Ese tajo se reviste de Caronte,
fue violentamente por algunos traspasado,
una cabra de Lot se manifiesta
en su boca con aspecto de bifronte.
Fue antaño una luz resplandeciente,
una llama de de almenara en alerta
protegiendo el ruedo de San Marcos.
Y al llegar al cruce de caminos, nueva parada, con la Martina al frente y los tajos alcalaínos recordando a Tetis, la diosa mítica del mar.
Esos tajos alcalaínos y tenantes,
antaño ciudad argárica y centenaria,
por su presencia corroídos y horadados,
dejan traslucir en forma catenaria
un panel de celdas columbarias.
Y al llegar al camino del lagar, se nos manifiestan los pinos, los arbustos, las zarzas, las retamas , la higuera y los primeros zumaques, entre verdes y ocres, apenas rojizos clamando por el agua.
En medio de tierras roturadas,
de hombres pobres y solemnes,
se levantan sus piedras en mausoleo
de un infame esfuerzo de esas gentes,
arrancando los yeros y las escañas.
Ayer, el zumaque reinaba en su solana,
convertido luego en ocre tinte,
estrujo en las negras atarazanas
de las aguas de las limpias Azacayas,
hoy se brindan ufanas en un bosque de otoño
para curiosos de colores de esperanza.
Y. entre matorrales, piedras, erillas, veredas negras de lodo, y zarzales por doquier, cubiertos de liquen y musgo verde y blanco, llegamos al lagar de Monte el Rey, explicamos el Libro de la Montería , la caza del oso, los jabalíes, el ruedo... y divisamos Charilla, el Sotillo, la Celada...y topamos con el mirador del antiguo basurero, sellado y ofreciendo el pie de cuesta en su momento inicial con los tajos en caída. La Gotera, la cueva del agua.
Al regreso, por los llanos, las cuevas, la primer ciudad argárica, san Marcos, la Verónica, ...y al llano.
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