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lunes, 26 de agosto de 2024

El partido de campo de SANTA ANA

 

 

El partido de SANTA ANA

 












Vestigios de asentamientos anteriores a la conquista de Alcalá por Alfonso XI se encuentran en las tumbas algáricas  en la zona limítrofe con los Llanos cercanos al cementerio, los restos ibéricos en las faldas de Entretorres y la Pasailla, algunas villae romanas como la del cortijo Biedma, la misma Pasailla, la Fuente Rey, y sus huertas, y las cercanías del cortijo Utrilla y de la cañada Carril que posteriormente se convirtieron en alquerías musulmanas y cortijos medievales.

 



 

Son varios elementos los que contribuyen al partido de Santa Ana: la Fuente Somera, la Fuente Rey y la ermita de Santa Ana,

 

Fuente Rey:

 







La Fuente Rey parte de una población y concentración de cortijos superior a la de Santa Ana y Fuente Somera en el año 1587 para ir integrándose poco a poco en la aldea de Santa Ana. Su importancia radica en la riqueza de sus huertas en torno a los manantiales de la Fuente Somera, Gallardo, la Hostia y la Fuente Rey que forman una serie de terrenos aptos para el cereal, moral, las nogueras, las hortalizas y el viñedo. Una ermita, dedicada a la Coronada y el lavadero, obra de Martín de Bolívar,  serán los principales elementos de diseño urbano junto con un pequeño molino. Muchas de sus huertas aparecen ligadas a censos y arrendadas a hortelanos, afincados en los terrenos comunales al lo largo del siglo XVIII, que consiguen buenas hortalizas, morales y cereales. Debido a este tipo de propiedad, algunas quedaron en manos de eclesiásticos: la administrada por la Iglesia Mayor, que luego pasó al Hospital del Dulce Nombre de Jesús, la del Convento de la Trinidad, la de las monjas de la Encarnación , heredadas de la fundación de Alonso de Dueñas en 1543 con huerta y casa, y otras de la capellanía de el cura Cejalbo, y Antonio García o de las familias Pedro Serrano de Alférez, Los Leyba, los Cano, los pinedas, los Valenzuelas y los Sotomayor.

 

La Fuente Somera suele aparecer unida a la anterior y tiene pocos vecinos, uno y dos en el siglo XVII.

 

La ermita de Santa Ana aparece el siglo XV, según manifiestan las obras de su iglesia en sus años finales y  las donaciones de las mandas testamentarias como las de Fernando de Aranda. La ermita adquirió gran prestigio como santuario de la patrona de la ciudad hasta tal punto que era frecuente el peregrinaje  desde y hacia Alcalá a lo largo de los siglos XVI y XVII con motivo de calamidades y, de forma ordinaria para la procesión del Corpus.


Ello contribuye a que se levante una hermosa iglesia que mantenía el culto, el enterramiento y misas de hermanos así como las obras y ornamentos de la iglesia a través de una hermandad cuyos miembros son en su mayoría alcalaínos. Los abades, los hermanos y los devotos se esmeraron en acrecentar el patrimonio con ornamentos y objetos sagrados, retablos, pinturas, esculturas y renovaciones de la iglesia. En el año 1785, acabó esta procesión y romería por desavenencias entre los párrocos de Alcalá en las iglesias donde se celebraba la misa y la recepción de la imagen que era recibida por ambos cabildos, el civil y eclesiástico.

 




Las primeras noticias de datos de la población del Partido de Santa Ana nos los manifiesta el Padrón de 1587, que no tendría ningún vecino salvo el santero de la ermita de santa Ana, pues la mayoría se concentraba en las zonas fértiles de la Fuente Somera y la Fuente Rey  con dieciocho vecinos. Posteriores repartimientos de impuestos durante el siglo XVII nos muestran la población diseminada sin un número significativo de vecinos. a lo más que se acrecienta eran dos vecinos. Hay que tener en cuenta que la concentración urbana de vecinos trataba de evitarse por varias razones. En primer lugar, significaba un peligro para cualquier intento de venta de una nueva villa por parte de la Corona. Los propios vecinos, la mayoría en el casco alcalaíno, no pretendían perder sus privilegios de pastos comunes para sus ganaderías ni verse gravados por nuevas imposiciones al ser una villa nueva. La supremacía de la ganadería era evidente en estos años y no necesitaban sus pastores o propietarios sino pequeños chozones, cuevas o albergues de madera, retama o chamizo para proteger y guardar a los animales.

No es extraño que en los años 1637-1640, año de repartimiento de impuestos con motivo de la nueva moneda,  se encuentren la siguiente situación que vamos a describir. De los 122 vecinos que habitaban en los cortijos del campo, tan sólo citan uno en Santa Ana Pedro Caballero, aunque, repartidos por cortijos del partido de Santa Ana, probablemente hubieran ocho vecinos, y en la Fuente del Rey, cinco, entre los que destaca la viuda de Escobar, Cano el Ciego, Francisco Gutiérrez, el clérigo Gutiérrez y un tal Gallardo. En estos años comenzó a afectarle a la zona algunas medidas de roturación de los terrenos cercanos a los Llanos, extendiéndose algunas viñas, entre las que destaca la de don Pedro de Contreras Boar, que fundó una capellanía para  se dijera misa todos los años en las festividades y octavas de la Santísima Trinidad, Limpia Concepción, san Juan Bautista y santa Ana. Esta se pagaba con catorce aranzadas de viñas y un pedazo de tierra calma con la única casa de teja y lagar, que se encontraba por esta época, en el sitio de Santa Ana, lindero con realengo y los Llanos y una zona de viñas que eran propietarios  Juan de la Rosa e Isabel Reyes. Lo mismo aconteció con algunas tierras del Salobrar, donde adquirieron tierras Pedro Fernández de Aranda, o en el arroyo de la Fuente Rey, y la Pasaílla, donde poseían tierras Teresa Hernández María Garrida Peñalver. Muchas posesiones de este tiempo estaban en manos de los eclesiásticos, de ahí que, por ejemplo, la capellanía de los Peñalver:


se digan seis misas, las dos en la fiesta del nacimiento de Jesucristo, otras dos en la de la purificación y otras dos en las de Nuestra Señora de la Asunción cargadas sobre una guerta de tres fanegas con morales y nogueras en el valle de la Pasadilla, linde con guertas del Lcdo Alonso de Roxas, presbítero, y huerta de Juan del Castillo Burgos, presbítero y Francisco de Moya Cano. 

Es frecuente que a lo finales del siglo XVII y a lo largo del siglo  XVIII, se acreciente la devoción de santa Ana. Algunos se remontan al año 1579 como Cristóbal de las Valderas que fundó una capellanía para que dijeran los beneficiados de la Iglesia Mayor de la Mota  durante todos los años en la festividad de Santa Ana. Otras como Isabel Castillo, Clara de Aranda, familia de los Cano, ya son fundaciones del siglo XVII. Muy significativa es la familia de don Pedro de Pineda Mejía y doña Beatriz Cívico, que con la compra de una huerta de Pedro Cano Serrano en la Fuente del Rey, dedicaron desde el año 1643, una  misa rezada cada año  a san Joaquín y santa Ana en la iglesia Mayor. Por este tiempo tenemos noticias de que ya existía la cruz del Humilladero, en la capellanía de María de Montoro, mujer de Alonso Hernández Carrillo, se escribe en 23 de agosto de 1654:

 

se digan cuatro misas reçadas sobre la haça del moral que alinda con el humilladero de señora santa Ana y la huerta del ldo. Juan del Castillo burgos, presbítero, y con tierras de Francisco de Cáceres cano, rexidor, y con el camino que ba de la fuente  de él a Señora Santa Ana.    

 

       De ahí que en las medidas que se producen en los años de la peste del 1676-1682, su vecinos no son citados como los de Frailes para trasladarlos a Alcalá con el fin de evitar cualquier contagio. Formaban parte de los diseminados 122 vecinos diseminados del campo en el año 1637 y de los 250 cortijos y alquerías, procedentes de los descendientes de los conquistadores y de sus colonos y arrendadores a lo largo de toda la comarca alcalaína a finales del siglo XVII. Eran ,en concreto,  tres vecinos en el sitio de Nuestra Señora Santa Ana, Alonso de Toledo  y la viuda Ana de Martín con una casa de retama y Jusepe Hernández con otra de chamizo; propietarios, estaba Mariana de Alcalá que tenía dos casas en la calle del peso Viejo tenía 26 fanegas en tres hazas de Santa Ana y tres cuartas de viña en Monterrey.


 Sin embargo hay varios vecinos en la Fuente del Rey, entre ellos,  María Ramírez; la mayoría de los propietarios, labradores y pujareros vivían en Alcalá y compartían la labor con el arrendamiento de memorias y censos. Así Lorenzo Calvo, vecino de la calle Mesa, poseía una fanega de huerta en la Fuente del Rey, y cuatro de tierra calma en Valenzuela; lo mismo el vecino de la Calle los Caños Gabriel Muñoz tenía siete cuartas de tierra; Alvaro Gutiérrez, registraba una casa en la Puerta Martín Ruiz y media fanega en la Fuente del Rey; algunos como Juan de Alcalá poseía una extensiones más grandes: una casa de retama y 54 fanegas de labor en Vaochiquero veinte fanegas en Puertollano- por cierto cargadas para el reparo de la capilla del Santo Cristo del Convento de la  Santísima Trinidad, y seis fanegas en la Fuente Rey. Un caso típico de las familias nobles alcalaínas , era Ana de Cabrera, descendiente de familia de conquistadores poseía un cortijo de 100 fanegas en el Alamoso, dos aranzadas y media de viña en Monterrey, que labraba Francisco Cortés, tres fanegas en san Bartolomé, una huerta de media fanega en la Fuente Rey- estas dos últimas tenían que pagar un censo a la iglesia- y la casa en la calle los Caños. El caso de Baltasar Serrano de Pineda nos muestra la concentración de bienes de distintas familias en una misma persona, poseyendo ocho fanegas en el sitio de la Fuente del Rey y una cantidad de tierra que se elevaba a dos cortijos con 400 fanegas de tierra en Cerro Gordo y 300 en la Loma del Carril  y 300 fanegas en el Alamoso, además de pequeños peculios que rondaba entre una a 100 fanegas en los sitios adquiridos en anteriores repartimientos como la Rábita, la lancha, Fuente la Negra, Pasada Baena, Peña Horadada, carrera de san Bartolomé, huertas de Azacayas, Fuente de la Salud, Boca de Charilla, junto a Capuchinos, Tablero, Yerbatunal, vereda de Cabrera, un molino de Huéscar y dos casas en calle Veracruz y san Francisco. Otros nobles como doña Ana María Benavides y  don Gonzalo de Valenzuela tenían unas huertas y hazas en este mismo lugar.

 Tan sólo, el lavadero de la Fuente de Rey es un lugar significativo por su concentración humana en la higiene y fue cerrado para evitar la epidemia. Los niños y mujeres de este lugar también fueron trasladados a  casas del casco; tan sólo se les permitió a los labradores comerciar las hortalizas y los molinos a través del camino de los Llanos, que se iniciaba en la Cruz de los Moros de Alcalá y recorría como camino real toda aquella extensión hasta llegar a las Riberas y Fuente del Rey para el abastecimiento de harina en los molinos.

La roturación de tierras de los terrenos cercanos a la ermita y la transformación de alguna dehesa cercana en labor -Llano de Mazuelos, Nogueruelas y bordes de los Llanos-, así como los pagos de Entretorres durante el siglo XVII y XVIII y la Cañada de la Fuente Somera, de la Torre, Boca de Charilla, Nogueruelas, Chaparral de Viedma y Portichuelo,  dieron lugar al nacimiento de casas, albergues, cortijos y otros asentamientos aumentando la población a lo largo de los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III y IV.

En el año 1750, se mantienen como terrenos de regadío los conocidos de la Fuente Somera y Fuente Rey, que la mayoría de ellos estaban manos de propietarios alcalaínos arrendados a hortelanos y labradores pujareros, abasteciéndose de las fuentes mencionadas  a través de acequias y se consideraban de mayor estimación. Estas propiedades producían  frutales como morales, higueras, peros, duraznos, albaricoques, perales, granados, guindos , cerezos, ciruelos, nogueras, zamboos, membrillos, níspolos, manzanos, almendros y melocotones. En la Torre de los Llanos, había parras y viñedos; por su parte, en los Llanos algunos olivares comenzaban a plantarse por estos pagos de la comarca alcalaína. No obstante  en torno a la ermita existía una extensa alameda, lo mismo que en la Lancha.

 Solía sembrarse por fanega cinco cuartillas de habas, 9 celemines de trigo, un celemín de maíz, dos fanegas de linaza, una fanega y seis celemines de cañamones, 100 ristras de ajos, bajando las medidas por fanega en habas, ajos, y trigo en las de segunda calidad.

Los cortijos, que tenían tierras de secano, sembraban 3 celemines de habas, 9 de trigo, y 4 de garbanzos, bajando las de segunda calidad en 6 celemines de trigo y 1 de cebada. Los hortelanos recogían uvas de parras, melones , sandías, berenjenas, tomates, pimientos, pepinos, coles, cardos, nabos, zanahorias, papas, cebollas, rábanos y lechugas. La seda, aunque en pequeñas cantidades también se producía, lo mismo que la bellotas en los terrenos de la dehesas. Existía, por aquellos tiempos, un molino , que era propiedad de Francisco Alcaide, vecino de la Fuente Rey, que le producía 30 fanegas.


Su población alcanzaba la cifra de 31 vecinos junto con la Fuente Somera que daba lugar a unos 139 habitantes, repartidos en los cortijos de los hacendados alcalaínos, las casas de las huertas, las nuevas roturaciones y el nuevo núcleo que se formaba en torno a la ermita. La totalidad de la población se dedicaba a la agricultura y se repartía en 10 jornaleros, que no tenían más subsistencia que sus brazos para ellos y su familia, 5 labradores pujareros que labraban las tierras propias y arrendadas, 3 hortelanos que cobraban el jornal diario a razón de dos reales y 7 labradores jornaleros con yuntas que tenían una jornal, añadido con sus hijos y mozos, de seis reales. En total, de todos los vecinos 25 se dedicaban al campo, cuatro pobres de solemnidad,  algún que otro administraba sus propias tierras o arrendaba, y el capellán asistía la ermita de Santa Ana, el santero ayudaba a la iglesia Todos los restantes de complementaban con piaras de cerdos, cabras u ovejas, caballos y algunas yuntas de mulos y asnos. 

 

 Existía bastantes casas albergues, algún que otro lagar con su casa y muchas de retama. Importantes cortijos fueron el de la Cabeza el Carnero, con 250 fanegas  y el de la Mesa, con 330 fanegas que eran propios del cabildo alcalaíno y subastados al mejor postor. También existía otra pieza en Santa Ana, propiedad del Ayuntamiento de 40 fanegas.  Su fisonomía actual era fruto de los continuas reformas que llevaban a cabo en sus pajares, caballeriza, comedor, dormitorios cuadras de animales., También, las propiedades de la Obra Pía del Abad Moya, que administraba don Pedro de Biedma. Pero más importante eran las nuevas tierras concejiles que  fueron roturándose y dieron lugar al asentamiento de nuevos colonos  en la Cañada del Carril, con 2.335 fanegas y 6 celemines, las Nogueruelas y la Cuesta, con más de 1157 fanegas. La primera que fue mucho tiempo una dehesa de la ciudad, protegida de los ganados y repartida definitivamente a finales del siglo XVIII. Y otro lugar que se mantuvo de pasto común de ganados hasta finales del siglo XIX la zona de los Llanos, cuyos límites sobrepasaban a los actuales alcanzando hasta la Fuente Somera, el Comendador y llegaban hasta la Boca de Charilla. De todo este extenso territorio se repartieron unas 606 fanegas de tierra, que resultaban muy improductivas hasta tal punto que solían ser pronto abandonadas por los campesinos al no poder pagar las rentas al segundo o tercer año. En algunos repartos que se producían a manera de renta y censo anual por un espacio limitado de años solían repartirse lugares cercanos a la vereda del Salobral y de el arroyo de la Fuente del Rey, en torno a 76 celemines, cosa que provocaba bastante conflictos con los ganaderos que veían invadidos sus abrevaderos, descansaderos, y fuentes.

Por este tiempo, se nombraba por el Juez Eclesiástico de Rentas un sobresalientes del campo, generalmente, capellán o sacerdote que se encargaba de cobrar los diezmos del campo, a los  labradores y tenía una renta de 18 fanegas de trigo y 9 de cebada, a lo que había de añadir las limosnas de la ermita. Así lo manifestaba, el cura Antonio Cano en una declaración de bienes en 1771. El capellán vivía en la parroquia de  Santo Domingo y compartía los bienes declarados por el ejercicio del culto con otras fincas pequeñas heredadas de sus antepasados así como los distintos censos de misas.      

 


Una acontecimiento crucial tuvo lugar en el año 1784, el 3 de septiembre, año de intensas lluvias  en el primer trimestre del año y tormentas en agosto, y nevadas y hielos en el invierno, con motivo de la epidemia de fiebres tercianas que dio lugar a una serie de medidas en las que debieron tomar tanto las autoridades locales, provinciales y nacionales. Nos ilustra  de las situación de la población la mayoría de las actas de finales del año. Así,  se componía ya de 80 familias, que residían solo en la  llamada Cortijada de Santa Ana y correspondía a unas 360 personas. Fueron afectadas por la enfermedad 141 personas, más de un tercio de la población. Tan fuerte el impacto de ella que murieron siete personas en ocho días. Por las circunstancias en las que se encontraban demuestran los hechos que vivían en la mayor indigencia hasta tal punto que reflejan las notas

que no tenían alimento ni para una taza de caldo por su pobreza

Ante ello acudieron las autoridades, que enviaron los dos médicos titulares, el cirujano, el médico del Regimiento de Alcántara que se encontraba alojada en los cuarteles de Alcalá y el del Castillo de Locubín. Llevaron a cabo un exhaustivo informe y encomendaron la administración de los recursos que alcanzaron los 10.000 reales al capellán Antonio Cano Hinojosa para paliar la situación con el reparto de alimentos y ropa. Hubo que acudir al abad Mendoza y Gatica, al intendente y al mismo Conde Floridablanca para que se les informara de la situación y permitiera los pagos de aquellos gastos. Se descubrió que la causa de la epidemia había sido el estancamiento de las aguas en las zonas pantanosas de la Casería de Biedma, afectando sobre todo a los pequeños, recomendándose a las madres que dejaran sus hijos durante un tiempo al cuidado de amas sanas. La iglesia invocó a la providencia, como curiosidad no ayudó materialmente, ya que la Obra Pía del abad Moya, según el abad, se dedicaba enteramente a una casa de huérfanas y  a  becas de algunos estudiantes, y a las obras de restauración de sus propios cortijos.

 Sin embargo, al mismo tiempo, el propio corregidor dio de su propio peculio seis fanegas de tierra y seis carneros para alimento de los enfermos consumidos. A finales del mes ya se habían curado algunos, pero no obedecían las órdenes del médico que les impedía el consumo y contacto con frutales como las uvas y melones que colgaban de sus cámaras y, aunque tuvieron dificultades para el zanjeo de las aguas estancadas , al final las derivan hacia el Salobrar consiguiendo salvar la situación. A mediados de octubre, la epidemia se extinguió y se felicitaba al  cura capellán por su dedicación, el intendente de Jaén hacia lo mismo con los regidores alcalaínos y el propio conde Floridablanca  permitía todos los gastos y apoyaba con su agradecimiento las gestiones realizadas[1].   


La misma epidemia se propagó en el mes de agosto del año 1800, y por idénticos motivos,  cuando la población alcanzaba 96 vecinos y 417 almas, lo que nos demuestra una relación de un vecino por 4´3 almas. Se vieron afectados más de la mitad con unos 282 enfermos y la mortandad de 23. El método de hacer frente a la epidemia fue más expeditivo porque se aplicaron los dos mil reales de la bula de carne para el socorro de los enfermos, se puso un médico, se dieron quince comidas diarias y varios asistentes colaboraron con el capellán Antonio Cano y Bolívar que llegó a administrar  otros doce mil reales y recibió por su celo la prestamera de 800 ducados en Morente, reino de Córdoba. Fue mucho más fuerte ya que murieron 79 personas. De nuevo se reconoció el prado de Biedma como origen del foco de infección, que, según las acusaciones del cura Juan de Dios Sánchez del Peral, extendía la peste a todas las casas.

 

En el siglo XIX cuando Madoz elabora su Diccionario Geográfico y hace estadística de todos los pueblos, la aldea tiene ya 232 vecinos y con la proporción establecida anteriormente de 4.3 habitantes alcanzaría la suma de 997, que vivían distribuidos 181 en la propia aldeas en 131, 25  en cortijos( tres en la Fuente Rey) y 23( siete en la aldea) en casillas diseminadas. Tenía tres molinos harineros , el de la Fuente Rey, el de la Lancha y Veinte Novias y uno de aceite que se concluyó en el año 1844, lo que nos demuestra el desarrollo de la producción aceitera por estos pagos con la roturación de las tierras. Además existían dos ventas, la del camino de Granada o de Góngora , aunque esta estaba más cercana al núcleo alcalaíno. Tiene escuela de primaria con 18 niños, dotada con 100 ducados . Existía una plaza frente a la iglesia y dos fuentes la de la Iglesia y la del Comendador, abrevaderos del ganado, construidos en el siglo XVII y  el importante lavadero de la Fuente Rey, que databa del siglo XVI. Su extenso término ocupaba importantes cortijos como los mencionados anteriormente y cercanos al camino de Iznalloz Polinar, El Ciego, La cuesta y Media naranja, Piqueras, la Dehesa, de León y Salograr. Próximo al camino de Granada Merced, Melgar, Pernilla, Pernia, Peña el Yeso y, cerca el camino de Frailes, León , Noveruelas, Alhambra, Frailes , Durán  además de las Pinedas y Peñuelas.



[1] AMAR. Actas del año 1784. 3, 6,10 13, 24,31-IX y 2, 18, 23 y 27-X y 14-XII.

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