Archivo del blog

martes, 21 de febrero de 2017

EUMENES


Eumenes era natural  de Cardía.


Si su suerte se hubiese equiparado a su valor, no habría sobresalido como uno  más grande, pero sí sería  mucho más ilustre y también más honrado, porque nosotros medimos a los grandes hombres por el valor, no por la fortuna. Pues habiendo vivido en aquellos años, en los que los macedonios florecían, mucho le detrajo su fama  entre ellos en vida, porque era de una ciudad extranjera, y no le faltó a este ser  otra cosa sino ascendientes que se hubiesen dado a conocer por las armas. Aunque el era de la más alta clase  social de su tierra, sin embargo los macedonios  llevaban a mal  que le aventajaba algunas veces a ellos indignamente, pero con todo lo tragaban. Pues a todos excedía en diligencia,  precaución aguante, ingeniosidad, astucia,  y viveza de talento.
Este, muy joven, logró ser amigo de  Filipo, hijo de Amintas,  y en poco tiempo, llegó a ser uno de los más íntimos del rey. Pues, ya brillaba en la adolescencia su tendencia a la virtud. Así, lo tuvo  como secretario, porque este cargo entre los griegos es mucho  honrado  que entre los romanos. Pues entre nosotros, verdaderamente se consideran los escribanos tal como son mercenarios; sin embargo entre los griegos, por el contrario, nadie es admitido a este oficio a nos ser de familia noble,  y  una vez reconocida su fidelidad y laboriosidad,  porque es preciso que sea sabedor de todos los consejos. Se mantuvo durante 7 años junto a Filipo en este cargo de amistad. Muerto aquel, estuvo con el mismo cargo   con Alejandro durante 13 años.
En los últimos tiempos del  imperio de Alejandro, estuvo al frente de una ala de la caballería, que se llamaba Heterice o Guardia de Corps. Pero, siempre, siempre se valieron,  uno y otro, de su  consejo  y fue considerado como participe de todas las cosas.
                               II
 Muerto Alejandro en Babilonia, cono los reinos se repartiesen a cada uno de sus parientes, y las cosas más importantes hubiesen sido puestas para guardarlas en manos del mismo Perdicas a quien Alejandro había entregado su anillo al morir, - por lo cual todos le achacaban que  el habían encomendado el reino a éste, hasta que sus hijos hubiesen saliesen de la tutela: pues estaban ausentes Cratero y Antipatro, que parecía que precedían a este; había muerto Efestión, al único que  estimaba muchísimo Alejandro, lo que fácilmente puede comprenderse). En este tiempo, se le concedió a Eumenes la Capadocia, o más bien se le destinó: pues, por entonces, estaba en poder de los enemigos. Perdicas había hecho amigo suyo a  Eumenes con gran pasión, porque, tratándose de  hombre veía una gran fidelidad y una gran laboriosidad, no dudando de que, si lo  atraía con halagos,  le serviría muchísimo en aquellas cosas que maquinaba. Pensaba, pues, lo que casi todos andan apeteciendo en todos los imperios,  alzarse con el poder de todos y mantenerse con él. Pues el sólo  no hizo esto, sino que también todos los demás, que habían sido amigos de Alejandro Magno.  Leonato fue el primero que se puso a ocupar antes otro  Macedonia. Este procuró persuadir a Eumenes con muchas y grandes promesas,  para que abandonase a Perdicas e hiciese r la alianza  con é. Como no pudiera atraerlo, mandó matarlo, y lo hubiera ejecutado, si aquel no hubiera escapado de noche de entre las guardas de Leonato.
                                         III
En medio de todos estos hechos, estallaron aquellas guerras, que se llevaron a cabo tras la muerte de Alejandro, hasta la total destrucción de unos y otros y todos concurrieron para derribar a Perdicas. Aunque Eumenes  veía a este con poca gente, porque era el único que se veía obligado a resistir a todas las cosas, sin embargo no abandonó a su amigo y quiso más exponerse a perder la vida que faltar a la amistad. Perdicas había puesto a Eumenes al frente de aquella parte de Asia que está entre  el monte Tauro y el Helesponto,  y lo había colocado a él solo en contra de los enemigos europeos: el mismo marchó a conquistar Egipto contra Ptolomeo.
Eumenes  como no tuviese grandes tropas ni poderosas, porque estaban sin ejercitar y no llevaban mucho tiempo alistadas, pero como se dijese que se acercaban  y pasasen el Helesponto Antipatro y Cratero, guerreros  que sobresalían no solo por su fama sino por la experiencia en la guerra,( en verdad que los soldados macedonios tenían en aquel tiempo la misma fama, que ahora reciben los romanos. Pues siempre fueron considerados los más valientes para apoderarse de lo más importante del imperio). Eumenes creía que, si sus tropas  hubiesen conocido a aquellos contra los que eran conducidos, no solo no irían, sino que al mismo tiempo que con la noticia de que tenían que ir  desertarían. Y por esto le pareció más prudente  llevar sus soldados por caminos desviados de las rutas, en los que no podían escuchar la noticia cierta de la llegada de los macedonios,  y hacer creer a sus soldados que  marchaban contra ciertos desconocidos  bárbaros.  Así se  mantuvo en  este propósito y sacó su ejército a la línea de batalla y entabló el combate antes que sus soldados supieran con quienes entablar combate. Logró  también, con haber ocupado antes los lugares ventajosos,  que lucho mejor con la caballería, en la que era más poderoso en lugar de la infantería, en la que era su parte  más débil.

                               IV
Como se hubiera combatido una gran parte del día en cuyo tan reñido combate, cayeron el jefe Crátero y, también, Neptolemo que ocupaba el segundo lugar del mando. El mismísimo Eumenes combatió contra Neptolemo.  Como estos, habiéndose entrelazado entre sí, hubiesen caído a tierra desde los caballos, para que pudiese entenderse más fácilmente que habían luchado con dañada intención de enemigos y habían combatido más con sus fuerzas que  con coraje,  no se retiraron antes de que uno le quitara la vida al otro. Eumenes recibió algunas heridas de  Neptolemo, y, no por esto,  se retiró del combate, sino que acosó a los enemigos con más furia. Derrotada en este tiempo la caballería, una vez muerto su jefe Crátero, capturados muchos y principalmente nobles, el ejército de a pie, porque había sido metido en estos lugares tan peligrosos, para que, si no quería Eumenes, no pudiera escaparse,   le pidió la paz. Como la hubiera logrado,  no se mantuvo leal permaneció en la lealtad y se retiró hacia Antípatro al mismo tiempo que pudo. Eumenes procuró poner en cura a Cratero  habiéndolo sacado medio muerto  de la línea de combate;  puesto que esto que no era posible, por la dignidad del hombre y la antigua amistad- pues lo había tratado familiarmente, estando vivo Alejandro – le  hizo una amplias exequias y remitió sus huesos a su esposa e hijos.
                                         V
Mientras estas cosas suceden cerca del Helesponto, Pérdicas fue matado junto al río Nilo por Seleuco y  Antígono y el supremo mando de la guerra se le dio a Antípatro con lo más importante de las cosas.  Entonces los que le habían abandonado, dando su consentimiento al  ejército, fueron condenados los ausentes a pena de muerte, entre estos Eumenes.  Eumenes,  turbado por esta desgracia, no se acobardó  ante ella y  no menos  siguió  la guerra por eso. Pero las pocas fuerzas, aunque no abatían,  aminoraban  la grandeza del alma. A pesar de que Antígono acosaba a Eménides , porque abundaba con todo tipo de tropas, sin embargo   era maltratado a menudo en los caminos  y nunca le permitía luchar salvo en los pocos lugares  que  podían resistir a muchos.
Mas, por fin no pudiendo ser cogido por este plan,  fue cogido por la muchedumbre. Sin embargo, perdidos muchos de los  suyos, se libró del  peligro y se retiró a un  castillo de Frigia, que se llamaba Nora. Teniéndole el enemigo sitiado, y  temiendo que, no saliendo del castillo,  perdiera los caballos militares, porque no había espacio de ejercitarlos, inventó un astuto plan, para que, estando parados los caballos,  pudieran  entrar en calor  y hacer ejercicio,  comer con más apetito los caballos y no perder la movilidad  del cuerpo. Les ataba la cabeza con una cabezada más alta que pudiese tocar la tierra con los primeros pies; después, a verbazo limpio, los obligaba a saltar por las ancas y tirar coces.
Este movimiento los hacía más sudar que si corrieran en el picadero. Por esto logró que todos se quedaran maravillados de que sacara los jumentos tan lucios del castillo, habiendo estado durante muchos meses en medio de este cerco, como si los hubiese tenido en lugares abiertos. En medio de este cerco, cuantas veces quiso,   unas veces incendió el artefacto y otras fortificaciones de Antígeno y los destruyó otras veces. Pues se mantuvo quieto  en este castillo, durante todo el invierno, porque no podía tener al aire libre el campamento. Pero cuando se acercaba la primavera, fingiendo que quería rendirse, mientras trataba sobre las condiciones, engañó a los prefectos de Antígono y se salvó a sí mismo con toda su guarnición.
                                         VI
Olimpias, que había sido la madre de Alejandro habiendo enviado cartas y mensajeros a Asia  para consultarle si iría a   Macedonia a tomar de nuevo el mando –pues entonces habitaba en Epiro- y a tomar el reino, le hizo saber a esta, en primer lugar, que no  se retirara y esperase, hasta tanto el hijo de Alejandro alcanzase u ocupase aquel reino, pero si fuese arrastrada por alguna pasión hacia Macedonia, se olvidara de todas las injurias y a nadie tratase con rigor. Aquella no cumplió nada de esto. Pues marchó a Macedonia y allí se comportó de una manera muy cruel. Pidió a Eumenes en su ausencia que no permitiera que los más enemigos del palacio de  Filipo y de la familia  mataran  sus hijos  y amparara a los hijos de Alejandro. Y que si les concedía esto, lo más pronto juntaría el ejército, para venir en ayuda suya. Para hacerlo más fácilmente, cuentan que se envió una orden por escrito a los prefectos, que se mantenían en su deber, para que le obedeciesen y  sirvieran a sus planes. Eumenes, conmovido por estas cosas,   consideró bastante mejor si la fortuna lo quería,  morir bien agradecido  a sus méritos contraídos anteriormente a vivir como un ingrato.
                               VII
Así, reunió sus tropas y preparó la guerra contra Antígono.  Porque, con él,  estaban muchos nobles macedonios, entre estos Peucestes, que había sido guardián de corps de Alejandro y gobernaba Persia  por aquel tiempo, y Antígenes, bajo cuyo mando estaba la falange de los macedonios,  temiendo el odio, del que no pudo escaparse, de que  el mismo, siendo  extranjero, se apoderaba del más alto poder  antes que el otros  macedonios, de los que allí había muchos, levantó una tienda con el nombre de Alejandro en el cuartel general,  y en ella ordenó que se pusiera una silla de oro con el cetro y una corona  y, en ella,  todos los días se reunieran  para tomar las decisiones sobre las cosas más importantes, porque creía que causaría  menor envidia si parecía  administrar la guerra con el aspecto del mando y la  simulación del nombre de Alejandro. Hizo lo  cual. Pues juntándose los capitanes no en la tienda de campaña de Eumenes sino en la del Rey, en cierto modo no era él quien sonaba, siendo no obstante el sólo quien mandaba.
                                         VII
Eumenes, en Paretace, combatió con Antígono. Sin estar formada la línea de combate,  sino sobre la marcha, le obligó a regresar a Media a invernar habiéndole derrotada.  El mismo dividió las tropas para pasar el invierno en la cercana región de Persia, no como el quiso, sino como el deseo de los soldados le obligaba. Pues aquella falange de Alejandro Magno, que había recorrido Asia y había derrotado a los Persas, acostumbrada por su antigua fama y también por su libertinaje, quería no obedecer a los jefes sino mandar, como hacen ahora los soldados veteranos. De esta manera corre  peligro que  hagan lo que ellos hicieron, porque no se dejaban gobernar  y  por el exceso de  libertad que hace que todo se pierda  y más aquellos a aquellos aliados  que a los enemigos.  Pero si alguno de aquellos veteranos leyera los hechos, hallaría  que  no son menos importantes los de los romanos y jugará que no hay muchas diferencias, salvo el tiempo en que ocurrieron.  Pero volveré a donde me quedé.
Habían tomado el campamento de invierno no para descansar de las fatigas de la guerra sino  sino  para vivir con libertad;  y se habían alejado mucho entre ellos. Antígono habiendo comprendido esto y dándose cuenta de que no podía competir con enemigos que estaban preparados, dispuso que debía asumir un nuevo plan. Dos eran los caminos, por donde desde los Medos, donde el invernaba, podrían llegar a los campamentos de invierno  los enemigos. El más corto a través de lugares desiertos, que nadie habitaba a causa de la carencia de agua,  pero duraba casi diez días; el otro , por donde todos pasaban , tenía un cierto rodeo un tanto más largo, pero era rico  y abundante en todas las cosas.  Si marchaba a través de éste, sabía  que los enemigos se enterarían de su llegada antes que el mismo hubiera terminado la tercera parte del camino; pero si podía  avanzar por aquel camino desértico, esperaba  que el enemigo lo oprimiera por imprudente. Para lograr esto,  ordenó que muchísimos odres y cuchillos se prepararan, también forraje,  y además alimentos cocidos de diez días, para que el fuego se hiciera lo menos posible en el campamento. Ocultó a todos el camino por donde lo iba a  hacer. Así  preparado por donde lo  había dispuesto, marchó.
                                         IX
Casi había terminado la mitad del recorrido, cuando se trajo la noticia de que, por  la sospecha de humo que salía del campamento, el enemigo se acercaba en  contra Eumenes. Se reunieron  los jefes, y se preguntaron qué se debía hacer. Todos estaban de acuerdo que las tropas no podían congregarse tan rápidamente que pareciera que Antígono estaba cerca. Entonces ante el titubeo de todos y la desesperanza de los más importantes, Eumenes dijo que si quieren darle rapidez y cumplir los mandatos, porque antes no lo han hecho, que el mismo los sacaría de aquel aprieto. Pues, ya que el enemigo podría pasar en un espacio de  cinco días, el lograría que se retardara en un espacio de otros tantos más días. Por este motivo que  fueran a su alrededor y cada uno reunieran las tropas. Para refrenar el ímpetu de Antígono, se valió de esta estratagema. Envió a sujetos de su confianza  a las faldas de los montes, que estaban frente del  camino que llevaban  los enemigos, y les ordenó que, al principio de la noche, en la manera más extensa que  pudieran, hicieron hogueras las más grandes que pudieran y las disminuyeran en la segunda vigilia de la noche, y en la tercera vigilia las dejen muy pequeñas,  y, fingiendo lo que se acostumbra a hacer en los campamentos, diesen que sospechar al enemigo que Eumenes tenía sus reales en aquellos parajes y que tenía noticia sobre su llegada;  y,  al final de la noche, hicieron lo mismo. Hicieron cumplir a estos lo que Eumenes les había mandado.  Antígono, al anochecer, alcanzó a ver el fuego; creyó que Eumenes tenía noticias de su llegada  y que los adversarios habían reunido las tropas allí. Cambió el plan, y  puesto que no podía atacarlos desprevenidos, cambió de itinerario y dio  el  giro  más largo del trayecto fértil y allí , durante un día,  se detuvo  para sosegar el cansancio de los soldados y rehacer la caballería , con el fin de luchar con el ejército más recobrado del cansancio del camino
                                         X
De este modo,  Eumenes venció al astuto  jefe con este ardid e impidió su rapidez, sin embargo no le sirvió para mucho. Pues por la envidia de los jefes  con los que estaba,  y la perfidia de soldados macedónicos, habiendo salido vencedor en el combate, fue entregado a Antígono, a pesar de haberle  jurado su ejército tres veces y en distintas ocasiones que el mismo lo defendería y nunca desertaría de él. a en un combate sin fatiga. Pero fue tan grande  la envidia que algunos tuvieron del valor de Eumenes que preferían  incurrir en la nota de desleales que dejar de hacer traición.  Pues bien , Antígono, aún habiendo sido muy enemigo suyo,  lo habría salvado, si se lo hubiesen permitido los suyos, porque creía que el mismo no podría ser ayudado por ninguno más en aquellos asuntos que sabían todos .   Pues lo amenazaban Seleuco, Lisímaco, Ptolomeo, que eran ya poderosos en recursos, con los que el tenía que competir sobre el supremo mando. Pero no se lo permitieron  aquellos que estaban a su alrededor, porque  veían que, admitido Eumenes a la gracia y amistad de Antígono, tendrían todos menor estima en comparación con este. El mismo  Antígono estaba tan airado que  no podría calmarse a no ser que Eumenes  no le daba  la palabra para ayuda de cosas y servicios más importantes.
                                      XI
 Habiendo Antígono mandado ponerlo en la cárcel y como   un  jefe de guardia le hubiera preguntado de qué modo quería ser tratado, le respondió:
“Como un león crudelísimo o un elefante  ferocísimo”. Pues todavía no había decidido si salvarlo o no.  Por otro lado, se acercaban a ver  a Eumenes dos tipos de persona, no sólo los que querían  deleitar su vista  a partir de las  desgracias de Eumenes por el odio que le tenían, sino también los que deseaban hablar con él y consolarlo a causa de la vieja amistad ; también iban a verle muchos  que  tenían deseo de conocerle de vista, que clase de persona era aquel que habían temido mucho, en  cuya muerte habían puesto la esperanza de victoria. Pero habiendo estado durante mucho tiempo Eumenes en la cárcel, le dijo a Onomarco, a quien le correspondió  la mayor parte de su custodia, que el mismo se extrañaba por qué motivo ya hacía tres días que estaba detenido; pues no concordaba con la prudencia de  Antígono dar mal trato a  un vencido; sin mandar o que le quitasen la vida o le dejasen en libertad.  Como pareciese que Eumenes a Onomarco hablara con bastante  ferocidad, le dijo: ”¿Porque tú? Si tu eras de ese espíritu valiente, por qué no caíste muerto  en el combate, antes que venir a manos del enemigo”.  Eumenes le respondió a este: “Ojala eso hubiera acontecido. Pero no aconteció porque nunca yo entré en combate con alguien más fuerte que yo. Pues no  he peleado  con cualquiera de modo que este  me haya  derrotado; Pues no  caí derrotado por el valor de los soldados sino por la perfidia de los amigos.  Y esto es cierto. Pues fue de una dignidad honesta y  de ánimo constante para soportar el sufrimiento trabajo, pero de cuerpo no tan grande como de hermoso aspecto. 
                                      XII
 Antígono como sólo no se atreviera a decidir sobre quitarle o dejarle la vida,  lo propuso al Consejo. Como   todos , al principio perturbados,  se extrañasen  de que no se le hubiese aplicado el suplicio a  Eumenes que  los traía al mal traer durante tantos años de tal modo  que  habían muchas veces habían llegado a desconfiar conducidos a la desesperación,  y el que había matado a los más importantes.;  por último, estaban admirados de ver no se le quitara la vida a uno solo hombre  que era la única causa para que, mientras el viviera., ellos mismos no pudieran estar seguros, y, una vez muerto Eumenes,  no tendría ningún  molesto trabajo,  finalmente, si se le devolviese la salvación, preguntaban de qué amigos se había de valer: pues ellos no estarían con él. Antígono, una vez conocido el parecer del consejo,  se reservó un espacio de siete días  para decidir.   Entonces, temiendo que alguna sedición del ejército se originase, habiendo prohibido que se le acercara  cualquiera persona,  ordenó quitarle la comida diaria. Pues el andaba diciendo  que no ejercería la violencia contra aquel que  algunas veces había sido su amigo., Sin embargo no más de tres días fatigado por el hambre,  al  levantar los reales, sin saberlo Antígono  fue ahorcado por los guardianes 
XIII
Así Eumenes, a la edad de 45 años, habiendo servido a Filipo de secretario  desde los 20 años durante 7 años, habiendo ocupado el mismo lugar con Alejandro 13  años, habiendo estado en los últimos años de los dichos trece años al mando de  del ala del ejército y, tras la muerte de Alejandro Magno  como  general habiendo mandado sus ejércitos, habiendo quitado de en medio a parte de los más grandes jefes,  y habiendo matado a otra parte, , cogido no por el valor de Antígono, sino por la deslealtad  de los macedonios , tuvo un final tan triste de su vida. De cuán grande fue el concepto que de Eumenes  tenían formado todos aquellos  que, tras la muerte de Alejandro Magno fueron llamados reyes, a cerca de esto muy fácilmente se pude juzgar, porque nadie se llamó rey estando vivo Eumenes, y tras su muerte,  le quitaron en seguida los adornos de cetro, corona y púrpura, y nombre real, porque desde el principio habían prometido que el mismo guardaba el reino de Alejandro a sus hijos,  quisieron cumplirlo  al principio, y,  una muerto el único defensor de los hijos , manifestaron cual era su intención. Los Principales instigadores de este crimen fueron  Antígono,  Ptolomeo, Casandro, Seleuco y  Lisímaco. Mas Antígono entregó a sus pariente el cadáver de Eumenes  para enterrarlo. Estos con los honores militares y lúcidas exequias y  con la comitiva de todo el ejército,  lo inhumaron y procuraron llevar sus huesos a Capadocia junto a su madre,  esposa e hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario