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miércoles, 7 de agosto de 2024

ALCALÁ LA REAL EN 1787. EL ATALANTE ESPAÑOL.

 

 


Hasta que, un siglo después, en 1787, Bernardo Espinalt, en su Atlante Español la describe y la ilustra, no se han encontrado  nuevas descripciones de visitantes  extranjeros. La visión de su grabado nos muestra una Alcalá, donde se ha abandonado la fortaleza como sitio de población y se ha convertido en un residuo eclesial bien fortificado.

La nueva ciudad se ha extendido por completo entre los dos cerros, el de la Mota y los Llanos, donde se ha formado un centro rectangular, atravesado por el Llanillo, en el que corvergen perpendicular y paralelamente una serie de calles importantes, entre las que destacan Veracruz, Real, Llana, y Rosario, entre otras.

El recinto fortificado muestra una decadencia significativa, no apreciándose la continuidad ni la habitabilidad en el barrio de santo Domingo, que sólo mantiene en pie su iglesia y el lienzo meridional de la muralla, mientras gran parte de la zona oriental ha desaparecido.

Tampoco se conserva el barrio de san Bartolomé ni el del Rastro, y el de san Francisco prácticamente sólo refleja el monasterio. La ermita de san Blas, adosada a la muralla es otro de los barrios decadentes de la ciudad, que, por cierto, había sufrido un gran deterioro a principios del siglo XVII con el derrumbamiento de la puerta de Martín Ruiz, gran parte de la muralla que lindaba con la ermita de san Blas, e, incluso, el Gabán, que, ahuecado por distintas cuevas, se había derrumbado. Una amplia avenida desde la ermita de la Magdalena desemboca por la puerta de los Álamos.


La antigua ciudad, de trazado musulmán, ha dado lugar a una ciudad nueva, donde los espacios abiertos del Paseo Nuevo y la Plaza del Ayuntamiento le imprimen una modernidad racionalista que se había ido plasmando paulatinamente a lo largo de estos dos siglos. Este entramado urbano  permitió la ubicación de nuevos edificios, civiles y religiosos, que se abrían a compases y plazoletas.

Muestra de esta evolución es la concentración de los principales edificios públicos en la zona comprendida entre la calle Rosario y el Llanillo: la Plaza Mayor, el Ayuntamiento, las Casas de la Pescadería y Carnicería o de Enfrente, el Hospital del Dulce Nombre de Jesús, el Pósito y el Matadero. Algunos edificios religiosos adquieren una gran importancia  en los lugares, establecidos anteriormente en el siglo XVI y distribuidos  a una distancia adecuada por la ciudad: la ermita de San Juan y los conventos de San Francisco, de Consolación, de Santo Domingo  y de la Trinidad.

No obstante, se ha llevado a cabo el traslado de otros edificios desde la fortaleza de la Mota: así sucedió con el Palacio Abacial o el monasterio de la Encarnación.

Las nuevas iglesias de la Angustias y  san Antón o el convento de los capuchinos supusieron un embellecimiento de este nuevo diseño urbano. Sin embargo, el barrio de las faldas de las  Cruces, aparece muy poblado y coronado por el solitario Calvario que le daba su nombre-, formado por la calles comprendidas entre Utrilla y el itinerario del Vía Crucis.

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