Archivo del blog

sábado, 25 de febrero de 2017

TIMOLEÓN



EL  GRABADO  ALUDE A TIMOLÉON JEFE DE CORINTO
Timoleón fue natural de Corintio. Sin duda, este  hombre fue muy importante al parecer  de todos. Pues le tocó en suerte a él  solo, no sé si a ninguno  más, el  liberar a la patria, en la que había nacido, oprimida por el  tirano y   por los siracusanos, a cuyo auxilio habían sido enviados, quitarles la  perenne servidumbre,  y restituir a toda Sicilia a su estado libre anterior, vejada durante muchos años por  la guerra   y oprimida por los bárbaros con su llegada. Pero, durante estas cosas,  se vio combatido de la variada fortuna, y, lo que se considera más difícil, soportó con mucha más prudencia las circunstancias favorables que las adversas. Pues como su hermano Timófanes, elegido jefe por los corintios, hubiese ocupado la tiranía con la ayuda de los soldados mercenarios y pudiese participar del  mando,  tan alejado estuvo de aliarse con la tiranía que prefirió liberar  sus paisanos a salvar su hermano y tuvo por mejor sujetarse a las leyes de la patria a dominarla por medio de la tiranía. Con esta resolución, a través de un arúspice  y común pariente,  con  el que se había casado su hermana  carnal,  procuró  matar a su hermano tirano. El  mismo no sólo no   aportó sus manos, sino que ni siquiera quiso mirar la sangre fraterna. Pues hasta que este lance se acabara, se mantuvo lejos  como de centinela, para que ningún pudiera socorrer a su hermano. Todos aprobaron  no aprobaron de igual manera esta famoso hecho. Algunos consideraban que Foción había faltado a las leyes de la piedad y, por envida,   pisoteaban  el que se alabara su valor. Pero, tras este hecho su madre ni permitió que su hijo  entrara en su casa a verla  y no tuvo reparos en rechazarlo por detestarlo como un impío y fratricida. Por estas cosas, el se conmovió de tal manera que alguna vez quiso quitarse  la vida y retirarse de la mirada de los hombres ingratos con la muerte.
                          II
Entretanto, muerto Dión en Siracusa, Dionisio de nuevo se apoderó de Siracusa. Sus adversarios pidieron  ayuda a los corintios y lo reclamaron  como jefe para  emplearlo en  la guerra. Timoleón, tras ser  enviado a Siracusa, expulsó a Dionisio de toda Sicilia con increíble éxito. Como pudiese matarlo, no quiso, e hizo que Dionisio arribara a Corintio con toda seguridad, porque los corintios se había visto ayudados antes  con los socorros de uno y otro Dionisio, de cuya benignidad quería que fuese duradero su recuerdo y lo consideraba como  una famosa  victoria, en la que hubiese mas piedad  que crueldad, pero que no se escuchase de oídas sino que se viese claramente  a qué sujeto como Dionisio,  de cuan gran reino  y  hasta qué estado tan infeliz   había llevado. Tras la muerte de Dionisio combatió, con Iceta, que se había enfrentado con Dionisio. Alegando que fue prueba que Iceta no se opuso a Dionisio  por el odio que tenía a la tiranía  sino por la ambición de reinar él solo. Una vez vencido éste,  Timoleón puso en fuga a las tropas de los  numerosísimos  cartagineses junto al río Criniso, y obligó a que se tuviesen por dichosos por el hecho de que  se les permitiera ocupar África, los  que ya tenían la posesión de  Sicilia. Hizo prisionero a  también a Mamerco, jefe de Italia, hombre belicoso y poderoso, que había venido a ayudar a los tiranos a Sicilia.
                              III
Hechas estas cosas, como viese, a causa de la duración de la guerra, no sólo las regiones sino también las ciudades abandonadas, conquistó en primer lugar a los sicilianos, que pudo. Después, se atrajo a los colonos de Corinto, porque estos habían fundado Siracusa desde sus inicios. Repuso  sus cosas perdidas  a los viejos paisanos,  dividió entre los nuevos pobladores  las posesiones que habían quedado sin  dueño en la guerra;  rehizo las murallas de las ciudades destruidas y los templos arruinados;  les dio leyes y libertad  a los ciudadanos; tras una guerra muy grande,  trajo la paz y  la tranquilidad a toda la isla hasta tal punto  que parecía que  este era el fundador de aquellas ciudades y no aquellos que la habían llevado las primeras colonias para poblar. . Destruyó la acrópolis en Siracusa, la que había fortificado Dionisio para tener cercada  la ciudad; demolió los demás destacamentos de la tiranía y procuró  que muchas huellas de esclavitud  permanecieran lo menos posible. Siendo de unos poderes tan grandes que podía mandar incluso en los que no querían, y queriéndolo tanto todos los sicilianos que gobernaba sin rechazo de nadie,  prefirió ser amado a ser temido. Así pues, tan pronto como pudo, depuso su mando y vivió como un particular en Siracusa, todo lo que le quedó en vida. Y  lo hizo esto con prudencia;  pues lo que los demás reyes pudieron con el poder, este lo mantuvo con la benevolencia. Ningún hombre no colaboró con  Foción, ni ninguna asunto  fue hecho públicamente en Siracusa, sobre el que se hubiera acordado sin conocerse el parecer de Timoleón. No sólo apreciaron más  siempre su  consejo   sino que  ni siquiera se le comparó con otro;  y esto se consiguió por la benevolencia que él otorgaba  más que por la  prudencia a la hora de gobernar.
                              IV
Siendo Foción  ya  muy anciano, perdió la vista  por alguna enfermedad. Soportó con tal paciencia esta desgracia de tal manera que ninguno le oyó quejarse, ni memos fue un obstáculo a la hora de asistir a los asuntos  públicos y privados. Y venía al teatro, cuando allí se tenía una asamblea del pueblo; llevado por su enfermedad con una yunta de animales, y desde el carro daba su parecer. Ninguno atribuyó  estos actos  a que fuera un soberbio. Pues jamás salió de su boca una palabra soberbia, descomedida, ni que oliese a alabanza propia. Este, como oyese que  se pregonaban  las alabanzas hacia su persona, nunca dijo otra cosa que dar las gracias principalmente a los dioses  en este asunto, porque, habiéndole dispuesto dar la  libertad a  Sicilia, habían querido que el fuese el jefe más poderoso de aquel tiempo. Nada de las cosas humanas pensaba que se llevaban a cabo sin la providencia divina. Y así en su casa as había levantado un oratorio a la fortuna  y lo veneraba sagradamente.
                              V

Admirables circunstancias se le habían acercado a esta bondad admirable de este hombre. Pues hizo muchísimos combates  en el día de su nacimiento,  de lo que consiguió que se celebrase el día de su nacimiento en toda Sicilia. Un tal Lafistio, hombre petulante e ingrato, como quisiera imponerle una  su fianza, porque decía que el obraba según la ley, y haciendo concurrido muchos, que intentaba castigar  la desvergüenza con sus manos: Timoleón pidió a todos que no  lo hicieran. Pues, aunque se le  permitiera hacerlo  a Lafistio y a cualquiera, decía  que había afrontado muchos trabajos y grandes peligros.  Por otro lado,  que esta era una prueba clara de que había libertad, el que se  permitiese a todos experimentar lo que quisiesen según las leyes  lo que cada uno quería. Como un tal pariente de Lafistio, de nombre Demeneto,  empezase a denigrar  sobre  las cosas llevadas a cabo por Timoleón de  en la asamblea del pueblo, y algunas fuesen  echadas en cara levadas contra Timoleón,  este mismo dijo ahora que el había llegado al colmo de sus deseos ser  condenado de la promesa hecha los dioses  , pues alegaba que los dioses inmortales siempre le pidieron esto que restituyese tal libertad a los siracusanos , en la cual se permitiera a cualquiera hablar impunemente de lo que quisiera.  
Este como hubiese llegado al último día de su vida, públicamente en el Gimnasio, que se llama Timoleónteo,  fue sepultado por los siracusanos con la celebración de toda Sicilia.Timoleón fue natural de Corintio. Sin duda, este  hombre fue muy importante al parecer  de todos. Pues le tocó en suerte a él  solo, no sé si a ninguno  más, el  liberar a la patria, en la que había nacido, oprimida por el  tirano y   por los siracusanos, a cuyo auxilio habían sido enviados, quitarles la  perenne servidumbre,  y restituir a toda Sicilia a su estado libre anterior, vejada durante muchos años por  la guerra   y oprimida por la llegada de los bárbaros. Pero, durante estas circunstancias,  se vio combatido por la voluble fortuna, y, lo que se considera más difícil, soportó con mucha más prudencia las circunstancias favorables que las adversas. Pues como su hermano Timófanes, elegido jefe por los corintios, hubiese ocupado la tiranía con la ayuda de los soldados mercenarios y pudiese participar del  mando,  tan alejado estuvo de aliarse con la tiranía que prefirió liberar  sus paisanos a salvar su hermano y tuvo por mejor sujetarse a las leyes de la patria a dominarla por medio de la tiranía. Con esta resolución, a través de un arúspice  y común pariente,  con  el que se había casado su hermana  carnal,  procuró  matar a su hermano tirano. El  mismo no sólo no   aportó sus manos, sino que ni siquiera quiso mirar la sangre fraterna. Pues hasta que este lance se acabara, se mantuvo lejos  como de centinela, para que ningún pudiera socorrer a su hermano. Todos aprobaron  no aprobaron de igual manera esta famoso hecho. Algunos consideraban que había faltado a las leyes de la piedad y, por envida,   pisoteaban  el que se alabara su valor. Pero, tras este hecho su madre ni permitió que su hijo  entrara en su casa a verla  y no tuvo reparos en rechazarlo por detestarlo como un impío y fratricida. Por estas cosas, el se conmovió de tal manera que alguna vez quiso quitarse  la vida y retirarse de la mirada de los hombres ingratos con la muerte.
                          II
Entretanto, muerto Dión en Siracusa, Dionisio de nuevo se apoderó de Siracusa. Sus adversarios pidieron  ayuda a los corintios y lo reclamaron  como jefe para  emplearlo en  la guerra. Timoleón, tras ser  enviado a Siracusa, expulsó a Dionisio de toda Sicilia con increíble éxito. Como pudiese matarlo, no quiso, e hizo que Dionisio arribara a Corintio con toda seguridad, porque los corintios se había visto ayudados antes  con los socorros de uno y otro Dionisio, de cuya benignidad quería que fuese duradero su recuerdo y lo consideraba como  una famosa  victoria, en la que hubiese mas piedad  que crueldad, pero que no se escuchase de oídas sino que se viese claramente  a qué sujeto como Dionisio,  de cuan gran reino  y  hasta qué estado tan infeliz   había llevado. Tras la muerte de Dionisio combatió, con Hiceta, que se había enfrentado con Dionisio. Alegando que fue prueba que Iceta no se opuso a Dionisio  por el odio que tenía a la tiranía  sino por la ambición de reinar él solo. Una vez vencido éste,  Timoleón puso en fuga a las tropas de los  numerosos  cartagineses junto al río Crinito, y obligó a que se tuviesen por dichosos por el hecho de que  se les permitiera ocupar África, los  que ya tenían la posesión de  Sicilia. Hizo prisionero a  también a Mamerco, jefe de Italia, hombre belicoso y poderoso, que había venido a ayudar a los tiranos a Sicilia.
                              III
Hechas estas cosas, como viese, a causa de la duración de la guerra, no sólo las regiones sino también las ciudades abandonadas, conquistó en primer lugar a los sicilianos, que pudo. Después, se atrajo a los colonos de Corinto, porque estos habían fundado Siracusa desde sus inicios. Repuso  sus cosas perdidas  a los viejos paisanos,  dividió entre los nuevos pobladores  las posesiones que habían quedado sin  dueño en la guerra;  rehízo las murallas de las ciudades destruidas y los templos arruinados;  les dio leyes y libertad  a los ciudadanos; tras una guerra muy grande,  trajo la paz y  la tranquilidad a toda la isla hasta tal punto  que parecía que  este era el fundador de aquellas ciudades y no aquellos que la habían llevado las primeras colonias para poblar.  Destruyó la acrópolis en Siracusa, la que había fortificado Dionisio para tener cercada  la ciudad; demolió los demás destacamentos de la tiranía y procuró  que muchas huellas de esclavitud  permanecieran lo menos posible. Siendo de unos poderes tan grandes que podía mandar incluso en los que no querían, y queriéndolo tanto todos los sicilianos que gobernaba sin rechazo de nadie,  prefirió ser amado a ser temido. Así pues, tan pronto como pudo, depuso su mando y vivió como un particular en Siracusa, todo lo que le quedó en vida. Y  lo hizo esto con prudencia;  pues lo que los demás reyes pudieron con el poder, este lo mantuvo con la benevolencia. Ningún hombre no colaboró con  Foción, ni ninguna asunto  fue hecho públicamente en Siracusa, sobre el que se hubiera acordado sin conocerse el parecer de Timoleón. No sólo apreciaron más  siempre su  consejo   sino que  ni siquiera se le comparó con otro;  y esto se consiguió por la benevolencia que él otorgaba  más que por la  prudencia a la hora de gobernar.
                              IV
Siendo Foción  ya  muy anciano, perdió la vista  por alguna enfermedad. Soportó con tal paciencia esta desgracia de tal manera que ninguno le oyó quejarse, ni memos fue un obstáculo a la hora de asistir a los asuntos  públicos y privados. Y venía al teatro, cuando allí se tenía una asamblea del pueblo; acuciado por su enfermedad encima de una yunta de animales, y desde el carro daba su parecer. Ninguno atribuyó  estos actos  a que fuera un soberbio. Pues jamás salió de su boca una palabra soberbia, descomedida, ni que oliese a alabanza propia. Este, como oyese que  se pregonaban  las alabanzas hacia su persona, nunca dijo otra cosa que dar las gracias principalmente a los dioses  en este asunto, porque, habiéndole dispuesto dar la  libertad a  Sicilia, habían querido que el fuese el jefe más poderoso de aquel tiempo. Nada de las cosas humanas pensaba que se llevaban a cabo sin la providencia divina. Y así en su casa as había levantado un oratorio a la fortuna  y lo veneraba sagradamente.
                              V

Admirables circunstancias se le habían acercado a esta bondad admirable de este hombre. Pues hizo muchísimos combates  en el día de su nacimiento,  de lo que consiguió que se celebrase el día de su nacimiento en toda Sicilia. Un tal Lafistio, hombre petulante e ingrato, como quisiera imponerle una  su fianza, porque decía que el obraba según la ley, y haciendo concurrido muchos, que intentaba castigar  la desvergüenza con sus manos: Timoleón pidió a todos que no  lo hicieran. Pues, aunque se le  permitiera hacerlo  a Lafistio y a cualquier persona, decía  que había afrontado muchos trabajos y grandes peligros.  Por otro lado,  que esta era una prueba clara de que había libertad, el que se  permitiese a todos experimentar lo que quisiesen según las leyes  lo que cada uno quería. Como un tal pariente de Lafistio, de nombre Demeneto,  empezase a denigrar  sobre  las cosas llevadas a cabo por Timoleón de  en la asamblea del pueblo, y algunas fuesen  echadas en cara levadas contra Timoleón,  este mismo dijo ahora que el había llegado al colmo de sus deseos ser  condenado de la promesa hecha los dioses  , pues alegaba que los dioses inmortales siempre le pidieron esto que restituyese tal libertad a los siracusanos , en la cual se permitiera a cualquiera hablar impunemente de lo que quisiera.  

Este como hubiese llegado al último día de su vida, públicamente en el Gimnasio, que se llama

Timoleónteo,  fue sepultado por los siracusanos con la celebración de toda Sicilia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario