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sábado, 18 de febrero de 2017

PELÓPIDAS

PELOPIDAS 



                                                               I
El tebano Pelópidas fue más conocido para los historiadores que por el pueblo. Dudo SOBRE escribir   sus virtudes, porque temo de qué modo voy a exponerlas; si empiezo a explicar los hechos, temo no narrar su vida, pero tal vez parezca que escribo su historia; si tan solo toco las más importantes, temo que aparezca con menos claridad   para los que no están instruidos en  la Literatura Griega cuán importante  fue aquel importante hombre. Así pues, trataré de acudir a una y otra cosa, tanto cuanto pueda, y no sólo procuraré NO ser tan prolijo que fastidie sino también no ser tan lacónico que no  lo entiendan  mis lectores. Como el espartano Fébidas condujese el ejército hacia  Olinto y caminara a través de Tebas,  ocupó una  acrópolis de la ciudad, que se llama Cadmea,  con el apoyo de unos pocos tebanos, los cuales, para enfrentarse  más fácilmente a la facción adversaria, apoyaban  las cosas de los lacedemonios; e hizo esto por su propio consejo y no por consejo público. Hecho esto, los lacedemonios lo retiraron de su ejército y castigaron con una multa de dinero y no les devolvieron la fortaleza a los tebanos, porque, una  vez quitadas  las enemistades,  consideraban mejor tenerlos cercados  que liberarlos. Pues, tras la guerra del Peloponeso y la derrota de Atenas, consideraban que ellos se las tenían que ver con los tebanos y que ellos eran los únicos, que se atrevían a ponerse  en contra.  Habían entregado los más altos poderes a sus aliados con este plan pensamiento: pues habían matado a una parte de los principales de una facción y a otros los había echado al exilio; entre estos Pelópidas, sobre el que hemos empezado a escribir, tras ser expulsado, carecía de patria.
                                    II
Casi todos estos desterrados se habían retirado a Atenas. No para conseguir estar tranquilos, sino para tratar de recuperar la patria desde un lugar próximo si  la fortuna les ofreciese la ocasión. Así pues, cuando pareció bien el momento de llegar a cabo la acción, en común acuerdo con los que eran del mismo sentir en Tebas, señalaron el día para aplastar a los enemigos y librar la ciudad, día en el que los más altos magistrados frecuentaban  en el  mismo momento hacer un banquete.  
A menudo grandes hazañas no se realizaron con grandes tropas, pero nunca tan grandes fuerzas fueron derrotadas a partir de un tenue comienzo. Pues se conjuraron doce adolescentes de aquellos que habían sido castigados con el destierro, sin haber más de 100 que se ofrecieran a afrontar el peligro. El poder de los lacedemonios fue derrotado por esta poca gente. Pues estos llevaron a cabo  la guerra no más contra la facción de los adversarios sino contra los espartanos que  en aquel tiempo eran los jefes de toda Grecia; la soberanía de estos, no mucho después, con la batalla de Leuctras quedó enteramente abatida por esta poca gente. Pues aquellos doce, cuyo jefe era Pelópidas, salieron de Atenas entretanto, con el fin de llegar a Tebas al anochecer, con perros de caza, llevando redes, y con un vestido de campesinos para caminar en medio de la menor sospecha. Estos, habiendo llegado en el preciso  momento, en el que se habían propuesto, llegaron a la casa de Carón que había señalada el momento y día de la operación.
                              III
Me agrada en esta parte de la narración, hacer un paréntesis, aunque está separado del objetivo de esta acción, sobre cuánto daño suele traer la confianza excesiva. Pues, en seguida,  llegó a los oídos de los magistrados que los desterrados habían llegado a la ciudad. Aquellos, que estaban entregados al vino y a los banquetes, hicieron tan poco aprecio que ni siquiera se esforzaron en investigar acerca de un asunto tan importante. También, aconteció   una cosa que puso al descubierto su locura. Pues se trajo una carta por un Arquino que la traía de Atenas a uno  de estos Arquías Hierofante, que entonces ocupaba el  más alto cargo en Tebas, en la cual carta le daba noticias de todas las circunstancias. Como ya se la hubiese dado a aquel que estaba recostado en el banquete, cerrada como estaba, metiéndola debajo del cojín, dijo: “Dejo las cosas serias para mañana”. Pero todos aquellos, siendo ya casi la media noche, y borrachos como estaban fueron mata


dos por los desterrados a las órdenes de Pelópidas. Terminadas estas cosas,  convocado  el pueblo a las armas ya  la libertad, no sólo los que estaban en la ciudad sino también los que vinieron  a reunirse e todos los campos,  echaron de la fortaleza a la guarnición de los lacedemonios, liberaron la patria del asedio, mataron a parte de los autores de ocupar Cadmea, y a otros los desterraron .
                    IV
En ese tiempo tan revuelto , como antes hemos demostrado, Epaminondas, mientras que  se luchó contra sus paisanos, se mantuvo tranquilo en su casa. Por eso, corresponde elogiar a Pelópidas por la liberación de Tebas es propia: casi todas las restantes alabanzas son compartidas con Epaminondas. Pues en la batalla de Leuctras, a las órdenes de Epaminondas Pelópidas este fue el capitán subalterno de una tropa elegida, la cual fue la primera que derrotó a la falange de los lacedemonios. Afrontó todos los peligros- de manera que, cuando se atacó a Esparta, mando en otra ala del ejército-y para rescatar más rápidamente Mesena, marchó como embajador al rey de los  persas. En fin, este fue uno  de los dos personajes importantes  que hubo  en Tebas,  pero también  el segundo  de tal manera que  era el que seguía  a  Epaminondas en estimación y autoridad.
                              V

Mas, sufrió con constancia los reveses de la fortuna: Pues, como manifestamos antes, desterrado careció de patria, y deseando devolver a  Tesalia al poder de los tebanos, y creyéndose que el estaba protegido con el derecho de embajador, el que solía ser sagrado entre todos los pueblos, fue encarcelado  por el tirano Alejandro Fereo, al mismo tiempo que  lo había sido Ismenias. Epaminondas libró de la prisión a Pelópidas, cuando persiguió con la guerra a Alejandro. Tras este hecho, nunca se reconcilió con aquel, que lo tenía ofendido por haberlo metido en prisión.  Por eso, persuadió a los tebanos que marcharan en  socorro  de Tesalia y expulsaran a los tiranos.  Como se le hubiera dado el mando  de esta guerra y marchara a Tesalia  con el ejército,  no dudó en ponerse en combate, en el momento que vio al enemigo.  En esta batalla, cuando reconoció a Alejandro, enardecido por la cólera metió las espuelas al caballo contra éste y,  habiéndose alejado de los suyos, cayó  muerto atravesado por la multitud de dardos que le lanzaron. Y esto aconteció cuando era favorable la victoria. Pues ya las tropas de los tiranos iban de vencidas.  Tras este hecho, todas las ciudades de Tesalia donaron coronas de oro y estatuas de bronce al muerto Pelópidas y entregaron muchos campos a sus hijos.


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