Archivo del blog

sábado, 31 de agosto de 2024

LA ERMITA DE SAN BLAS Y LA FIESTA DEL CRISTO DE LA SALUD

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 

 

 

 

 

 

 

 

LA ERMITA DE SAN BLAS

 

Muy ligada a la hermandad del Cristo de la Salud, se encuentra la ermita de San Blas. Hasta los años veinte del presente siglo XX, dicha ermita se encontraba en la placeta del nombre del Santo, formando el centro de uno de los cuarteles, barrios, o arrabales de la ciudad desde el siglo XVI hasta el siglo XX. En ella se encontraba la imagen del Cristo. Pero más antigua es la dedicación a San Blas, cuya imagen se venera desde el año 1583 en la Iglesia Mayor Abacial, según testimonios y datos de archivo,  que  se refieren a la entrega de la reliquia del Santo, la contratación de la imagen al alcalaíno Pedro de Ragis y el voto de la ciudad para declararlo como patrono por ser el protector de las enfermedades de la garganta.


Una vez establecido el culto y el patronazgo de la ciudad, se fijó la fiesta en las tablas de la Iglesia Mayor y en las Casas Capitulares, obligándose a los regidores, jurados y demás oficiales del Ayuntamiento a acudir a la misa solemne que se celebraba el dos de febrero en la iglesia Mayor hasta que se erigió la ermita en las postrimerías del siglos XVI. Parece ser que por diversos pleitos de fincas la ermita se encontraba erigida por dichos años, pero la fábrica definitiva se emprendió por el año 1616. Según el pleito que se entabló entre el licenciado Diego de Castro Villalobos y el escribano Francisco Ramírez, la obra se inició a instancias del mayordomo don Diego de Castro y  estaba concluida en el año 1620. Posteriormente varios devotos cooperaron en el mantenimiento y ornato de la iglesia, destacando la familia de Juan Rodríguez Ballesteros e Isabel González , que estableció un contrato censual, que transcribimos por la importancia de [1]

"como es notorio para gloria y honra de Dios nuestro Señor Jesucristo y de su bendita Madre ha tenido y tiene devoción, de dciha a esta parte, reedificar la Iglesia del de la ermita del Señor San Blas de esta ciudad por estar como estaba cayéndose, y no con la decencia que convenía, siendo como es una ermita de tanta devoción, y que se fundó a instancia de esta ciudad y juró de hacer y se debía ir en fiesta por haber habido en esta ciudad la enfermedad del garrotillo y peste, y por respeto de la devoción de los vecinos de ella y la diligencia y cuidado  del dicho licenciado Diego de Castro, el suso dicho, habiéndose labrado la dicha Iglesia de piso, cimientos y puesto en los altares la hechura del Señor San Roque y del Señor San Lázaro y ornamentos y otras cosas pertenecientes al culto de la dicha iglesia , ha juntado doscientos ducados que valen setenta y cuatro mil ochocientos maravedís. Los quales tiene dedicados para darlos a censo para que con la renta de ella se continúe y se conserve y se conserve la dicha devoción y se repare y adornarla la dicha iglesia para que no venga en disminución".

 

Dicha ermita debió anteriormente recibir en su altar mayor la figura de San Blas, obra de Pedro de Raxis que contrató al cabildo alcalaíno en el siglo dieciséis, cuando proclamó el voto de patronazgo la ciudad. Patronazgo que se mantuvo a lo largo de los años de una manera oficial en cuya fiesta acudía todo el cabildo junto la justicia.  La ermita  albergó en su sede la cofradía de San Blas, desde los años treinta  del siglo XVII. Además, se acecentró con otros altares dedicados a la Cristo, que fue adquiriendo la advocación de la Salud al ser invocado en las pandemias que se ocasionaron en este siglo (1635, 1680) Sin embargo, el carácter inhóspito de la Fortaleza de la Mota y la extensión de la ciudad en la parte baja dió lugar a que la fiesta fuera decayendo , como lo manifiesta el cabildo del año 1737 ,solicitando al abad que se celebrara en la Iglesia de San Juan

"apeteciendo la ciudad el mayor culto a las festividades públicas, que tienen en la Iglesia Mayor de la Mota  como el que estos actos sean con mayor esplendor a correspondencia de los grandes privilegios con que se halla , lo que se hace imposible e impracticable por la situación  y eminencia de la dicha iglesia exafecta a los muchos religiosos y nocivos temporales , especialmente, de nieve y de aires de su misma frialdad y, siendo  día de fiestas, particularmente la de San Blas y del San Marcos y otras que tienen que salir fuera de la iglesia, da motivos a que el Cabildo Regente , recelando del riesgo de sus vidas, faltan a su celebración, excediendo por este medio el referido culto de mucha decencia haciéndose muy verosimilmente el expresado inminente riesgo y quiebra de salud, atendiendo a que están  tan distantes de la iglesia de la ciudad y del camino pendiente, áspero y en sitio despoblado"[2]


En el año 1730, se realiza el retablo del Cristo de la Salud, según se constata en la manda de Francisco Garrido Espinosa de los Monteros:

Mando trescientos ducados en dinero para que se distribuyan por mis albaceas en un retablo para el altar del Stmo. Cristo dela Salud, que está en la hermita de San Blas, sobre cuia eejecuión y distribución encargo la conciencia a dichos mis albaceas, y para que lo hagan con la maior decencia y culto de su Magestad y para que no se retarde el cumplimiento de lo referido pido y suplico al Sr. Don Alonso de Gúzmán y Bolaños, de la Orden de Santiago, colegial huésped el militar del Rey de la Univeridad de Salamanca y de su gremio y claustro, Gobernador, Provisor y Vicario General, Visitador y Juez de Rentas de esta Abadía, intevenga con dichos mis albaceas y en caso de que tengan omisión les precise a que se cumpla esta mi voluntad.[3]

Además entrega a la ermita de san Blas una casulla, una estola, y un manípulo y otros ornamentos de su hermano.

En 1795, se hizo el camarín del Cristo de la Salud con piedra vieja del pilar de los Álamos y humilladero de la Tejuela.

Madoz la definía la ermita a mediados del siglo XIX:

al SO. intramuros, muy graciosa con tres altares, algunas molduras de gusto y pintura regulares, a cuya función sube el ayuntamiento por voto de la ciuad, el día de dicho santo.

 


Ya en 1895 se mantiene la fiesta, pero se desvincula de voto de la ciudad, siendo una celebración religiosa a la que sólo asiste una comisión del Ayuntamiento hasta que se perdió totalmente con la venta de la ermita en el año 1927 a la persona de Salvador Fernández.

En 1901, se encontraba en estado muy ruinoso y se abrió expediente por parte del Ayuntamiento de la ciudad para evitar los peligros a los que concurrían a la ermita y a la familia que habitaba en la casa que colindaba con ella. Por el mes de julio de dicho año, el vicario de la diócesis se hace eco del asunto y pide una prórroga para poder llevar a cabo las obras.

En el 1912, todavía existe culto en la ermita y se editan litografías del santo abad.

En 1922, se lleva a cabo una revisión catastral y la iglesia tiene ciento ochenta y dos metros, linda por la drecha con el camino de Santo Domingo, por la izquierda con el cuarto del Capellán y al fondo con una finca de don Rodrigo Frías. Todos los ormamentos, imágenes, enseres y mobiliario religioso se trasladaron a la Iglesia de San Juan.



[1].APJ.Legajo 4638,folio 894.Año 1626.

 

[2].AMAR. Libro de Cabildos del año 1737. Folio 17.

[3] Murcia Rosales, Domingo Un retablo para el Santísimo Cristo de la Salud. Programa de 1987.

EL BARRIO DE SAN JUAN

 

  

EL BARRIO DE SAN JUAN

 




Hablar hoy día del barrio de San Juan y sus gentes es muy distinto a lo que sería hace quinientos  años, e, incluso, en épocas anteriores. Hoy día, no aparece perfectamente delimitado, y, aunque pueda comprender toda la zona de entre los arrabales de la Mota, la calle Real, la calle Rosario, Llana, Cronista Benavides, Cruz de los Muladares y Cuesta del Cambrón, ni administrativamente ni oficialmente hay una delimiación vecinal. No obstante, dando por hecho este barrio delitimadoo por estas calles y por las gentes que se sienten pertenecientes a la Iglesia de San Juan, el origen del barrio presenta muchos elementos procedentes de distintas divisiones administrativas, que respondían a servicios militares, de abastecimiento e, incluso religioso. En el siglo XV, el arrabal de Santo Domingo tal vez fuera el único junto con los Palacios y el de San Sebastián, que se podrían constatar que perteneciera a las inmediaciones de la ermita que se levantaba en honor de san Juan. Ésta era una iglesia que, a finales de siglo, comenzaba a crear un barrio, debido a los repartimientos de nuevos asentamientos y de tierras que habían hecho los Reyes Católicos. Precisamente, a principios del siglo XVI, se produce su ampliación,  cuando la ciudad se extiende hacia el Llano, el cabildo municipal reparte gran cantidad de solares y vende otros muchos para afrontar el abastecimiento de la ciudad. Y es en este preciso momento en el que se desarrolla totalmente el barrio de san Juan, encontrando su centro en su iglesia, sede de una cofradía de gente hidalga, rodeada de  su fuente que se realiza en el año  1550 por Martín de Bolivar junto al Pozuelo del santo, y preidida con el amplio espacio urbano de su plaza, la calle que se extiende, orientada hacia el sur, para converger hacia el Llanillo y sus laboriosos habitantes , que se encuadran en una demarcación de finalidad militar, recaudatoria y física.


Desde el punto de abastecimiento y de recaudación, precisamente  los antiguos arrabales, también denominados cuarteles, estaban formados por el arrabal antiguo, el desaparecido de san Bartolomé, la Peña Horadada, san Sebastián, el barrio de san Francisco, y el de san Juan, como parte independiente de la Mota  dejando aparte los arrabales nuevos de la Veracruz y del Llanillo y las calles que convergen a la calle Real y a todos estos barrios sin olvidar el recinto de la Mota. A esto hay que añdir dos nuevos conventos que juegan un papel importante de la vida de este barrio, el de la Santísima Trinidad y el de sann Francisco. Casi toda la vida de la ciudad se desarrollaba en estos lugares desde el comercio hasta el ocio, desde la celbración de los actos festivos hasta la vida artesanal, desde la religiosa de sus conventos e iglesias hasta la vida cotidana de los vecinos.  .                

En el siglo XVII, el barrio de san Juan es sustituido en su demarcación, porque le convento de Nuestra Señora del Rosario de la Orden de santo Domingo, poco a poco, va a girar en torno a la calle del Rosario que le da su nombre y sustituye en su enominación a la calle de san Juan. Por otra parte, los antiguos arrabales se van a ir abandonando, como el de san Sebastián, Peña Hordada, y el de santo Domingo, y, aunque la  iglesia de san Blas va a da lugar a un nuevo arrabal, que redistribuye el antiguo arrabal de san Juan, éste va a agrupar poco a poco todo los vestigios que comprendían la calle Caba, la calle de la Cruz del Cristo de la Piedra, Lagares, Alhondiguilla, san Francisco, parte de la calle Real,los Caños, Mazuelos y otras de menor como el Puerto,Llanete el Conde, Yedra, Mazuelos, Puerto y algunos tramos de la calle Veracruz.

Así se mantendrá durante el siglo XVIII y XIX, y, aun más la división parroquial le va dar un nuevo empuje al convertirse en el eje urbano de la parroquia de Santa María la Mayor, que la convertirá en coadjutriz y celebrará la mayoría de los cultos, que anteriormente se celebraban en la iglesia abacial. De allí saldrán las celebraciones del Corpus, se impartirán los bautizos, los matrimonios, exequias y las misas diarias. Al finalizar el siglo XIX, cuando el Rosario ocupe su lugar ya el barrio está perfectamente demarcado y, la iglesia  sin función religiosa, tan sólo cultual  dedicada a san Juan Bautista, será un receptáculo de los distintas advocaciones que iban desapareciendo, como la Virgen de la Paz o de la Aurora. Sus gentes, sin hidalgos, con multitud de casas de vecinos, labriegos, jornaleros, y nuevos artesanos y dedicados a los servicios que el siglo XX  iba exigiendo van a dar lugar a un barrio nuevo, andaluz, blanco con la cal de las fachadas de sus casas y de amplios solarines que servían de huertos familiares, donde el pozo, la higuera, la cuadra y el fogón de la cocina reunía a uno de los sectores de población más numeroso de Alcalá la Real.




Rememorar el siglo XX es iniciar un recorrido desde la casa de don Salvador Medina, donde impartian las clases este viejo profesor a jóvenes de enseñanza secundaria, para continuar por la empinada cuesta de la calle Veracruz, moteada de casas de vecinos y casonas de labranza como la de Gálvez o Manuel Gorra, la del cura, donde se hacinaba las familias en pequeños pisos en torno a un patio desde se sacaba el agua de su pozo para mantener la higiene de más de treinta vecinos. Lo mismo que en la casa del maestro Garrido, la de Paz, la de Miguelón y Peregrina, la de José Gálvez, y la de Aurora y la de Domingo el Lancero.  En esta calle, se confundía el subderrollo de los años cuarenta y cincuenta  con el tradicionalismo de la vida pujarera de la casa de Frasquito Huertes o Francisco Arenas Tonelete o los nuevos labriegos de las aldeas que se afincaban en nuestra ciudad, como la familia López. Junto a las casas, los servicios de alimentación, la leche de las vacas de Mangurro, la tienda de Marquitos o la sombrillera de Mercedes de la Barranca. Lo mismo sucedía en la calle Luque, con la casa de vecinos del General Lastres y la taberna de Joaquín y el Gordo. Y la calle Rosario, donde se abastecía a los pobres en la Gota Leche, se recogían los niños expósitos y se curaban  a los enfermos en el Hospital, regentado por las Madres Mercedarias, la taberna de Mamando, se había convertido en la hidalga de los artesanos actuales. Allí podías encontrar la zapatería de Pañalón, los buenos vinos y la lana para los colchones de Manuel Mamando, un contrato de obra del buen oficial albañil Miguel Fernández o descendientes de la familia Zúñiga. Si querías tomar los boyos de chocolate para los niños en la tienda de Francisco y en la de la Luciana, los servicios de fontanería los encontarías en casa de José y su cuñado. Conforme subías hacia la iglesia de san Juan, las casonas de fachadas de piedra encalada de los antiguos hidalgos se transformaban en hacinadas casas de vecinos donde apenas podían vivir familias numerosas como la de Francisco Rosales de la plaza,  Eloisa y tantos más. Allí se compartían los servicios higiénicos, la lavandería, e, incluso, en algunas las cuadras y la cocina; tan sólo, había un recinto diminuto para la intimidad familiar. Jalonaban ambas aceras de esta majestuosa calle, que por los años setenta sustituían los balcones de forja , las ventanas de las cuitas amorosas y los óculos del pajar por los afeados balcones corridos y las puertas metálicas de las cocheras. Sería imposible imaginar hoy día cómo podían convivr hasta quince y treinta personas en algunas casas. Los niños de la familia de los Patavana no tenían otro lugar para el recreo que las calles embarradas y arecifadas para las fiestas populares. El pincho, las canicas, policía y ladrón, las caretas y los cántaros de carnaval eran los juegos preferidos de las almas infantiles. La beneficiencia y la caridad se ejercían en el hospicio provisional de la Iglesia de san Juan, atendida por la Madre Carmen y sus compañeras desde los años treinta, donde acudían jovenes doncellas sin familia para aprender el catecismo y las buenas costumbres. Y en parecidas condiciones estaban los vecinos de la calle Trinidad, la de los Caños o todas las que convergían a la calle Medrano como la calle la Peste, los Caños, el Puerto y su tranversales de Llanete el Conde, la Yedra o Muladares. Si algo las diferenciaban de las calles del Rosario y Veracruz, eran las casas más pequeñas y sus vecinos nás humildes, dedicados al campo con su yunta, haciendose de apareadores unos de otros, y, en la mayoría de los casos, esperando la llamada del señorico o del pujarero más hacendadado que los convocara a dar la jornada en sus peculios. Raros eran las casas de  servicios como la lechería de Miracielos en la calle los Caños, la tienda de Cipriano o de Charilla en la calle Llana o la taberna de Caroca o la de Caniles en la calle los Caños. Algunas viviendas cobijaban a familias enteras como los Vegas en la calle la Peste, recordando a las ínsulas romanas en un marcvo andaluz. Si el agua se encontraba en los pilares de la calle Llana, el de san José, el de san Juan y en la calle Rosario, donde acudían los vecinos a recoger el agua en sus cántaros, el pan se abastecía por los panaderos de Santa Ana y los Madriles. El horno de Piñiqui era el centro de reunión, mientras se calentaban en el horno los roscos , mantecados y los panes de cada familia. También, procedía de forasteros el arreglo de los sunieles de las camas, el afilamiento de los cuchillos, el grapado de fuentes y los nuevos oficios que la técnica introducía ebn los lares del barrio de san Juan. En estas calles fue un acontecimiento de los años cincuenta el agua en las casas, la primera televisión en casa de Frasquito Huertes, donde acudía todo el mundo a ver los toros, el primer ventilador eléctrico o la primera cubeta de plástico, acostumbrados a los objetos de mimbre , de esparto o de hierro. Y en este barrio, salían curas a porrillo porque era la única salida de los hijos de los jornaleros o labriegos. Muchos se quedaban a medio camino, otros escalaban otras profesiones. Las  Escuelas de la Sagrada Familia  ofreció a muchas familias la formación profesional, religiosa y humana a muchos hijos del barrio de san Juan. Practicaban los servcios de limpieza de la calle en un reparto por tramo de fachada, limpiando el pavimento o la acera que solía llenarse de los excrementos de animales de carga y ganado menor. Eran abundantes las casas donde una manada de cabra, más rara la oveja, convivían con sus propietarios.










La única industria era el molino de Terreras en la Cruz de los Muladares, que data de finales del siglo XIX, a donde los labriegos llevaban la aceituna en invierno. Junto a él, un lavadero, donde se formaban corrillos de mujeres a lo largo del día.

La construcción renovó la mayoría de las casas por los años sesenta, y se levantaron otras nueva. Famosa fue la casa grande de la calle Real, que los alacalaínos bautizaron graciosamente la Casa el Coño, tan destartalda, y tan irracional que no puede comprenderse cómo se les ocurrió a los munícipes conceder aquella licencia urbanística.

La gente era muy devota de tradiciones familiares. Las Cruces de mayo, de la calle Ancha, de la calle Real, san Juan, cruz de los Muladares, y la de la casas de Aurora, de los Vegas o de Andres en la calle Luque tenían su novena y sus cantos. Meses antes, los cuadros del Ecce-Homo y el Gallardete de Jesús en las casas de los Vegas y los Cupidos. Las hornacinas de santa Ana y la Virgen de las Mercedes en diversas esquinas recibían su devoción popular en el verano sin  olvidar la tradición del san José de la calle la Peste y la calle Ancha.

Raro era el día de los años cincuenta en el que un piso de una casa de veinos o un vecino de una casa no abandonaba su lugar de morada para correr  la aventura de Alemania, de las tierras catalanas o de la capital de España. Aquí se quedaron los más hacendados, los profesionales y los de los oficios de los servicios municipales o de cierto porvenir. Los demás hicieron lo mismo que los de los años treinta cuando huyeron el día de la toma de Alcalá buscar nuevos derroteros para su familia y sus hijos.


La formación se adquiría en las escuelas del Estado, y en las  de las maestras garroteras de la Pollica o de Patita Sea. También, el maestro Garrido impartía la docencia en la calle Real, como también lo hacía su hijo en la calle Veracruz para los niños más avanzados. La formación religiosa se impartía en la iglesia desan Juan con los seminaristas y los coadjutores de la parroquia de santo Domingo de Silos. Y la formación política y moral, en la escuela y en los NODOS del Parque Cinema y el Teatro Martínez Montañés.

No había más salida para la gente del barrio que el trabajo del campo, ser empleado de Condepols o la emigración. Los otros oficios eran una excepción para los privilegiados que podían comer una dieta que sobrepasara la leche matutina, la comida de legunbres del mediodía (os cocidos, lentejas, habichuelas..), la merienda de pan con aceite_ el bollo de turrolate de Priego era un privilegio-, y la frugal cena con lo sobrante de la mañana.          Había personajes famosos en el barrio oque recogían la simpatía popular,. desde Frasquito Huertes, que era como el patriarca de toda la vecindad en la calle Veracruz, o  el sinmpático Tonelete, hasta el comandante Berbel, el médico García Valdecasas, Santa Marta, el jefe de los apóstoles Tomás, todos los Vegas que levantaron la semana santa de los años cincuenta en su faceta popular, Trompetín, Cristobal, las mujeres de la Gota Leche como Patro Vega o Luis Hinojosa, doña Anita la partera y depués doña Prudencia, don León el practicante, los pregoneros que anunciaban la campaña de vacunación o los edictos del Alcalde en el Pilar de san José o en la esquina de la calle Veracruz , del Rosario en san Juan, y la madre Carmen, tan rechoncha y tan débil pidiendo a las señoricas del pueblo limosnas para sus niñas de san Juan y el guardia de la Mota Joaquín el Espino.

No había casinos ni de caballeros ni populares; las tabernas usurpaban el espcaio social con el vino terreno de los meses de invierno y el manchego de los restantes meses del año. Si tuviéramos que destacar algunas, citaríamos la de los Sansones, y Caniles en la calle los Caños, el Atranque, donde se vendía el vino a través de una reja, y el Bodegón de los Muertos en la calle Llana, y las mencionadas de la calle Luque. En ellas se hacía contratos de obra, se citaba para la labranza y se pagaban los jornales.

La noche era fría en las casas de este barrio, muy buenopara el verano, pero productora de sabañones,  pulmonías y catarros en invierno. La silla de enea servía de embajadora para formar círculos de mocitas para bordar, de chiquillos para escuchar historietas de los mayores en verano y de tertulias y vigilias en las noches de velatorio.

Conservaba su majestuosidad y su raigambre el barrio de san Juan desde tiempos inmemoriales. Era y es la carrera oficial de procesiones de semana Santa  en la mañana del Viernes Santo, el Corpus Cristi, y en la procesión del Cristo  de la Salud. Sobre todo, esta imagen definía el barrio, a sus devotas gentes labriegas y a su fisonomía andaluza de blanca y de cenefas y ref¡jas negras.


       Numerosas eran las sagas de familias que se apodaban con nombres curiosos como los morunos y los moros, los rejillas, los carocas, los hermosos, los  marquitos, los pinchos, los gallinasas, los toreros, los fatigas, tacholicas, los porqueros, los frescuras, mogote y churrete, los obispos, canoso, penoso, miliqui,  la negri, zambomba y sargento amocrafe, los virutas y los milesios,los loperas, cinco años, los olayas, los canteros, rabanales, los castos, los rojitos, la amolanchina, el nIño Dios, los cenachos, los jaros, los cerullicos y los follones, los juaneles, los sansones, los canteros y los canetos, los pintaporras, los lanceros, los pìchirichi, los canastas, los bodoquitos, los rubiotopi, los miracielos, los teleras y rajuñas, los charilla, los patulas, los lanceros, los paletos, los chaleques, los pichiqui, los de gloria, los regalados, los patitas sea, los conejos, los borondos, los pañalones, los cupidos, los veguillas, los patavanas, los mamandos, los genaros, los frailes, los poyoperas, los gorras o los mangurros. Raro era el que se denominaba por sus propios apellidos. Si alguién destacaba  en alguna faceta, era bautizado inmediatamente para identificarlo. Se transmitían  la enseñanza del trabajo del campo de padres a hijos, la poda, el injerto, la destreza en la siega y en el olivar; muchos compartían todas estas labores con el olivar. Algunos eran albañiles. El barbero Victor, Pepe el zapatero, los hojalateros, y alguna que otra peluquera domicilaria eran los pocos oficios que se escapaban de los pujareros y hortelanos. Había pobres de solemnidad como Marquitos o Ramón el Chavico, que recorría las calles contando sus anécdotas de sargento en la División Azul, la Romana, Zanani y los gitanos de la calle la Peste y de las ruinas de santo Domingo, los hijos de Evaristo, también Celestino que compartía el oficio de herrador y trasquilador de mulos y burros.   Era la estructura del barrio una pirámide invertida, donde los más pudientes vivían en las calles más cercanas al Llanillo y los más humildes junto a la Mota y el arrabal de santo Domingo.

Ya, en los años setenta, aquella sociedad vivió una nueva inmigración comarcal con los nuevos vecinos de las aldeas, y muchas cosas y costumbres se fueron sustituyendo. Pero aquel barrio de san Juan quedó en muchos vecinos y otros no quisieron abandonarlo como fieles testigos y lapados por la sombra de la amplia mole de la fortaleza. Actualmente, ya son pocos, a veces nosh ace revivir los barrios del Rastro, Sebastián y san Bartolomé de finales del siglo XVII. Menos mal que todavía quedan vecinos y casas blancas, y las casas de la hermandades recuerdan la defensa del patrimonio.

viernes, 30 de agosto de 2024

la cruz de la iglesia de SAN JUAN

 LA CRUZ DE RAMÍREZ

 DEDICADO A MANUEL AGUILERA, AMANTE DEL PATRIMONIO DE LAS

CRUCES DE LA SIERRA SUR


LA CRUZ DE RAMIÍREZ EN LOS AÑOS CUARENTA













Años sesenta del siglo XX


Estado actual desde principios del III Milenio


Inicio del testamento y curiosidad de la cruz


LA CRUZ EN LA IGLESIA DE SAN JUAN


Ya hemos comentado en otros programas sobre las cruces de la

comarca, su simbología, su ubicación, diseño, historia,

funcionalidad y sus patronos. La cruz juega un gran papel en la

identidad del cristiano y se frecuenta su presencia dentro de la

iglesia de San Juan y de la hermandad del Cristo de la Salud. La

misma imagen reposa sobre una cruz de madera, que sustituyó a

la de aspecto arbóreo de la anterior imagen renacentista, que se

manifiesta en las litografías del Museo de San Juan. El propio

viacrucis abunda en cruces y escenas de la cruz junto con la figura

de Jesucristo. Pero las hay

que se mantienen de tiempos

pasados, como la de la

hornacina del frontal del

cierre del patio a mano

izquierda del alero haciendo

esquina en la calle antigua del


Llana de la Trinidad, y actual Mazuelos. Una cruz de piedra,

antigua presencia del acostumbrado humilladero de las ermitas e

iglesias, sobre un pedestal con la inscripción de la fecha en la

cartela, y adornada con las bandas blancas. Esta se ha mantenido,

pero hay referencias de otra anterior perdida, que se levantó en

1792, y estaba colocada en uno de los lados del campanario.

Recordaba a José de Alba, alias “el Saliva”, que tocó la campana

el día 7 de mayo del año referido para la salida del Santísimo

Sacramento en público. Le dio en la sien y le rompió la cabeza,

quedando muerto y la sangre expandida por el lado del campnario

hasta la sacristía. Otra cruz, de madera, sencilla, simple, con los

adornos acostumbrados de bandas y flores de trapo, se conserva a

la entrada de la sacristía, y proviene de una donación la familia

Sánchez Fuentes a través de su hija Aurora que conservó la fiesta

familiar de la Cruz y sus ritos y letanías durante su vida. .

También, la cruz ha sido un patrimonio que se vio muy

afectado por su deterioro o su pérdida en momentos cruciales,

como en el otoño de 1931. No obstante, solían reconstruirse,

rehabilitarse o sustituirse en muchos rincones y lugares de nuestra

ciudad y nuestra comarca. Este es el caso de la Cruz de Ramírez,

que fue reconstruida en madera por Pedro Mesa para la fiesta de

la Cruz, cuando comenzó a celebrarse por los años noventa en el

patín de San Juan. Se tomaron las medidas y su forma octogonal,

y, le faltaron algunas gradas de la original. Presidió la velada del


Día de la Cruz con sus bandas, cintas, flores y macetas.


A través del escribano Manuel Monte Lezcano, podemos datar la

fecha de esta cruz en 1702. Por el testamento de Juan Ramírez

del Postigo. Con fecha de 16 de febrero de 1724, encontramos

importantes datos sobre ella y de su patrono. Pues era, miembro

de una famosa familia hidalga de la ciudad de Alcalá, secretario

del rey Felipe V y familiar del Santa Oficio de la Inquisición.

Nació circunstancialmente en la capital granadina, donde fue

bautizado en la parroquia de la Magdalena y residía su padre don

Bartolomé Ramírez del Postigo, se casó con una mujer castillera

de la familia de los Parejas, doña María de Pareja y Valenzuela. Y

tuvo por hijo a don Manuel Ramírez del Postigo, cura beneficiado

de la Iglesia de Santa María la Mayor y Juez de rentas abaciales y

doña Rita Manuela Ramírez del Postigo, casada con don José

Montalvo y Alarcón, abogado de la Real Chancillería de Granada.

El motivo de levantar la cruz versa en esta manda testamentaria.

La cruz se mantuvo hasta los años sesenta, que fue sustituida y

para liberar el espacio como andén de la estación de autobuses.

He aquí la manda.

" Declaro que por el año pasado de setecientos y dos, día de San

Dionisio Areopagita, a honra y gloria de Nuestro Señor y de su

bendita Madre hizo poner a su costa en los Álamos de esta ziudad


, antes de llegar a la Puerta de Arcos, por baxo de la calle de La

Peste, una Santa Cruz de Piedra con sus gradas y pilastres, y en

ella, un escudo de armas, y, junto a dicha Santa Cruz se an

plantado algunos álamos, encargo a mis hixos y descendientes

cuiden y reparen la dicha Santa Cruz, porque si con el tiempo se

deteriore, permanezca por lo importante que es que los fieles que

por dicho sitio pasaren, alaben al santísimo Sacramento del Altar

y reberencien así la Santa Cruz, que oy llaman La cruz de

Ramírez y su plan empedrado está cercado de marmolillos y

Piedras y su escrito dice mi nombre".

La cruz despareció junto con su peana y gradas y no hay

constancia de ella desde los años sesenta, tan desarrollistas, del

siglo XX, que causaron mucho deterioro al patrimonio urbano.

Curiosamente, hay fotografías de ella por los documentos de

Domingo Murcia y Ramón Piñas y una postal de Federico Suarez

de los años cuarenta del siglo XX que reproducimos. Y un dibujo,

hecho por el escribano del testamento. Ampliaremos noticias muy

importantes sobre este familiar del S. O. de la Inquisición en

próximos artículos y el patrimonio perdido.

misma imagen reposa sobre una cruz de madera, que sustituyó a

la de aspecto arbóreo de la anterior imagen renacentista, que se

manifiesta en las litografías del Museo de San Juan. El propio

viacrucis abunda en cruces y escenas de la cruz junto con la figura






jueves, 29 de agosto de 2024

EL CORREGIDOR JERÓNIMO POÑÁN DE ZÚÑIGA

 




        JERÓNIMO PIÑÁN DE ZÚÑIGA (1621-1626) 

    Comenzó sirviendo en el Perú a las órdenes del virrey don Fernando de Toledo. Allí combatió contra los indios chiriguanos, fue alcalde y veedor del asiento de Potosí e intervino en la difusión del empleo del azogue para la obtención de plata. comenzado sirviendo en el Perú a las órdenes del virrey don Fernando de Toledo. Allí combatió contra los indios chiriguanos, fue alcalde y veedor del asiento de Potosí e intervino en la difusión del empleo del azogue para la obtención de plata. Vuelto a España, fue nombrado en 1586 corregidor de Badajoz y después en 1595 era Jerónimo Piñán de Zúniga corregidor de Ávila como lo recoge la inscripción que recuerda las 

reparaciones efectuadas en el Alcázar de Ávila bajo su coregimiento.
En 1602 toma posesión Jerónimo Piñán de Zúñiga del Corregimiento de las ciudades de Huete y Cuenca y es Juez de Residencia del anterior en el cargo
“el corregimiento 
de las ciudades de Cuenca y Huete tienen de salario treszientos mil maravedis pagandose de los propios
dellas por mitad”.    

Visita la villa de Palomares del Campo en noviembre de 1603, integrada en el partido de Huete.  




e, Plasencia y Écija, para terminar en 1621 siéndolo de Loja, Alhama y Alcalá la Real72.










rancisco José de Zúñiga y Piñán Carrillo y Melgarejo, natural de Garcimuñoz, litiga su nobleza para ingresar en la orden de Calatrava en 1639.

AUTO DE RESIDENCIA DE 1603. 

Dictado por Jerónimo Piñán de Zúñiga, corregidor y justicia mayor de las ciudades de Huete y Cuenca, cuando estuvo visitando la villa- de Palomares- y residenciando a los oficiales del concejo el 27 de noviembre de 1603

Sus disposiciones en su totalidad se centran en conseguir un mejor funcionamiento del pósito.

Observa en los Libros que todos los años se sacaba trigo del pósito, prestándolo a los vecinos, fuese el año bueno o malo, con el pretexto de  pagar los réditos del censo que el alhorí debía. Los vecinos, a quienes se prestaba el trigo, se obligaban a devolverlo en el mes de agosto, después de la cosecha, pero en muchos  casos no cumplían con su obligación.  Por su parte, los oficiales del ayuntamiento se repartían el dinero que las ventas y los préstamos generaban


Para evitar este tipo de abusos ordena:  

“que del primer trigo o pan coçido que se vendiere este año asta la cantidad de dos 
mill ducados se quite y redima el dho. çenso y el demás caudal pues que le queden 
desempeñado y sin censo lo empleen en trogo como por la nueva prematica de los 
pósitos se le manda”


Además, para poder prestar trigo, a partir de ese momento, sería necesario el consentimiento del Consejo de Castilla, incluso cuando fuese necesario renovar el trigo por llevar varios  años almacenado

El corregidor hizo todo tipo de diligencias, prisiones 
incluidas, para que los vecinos deudores del pósito pagasen su deuda. A pesar de que muchos vecinos fueron encarcelados por deudas, las mil fanegas de trigo que se debían al pósito fue imposible cobrarlas de inmediato y a los oficiales no les  quedó más remedio que aceptar nuevas obligaciones de pago de esos vecinos endeudados


Finalmente, ordenó devolver el dinero del pósito, que tenían repartido los oficiales del concejo, y con él 


“Rediman la mitad del çenso de los mill ducados de prinçipal que tiene 
tomado para la paga de los ocho millones con que sirvió a su magestad”


Las deudas al pósito, por parte de los vecinos, siguen siendo causa de preocupación.  A pesar de la dureza que en el juicio de Residencia de 1603 utilizó Jerónimo Piñán, encarcelando, por deudores, a muchos vecinos, las deudas al pósito continuaron siendo un problema en 1607.  






En 1609 lo encontramos en el corregimiento de Plasencia donde interviene en la construcción de la 
Fuente de la Alameda de la ahora inexistente puerta de Talavera en la muralla.



Yten es condiçion que la persona en quien se rematare a de hazer dos escudos en la dicha basa uno de las armas desta siudad y otro del señor Jeronimo Pinan de Zuniga corregidor della.



V

Las mismas ciudades eran el escenario idóneo donde ciencia y experiencia podían combinarse de la mejor manera en la formación del corregidor ideal y, de hecho, prácticamente la mitad de los nombramientos analizados se refieren a individuos que alegaban en sus «relaciones de partes y servicios» haber ejercido algún oficio de gobierno o de justicia en cualquiera de sus niveles –alcalde mayor, teniente de corregidor, regidor, procurador en Cortes o corregidor– en el ámbito urbano. Es más, las nominaciones referidas a individuos que ya habían sido corregidores al menos una vez antes de recibir su último nombramiento sumaban aproximadamente la cuarta parte del total: 252 de las 1.012 analizadas. Obviamente, los mismos sujetos que declaraban haber desempeñado oficios municipales podían alegar también experiencia en los ámbitos anteriormente mencionados, lo que trenza trayectorias vitales a veces particularmente complejas. De todas formas, cualquiera que sea la combinación de cargos que se pueda encontrar, son los empleos que tienen que ver con el gobierno urbano los más frecuentemente citados en los distintos currículos. La experiencia en este campo era, por tanto, un factor muy tenido en cuenta a la hora de proceder a la provisión de un corregimiento y, en concreto, haber sido previamente corregidor parece que aumentaba grandemente las probabilidades de volverlo a ser. La media de nombramientos por corregidor es de 1,5, pero las dos terceras partes de los nombrados lo fueron en dos ocasiones. Los hubo, 41 en concreto, que lo fueron tres veces y otros 13 llegaron a encadenar cuatro mandatos. Por encima de este nivel hay casos, pero son excepcionales. Uno de los más llamativos es el de don Juan Remírez Freyle y Arellano, regidor de Toro y procurador de Cortes en 1602, que sucesivamente fue corregidor de Carrión y Sahagún en 1607, de Alcaraz en 1612, de Zamora en 1617, de Logroño, Calahorra, Alfaro y La Guardia en 1622 y de Granada en 163071. Aun más dilatada fue la carrera de Jerónimo Piñán de Zúñiga. Había 70. . AHN, Consejos, leg. 13603, exp. 3; leg. 13592, exp. 7; leg. 13640, exp. 10; leg. 13613, exp. 12; y leg. 13607, exp. 12.

 Fuera de los requerimientos legalmente exigibles –que no tuvieran vínculos de naturaleza o de parentesco con sus lugares de destino– o que el proveído tuviera que ser letrado o caballero de capa y espada, es difícil determinar qué razones movían a la Cámara a la hora de proveer a una persona para un corregimiento concreto o para trasladarlo de uno a otro. En algunos casos los cambios suponían una clara promoción. Don Juan Remírez Freyle de Arellano comenzó en Carrión y Sahagún y terminó en Granada; pero Piñan de Zúñiga, que lo había sido de Ávila y Cuenca, ciudades ambas de voto en Cortes, acabó en Loja, Alhama y Alcalá la Real. Su trayectoria es muy parecida a la de don Luis Manuel Gudiel, que comenzó en Tenerife en 1600, continuó en Villena y Chinchilla, ascendió a Burgos y Córdoba y terminó en 1626 en un corregimiento tan extenso como el formado por Baza, Guadix, Almería, Vera, Purchena y Mojácar73. No es seguro que estos casos supusieran siempre un retroceso en la carrera del corregidor. Circunstancias especiales, o las propias dificultades que presentaba el gobierno de determinados corregimientos, como el de Baza y Guadix, podían hacer aconsejables nombramientos que, de otro modo, resultarían más difíciles de entender. Otras veces, sin embargo, las cosas no están tan claras y, de hecho, muchas de las renuncias que se produjeron en este periodo se explican por considerar quienes los recibían que se frustraban sus expectativas con los nuevos nombramientos. Félix Vallejo Pantoja, regidor de Madrid, rechazó en 1611 el nombramiento que se le había hecho de corregidor de Palencia diciendo que «había tenido oficios mejores –lo había sido de Ciudad Rodrigo y de Toro– y servido de nuevo para merecerlos mejores». Aceptó, sin embargo, el de San Clemente y sus diecisiete villas que se le ofreció después, en 161574. El doctor García Carreño y el licenciado Martín Vázquez de Prada fueron también muy claros cuando rechazaron los corregimientos que se les ofrecían. El primero, al recibir la noticia en 1592 de que se le había concedido el de Aranda y Sepúlveda, argumentó que él había servido antes con buena residencia en el de Jaén y Andújar y estaba esperando ser  



AHN, Consejos, leg. 13656, exps. 13, 9 y 17 y leg. 13598, exp. 11. 71. AHN, Consejos, leg. 13603, exp. 3; leg. 13592, exp. 7;


José Carrillo de Toledo, caballero de Santiago, asiste a una partición de bienes de don  López de Haro. La asistencia de don José Carrillo de Toledo en la partición de bienes de don Diego López de Haro cuesta a sus herederos 1.200 reales, pagados en concepto de “...derechos y firmas del señor corregidor, asistencias de imbentarios y los demás autos...”