Hoy día, la calle de la Cava no existe, más bien se ha visto transformada y trasladada de ubicación: la colocaron en la calle Mazuelos e, incluso, la han bajado mucho más. Su ubicación primaria tuvo lugar en el arrabal nuevo extramuros de la muralla que ronda desde el Pósito hasta la placeta de San Blas, adosada a la primera muralla de la ciudad. El abandono de sus solares y el de las calles derredor conviriteron la calle y su entorno en huertos particulares a lo largo del siglo XIX, que fueron adquiridos por el ayuntamiento alcalaíno desde la entrada de la actual democracia con el alcalde José Marañón Barrio y fue continuada por los siguientes alcaldes hasta convertirse en un rincón denominado Jardines de la Mota desde los años ochenta del siglo XX. Sin embargo la Cava o la Caba se remonta a los tiempos de la conquista del rey Alfonso. Se da por seguro que se construyó un barrio , una vez ocupada la ciudad fortificada y su arrabal viejo, con el nombre de La Cava. Hacía referencia ala arrabal nuevo en torno a la calle principal de la Cava, que mandó hacer el rey Alfonso para buscar el pozo de agua dulce de donde se surtían los musulmanes. Este pozo fue muy disputado por ambas tropas. Y la calle estaba adosada junto al muro, donde uno de sus dos lados eran solares adosados, que se conservan señales de habitabilidad y elementos constructivos. En sus primeros tiempos, recoge Guardia Castellano que, mientras en la fortaleza se avecindaban las personas privilegiadas, en estos lugares albergaba gentes menesterosas y de condición maleante y poco escrupulosa. Viene a a cuento por el hecho de encontrarse en el reinado de Felipe II durante cierto tiempo la Casa de la Mancebía, trasladada desde el Rastro en 1567. Incluso, ha una cita posterior de 1599, en plena peste, en la que se refiere a estas casas, ubicadas en esta calle, con un arrendamiento de 99 ducados, en la casa de Juan Galán, y su deshabitabilidad por no entrar gente a ellas por la epidemia colectiva.
La historia se mezcla con la leyenda de la mora Cava. Y, probablemente, este cronista y poeta alcalaíno mezcló los cuentos de sus antepasados con las lecturas del romance de la mora Cava, a la que se rindió a don Rodrigo enamorado, invirtiéndola y transformando una peculiar leyenda alcalaína, de la que cada día se encuentra más finales de su idilio de amor entre la joven musulmana y el capitán cristiano.
Fue recogida esta leyenda por el cronista Antonio Guardia Castellano, basándose en “ una antigua conseja de la tradición alcalaína que atribuye el origen de esta calle a perpetuar el recuerdo el recuerdo de una hermosísima mora enamorada de un capitán castellano de los que sostenían el cerco de la ciudad” . Su fecha, en 1340.
Esta mora, durante el asedio, solía bajar, a través de un pasadizo, galerías y pasadizos, a la cava, situada a las afueras de la tercera muralla. Allí, solía abastecerse de las aguas de una fuente (de ahí el nombre de Fuente de la Mora actual) , donde fue sorprendida por dos soldados de guardia de las tropas castellanas. Los soldados, primero, creían que era un fantasma y estuvieron a punto de matarla; luego, comprobando que era una mujer de carne y hueso la detuvieron y apresaron; y, unos días después, la presentaron al capitán. Este, compadecido por las crueles circunstancias del asedio, le permitió que llenara sus cántaros para aliviar la sed de la moribunda madre de Cava, al mismo que se enamoró de la joven.
Sin embargo, los últimos momentos de la vida de su madre retardaron los encuentros de los dos enamorados, lo que provocó el desasosiego del capitán que no comprendía las injustificadas ausencias de su amante.
Muerta su madre, Cava de nuevo volvió a la fuente para encontrarse con el militar castellano y, allí, fue descubierta por su padre Zayde que no comprendía el deshonor de hija. Por eso, le lanzó un dardo dejándola exánime en los brazos del capitán. Por su parte, Zayde, tras huir, se colgó en un chaparro en el callejón del Ahorcado.
Por la excavaciones arqueológicas se constata que la cava era una realidad que ejecutaron por el sistema de las alidadas las tropas castellana para alcanzar el pasadizo al que bajaban los musulamanes de la ciudad fortificada de la Mota. Y no hay un solo pozo, el más conocido que se encontraba en la torre de la barbacana, sino que desde la primera muralla hasta la barbacana hay varias cavas y pozos, uno junto a la muralla, por la que recorría un adarve cubierto, este pozo sin excavar; otro segundo en la entrada de la cava ejecutada por las tropas reales, lo que cuentan que fue la casa del zapatero Rosado, inicialmente excavado, junto a la Puerta del Arrabal, la entrada de la visita por la Ciudad Oculta de la Mota. Guardia Castellano distingue propietarios y pozos y cavas. Dice que por la boca de la mina se abría a principios del siglo XX la calle Cava en el huerto de Antonio Giménez; y el de la entrada, que fue reutilizado por el zapatero Rosado, era propiedad del cura Villuendas, y Antonio Aguayo.
Este es el texto de esta zona en la Crónica del Rey Alfonso XI, capítulos 59 y 60.
El rey mandó hacer cavas de fuera debajo de tierra, y fueron hechas de tal manera, y con tan gran diligencia, que los cristianos llegaron a a aquellas bóvedas, y hallaron moros que las estaban guardando. Y al tiempo que rompieron la pared de la bóveda, que estaba cerca para entrar al agua, hubo allí muchas lanzadas, y muchos tiros de saeta, y grandes peleas entre los moros que guardaban el agua y los cristianos, pero hubieron los moros de dejar aquel lugar deprisa, que no tomaba agua de aquella fuente. Y los caballeros que estaban allí con el Rey entraban a días en aquella cava armados a guardar que los moros no tomasen agua, y asistían allí un día y una noche, y duró esta guarda de hacer unos días , en que tuvieron grandes peleas, y algunas veces los cristianos hubieron de dejar el agua y salieron de la cava, pero tornaban luego y cobraban, de manera, que fue en poder de los cristianos que la villa se tomo"
A partir de l siglo XV
I, esta barrio se encontraba muy habitado desde el Pósito hasta la placeta de San Blas, calle de los Mesones, altos y bajos, escaleruela, Mazuela, Cristo de la Piedra, Alhondiguilla y Lagares, junto con la Cava conforman el Arrabal Nuevo. Entre el el siglo y XVIII comienza su decadencia y casi su desaparición. No obstante la calle Cava, aparece en el Catastro de la Ensenada con estos vecinos, en su mayoría del sector primario y no privilegiados, ni un hidalgo:
I, esta barrio se encontraba muy habitado desde el Pósito hasta la placeta de San Blas, calle de los Mesones, altos y bajos, escaleruela, Mazuela, Cristo de la Piedra, Alhondiguilla y Lagares, junto con la Cava conforman el Arrabal Nuevo. Entre el el siglo y XVIII comienza su decadencia y casi su desaparición. No obstante la calle Cava, aparece en el Catastro de la Ensenada con estos vecinos, en su mayoría del sector primario y no privilegiados, ni un hidalgo:
Ana Luisa de Espinosa ( 1408), ciega con un hermano vivía mayor de 18 años, maestro de albañil.
María López de Arroyo (1416), viuda con dos hijos jornaleros , uno menor y dos hijas.
María Juliana de Quesada (1418) viuda con un hijo jornalero y una hija casada abandonada por su marido.
-JORRALEROS
Bartolomé García, casado con dos hijos menores. ( 1409). José Clavijo (1411), casado con dos hijas. Juan García Mohino (1412), mayor de 60 años, casado. Juan Manuel Pérez Pedrosa (1415), casado con tres hijos menores y dos hijas.
PUJAREROS
-Francisco del Castillo Colomo, VIUDO, CON UN HIJO JORNALERO MAYOR DE 18 AÑOS(1410).
-Juan García Mohino el menor, casado con un hijo menor y una hija (1413). Marcos Pérez (1417)
, mayor de 60 años, viudo, con un sobrino.
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