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viernes, 16 de agosto de 2024

CARACTERES Y EVOLUCIÓN DE LAS FIESTAS ALCALAÍNAS

 


CARACTERES Y EVOLUCIÓN DE LAS FIESTAS ALCALAÍNAS













 


En estos días se obligaba a la asistencia de misa y a la observancia del precepto de no trabajar, se cerraban todo tipo de comercio y trabajo artesanal y  las tabernas y mesones no se podían abrir hasta la salida de la misa de la Iglesia Mayor. Tan sólo se permitía que en algunos lugares se pudiera traficar el comercio, relacionado con los molinos por estar apartados de los núcleos de población.[1] En el año 1754, se recibió una prohibición real en la que se impedía trabajar los días de fiesta.

 Este calendario se completaba con las fiestas particulares de hermandades y cofradías, de aldeas y otros núcleos rurales. Por ejemplo, San Miguel en Charilla, santa Lucía en Frailes, san José en la Rábita, san Juan en las Riberas y la Cruz en Cantera Blanca.

Algunas vigilias son importantes como las de Navidad y Pascua de Resurrección, donde las velas nocturnas ocasionaban a veces algunos altercados que son prohibidos. 

A mediados del siglo XIX, tuvo lugar la reducción de fiestas establecidas por un concierto entre el ayuntamiento y el cabildo eclesiástico. Tan sólo, la festividad del Corpus, el de Santo Domingo de Silos, San Blas y la de Virgen de las Mercedes se salvarán del amplio repertorio.

 Con frecuencia hay una interrelación de la vida civil y eclesiástica de tal manera que en todos los cabildos- los ordinarios de los martes y viernes y todos los extraordinarios, otras veces viernes y lunes - decía misa el  capellán " por el sufragio de las almas benditas , por la felicidad de las armas católicas del rey nuestro señor que Dios guarde y el acierto de la ciudad en sus ayuntamientos y fuera de ellos".[2] Por eso es comprensible que el nombramiento, el pago de la capellanía y todo lo relacionado con la liturgia de ella se intensifiquen en estos siglos. Así se renueva continuamente los ornamentos de la cárcel y del oratorio y en el año 1730, se adquieren todos los ornamentos del cabildo ( cortinaje verde, varas y manillas, esteros de sala y antesala) y los objetos sagrados de la Capilla del Cabildo, que aparece recogida en las actas capitulares[3]. A partir de este siglos, son frecuentes los actos religiosos ligados con la patrona de Alcalá, la Virgen de las Mercedes, a la que le colocan una imagen en el propio oratorio de las Casas Capitulares y le rezan una salve con motivo de su fiesta.

El final del siglo XVII, con motivo de la Novísima Recopilación, el purismo introducido con la Ilustración y el rigoricismo de los nuevos abades, sobre todo, Mendoza y Gatica y Palomino López de Lerena, va a suponer un fuerte retroceso en el costumbrismo festivo y en la desaparición de importantes hermandades y cofradías que son las que configuraban en su mayor parte la parte festiva. En el año 1829, la situación nos la expone el cabildo del diez de marzo cuando dice:

 que se suspendan todas las cofradías que hay en esta ciudad sin Real aprobación, quedando sólo las dos sacramentales, las dos de Ánimas y la de Jesús Nazareno por la Real Cédula que la instituyó, y , creando a  veneficio de los Expósitos, una nueva bajo el título de los Desamparados, a las quales únicamente se les permita sin prestarles comunicados a los interventores con la multa de cien ducados o la que sea del real agrado a beneficio de los mismos.













Además, a esto hay que añadir un principio de siglo del siglo XIX bastante convulsivo y nefasto para los elementos festivos, religiosos y ulturales, en el que sobresalen la guerra contra los franceses, el nuevo espíritu de la Constitución del 1812, las calamidades, entre ellas, diversos años de sequía, peste y de terremotos, y los continuos movimientos políticos( guerras civiles y levantamientos militares) que no coadyuvan a favorecer ni implantar nuevos movimientos festivos. Una savia renovadora se introduce en la Iglesia local con el nacimiento de la Casa de Misericordia, que agrupará todos los bienes de las hermandades, fundaciones, bienes, censos y otros elementos de las manos muertas, provocando un gran decaimiento de la actividad festiva.

 Un factor muy importante, digno de comentar, es el nuevo desarrollo urbanístico que se desarrolla en la ciudad con el traslado de la vida social desde el recinto fortificado de la Mota hasta el nuevo emplazamiento del LLanillo. Esto obligó a que los nuevos edificios públicos y religiosos se adecentasen y se trazasen con una planificación racional y abierta, distinta a la anterior que era estrecha, zigzaguante y medieval, fruto de un período anterior, donde las manifiestaciones públicas no era su planteamiento previo de diseño. La nueva plaza de las Casas Consistoriales será un espacio abierto, donde se puedan desarrollar las ceremonias solemnes de las fiestas tradicionales, como el Corpus, o la extraordinarias de las proclamaciones de los reyes. Las iglesias y los conventos presentaron unos espacios amplios que les permita el trasiego de personas yla recepción de aglomeraciones. Claro ejemplo de ello, son las iglesias de la Angustias, de San Antón, o el Palacio Abacial. Fruto de una evolución y transformación hacia los nuevos tiempos, son los antiguos conventos que trataron de evitar y librarse de posibles impedimentos y mostrar unas portadas abiertas, donde se exhiban sus santos, como sucedió en el Convento del Rosario, Consolación, Trinitarias, San Juan, Dominicas, san Francisco y Capuchinos. El compás fue el nuevo término que desarrolló esta nueva visión urbana a la entrada de los conventos, sobre todo en los de Consolación y san Francisco,; la propia ciudad contribuyó con sus medidas de cesión de terrenos para que se estableciera este espacio abierto distinto a la antigua aglomeración y adosamiento de casas, tiendas y otros edificios en las inmediaciones de la  iglesia Mayor de la Mota.

Durante algún tiempo del siglo XVI, el centro neurálgico de la ciudad fue la calle Real y el Paseíllo de la Mora, el Llanillo y la Placeta de las Trinitarias, fueron los espacios abiertos donde se proclamaron y levantaron los tablados y de confluencia de vecinos en las manifestaciones religiosas.

Muy ligado con el fenómeno anterior, fue el nacimiento de nuevas ermitas, iglesias, parroquias y ayudas de parroquias, que tienen lugar en el propio casco (La Iglesia de San Juan, dependiente y parroquia de Santa María la Mayor; la de la Veracruz, de la de Santo Domingo de Silos). Tambiés fue el caso de la parroquia de Frailes, o de las aldeas, Charilla, Las Riberas, San José de la Rábitas, Mures, Valdegranada, la Pedriza y Ermita Nueva. Al frente de ellas a llevaron a cabo una actividad festiva centrada en un capellán encargado, que, al mismo tiempo, desarrolló algunos elementos festivos, e, incluso, culturales, como le caso de la Ribera, donde ejerció de maestro. Esta nueva situación fue fruto del gran crecimiento que se inicia en las zonas rurales , influido por el movimiento de las roturaciones de tierras y las posteriores desamortizaciones, que favorecieron el asentamiento y la dispersión de la población rural.

 


El siglo XIX significó un auge de los elementos festivos centrados en los actos organizados con motivo de acontecimientos políticos relacionados con la proclamación de las Constituciones, el Estatuto Real y las Cortes  frente a la decadencia de los festejos, que versaban sobre efemérides religiosas. Estos, poco a poco, quedaron reducidos a la fiesta del Corpus y a las rogativas, mientras no se escatimaron recursos para organizar festejos que celebran los acontecimientos referidos. Además, se impregnaron de nuevos elementos que renovaron  e introdujeron  nuevas características a la fiesta popular. Jugó un papel importante la música, el baile y la participación popular del pueblo a traves de las antiguas máscaras, la formación de las comparsas gremiales y el mantenimiento de los toros.


A esto hay que añadir que la desaparición paulatina de los distintos conventos de la ciudad dio lugar a la progresiva ausencia de un clero que mantenía muchas fiestas particulares, patronales o conventuales que tuvieron lugar los siglos anteriores. En concreto, se inició este movimiento el año 1821, cuando ya sólo quedaron dos conventos el de los Capuchinos y el de los Dominicos [4]. Los frailes estaban muy integrados en la formación religiosa , ya que impartían primordialmente funciones de confesar, predicar, auxiliar y mayor culto.

La abolición de muchas capellanías y el establecimiento del impuesto del repartimiento del clero dio  lugar a muchas dificultades económicas, obligando a solicitar ampliaciones de subvenciones para poder asumir los gastos como el monumento de la Semana Santa a soclicitud de los curas párrocos en el diecinueve de febrero de 1842. El control fue exhaustivo en estos momentos que se ven obligados a entregar el movimiento de cuentas a todas las parroquias, instituciones y cofradías a la Alcaldía en el año 1843. 

 



[1] AMAR. Libro de Ordenanzas de 1760 y Capitulaciones Sinodales del abad Pedro de Moya.

[2] AMAR. Cabildos de suertes del 30 de diciembre de 1718.

[3] AMAR. Cabildos de abril de 1730 y doce de a septiembre de 1729. Es interesante resumir las piezas inventariadas del oratorio y de la capilla: cruz de plata, Evangelio de san Juan de plata, cáliz de plata , una patena, dos bujías de plata, un atril de plata,  platilla de vinajeras,  vinajeras, una campanilla, todas ellas con la llave y las armas de esta ciudad, además de las mazas de martillo para los maceros y dos tarjetas de plata con sus cadenas para los porteros con las armas y llave de la ciudad, un misal nuevo dorado por las orillas, el pendón real que la ciudad saca en las funciones con las Armas Reales a una parte y en otra parte las de la ciudad de castillos y leones con  flueque de seda y rojo carmesí, tres sobremesas de damasco,  una badana para bufete de los escribanos, dos ropas de porteros de damasco y vueltas de terciopelo carmesí y galoneado de oro fino, dos gorras para dichos porteros, dos bufetes de nogal, una casulla de nobleza encarnada, con sus corporales, manípulos forrado en tafetán caarmesí y bordado en plata, un amito, dos albas de lienzo,  de encajes y mangas, dos cíngulos de Colonia encarnada, otro amito, otra alba, dos purificadores, manteles y cornualtares, en la cárcel un ara de piedra de alabastro, dos nuevos manteles, dos candelabros, una cruz de plata, un frontal, un cáliz de plata, una patena, un paño de cáliz, y una patena.

[4] AMAR. Acta del cabildo del diecisiete de mayo de 1821.

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