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viernes, 10 de noviembre de 2017

HOY, EN ALCALÁ INFORMACIÓN, NUESTRAS ALDEAS.

NUESTRAS  ALDEAS
Dentro de  un programa Tu historia, nuestra cultura, la delegación de Asuntos Sociales ha llevado a cabo, con gran éxito y participación, a lo largo del mes de octubre y noviembre, una serie de actividades en las aldeas alcalaínas.  Más bien, los propios vecinos son los que han desarrollado este amplio programa que ha contado con exposiciones, rutas e itinerarios, actos de convivencia, visitas y muestras artesanas de nuestro paisanos de las calles de campos. Daba gusto visitarlas y comprobar los pasos del mundo rural y su evolución hasta el momento actual al pasear por su entorno. Nuestras aldeas se remontan a las villae  romanas o las alquerías árabes, a las ventas de paso y tránsito,  a los cortijos, morabitos  y oratorios de la gente de frontera, y a los molinos y a los chozones levantados a la vera de los caminos reales, y las servideras con motivo de los repartimientos de tierras. En tiempos de los Austrias y de los Borbones  jugó un gran papel la migración de la población de la ciudad de la Mota a estos lugares, cuando sus vecinos roturaron los montes, se formaron estos  núcleos rurales y se avecindaron muchos nuevos labriegos, jornaleros y servidores de los cortijos diseminados en torno a cada aldea.  Desde la primera plantación de olivos del reinado de Carlos III, para las aldeas  cada decenio significaba un  paso adelante en su suelo urbano y todas se incrementaron progresivamente en  población. Y, en el siglo XIX, algunas de las doce aldeas llegaron incluso a superar los mil habitantes, como fue el caso de Charilla, compitiendo en sus conjunto con la ciudad de La Mota, ya que invirtieron la concentración de vecinos dando lugar que el casco no llegaba diez mil habitantes y las aldeas superaban los diez mil. Aunque el sector primario   predominaba con el cultivo cerealístico, la vid  y el olivar, comenzó  a implantarse un pequeño porcentaje poblacional  dentro del sector de servicios en  cada núcleo. Eran los primeros maestros de enseñanza, se hacían presentes los  servicios públicos como correos o  estancos, o los venteros  y taberneros ; el sector secundario, no muy significativo, dejaba aparecer algún que otro zapatero, albañil o barbero, panadero, tabernero e, incluso, algunas aldeas llegaron a mantener guardas de campo y servicios de orden público. Es el caso de los puestos de la Guardia Civil, que  se mantuvo en Charilla, La Rábita y Mures hasta los años treinta.







A partir de la guerra civil y de los  años cincuenta, sufrieron el embate bidireccional y el envite migratorio  de muchos vecinos. A pesar de que la mayoría de ellas rondaban más de ochocientos habitantes y se reconoció la entidad aldeana como Villalobos  y  la de nuevos núcleos rurales como la Hoya de Charilla, la Fuente del Rey, San José o las Peñas de Majalcorón, comenzó la decadencia de  muchas aldeas, descendiendo su población a causa de la emigración a nuevas tierras de España y al extranjero, o trasladando su domicilio los más privilegiados a la ciudad de La Mota y abandonado los cortijos diseminados. Por los años setenta y ochenta, se culminó la presencia de muchos servicios públicos  que completaron en todas las aldeas  la electricidad, como la telefonía, el agua domiciliaria y una red intermunicipal, que prácticamente conecta por carreteras y carriles asfaltados todas las aldeas entre ellas y  con el casco urbano. Durante la transición  democrática, y, desde los nuevos ayuntamientos democráticos, se ha producido un movimiento progresivo  en líneas de acercar la sociedad del bienestar a todas las aldeas. El médico rural o el traslado de los vecinos para recibir asistencia sanitaria ha quedado lejos con la presencia de los consultorios  médicos, la  escuela rural volvió a muchas aldeas superando el tiempo de la concentración comarcal, los centros sociales de entidad municipal superaron a los antiguos centros de las sociedades de los años treinta. Incluso algunas disponen de instalaciones fabriles del sector agroalimentario y de otros productos de transformación.  También, hay  instalaciones deportivas, parques, lugares de ocio y plazas públicas en casi todas de ellas; se benefician del turismo rural con la reconversión de sus antiguas casas de campo o de aldea. Viven otro momento histórico,  intentan superar el reto del paso del mundo rural con toda su población a un mundo más global, en el que la distancia y el traslado a otros puntos distintos de su vecindad  no es óbice para mantener con el trabajo a las familias dentro de su entorno rural. A algunas les cuesta   asumir  este nuevo reto y  se necesita de los emprendedores que superen ese estancamiento, pero la mayoría dieron pasos gigantes adaptándose a los nuevos tiempos. Estas jornadas y campaña en favor de nuestras aldeas pueden servir para una proyección y una dinamización de su comunidad. Enhorabuena, a los organizadores, trabajadores y todos nuestros vecinos de las aldeas.    

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