Eumenes
era natural de Cardía.
Este, muy joven, logró ser amigo de Filipo, hijo de Amintas, y en poco tiempo, llegó a ser uno de los más
íntimos del rey. Pues, ya brillaba en la adolescencia su tendencia a la virtud.
Así, lo tuvo como secretario, porque este
cargo entre los griegos es mucho honrado
que entre los romanos. Pues entre
nosotros, verdaderamente se consideran los escribanos tal como son mercenarios;
sin embargo entre los griegos, por el contrario, nadie es admitido a este
oficio a nos ser de familia noble,
y una vez reconocida su fidelidad
y laboriosidad, porque es preciso que sea
sabedor de todos los consejos. Se mantuvo
durante 7 años junto a Filipo en este cargo de amistad. Muerto aquel, estuvo
con el mismo cargo con Alejandro durante 13 años.
En los
últimos tiempos del imperio de
Alejandro, estuvo al frente de una ala de la caballería, que se llamaba Heterice o Guardia de Corps. Pero,
siempre, siempre se valieron, uno y otro,
de su consejo y fue considerado como participe de todas las
cosas.
II
Muerto Alejandro en Babilonia, cono los reinos
se repartiesen a cada uno de sus parientes, y las cosas más importantes hubiesen
sido puestas para guardarlas en manos del mismo Perdicas a quien Alejandro
había entregado su anillo al morir, - por lo cual todos le achacaban que el habían encomendado el reino a éste, hasta
que sus hijos hubiesen saliesen de la tutela: pues estaban ausentes Cratero y
Antipatro, que parecía que precedían a este; había muerto Efestión, al único
que estimaba muchísimo Alejandro, lo que
fácilmente puede comprenderse). En este tiempo, se le concedió a Eumenes la Capadocia , o más bien se
le destinó: pues, por entonces, estaba en poder de los enemigos. Perdicas había
hecho amigo suyo a Eumenes con gran
pasión, porque, tratándose de hombre
veía una gran fidelidad y una gran laboriosidad, no dudando de que, si lo atraía con halagos, le serviría muchísimo en aquellas cosas que maquinaba.
Pensaba, pues, lo que casi todos andan apeteciendo en todos los imperios, alzarse con el poder de todos y mantenerse
con él. Pues el sólo no hizo esto, sino
que también todos los demás, que habían sido amigos de Alejandro Magno. Leonato fue el primero que se puso a ocupar
antes otro Macedonia. Este procuró
persuadir a Eumenes con muchas y grandes promesas, para que abandonase a Perdicas e hiciese r la
alianza con é. Como no pudiera atraerlo,
mandó matarlo, y lo hubiera ejecutado, si aquel no hubiera escapado de noche de
entre las guardas de Leonato.
III
En medio de todos estos hechos, estallaron aquellas guerras,
que se llevaron a cabo tras la muerte de Alejandro, hasta la total destrucción
de unos y otros y todos concurrieron para derribar a Perdicas. Aunque Eumenes veía a este con poca gente, porque era el
único que se veía obligado a resistir a todas las cosas, sin embargo no
abandonó a su amigo y quiso más exponerse a perder la vida que faltar a la
amistad. Perdicas había puesto a Eumenes al frente de aquella parte de Asia que
está entre el monte Tauro y el Helesponto, y lo había colocado
a él solo en contra de los enemigos europeos: el mismo marchó a conquistar
Egipto contra Ptolomeo.
Eumenes como no tuviese grandes tropas ni poderosas,
porque estaban sin ejercitar y no llevaban mucho tiempo alistadas, pero como se
dijese que se acercaban y pasasen el
Helesponto Antipatro y Cratero, guerreros
que sobresalían no solo por su fama sino por la experiencia en la
guerra,( en verdad que los soldados macedonios tenían en aquel tiempo la misma fama,
que ahora reciben los romanos. Pues siempre fueron considerados los más
valientes para apoderarse de lo más importante del imperio). Eumenes creía que,
si sus tropas hubiesen conocido a
aquellos contra los que eran conducidos, no solo no irían, sino que al mismo
tiempo que con la noticia de que tenían que ir
desertarían. Y por esto le pareció más prudente llevar sus soldados por caminos desviados de
las rutas, en los que no podían escuchar la noticia cierta de la llegada de los
macedonios, y hacer creer a sus soldados
que marchaban contra ciertos
desconocidos bárbaros. Así se mantuvo en este propósito y sacó su ejército a la línea
de batalla y entabló el combate antes que sus soldados supieran con quienes
entablar combate. Logró también, con
haber ocupado antes los lugares ventajosos, que lucho mejor con la caballería, en la que
era más poderoso en lugar de la infantería, en la que era su parte más débil.
IV
Como se hubiera combatido una gran parte del día en cuyo tan
reñido combate, cayeron el jefe Crátero y, también, Neptolemo que ocupaba el
segundo lugar del mando. El mismísimo Eumenes combatió contra Neptolemo. Como estos, habiéndose entrelazado entre sí, hubiesen
caído a tierra desde los caballos, para que pudiese entenderse más fácilmente
que habían luchado con dañada intención de enemigos y habían combatido más con sus
fuerzas que con coraje, no se retiraron antes de que uno le quitara la
vida al otro. Eumenes recibió algunas heridas de Neptolemo, y, no por esto, se retiró del combate, sino que acosó a los
enemigos con más furia. Derrotada en este tiempo la caballería, una vez muerto
su jefe Crátero, capturados muchos y principalmente nobles, el ejército de a
pie, porque había sido metido en estos lugares tan peligrosos, para que, si no
quería Eumenes, no pudiera escaparse,
le pidió la paz. Como la hubiera logrado, no se mantuvo leal permaneció en la lealtad y
se retiró hacia Antípatro al mismo tiempo que pudo. Eumenes procuró poner en
cura a Cratero habiéndolo sacado medio
muerto de la línea de combate; puesto que esto que no era posible, por la
dignidad del hombre y la antigua amistad- pues lo había tratado
familiarmente, estando vivo Alejandro – le hizo una amplias exequias y remitió sus huesos
a su esposa e hijos.
V
Mientras
estas cosas suceden cerca del Helesponto, Pérdicas fue matado junto al río Nilo
por Seleuco y Antígono y el supremo
mando de la guerra se le dio a Antípatro con lo más importante de las cosas. Entonces los que le habían abandonado, dando
su consentimiento al ejército, fueron condenados
los ausentes a pena de muerte, entre estos Eumenes. Eumenes, turbado por esta desgracia, no se acobardó ante ella y no menos
siguió la guerra por eso. Pero
las pocas fuerzas, aunque no abatían, aminoraban la grandeza del alma. A pesar de que Antígono acosaba
a Eménides , porque abundaba con todo tipo de tropas, sin embargo era maltratado a menudo en los caminos y nunca le permitía luchar salvo en los pocos
lugares que podían resistir a muchos.
Mas,
por fin no pudiendo ser cogido por este plan,
fue cogido por la muchedumbre. Sin embargo, perdidos muchos de los suyos, se libró del peligro y se retiró a un castillo de Frigia, que se llamaba Nora. Teniéndole
el enemigo sitiado, y temiendo que, no
saliendo del castillo, perdiera los
caballos militares, porque no había espacio de ejercitarlos, inventó un astuto
plan, para que, estando parados los caballos, pudieran
entrar en calor y hacer ejercicio,
comer con más apetito los caballos y no
perder la movilidad del cuerpo. Les
ataba la cabeza con una cabezada más alta que pudiese tocar la tierra con los
primeros pies; después, a verbazo limpio, los obligaba a saltar por las ancas y
tirar coces.
Este
movimiento los hacía más sudar que si corrieran en el picadero. Por esto logró
que todos se quedaran maravillados de que sacara los jumentos tan lucios del
castillo, habiendo estado durante muchos meses en medio de este cerco, como si
los hubiese tenido en lugares abiertos. En medio de este cerco, cuantas veces
quiso, unas veces incendió el artefacto y otras
fortificaciones de Antígeno y los destruyó otras veces. Pues se mantuvo quieto en este castillo, durante todo el invierno, porque
no podía tener al aire libre el campamento. Pero cuando se acercaba la
primavera, fingiendo que quería rendirse, mientras trataba sobre las
condiciones, engañó a los prefectos de Antígono y se salvó a sí mismo con toda
su guarnición.
VI
Olimpias, que había sido la madre de Alejandro habiendo
enviado cartas y mensajeros a Asia para
consultarle si iría a Macedonia a tomar
de nuevo el mando –pues entonces habitaba
en Epiro- y a tomar el reino, le hizo saber a esta, en primer lugar, que
no se retirara y esperase, hasta tanto
el hijo de Alejandro alcanzase u ocupase aquel reino, pero si fuese arrastrada
por alguna pasión hacia Macedonia, se olvidara de todas las injurias y a nadie
tratase con rigor. Aquella no cumplió nada de esto. Pues marchó a Macedonia y
allí se comportó de una manera muy cruel. Pidió a Eumenes en su ausencia que no
permitiera que los más enemigos del palacio de
Filipo y de la familia
mataran sus hijos y amparara a los hijos de Alejandro. Y que si
les concedía esto, lo más pronto juntaría el ejército, para venir en ayuda
suya. Para hacerlo más fácilmente, cuentan que se envió una orden por escrito a
los prefectos, que se mantenían en su deber, para que le obedeciesen y sirvieran a sus planes. Eumenes, conmovido por
estas cosas, consideró bastante mejor
si la fortuna lo quería, morir bien
agradecido a sus méritos contraídos
anteriormente a vivir como un ingrato.
Así, reunió
sus tropas y preparó la guerra contra Antígono.
Porque, con él, estaban muchos
nobles macedonios, entre estos Peucestes, que había sido guardián de corps de
Alejandro y gobernaba Persia por aquel
tiempo, y Antígenes, bajo cuyo mando estaba la falange de los macedonios, temiendo el odio, del que no pudo escaparse, de
que el mismo, siendo extranjero, se apoderaba del más alto
poder antes que el otros macedonios, de los que allí había muchos,
levantó una tienda con el nombre de Alejandro en el cuartel general, y en ella ordenó que se pusiera una silla de
oro con el cetro y una corona y, en
ella, todos los días se reunieran para tomar las decisiones sobre las cosas más
importantes, porque creía que causaría menor envidia si parecía administrar la guerra con el aspecto del mando
y la simulación del nombre de Alejandro.
Hizo lo cual. Pues juntándose los
capitanes no en la tienda de campaña de Eumenes sino en la del Rey, en cierto
modo no era él quien sonaba, siendo no obstante el sólo quien mandaba.
VII
Eumenes, en Paretace, combatió con Antígono. Sin estar
formada la línea de combate, sino sobre
la marcha, le obligó a regresar a Media a invernar habiéndole derrotada. El mismo dividió las tropas para pasar el
invierno en la cercana región de Persia, no como el quiso, sino como el deseo
de los soldados le obligaba. Pues aquella falange de Alejandro Magno, que había
recorrido Asia y había derrotado a los Persas, acostumbrada por su antigua fama
y también por su libertinaje, quería no obedecer a los jefes sino mandar, como hacen
ahora los soldados veteranos. De esta manera corre peligro que
hagan lo que ellos hicieron, porque no se dejaban gobernar y por
el exceso de libertad que hace que todo
se pierda y más aquellos a aquellos
aliados que a los enemigos. Pero si alguno de aquellos veteranos leyera
los hechos, hallaría que no son menos importantes los de los romanos y
jugará que no hay muchas diferencias, salvo el tiempo en que ocurrieron. Pero volveré a donde me quedé.
Habían
tomado el campamento de invierno no para descansar de las fatigas de la guerra
sino sino para vivir con libertad; y se habían alejado mucho entre ellos.
Antígono habiendo comprendido esto y dándose cuenta de que no podía competir
con enemigos que estaban preparados, dispuso que debía asumir un nuevo plan.
Dos eran los caminos, por donde desde los Medos, donde el invernaba, podrían
llegar a los campamentos de invierno los
enemigos. El más corto a través de lugares desiertos, que nadie habitaba a
causa de la carencia de agua, pero duraba
casi diez días; el otro , por donde todos pasaban , tenía un cierto rodeo un
tanto más largo, pero era rico y
abundante en todas las cosas. Si
marchaba a través de éste, sabía que los
enemigos se enterarían de su llegada antes que el mismo hubiera terminado la
tercera parte del camino; pero si podía
avanzar por aquel camino desértico, esperaba que el enemigo lo oprimiera por imprudente.
Para lograr esto, ordenó que muchísimos
odres y cuchillos se prepararan, también forraje, y además alimentos cocidos de diez días, para
que el fuego se hiciera lo menos posible en el campamento. Ocultó a todos el
camino por donde lo iba a hacer.
Así preparado por donde lo había dispuesto, marchó.
IX
Casi había terminado la mitad del recorrido, cuando se trajo
la noticia de que, por la sospecha de
humo que salía del campamento, el enemigo se acercaba en contra Eumenes. Se reunieron los jefes, y se preguntaron qué se debía
hacer. Todos estaban de acuerdo que las tropas no podían congregarse tan
rápidamente que pareciera que Antígono estaba cerca. Entonces ante el titubeo
de todos y la desesperanza de los más importantes, Eumenes dijo que si quieren darle rapidez y cumplir los
mandatos, porque antes no lo han hecho, que el mismo los sacaría de aquel
aprieto. Pues, ya que el enemigo
podría pasar en un espacio de cinco
días, el lograría que se retardara en un espacio de otros tantos más días.
Por este motivo que fueran a su alrededor y cada uno reunieran
las tropas. Para refrenar el ímpetu de Antígono, se valió de esta
estratagema. Envió a sujetos de su confianza a las faldas de los montes, que estaban frente
del camino que llevaban los enemigos, y les ordenó que, al principio
de la noche, en la manera más extensa que pudieran,
hicieron hogueras las más grandes que pudieran y las disminuyeran en la segunda
vigilia de la noche, y en la tercera vigilia las dejen muy pequeñas, y, fingiendo lo que se acostumbra a hacer en los
campamentos, diesen que sospechar al enemigo que Eumenes tenía sus reales en
aquellos parajes y que tenía noticia sobre su llegada; y, al
final de la noche, hicieron lo mismo.
Hicieron cumplir a estos lo que Eumenes les había mandado. Antígono, al anochecer, alcanzó a ver el fuego;
creyó que Eumenes tenía noticias de su llegada
y que los adversarios habían reunido las tropas allí. Cambió el plan,
y puesto que no podía atacarlos
desprevenidos, cambió de itinerario y dio el
giro más largo del trayecto fértil
y allí , durante un día, se detuvo para sosegar el cansancio de los soldados y
rehacer la caballería , con el fin de luchar con el ejército más recobrado del
cansancio del camino
X
De este
modo, Eumenes venció al astuto jefe con este ardid e impidió su rapidez, sin
embargo no le sirvió para mucho. Pues por la envidia de los jefes con los que estaba, y la perfidia de soldados macedónicos,
habiendo salido vencedor en el combate, fue entregado a Antígono, a pesar de haberle jurado su ejército tres veces y en distintas
ocasiones que el mismo lo defendería y nunca desertaría de él. a en un combate
sin fatiga. Pero fue tan grande la envidia
que algunos tuvieron del valor de Eumenes que preferían incurrir en la nota de desleales que dejar de
hacer traición. Pues bien , Antígono, aún
habiendo sido muy enemigo suyo, lo
habría salvado, si se lo hubiesen permitido los suyos, porque creía que el
mismo no podría ser ayudado por ninguno más en aquellos asuntos que sabían
todos . Pues lo amenazaban Seleuco, Lisímaco,
Ptolomeo, que eran ya poderosos en recursos, con los que el tenía que competir
sobre el supremo mando. Pero no se lo permitieron aquellos que estaban a su alrededor,
porque veían que, admitido Eumenes a la
gracia y amistad de Antígono, tendrían todos menor estima en comparación con
este. El mismo Antígono estaba tan
airado que no podría calmarse a no ser que
Eumenes no le daba la palabra para ayuda de cosas y servicios más
importantes.
XI
Habiendo Antígono mandado ponerlo en la cárcel
y como un jefe
de guardia le hubiera preguntado de qué modo quería ser tratado, le respondió:
“Como un león crudelísimo o un
elefante ferocísimo”. Pues todavía no había decidido si salvarlo o no. Por otro lado, se acercaban a ver a Eumenes dos tipos de persona, no sólo los que
querían deleitar su vista a partir de las desgracias de Eumenes por el odio que le
tenían, sino también los que deseaban hablar con él y consolarlo a causa de la
vieja amistad ; también iban a verle muchos
que tenían deseo de conocerle de
vista, que clase de persona era aquel que habían temido mucho, en cuya muerte habían puesto la esperanza de victoria.
Pero habiendo estado durante mucho tiempo Eumenes en la cárcel, le dijo a Onomarco,
a quien le correspondió la mayor parte
de su custodia, que el mismo se extrañaba por qué motivo ya hacía tres días que
estaba detenido; pues no concordaba con la prudencia de Antígono dar mal trato a un vencido; sin mandar o que le quitasen la
vida o le dejasen en libertad. Como pareciese
que Eumenes a Onomarco hablara con bastante
ferocidad, le dijo: ”¿Porque tú?
Si tu eras de ese espíritu valiente, por qué no caíste muerto en el combate, antes que venir a manos del
enemigo”. Eumenes le respondió a
este: “Ojala eso hubiera acontecido. Pero
no aconteció porque nunca yo entré en combate con alguien más fuerte que yo.
Pues no he peleado con cualquiera de modo que este me haya
derrotado; Pues no caí derrotado
por el valor de los soldados sino por la perfidia de los amigos. Y esto es cierto. Pues fue de una dignidad
honesta y de ánimo constante para
soportar el sufrimiento trabajo, pero de cuerpo no tan grande como de hermoso
aspecto.
XII
Antígono como sólo no se atreviera a decidir
sobre quitarle o dejarle la vida, lo propuso
al Consejo. Como todos , al principio
perturbados, se extrañasen de que no se le hubiese aplicado el suplicio
a Eumenes que los traía al mal traer durante tantos años de tal modo que
habían muchas veces habían llegado a desconfiar conducidos a la desesperación,
y el que había matado a los más importantes.; por último, estaban admirados de ver no se le
quitara la vida a uno solo hombre que
era la única causa para que, mientras el viviera., ellos mismos no pudieran estar
seguros, y, una vez muerto Eumenes, no
tendría ningún molesto trabajo, finalmente, si se le devolviese la salvación,
preguntaban de qué amigos se había de valer: pues ellos no estarían con él.
Antígono, una vez conocido el parecer del consejo, se reservó un espacio de siete días para decidir. Entonces, temiendo que alguna sedición del
ejército se originase, habiendo prohibido que se le acercara cualquiera persona, ordenó quitarle la comida diaria. Pues el andaba
diciendo que no ejercería la violencia
contra aquel que algunas veces había
sido su amigo., Sin embargo no más de tres días fatigado por el hambre, al
levantar los reales, sin saberlo Antígono fue ahorcado por los guardianes
Así
Eumenes, a la edad de 45 años, habiendo servido a Filipo de secretario desde los 20 años durante 7 años, habiendo
ocupado el mismo lugar con Alejandro 13 años, habiendo estado en los últimos años de
los dichos trece años al mando de del
ala del ejército y, tras la muerte de Alejandro Magno como
general habiendo mandado sus ejércitos, habiendo quitado de en medio a
parte de los más grandes jefes, y
habiendo matado a otra parte, , cogido no por el valor de Antígono, sino por la
deslealtad de los macedonios , tuvo un
final tan triste de su vida. De cuán grande fue el concepto que de Eumenes tenían formado todos aquellos que, tras la muerte de Alejandro Magno fueron
llamados reyes, a cerca de esto muy fácilmente se pude juzgar, porque nadie se
llamó rey estando vivo Eumenes, y tras su muerte, le quitaron en seguida los adornos de cetro,
corona y púrpura, y nombre real, porque desde el principio habían prometido que
el mismo guardaba el reino de Alejandro a sus hijos, quisieron cumplirlo al principio, y, una muerto el único defensor de los hijos ,
manifestaron cual era su intención. Los Principales instigadores de este crimen
fueron Antígono, Ptolomeo, Casandro, Seleuco y Lisímaco. Mas Antígono entregó a sus pariente
el cadáver de Eumenes para enterrarlo.
Estos con los honores militares y lúcidas exequias y con la comitiva de todo el ejército, lo inhumaron y procuraron llevar sus huesos a
Capadocia junto a su madre, esposa e
hijos.
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