DEL PALACIO JIENNENSE DE LOS COBALEDA NICUESA A SU
CASONA ALCALAÍNA DE LA CALLE ROSARIO.
Era muy frecuente que la hidalguía
jiennense y la burguesía del Santo Reino se cruzaran, a lo largo de los siglos
pasados, en enlaces matrimoniales con otros miembros de familias del resto de
las ciudades importantes de la provincia.
Clara muestra de ello era la presencia de esta realidad en Andújar,
Úbeda, Baeza, Martos y Alcalá la Real, Se partía de un control político, social
y económico que se basaba en la serie de prebendas repartidas entre estas
familias a partir de la pertenencia de ciudades en Cortes, donde alcanzaban
cargos y servicios en favor de sus familiares. El apoyo a la política real
repercutía en los representantes de las ciudades otorgándoles puestos de
corregimientos, patronatos reales y funcionarios de servicios estatales. Por
citar ejemplos, muchos familiares de regidores jiennenses y representantes en
las Cortes castellanas de la Edad Moderna ejercieron de corregidores en el
departamento tripartito de Alcalá, Loja y Alhama, y, en otros, de segunda y
tercera categoría del reino de Jaén. Los corregidores de origen jienense, como Juan Cerón de la Cerda, Juan de Soria Vera, Luis de Contreras, Caballero,
el vizconde de Linares, Antonio Manrique y Vargas, Luis López de Mendoza o Bartolomé
Mesía Serrano muestran esta influencia de las ciudades con voto en Cortes, y,
al ser procuradores por Jaén, ejercen control de la nueva política económica de
estos siglos. Y este es un ejemplo político.
Junto a la
catedral de Jaén, en la calle Ramón y Cajal, se encuentra el palacio de la
familia Cobaleda y Vinuesa, una construcción que se remonta al siglo XV y,
sobre todo, a principios del siglo XVI. Una casa que sufrió importantes
modificaciones en los siglos posteriores.
No ha recibido siempre la misma denominación, se le ha conocido con los
nombres de Casa del Deán, Casa de los Manillones, o Casa de los Masones y, al
fijare en su principal miembro de la familia, como Palacio de Don Cristóbal
Nicuesa. Su bella portada no se remonta a los cuatro hermanos Cobaleda Nicuesa
de los tiempos de erección constructiva, sino a sus descendientes los Valdivia
Serrano, y Aguilar de Andújar. Y, entre sus más principales miembros de la
familia, recibió un fuerte impulso en los segundos decenios del siglo XVII,
gracias a Cristóbal de Cobaleda Nicuesa, que recogió para su estilo
constructivo la influencia vandelviriana. La historia de los miembros propietarios
de este edifico parece diluirse con la venta en el siglo XIX del palacio a
Manuel Jontoya Taraceca, un político que, junto Antonio Almendros Aguilar,
destacó con propuestas liberales en tiempos de la Gloriosa. Y desapareció completamente
la huella de los Cobaleda con la venta del edificio por parte de su sobrina a
José Bonilla Forcada.
Su bella fachada muestra la pérdida de esta historia de
mestizaje nobiliario. Pues sus dos escudos, ovalados y sostenidos por los
tenantes, no conservan de la familia más que el primer cuartel del escudo,
relacionado con los Nicuesa y el resto pertenecen a Jorge Joaquín Serrano de
Valdivia Aguilar Cárdenas Guzmán y Nicuesa, un miembro de la familia de
mediados del siglo XVII y descendiente directo del capitán Cristóbal Nicuesa
Cobaleda.
Curiosamente, por este tiempo, esta
familia llegó a Alcalá con don Francisco
de Cobaleda y Nicuesa, que fue hermano mayor de la cofradía del Dulce
Nombre de Jesús, y, en su año de
mandato, a mediados del siglo XVII se levantó la capilla mayor del Rosario
Debió ser un descendiente del maestre de Campo Cristóbal de Cobaleda y Nicuesa,
casado con María de Aguilar, padre del jiennense
Pedro Cobaleda Nicuesa, casado con la arjonillera María de Lara, y abuelo del capitán
el otro Cristóbal de Cobaleda y Nicuesa.
Un
siglo después, en las declaraciones individuales de vecinos de Alcalá la Real
del Catastro de la Ensenada se mantiene la línea con los mismos apellidos y nombre,
en la persona de Pedro de Cobaleda y Nicuesa,
vecino de una casa señorial de la calle Rosario. Su casa con una fachada de
piedra y escudo albergaba una familia perfectamente relacionada con esta
red de influencias sociales. Pues, casado
con doña Mariana de Hidalgo, tenía una hija, María Mercedes de Cobaleda, y disponía
de un sirviente que ejercía de mulero y una criada para la casa. Era
jurado del cabildo alcalaíno, administrador del conde de Humanes, otro
noble jiennense. En su casa, vivía el capellán don
Leonardo de Cobaleda, y pertenecía al vínculo fundado por Marcos Isidro
Aguilar para su mujer Mariana. Nicuesa no quedó ninguno en la ciudad de la
Mota, los Cobaleda todavía perviven sin ningún signo de boato social.
Palacio
jiennense y casona alcalaína subsistieron y se conservan. Son dos muestras de
una misma familia, de un patrimonio que se marchita. El palacio es un testigo
de la antesala de una catedral que reclama ser declarada patrimonio de la
humanidad; la casona alcalaína es una casa de vecinos, encalada y ocultando el
escudo y los sillares de su fachada sin más señal de hidalguía que su
pervivencia entre la soledad de una familia que desapareció de su poder.
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