar la
especulación. Todos los vecinos se
inscribieron a lo largo del mes de septiembre y octubre de este año en las
casas capitulares de Alcalá la
Real con el fin de que posteriormente pudieran ser agraciados
con las distintas suertes de tierra. No hubo muchas alegaciones durante la
exposición pública, pero hubo ciertos problemas
en la zona de Encina Hermosa. Por fin tuvieron lugar el acto del repartimiento
desde el día trece de octubre hasta el día veintinueve del mismo mes, que
consistió en el sorteo prefijado por la Corona mediante un sistema de dos cántaras, en
las que respectivamente se introdujeron las distintas suertes y los nombres de
los solicitantes, atendiendo en los distintos sorteos a las clases de
jornaleros sin tierra con una o dos yuntas, labradores, y otras clases.
Realizado el sorteo, se comprobó que el
proceso ocasionó ciertas deficiencias que iban en contra de lo pretendido por
la política agraria. Su retardo en la adjudicación impidió el cultivo de los
terrenos, que se encontraba en los momentos de la sementera; también hubo desajustes en zonas en los que los
solicitantes excedían a las suertes ofertadas como en Frailes, que hubo que
ampliar con nuevas suertes; además, la ausencia de muchos vecinos que no
acudieron al momento del sorteo, provocó
que las tierras fueran de nuevo sorteadas, Como era natural, surgieron
desavenencias con los ganaderos de las
zonas montuosas que provocaban conflictos entre los que intentaban mantener sus
pastos y los nuevos agricultores. Se obviaron los terrenos de monte y tierra
por cultivar prolongando la extensión de las suertes de tierras en la zona de
Encina Hermosa.
La clase de jornaleros y braceros renunció en
su inmensa mayoría por no pagar los barbechos anteriores o falta de medios para
costearlos. La segunda, tercera y demás clases, lo mismo por no interesarles el
lugar, por distancia o por no representarles ganancia en el fruto que tendrían
en ellas. Para evitar la caída de los fondos de los propios y la subida de la
subasta por nuevos rematadores colindantes, se les destinó a los labradores
industriosos sin que se impugnara por
los de anterior clase, con el fin de llegar a la culminación del repartimiento,
porque creían los miembros de la
Junta que ellos podían contribuir a los fondos, el pago de
los préstamos del pósito y el mantenimiento de la tierra que hasta ahora los
labradores y pegujareros venían
trabajando. También se prorrogaron las tierras anteriormente barbechadas por un
año.
Tuvo un prejuicio muy importante que el
repartimiento se llevó a cabo por clases acomodadas que consideraban a los
jornaleros y braceros, negligentes, descuidados y desobedientes, hasta tal
punto que juzgaban que las buenas intenciones del monarca no se acomodaban a
Alcalá la Real ,
por las razones antedichas y las dificultades que entrañaría recoger de los
anteriormente citados la renta y el trigo para la sementera. Incluso, los munícipes se alegraron de
que fueran pocos los que recogieron las
suertes, porque, en dicho caso, la ciudad hubiera caído en la mayor quiebra. Al
no componerse la ciudad de hacendados pocos poderosos que se aprovecharan del
remate ventajoso de tierras y luego las subarrendaran, se inclinaron por los labradores y pegujareros y el informe
de la Junta de
Propios fue claro. No obstante los vecinos de la primera clase y el resto de
las clases pudieron acrecentar la suerte inicial de sus tierras concedidas, ya
que la mayoría de ellos pudo elegir
nuevas parcelas de tierra, acomodadas a su interés. Aun más, por providencia
del propio corregidor se atendió a un grupo de personas que sin recursos vivían
en los campos, delegando en los caballeros capitulares, diputados síndicos,
personero y peritos las gestiones para llevarlo a cabo[14]:
Incluso con estos pasos, el fin, que
pretendía la orden real, no se cumplió, ya que la renuncia de muchas suertes
obligó en el mes de noviembre a la Junta de Propios a un nuevo
sorteo en el que pudieron acudir todos aquellos hacendados y laboriosos
labradores, que fueran capaces de trabajar más tierra a pesar de que se le
hubieran concedido una suerte de tierra, con lo que se beneficiaron otros
labradores distintos de los de la primera clases a donde iba dirigida la
política agraria.
Años más tarde, se advierten las
consecuencias de que aquel repartimiento tuvo grandes deficiencias: Jornaleros
y labradores con yuntas, que no recibieron suerte alguna por los informes de
los pedáneos de cada partido o por el agotamiento de las suertes; beneficiarios de otras clases , como los
propietarios, que se aprovecharon de las ausencias de los campesinos para
otorgarse las suertes en los sorteos siguientes o en la simple caja sin ningún
sorteo;, renuncia de los campesinos a las suertes por estar retiradas de sus
casas o no poder trabajarlas ya que no le eran productivas por su pequeña
cantidad y falta de ingresos en la hacienda municipal al no concederse las
suertes[15] .
Mientras en el partido de Charilla quedaron
algunas zonas reservadas a los ganaderos de cerda en la Hoya Redrada por no
haber nadie que quisiera vivir en dichos
parajes y proteger el monte de los leñadores y desaprensivos que destruían
aquellos parajes.( Estaba compuesta de dos partes de tierra, una de monte,
que se apreciaba en unos nueve reales al año y la otra de labor a veinte reales)
, en Frailes y el Castillo, surgieron muchos conatos de violación de tierras concejiles limítrofes,
así como las protestas por los amaños e intereses de personas ajenas a la
política agraria. Hubo casos significantes como el regidor y alférez mayor don
Fausto Fernández de Moya que intentaba cambiar
las nuevas suertes de Fuente
Tétar por las antiguas suertes del Palancares, por el simple hecho de limitar
con sus tierras y cortijos particulares. Eran muestras de la influencia de los
cargos municipales en la vida económica por encima de cualquier medida
superior, amparándose el prestigio de su hidalguía.
Tanto Frailes como el Castillo de
Locubín tenían muchas esperanzas en el
repartimiento de tierras. La primera con una población de cerca de doscientos
vecinos (171) y la segunda con más de ochocientos, consideraba que el reparto
de tierras aliviaría la situación de su población, dedicada a esta única fuente
de riqueza que era la agricultura, además había sido desalojada de otras zonas
como la sierra de San Pedro. A pesar de que las medidas contribuyeron en el
nacimiento de un gran número de minifundistas de estas dos poblaciones, esto no
impedía que algunas medidas fueran adversas al espíritu de aquellas iniciativas
agrarias. Además, esto supuso que surgieran nuevos cultivos, sobre todo, el
olivar en estas zonas y a ello se amparaban los nuevos propietarios que
obviaban la ley para cometer los atropellos y en el mantenimiento del ganado en
las zonas montuosas. El resultado del parcelario, que hemos reflejado en el
cuadro adjunto, en 1770 ascendió a 9.771 fanegas, repartidas en 1657 suertes y
concentradas entre los colonos, que aportaban
a las arcas municipales unos ingresos de 62.713 reales.
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TRAS CARLOS III
Los
primeros intentos de desamortización, que, en algunos casos como en Alcalá la Real , Castillo y Frailes,
afectaba a una cuarta parte de la tierra, tuvieron lugar con Godoy, e incidió
en las tierras de las capellanías de particulares y de las hermandades
religiosas, en las que el olivar solía estar más extendido. Más tarde, las
tierras del clero regular también se vieron afectadas con la desamortización de
Mendizábal en el año 1834, incidiendo en cortijos como el de Vadillo que tenía
un molino y una gran producción de aceite. De este periodo nació otro
importante grupo de pequeños propietarios que lograron conseguir estas pequeñas
propiedades, mientras las grandes extensiones y cortijos cayeron en las manos
de los ricos hacendados, en este caso, los hidalgos alcalaínos. Un caso típico
es el Castillo de Locubín, que recogió Álvarez de Morales en su obra comentada:
“De las tierras que formaron el patrimonio
de los eclesiásticos y de la propia Iglesia, sólo pasaron a manos de los
castilleros las de menos extensión y poco precio- por tanto las de calidades
inferiores-, que se conocieron con el nombre genérico de Capellanías: Las de
más superficie y mayor valor quedaron fuera de su alcance y posibilidades
económicas, y fueron adquiridas en su mayor parte por forasteros. Tal fue el
caso del Cortijo del Hospital, el de la Nava del Peral, el de la Fávila (sic),el
de la Cerca, el del Estacar, el de Anica Ruiz, el de la Fuente Teta y Santa
Olaya, que fueron a manos de alcalaínos; y los bienes de Convento de
Capuchinos, que acabaron en gente de Cabra y Loja. Luego aquellos, en su mayor
parte fraccionados, han acabado por ser castilleros”.
En una
segunda fase, comprendida entre 1837 y 1855, se llevó a cabo un gran crecimiento
de la extensión del olivar, favorecido por las desamortizaciones de estos años,
aunque en la subcomarca mencionada, el cereal era muy significativo y el viñedo
sufrió una fuerte caída debido a la filoxera. En la tercera fase, se produce un
estancamiento en la extensión del olivar, sobre todo, de los pueblos de la
subcomarca norteña de la
Sierra Sur , debido a la crisis agrícola y ganadera, aunque
en la subcomarca de Alcalá la
Real comienzan a surgir nuevas plantaciones y una
extraordinaria industria molinera acercándose a los núcleos rurales.
Alcalá deja de ser capital del corregimiento y a ello, se
une la independencia de dos importantes núcleos: Castillo de Locubín y Frailes
por los años treinta del presente siglo. Cuando Madoz describe en 1850 la
riqueza de muchos pueblos de España, refiere estas tierras: En las faldas de
la Acamuña
están cubiertas de arbolado, entre los que se ven olivos, viñas y algunas
encinas....a la falda de la
Acamuña hay una elevación que se denomina las canteras. Pues
de allí se sacan las piedras de molino.....hasta llegar a las sierras de la Martina y Rompezapatos, a
la que con más propiedad llaman Hijuela de la Martina.. ..están peladas
en sus cimas, pero a las pocas varas ya hay vegetal, y se ven plantíos de
olivo, viñas y monte alto y bajo y se siembra toda clase de cereales siendo de
muy buena calidad, lo que se llaman semillas, como garbanzos, lentejas, yeros
etc. .... en todos los términos del Castillo y Alcalá, fue un bosque de monte
espeso, que apenas se podía penetrar, llegando los árboles a esta misma
población, pero en el día sólo se encuentran árboles de esta clase diseminados
en el campo, habiéndose desmontado casi todo para el mejor aprovechamiento de las
tierras y de la leña para combustible y carboneo . En los términos del Castillo
y Alcaudete hay grandes pagos de olivar formando una tierra que atraviesa el
partido de Este al Noroeste y excelentes pagos de huertas en las márgenes de
los ríos... el Frailes da impulso a varios molinos harineros...el del Castillo
se separa la mayor parte de sus aguas, que dirigidas por un caz o cauce, sirven
para regar toda la orilla derecha del río y dar impulso a un molino harinero de
5 piedras, otro de aceite y un batán, entra luego después de mover un molino de
3 piedras en el término de Alcaudete....las producciones se obtienen con exceso
los productos agrícolas y de ahí que se exporta trigo, cebada y demás cereales,
legumbres y aceite, se importa parte las carnes, que se consumen, pescados,
naranjas, batatas y demás frutos exóticos.. En Castillo de Locubín, el olivar se extendía
por la mayoría de sus extensiones, salvo por el oeste y las faldas de la sierra
Ahillos, en el paraje de Encina Hermosa, y en los valles dedicados a los
productos hortofrutícolas, incluso alguna buenas fincas ofrecían una aspecto
vairopinto, como la casería del Vadillo, antigua memoria de los dominicos para
sostener una cátedra de latinidad, que ahora era servía para dotación de
profesores de instrucción pública y llegaba a poseer una casería compuesta de
olivares, molino de aceite y casa de campo.. Era una consecuencia lógica de las
medidas desamortizadoras, que, en Alcalá, Frailes y Castillo, se habían
iniciado anteriormente, pues las tierras de Propios y comunales quedaron en su
mayor parte en poder de los pequeños propietarios mediante un sistema de censo
perpetuo, impidiendo en muchos casos la llegada de postores forasteros. También,
en Castillo, conviene hacer una
aclaración, pues los cambios de la estructura de la propiedad en el siglo XIX
fueron acompañados a las nuevas condiciones del mercado provincial y nacional.
Pues, coincidimos con las palabras de Masur: “La agricultura castillera ha
estado orientada al mercado desde hace tiempo. Los habitantes ha n cultivado
huertas y olivos para el beneficio de otros o han ofrecido su labor a cambio de
jornales. Hasta hace poco tiempo mucha tierra ha sido de propietarios
forasteros. Al menos durante 100 años han buscado los cultivos más lucrativos, dadas
las condiciones locales, por ejemplo, en el siglo XVIII moreras para los
gusanos de seda; en el siglo XIX, más olivos y en el XX, cerezos”. A finales del siglo XIX, como decía Juan
Carlos Maroto y Eugenio Cejudo, La trilogía cereal, olivar, viña, característica
del mundo mediterráneo, pasó a ser binomio cereal-olivar a finales el siglo XIX
y este binomio ha sufrido un fuerte cambio interno para convertirse en
olivar-cereal a finales del siglo XX, y muy presumiblemente tenderá a un mayor
monocultivo olivarero en el siglo XXI”. Medio siglo después, en 1956, las descripciones
geográficas muestran ya una nueva panorámica del paisaje de la comarca.
Castillo de Locubín, además de sus huertas, la principal fuente de riqueza era
el olivar que ocupaba 4.679 Has. Con una producción superior a los cinco
millones de Kg de aceituna, sobrepasando los 10 millones en los años de alto
rendimiento, y un rendimiento del 21 % de aceite y 34 de aceite de orujo.
Existían nada menos que 14 fábricas de aceite, dos en régimen de cooperativa y
una de orujo. Al olivar de esta zona no le han afectado las medidas del Plan de
Estabilización Nacional del 1969 que pretendía una mayor racionalización
capitalista de explotaciones (concentración de dimensiones y reforma de grandes
fincas), sino que, desde 1972 hasta 1979 tan sólo se han llevado algunas líneas
de actuación basadas en la prestación de auxilios técnicos y económicos a las
explotaciones.
[1]
MARTÏN ROSALES, Francisco. Estudio
histórico del olivar de los pueblos de la Sierra Sur. Toro de Caña, nª 6.
Jaén. Diputación. Año 2001.
[2]
APSMA. Libro de memorias.
[3]
LIBRO DE, FUNDAÇIÓN Y PROSECUÇIÓN DE LA CARTUXA
DE GRANADA. EDICIÓN Y ESTUDIOS de Francisco Miguel Torres Martín.
[4]
CASTILLO FERNÁNDEZ, JAVIER. Repartimientos y usurpaciones de baldíos en Alcalá la Real (1525-1552). Cuadernos
del Amar. n o 1. Alcalá la Real.
1993.
[5]
VASSBERG, D. La venta de tierras baldías. El
comunitarismo agrario y la
Corona de Castilla durante el siglo XVI: BIJ. nº 116. 1983.
Pp.9-43.
[6]
AMR. Acta de Cabildo abierto del 23 de agosto de 1589.
[7]AMAR. Caja 49.Pieza 2. Real
Provisión de Sam Lorenzo del Escorial 18 de junio de 1588.
[8]
AMAR. Acta del 14 de marzo de 1592.
[9]AMAR. Provisión Real del 20 de
noviembre de 1588.
[10]
AMAR. Acta del cabildo del 26 de noviembre de 1593.
[11] 1 Las restante
suerte fueron los Llanos con
116 suertes a una media de cinco o siete reales por fanega, el Torbiscal con
treces suertes a la misma cantidad la fanega, el Robledo con nueve colonos,
Fuente el Gato, con nueve colonos, Guadalcotón con tres, Majadilla con seis,
Cerro de Martín Cano con tres, dehesa de Charilla con cuatro, Cañada del
Infierno con dos, la Torre de Charilla con cuatro, Charilla con trece,
Amoladeras y Zaralejos con tres, Mirador de Charilla con diez, Alberquilla con
cinco, Portillo de Alcalá y Maleza con siete, Celada con sesenta, Arroyo de
Loberones con una, Peña el Fraile con diez, Hoya Redrada con dos, Cepero con
diecisiete, Loma Pelada y Loberuelas con dos, Cuesta del Fraile con ocho,
Romeral con veintitrés, Solana de Frailes con trece, Hoyos de Frailes, con
dieciséis, Carboneras de Frailes con seis, Almoguel con once, Hoyuelo alto de
Frailes con cinco, Soto Redondo con cincuenta siete. Todas estas sumaban la cantidad
de dos mil novecientas cuarenta y ocho fanegas y once celemines, que importaban
una cantidad de veintidós mil quinientos once reales y nueve maravedís. Además,
siguiendo el término desde Frailes a Granada: cuatro en Bohórquez, cuatro en
los ejidos de Verdugo, veintiocho en el Chaparralejo, diecisiete en
Alcaiceruela, diez en Llanos de Mazuelos, treinta y siete en el Llano de los
Muchachos, diecisiete en el Espinar de la Peña del Yeso, ochenta y siete en la Hondonera , diecisiete en
la Cañada el
Carril, cincuenta y cuatro en la
Dehesa de los Caballos, ocho en el Navazo, dos en
Portichuelo, tres en Yerbatunal, cuatro en Caleruela, treinta y ocho en
Chaparral de Nubes, treinta y dos en Majalcorón, treinta y cinco en Cañada del
Membrillo, once en la Cañada
del Dornillo, veinte en Cañada Honda, veintiocho en Fuente Álamo y Retamal,
[13] Charilla comprendiendo el
Robledo, Fuente el Gato, Guadalcotón , Majadillas, cerro Martín Cano, la dehesa
de Charilla, cañada del Infierno, la
Torre , Gamonales, Amoladeras, Jaralejos, Mirador, Alberquilla,
portillo de Alcalá, Celada, Peña el Fraile y Hoya Redrada, se repartió entre
colonos de Charilla y Alcalá. Tenía las parcelas 198-318. Frailes, comprendiendo el Cerro, Loma Pelada,
Loberuelas, Cuesta de Frailes, Hoyos, Carboneras, Almoguer, Hoyuelos, Retamales
Zarzalejos, Soto redondo, Solana del Endrino, Majada de Romero, Ejidos de
Verdugo, se reparten entre vecinos de
Frailes salvo el Romeral con vecinos de Alcalá (parcelas de 320-422) Chaparralejo,
comprendía también Alcaiceruela y Llano de los Mazuelos con las parcelas de la
423-547, repartidas entre vecinos de Alcalá, Mures, Ribera y Santa Ana.
Palancares con el Espinar de la
Peña el Yeso y Cañada el Carril para vecinos de Alcalá
593-609 y 693-710; Camello con 547-553 Algunos vecinos de Acequia; Cantera
Blanca comprendiendo Yerbatunal, Caleruela y Chaparral de Nubes de 774-884
algunos vecinos de Cantera Blanca, en su mayoría colonos alcalaínos. Hondonera
comprendía la Dehesa entre las Torres, de
la 610-692 eran colonos alcalaínos comprendiendo Portichuelo y Navazo. Los
Llanos con las parcelas 765 hasta 774,
eran colonos alcalaínos. Comprendiendo Cañadas de san Marcos, Canteras Viejas,
Portillo Cerrado, Boca de Charilla. Dehesa de los Caballos, Cañada del Membrillo, Majalcorón, Cañada
del Dornillo, La Rábita, Cuaderno 18: Fuente Álamo, Cuaderno 19: La Rábita, Cuaderno
20: Sierra San Pedro comprendiendo las
parcelas desde 774-838 se repartieron vecinos de Alcalá. Las parcelas 916-952
entre vecinos de Alcalá. Las parcelas 885-915 Las parcelas 953-963 comprendiendo
desde la dehesa hasta los Reamales: 1017
hasta 1212 sin especificar
vecinos, aunque algunos corresponden a la zona,
Fuente Álamo y Cañada Honda es de 961 hasta 1067.
[14] Aludían que hay algunos vecinos pobres, y viudas con dilatada familia que su
infelicidad los tiene y a muchos padres y abuelos en desiertos albergues que
han fabricado con licencia de la
Muy Noble. Ciudad en tierra de sus propios y que de estos, y , que de
estos despojarlos y no tener otro amparo, se echarían a la limosna y se
perderían, parece conforme a equidad que por ahora se les mantenga y, más
cuando se les reparten las Reales
Contribuciones según su esfera, lo que se perdería y recaería en otras y que las
suertes de los referidos son de corta monta, que mantienen por el albergue
criar algunas aves y estar prontos a el jornal, para el cultivo del partido(
labran el corto terreno que tienen) cuando lo logran que no es frecuente, y
prontos para el sorteo de milicias, quintas y dar, el que tiene, bestias para
bagajes y a todo el que lo manda con ciega obediencia
[15] Estas son algunas
conclusiones de la junta de Propios de abril de 1769: 1. a causa de las
repetidas renuncias y cambios hechos por los mismos vecinos que ha originado
mucha confusión en los cuadernos de los primeros sorteos, correspondientes a
los jornaleros de primera, segunda y demás clases del casco, campo y Castillo
Locubín.2. habiéndose inspeccionado citados borradores y los formados para las
piezas de tierra por varias personas se han denunciado por sobrantes de las
mismas suertes se ha hecho con su conocimiento , al tiempo de corregirse con
citados cuadernos de sorteo en que se acreditó estar conforme con las partidas
de fanegas y productos, unas con otras, como el de haberse colocado en cada una
de las dichas partidas a los colonos que últimamente han recaído
haciéndoles cargo de sus productos y que sin esta operación estaba la
obra muy confusa.3. Se ponga un cuaderno de denuncias de los muchos sobrantes
denunciados y que algunos están sin medir y proceder a los que no han llegado a
las ocho fanegas
4. También se llevó a cabo el
amojonamiento de todas las calles de campo y señalando las partes reservadas de
los ganados con la anchura que se indica
en el libro de veredas, anotando las fincas que han incorporado los
particulares y deben dejar como sobrantes de las veredas.
5. Se hagan listas de los
sobrantes lo más pronto posible.
Como puedo tener acceso al listado de colonos?
ResponderEliminarEn el repartimiento de Carlos I, se hizo antes de 1527 y pronto comenzaron las vendas de posesiones de monte, de seis y fanegas y media, en concreto hay documentos entre Hernando de Aranda y compra de dos parcelas compradas en El Dornillo a Alonso de Dueñas, una de Francisco Hernández, zapatero, mas bien a la viuda por 1.500 maravedíes, en 27 de agosto de 1527; ota a Matín López de Frejinal del mismo orden en la cañada del Dornillo, tamién se produjeron trueques y cambios para acrecentar terrenos de los antiguos caballeros com Fernando de Aranda, regidor, vecino del Castillo de Locubín,que cambió por otra junto al Acantarilla con de Bartolomé Sácnez, linderas con ss tierras Catalina Jiménez la Partera, la de Bartolomé García de Alcaudete y la de Hwrnán García, en mismo año.
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