Este cuadro, un óleo sobre lienzo, de Francisco de Goya y Lucientes recoge el momento de la llegada de Aníbal a Italia y contempla desde la cima de los Alpes su territorio acompañado de un genio alado . Pertenece a una colección particular y fue realizado en 17o1 con el fin de participar en un concurso de la Academia de Parma. Se la considdera la obara más temprana del pintor aragonés y se encuentra en la Quinta de Selgas , Pito, Cudelleiro, Asturias.
Hay dos modelos previos también de lienzo , uno en una colección particular y otro adquirido por el Museo de Zaragoza . Corresponde a la etapa italiana del pintor aragonés, primero en Roma y de allí concursó en Parma siendo derrotado por el pinto italiano Borroni. No agradó al jurado el tratamiento del tema ni su color influenciado por la escuela napolitana( los rojos y los blancos). La influencia del mito es evidente sustituyendo el realismo de los bocetos de escudos y estandarte y enemigos decapitados por la Victoria montada en el carro dentro de un paisaje veneciano.- Y la sustitución de una a figura del dios de la guerra frente al realismo del enemigo decapitado, las tropas cartaginesas aumentan en recursos frente a ll
s bocetos. La luz sobre el dorso de la figura mítica se proyecta sobre los personajes centrales de la escena que cierran la escena con la trasversalidad del blanco estandarte en medio de un centro circular formado por las cuatro figuras de personajes y caballos.
A
Aníbal, hijo
de Hamílcar, era cartaginés. Si es verdad, lo que nadie duda, que el pueblo
romano ha derrotado a todos los pueblos,
no se puede negar que Aníbal ha aventajado a los demás generales en sabiduría,
tanto cuanto el pueblo romano aventajaba a todas las demás naciones en poderío.
Pues, cuantas veces Aníbal peleó contra los romanos en Italia, siempre salió
vencedor. Y, si no le hubiesen cortado los vuelos por la envidia de sus paisanos, parece que
hubiera podido vencer a los romanos. Pero
la mala voluntad de muchos derrotó el
valor de uno solo. Pues este mantuvo el
odio eterno contra los romanos como si lo hubiera recibido por herencia, de tal manera que antes perdería la vida que jamás dejaría de luchar contra el pueblo romano, aún habiendo sido expulsado de su patria y estando
falto de recursos extranjeros.
II
Pues, para
omitir a Filipo, al que, en su ausencia,
convirtió en enemigo de los romanos, Antíoco fue el rey más poderoso de
todos en aquellos tiempos. Tuvo tanta influencia en que éste ansiara tanto
combatir contra Italia que intentó hacer las la guerra hasta desde el mar Rojo.
Como unos legados romanos se hubiesen presentado ante Antíoco, para conocer sus
intenciones y procurasen, con planes clandestinos, poner a Aníbal en
sospecha con el rey, esforzándose a
que, como ellos le habían sobornado,
era ya era de otro parecer, y como hubiesen logrado su intento los embajadores
romanos; y hubiese notado Aníbal que el
rey no comunicaba con él secretas
determinaciones, entró a hablar con el rey aprovechándose de la ocasión que se le ofrecía, y , habiéndole recordado
muchas cosas acerca de su fidelidad y odio contra los romanos, añadió a todo lo que había dicho al rey ,
también y dijo :
“Mi padre Hamílcar, siendo yo niño como
nacido no mas de 9 años, marchando como jefe a España desde Cartago hizo
un sacrificio a Júpiter Optimo Máximo. Mientras se hacía este acto de culto divino, me preguntó si quería
marchar con él a campaña. Habiéndolo
oído con agrado y habiendo empezado a pedirle si dudaba llevarme, entonces el
dijo: Lo haré, si me juras lo que te pido. Al mismo tiempo que me condujo al altar, junto al cual había dispuesto
hacer el sacrificio y me mandó reteniéndome una vez apartados los demás, hacer el juramento de que nunca yo había de
tener amistad con los romanos. Yo he mantenido
este juramento dado a mi padre hasta esta edad de modo que nadie debe dudar que yo, en adelante no siga
con el mismo odio. Por esto, si
has pensado tener alguna amistad con respecto a los romanaos, habrás obrado prudentemente en no comunicarme
tus planes; mas si determinas hacerle la guerra, te engañarás a ti mismo si no
me dieras el mando de ella.
III
Por eso, con
esta edad, con la que dijimos antes, Aníbal
marchó con su padre a España. Tras la muerte de su padre, una vez entrado a mandar el ejército
Asdrúbal, se puso al frente de toda la caballería. Tras la muerte de Asdrúbal,
el ejército puso el mando supremo en sus manos. Esta noticia, una vez comunicada a Cartago, se confirmó por la autoridad del pueblo. De
esta manera, Aníbal hecho general sin tener 25 años, en los tres años siguientes a la
elección sometió a todos los pueblos de España con la guerra, conquistó por la fuerza Sagunto, ciudad
federada, y equipó tres grandes ejércitos.
Uno de
estos lo envió a África, otro con su hermano Asdrúbal dejó
en España, el tercero le llevó consigo a Italia. Pasó por los montes Pirineos. Por
donde quiera que marchó, combatió contra todos sus habitantes: no dejó a nadie atrás salvo
que quedara derrotado. Después que llegó a los Alpes, que separan Italia de la Galia , que nadie nunca los
había pasado excepto Hércules el Griego (por este hecho este se llama hoy día
monte Griego), pasó a cuchillo a los
alpinos que intentaban cortarle el paso; abrió los terrenos, construyó caminos,
hizo que un elefante cargado pudiera ir, por donde antes apenas una persona sin
armas podía trepar. Condujo las tropas por estos parajes y llegó a Italia.
IV
Antes había entrado
en combate Publio Cornelio Escipión junto al Ródano y lo había derrotado. Con
este mismo, en Clastidio combatió en las proximidades del río Po, y lo
hizo salir de allí herido y teniendo que
huir. Por tercera vez, el mismo Escipión con su compañero Tiberio Longo se enfrentó con Aníbal junto a
Trebia. Aníbal entabló combate contra estos dos; y a
uno y otro derrotó. Desde allí, pasó el Apenino a través de los ligures dirigiéndose
a Etruria. En este camino se vio
afectado por una grave enfermedad ocular hasta tal punto que nunca después le
sirvió el ojo derecho. Como quiera que le molestase entonces este mal de ojos y fuese llevado en
una litera, metió en una emboscada al
cónsul Cayo Flaminio junto con su
ejercito cerca de Trasimeno y lo mató; y
no mucho después al propretor Cayo Centeno
que ocupaba el paso con una elegida tropa. Después de esto, llegó a Apulia. Allí vinieron dos excónsules a su
encuentro, Cayo Terencio y Lucio Emilio. Puso en fuga a los ejércitos de uno y
otro en un sólo combate, mató al cónsul Paulo y, además, a algunos excónsules, entre estos Cneo Servilio
Gemino, que había sido cónsul el año anterior.
V
Terminada esta batalla, marchó a Roma sin haber quien le hiciera resistencia. Se detuvo en los
montes cercanos a la ciudad. Como durante algunos días hubiera tenido allí el
campamento y regresara a Capua, el
dictador romano Quinto Fabio Máximo se
enfrentó a él en el campo de Falerno. Aníbal
se vio encerrado por los desfiladeros, y
libro de este peligro, de noche sin recibir daño alguno; y engañó
a Fabio, y eso que era un
astutísimo jefe. Pues, avanzada la
noche, incendió unos sarmientos atados en los cuernos de los novillos e introdujo una gran multitud de este
ganado esparcida sin orden. Ante la
presencia de este espectáculo repentino,
se metió un terror tan grande al
ejército romano que nadie se atrevió a salir. Tras este hecho, puso en fuga,
durante muchos días, a Marco Minucio
Rufo, jefe de caballería y dictador con igual mando que Fabio, que había sido llevado al combate por engaño.
A Tiberio Sempronio Graco, dos veces cónsul, habiéndole hecho caer en una emboscada lo mató en Lucania sin estar
presente el propio Aníbal. Mató a Marco Claudio Marcelo, cinco veces
cónsul, de igual modo junto a Venusia.
Largo es enumerar todos los combates. Por esto,
una sola cosa bastaría que sea dicha,
de la que se pueda entender
cuánto el fue: mientras que el estuvo en
Italia, nadie le resistió en la línea de
combate, nadie le puso campamento en campo abierto después de la batalla de Cannas.
VI
Sin ser
derrotado, desde aquí fue o vuelto a llamar para defender a la patria. Llevó a
cabo la guerra contra el Publio Escipión hijo de aquel Escipión, al que el
mismo Aníbal había puesto en fuga,
primero junto al Ródano, luego junto al río Po; y en tercer lugar junto a
Trebia. Con éste, exhaustos ya los
recursos de su patria, deseó ajustar la paz en aquellas circunstancias,
para combatir después con mayor vigor. Concurrió al tratar el ajuste de la
paz y no llegó a un acuerdo sobre las
condiciones. Tras este hecho, pocos días después, junto a Zama, peleón contra el mismo Escipión. Echado de allí- lo
que es increíble de decir- durante dos días y dos noches llegó a Adrumeto, que
está alejada a 300.000 pasos de Zama. Durante esta huida, los númidas, que se habían escapado huyendo del combate junto con Aníbal,
le armaron una emboscada; de estos
no sólo escapó, sino también los derrotó. Recogió los fugitivos que
habían quedado en Hadrimeto; y con
nuevas levas, junto a muchos, unos pocos días después.
VII
Como Aníbal
se hubiese ocupado en prepararse con mayor conato y diligencia para la guerra,
los cartagineses hicieron la paz con los
romanos. Aníbal, no obstante, se mantuvo en el mando y llevo a cabo la guerra en África-y lo mismo
hizo su hermano Magón - hasta el
consulado de Publio Sulpicio y Cayo Aurelio. Pues., siendo estos los cónsules, unos legados cartagineses vinieron a Roma para
darlas gracias al Senado y al pueblo romano, porque habían hecho la paz con
estos y , por este motivo, a regalarle una corona de oro y, al mismo tiempo, pedirles que los rehenes se quedasen en Fregela y se les
devolviesen los cautivos de guerra.
Se les
respondió de orden del senado que agradecían y aceptaban su regalo que los rehenes estarían en el lugar que pedían
que no darían libertad a los prisioneros, porque mantenían a Aníbal, por cuya
causa se había emprendido la guerra como el mayor enemigo para el nombre romano, todavía con mando y a
su vez su hermano Magón. Oída esta respuesta, los cartagineses llamaron a
Aníbal y Magón a Cartago. Cuando regresó a la ciudad, fue hecho rey, después que había sido pretor en el año 22.; pues,
como en Roma eran elegidos dos
cónsules cada año, así en Cartago
dos reyes. En ese cargo se comportó Aníbal con la misma diligencia que había
estado en la guerra. Pues hizo que no solo hubiera dinero, que debería ser
pagado a los romanos de acuerdo con el pacto, con los nuevos impuestos, sino
también que sobrara para reponerse en el
erario. Una año después, siendo cónsules Marco Claudio y Lucio Furio, vinieron unos embajadores desde
Roma a Cartago, Aníbal, pensando que
estos habían sido enviados para reclamar que se lo entregaran a Roma, antes de que se les diese audiencia del senado de los cartagineses; embarcó en una
nave a escondidas y huyó a Siria junto a Antíoco. Hecho público o esto, los
cartagineses enviaron dos naves, para alcanzarle,
por si podían conseguirlo, le confiscaron sus bienes, derribaron su casa desde
sus cimientes, y lo declararon un
desterrado.
VIII
Pero Aníbal,
tres años después de que había huido de
su país, bajo el consulado de Lucio Cornelio y Quinto Municio, arribó con 5
naves a África en los confines del país de los cireneos, por si pudiese inducir
a los cartagineses a la guerra apoyado
en la lealtad y con esperanza puesta en Antíoco, a quien había ya persuadido a que marchara con sus ejércitos contra Italia. Hizo venir a su hermano Magón hasta Cierne.
Cuando los cartagineses se enteraron de esto
castigaron a Magón en su ausencia con la misma pena de destierro que a
su hermano Aníbal. Como Aníbal y Magón, , con la esperanza perdida en este
plan, se hubiesen echado a la mar y
hubiesen entregado las velas a los vientos,
Aníbal llegó junto a Antíoco. Sobre la muerte de Magón, doble recuerdo quedó
mientras pasaba lo anterior. Dejaron
escrito, unos, que murió en un naufragio;
otros, que los siervos suyos lo mataron. Pero, si Antíoco hubiese querido
obedecer a los planes de Aníbal en hacer
la guerra tanto como había empezado a asumirla, hubiera luchado sobre lo más
importante del imperio más cerca del Tíber que del estrecho de las Termopilas. Aunque consideraba que este intentaba hacer muchas
cosas absurdamente, sin embargo no lo abandonó. Se puso al frente de unos
pocos, con las naves, que se había ordenado traer desde Siria a Asia, y con estas pocas combatió contra la armada de los rodios en el
mar de Panfilia. Como los suyos fuesen derrotados por una multitud de adversarios, él mismo salió vencedor en el ala por donde llevó a cabo la lucha.
IX
Puesto en
fuga Antíoco, Aníbal temiendo que lo
entregara, lo que sin duda hubiese
acontecido, si se le hubiese fiado de
Antíoco, vino a Creta cerca de los Gortinos, con el fin de considerar allí a
dónde se iría. Pero el varón más astuto de todos se dio cuenta de que se
encontraría en el peligro más grande, a no ser que ser que se hubiera previsto
alguna argucia, a causa de la
avaricia de los cretenses; pues llevaba consigo gran dinero consigo, sobre
el cual sabía que había corrido la voz.
Así pues tomó el siguiente plan. Llenó unas ánforas con plomo, y tapó las más grades de oro y plata. Las coloca en
el templo de Diana ante la presencia de
los principales, simulando que él confiaba sus fortunas a la lealtad de estos.
Tras ser engañados estos, llenó las estatuas de bronce, que llevaba
consigo, con todo su dinero y las arrojó en el patio de su casa.
Los gortinos las custodian con gran preocupación el templo no tanto de
los demás como de Aníbal, temiendo que este, sin darse cuenta ellos, se las
quitara y llevara consigo.
X
Así conservadas sus cosas, el cartaginés llegó
al rey Prusias junto al Ponto teniendo engañados a los cretenses. En cuyo
trato mantuvo el mismo espíritu hostil
con respecto a Italia y no hizo otra cosa que armar al rey y ejercitarlo contra
los romanos. Viendo que este era menos
poderoso por las de riquezas de su país, trataba de atraerse a los demás reyes y hacía aliados
con las naciones belicosas. Disentía
del rey de Prusia Eumenes, rey de Pérgamo. Este, muy amigo de los romanos, y llevaba la guerra entre Prusia y Pérgamo por
mar y también por tierra. Pero Eumenes era mucho más importante por tierra y
por mar gracias a la alianza con los
romanos. Por eso, Aníbal deseaba cada vez más derrotarlo. Si lo hubiese quitado
de en medio, pensaba que los demás planes les serían más fáciles para atraerse
a los otros reyezuelos. Para matarlo inició este plan. Había de darse dentro de
pocos días una batalla naval. Aníbal quedaba superado por la cantidad de naves
de los adversarios; por eso tenía que luchar con ardides de guerra al
encontrarse en desigualdad con respecto a las armas. Mandó que se recogiese un gran
número de serpientes vivas y se metieran en unas vasijas de arcilla. Como
hubiese conseguido una gran número, en
el mismo día, en el que tenía que lucharse en el combate naval, convocó a los soldados de la armada y les
ordenó que todos a la vez acometiesen
sólo a la del rey Eumenes, pues, por lo demás, tan sólo bastaba de defenderse del resto de
las naves; además, les ordenó que ellos
conseguirían esto con una gran cantidad de serpientes. Que el propio Aníbal haría que supieran en qué nave el rey era
transportado. Que, si lo capturasen matasen,
les prometió que premiaría darles muchos premios.
XI
Hecha tal
exhortación de los soldados, los dos sacaron cada uno su armada para dar la
batalla. Dispuesta la línea de combate de cada una de estas, antes de que se
diese la señal de lucha, para hacerles ver claramente a los suyos, en qué lugar estaba
Eumenes, envió un mensajero en una
barquilla con un caduceo o señal de paz. Cuando este llegó a las naves de los
adversarios y mostrando la carta, manifestó que el buscaba al rey, porque nadie
dudaba de que era algún escrito sobre la paz. El mensajero, una vez descubierta
la nave del rey, desde ella misma
regresó, y se retiró junto a los suyos. Pero Eumenes, abierta la carta, no encontró nada en ella, a no ser aquellas cosas que se
referían para reírse de él. Aunque se sentía extrañado del motivo de esta carta y no encontraba nada, sin embargo no dudó
entablar el combate. En el encuentro de estos, todos los bitinios todos, por el
mandato de Aníbal, atacaron la nave de
Eumenes. El rey no pudiendo sostener apenas el ataque, se salvó huyendo; no lo
hubiera conseguido, si no se hubiese retirado dentro de sus guarniciones, que
habían sido colocadas en el cercano litoral. Como las restantes naves de
Pérgamo oprimiesen a los adversarios con más acritud, de repente empezaron a
lanzar hacia ellas los vasos de arcilla de las que hicimos mención
anteriormente. Estas vasijas, que fueron
lanzadas a sus naves, al principio
concitaron a la risa de quienes luchaban, y no podían comprender porqué
hacían esto los enemigos. Pero después que vieron todas sus naves quedaron
repletas de serpientes, despavoridos por esta estratagema, porque no veían cómo quitárselas de encima más
pronto posible, volvieron las naves y se retiraron a sus campamentos náuticos.
Así, Aníbal con este plan, venció las armas de los de Pérgamo y no en
este momento solamente, sino otras muchas veces, hizo huir a los enemigos con igual sabiduría por tierra.
XII
Mientras esto
sucedía en Asia, aconteció casualmente
que los legados del rey Prusias cenaban en Roma junto al excónsul Tito Quintio
Flaminio y, una vez hecha mención sobre
Aníbal, uno de estos decía que este se encontraba en el reino de Prusias. Al día siguiente, Flaminio refirió esto al
senado. Los senadores, porque consideraban que nunca vivirían tranquilos estando vivo Aníbal, enviaron legados a Bitinia, entre estos a Flaminio
para pedir al rey para que no tuviese con él
al más grande enemigo de los
romanos y se lo entregara. El rey Prusias no se atrevió a decirles que no y se opuso a que le pidiesen que el hiciera esto, porque
estaba en contra del derecho de hospitalidad; ellos mismos, si pudiesen
cogerlo, que lo cogieran; que era fácilmente de encontrar, donde estaba. Pues
Aníbal se había metido en un lugar, es
decir, en un castillo, que el rey le
había permitido fortificar, y lo había
edificado de tal manera que en todas partes del edificio tenía puertas para salir, estando claro por su parte
que tenía cierto miedo de que vendría por
experiencia lo que aconteció. Como legados de los romanos hubieran llegado a
aquel lugar y hubieran rodeado su casa con una gran multitud, un paje, echando la
mirada a Aníbal desde la puerta, le dijo que se veían muchos más soldados armados que lo que era
costumbre. Este ordenó que acechase por todas las
puertas del edificio y le comunicara si del mismo modo estaban asediadas por todas partes. Como el paje rápidamente le
volviera a comunicar qué es lo que había
y le hubiese mostrado que todas las salidas habían sido tomadas, se dio cuenta
de que esto no se había hecho
fortuitamente, sino que le buscaban a
él y él mismo no debía retener durante más largo tiempo la
vida. Para no dejarla al arbitrio ajeno,
acordándose de las antiguas hazañas tomó el veneno, que siempre acostumbraba a
tener consigo.
XIII
Así, este guerrero
muy valiente, que había padecido muchos y variados trabajos, murió a
los 70 años. No se está de acuerdo en qué
consulado murió. Pues Ático dejó escrito en sus anales en el consulado de Marco
Claudio Marcelo y Quinto Fabio Labeón; pero Polibio, la fechó en tiempos de
Lucio Emilio Paulo y Cayo Bebio Tánfilo. Pero Sulpicio lo puso con Publio Cornelio Cetego y Marco Bebio Tánfilo.
Y este varón, tan grande y ocupado en tantas guerras, tuvo tiempo de
dedicarse algún tiempo a las letras.
Pues, tuvo algunos libros, escritos en lengua griega; entre estos “Contra los
Rodios”, que trata sobre las Hazañas de
Cneo Manlio Volsón en Asia. Muchos se acordaron de las gestas de la guerra de Aníbal. Pero de entre estos hubo dos,
que estuvieron con él en el campamento y vivieron al mismo tiempo, mientras que
la fortuna lo permitió, Sileno y Sosilo el Lacedemonio. Pero es el momento de terminar este libro y
explicar la vida de los emperadores de los romanos, porque, una vez cotejados los hechos de unos y otros,
se pueda juzgar a qué individuos deben ser puestos en primer lugar.
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