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lunes, 20 de febrero de 2017

AGESILAO





                                                I
El lacedemonio Agesilao no sólo fue alabado por todos los más escritores sino también por el socrático Jenofonte; pues tuvo muy estrecha amistad con él. Este, en primer lugar,  tuvo una disputa sobre el reino con su sobrino Leoticide (pues los antepasados de los lacedemonios se habían acostumbrado a tener siempre dos reyes, -más  de nombre que de mando-, de las dos familias de Proclo y Eurístines, los que fueron los principales reyes de Esparta descendientes del linaje de Hércules). No se permitía que se hiciera rey ocupando el sitio de una familia de estos por el de la otra.  Primero, cuidaban  que  fuera el primogénito, que hubiera nacido  de los hijos del rey  que hubiera muerto reinando; si este no hubiera dejado hijo varón, entonces era elegido el que pariente más cercano  por consanguinidad. Murió el rey Agis, hermano de Agesilao, al Leoticides no había reconocido por hijo en vida de rey; pero lo reconoció por tal  hijo en el artículo de la muerte. Este compitió sobre el mando  de rey con  su tío Agesilao,  y no consiguió lo que pretendió. Pues con el sufragio de Lisandro, hombre enredador, como dijimos anteriormente, y poderoso en estos tiempos, Agesilao fue preferido.
                            II
Agesilao, al mismo tiempo que tomó las riendas del gobierno, persuadió a los lacedemonios a que enviasen  los ejércitos a Asia y declarasen la guerra al rey haciendo ver  que era mejor luchar en Asia que en Europa. Pues se había extendido la noticia de que Artajerjes  preparaba la armada y los ejércitos de a pie para enviarlos a Grecia. Una vez habiéndoselo permitido,  lo hizo con  tanta rapidez que llegó a Asia con las tropas antes que los reyes sátrapas supieran que había salido. Por lo cual, consiguió que cogió a todos  sin preparar y desprevenidos. Cuando Tisafernes supo esto, que, por entonces tenía el más alto mando entre los generales del rey,  pidió una tregua al lacedemonio, simulando que procuraba llegar a un acuerdo entre los  lacedemonios  con el rey, pero realmente era  para preparar las tropas  y consiguió una tregua de 3 meses. Mas,  cada uno juró que mantendría las treguas sin engaño alguno. Aunque el lacedemonio se daba cuenta de  esta situación, sin embargo mantenía el juramento y decía que el mismo conseguía mucho tratándose del aplazamiento, porque andaba refiriendo que, por el contrario, Tisafernes se enemistaba con las gentes y con su  mala fe, provocaría que los dioses se irritasen contra él;  sin embargo, el mismo, siendo fiel al juramento de la tregua, daba ánimos a su ejercito , viendo este  que el poder de los dioses estaban de su parte,   y que los hombres se le hacían más favorables,  porque  solían  apoyar a aquellos que  veían  mantener la lealtad.
                                      III

Después que pasó el último día de la tregua, el bárbaro Tisafernes no dudando  que- porque la mayoría de las casas y posesiones estaban en Caria  y esta región se consideraba mucho más rica en estos tiempos-  los enemigos la atacarían  con mucha más fuerza por estas razones, había retraído todas las tropas a aquel lugar.   Pero Agesilao se retiró a Frigia y la arrasó antes que Tisafernes se trasladara hacia alguna parte. Luego, hizo regresar al ejército  a Éfeso para tomar los cuarteles de invierno tras engordar a sus  soldados con un gran botín. Y, una vez establecidos talleres para hacer armas allí, preparó al ejército con gran diligencia. Y para armarse los soldados con más gusto y equiparlos con más ostentación, propuso premios,  para premiar a los artífices, que más se esmerasen en el trabajo de las armas. Hizo  lo mismo en los diversos  tipos de ejercicios, para atraerse con grandes regalos a los que hubieran sobresalido sobre los demás. Con esto  logró tener el ejército más equipado y  disciplinado. Como le hubiera parecido bien a este sacar las tropas de los campamentos de invierno, consideró que los enemigos no lo creerían si  publicaba a la vista de todos adónde había de dirigir su marcha, y que no dudarían en que aquel haría otra cosa diferente a la que había publicado. Así, aquel habiendo dicho que marcharía a Sardes, Tisafernes creyó conveniente  que debía defender a la misma Caria.  Como le hubiera salido falso su juicio  y  se hubiese visto vencido por su  consejo, marchó ya  tarde a socorrer los  suyos.  Pues, habiendo venido a aquel lugar, Agesilao,  tras haber conquistado ya muchos lugares, se había apoderado  de un gran botín. Pero el lacedemonio, considerando que los enemigos le superaban en caballería,  nunca le dio posibilidad de hacerle frente en campo abierto y trabó combate en  aquellos lugares, en donde sus tropas de a pie fueran más fuertes. Por lo cual, derrotó a tropas mucho  más numerosas de los enemigos y se portó en Asia de tal manera que se consideró, según la opinión de todos, vencedor, siempre tuvo algún encuentro .

                                      IV
Teniendo ya determinado  marchar contra los persas y atacar al propio rey, le vino un mensajero de Esparta de orden de los éforos, diciendo que los atenienses y los bocios le habían declarado la guerra a los lacedemonios; por este motivo que no dudara en regresar. En este asunto,  no menos debe ser alabado su amor  respeto a la patria que su valor  bélico, y aunque este estaba  al  frente de un  ejercito vencedor, y tenía una gran confianza de apoderarse del reino, con tan  gran modestia obedeció a los  mandatos de los magistrados que estaban lejos,  como si hubiese sido uno más  en la Asamblea de Esparta.   ¡Ojalá nuestros jefes hubiesen querido imitar su  ejemplo!

Pero volvamos al asunto. Agesilao antepuso la buena reputación a conseguir un  reino muy espléndido y tuvo por mayor gloria el haber obedecido a las órdenes de la patria que el haber conquistado Asia. Pues con este plan pasó las tropas por el Helesponto y  lo hizo tan rápido que, lo que Jerjes había recorrido en el discurso de un año,  este lo pasó en  30 días.  No estando ya lejos del Peloponeso, los atenienses y los beocios y los demás aliados  intentaron cortarle el paso, junto a Coronea; a todos estos  derrotó  en un duro combate.

La principal alabanza de esta victoria fue el hecho de que la mayoría se habían lanzado huyendo al templo de Minerva y él preguntando qué quería que se les hiciera a estos, aunque había recibido algunas heridas en este combate y parecía airado con todos los que había tomado  las armas en contra de él, sin embargo prefirió el respeto del templo  a la cólera y mandó que no se les hiciera daño. Y no solo hizo esto en Grecia, para respetar los templos de los dioses, sino también,  entre los bárbaros,  mantuvo  todos sus templos y altares dentro del más alto respeto. Y así decía públicamente que se extrañaba que no se considerara entre los sacrílegos, a los que habían dañado a sus suplicantes, o que se les impusieran castigos menos graves a los que entibiaban la devoción que a los que expoliaban los templos.
                            V
Tras este combate,  toda la guerra se entabló junto a Corinto y de esta manera fue llama Guerra Corintia. Como aquí , en un solo combate de la batalla, hubiesen matado a 10.000 soldados bajo la jefatura de Agesilao,  y las fuerzas de los enemigos parecieran quedar debilitadas con este hecho,  estuvo tan lejos de ufanarse con la gloria de esta victoria que se compadeció de la desgracia de Grecia, porque muchos  habían caído en tal cantidad vencidos por si mismos debido  a la obstinación de los enemigos:  `pues decía      que con aquella  gente de Grecia, si hubieran seguido más cuerdos  consejos, hubieran podido  dar castigo  a  los persas.  Habiendo encerrado el mismo a  los adversarios dentro de las murallas  y muchos exhortándole que se atacara  Corinto, dijo que esto no convenía a su valor alegando que el era un hombre que obligaba a los que se rebelaban a que volviesen a ser obedientes, pero  no  el que destruyese las más importantes ciudades de Grecia. Y les dijo: Dijo: “Pues, si queremos acabar con aquellos que militaron con nosotros en contra de los bárbaros, nosotros mismos nos destruiremos, sin que les cueste trabajo a los persas. Hecho esto,  sin trabajo, cuando quieran , nos oprimirán”.

                            VI

Mientras pasaban estas cosas,  aconteció aquella famosa derrota de los lacedemonios en las cercanías de Leuctra. A donde para no marchar,  como fuese instado por los demás a que saliese a aquella campaña y como si adivinase el mal suceso que habían de tener los lacedemonios, no quiso salir. El mismo, como Epaminondas  atacase Esparta y estuviera la ciudad sin murallas, se ofreció como un jefe de tal valentía  que,  en aquella ocasión,  vieron todos que, si  no  hubiera sido por Agesilao,  que no existiría Esparta.

Pues, ciertamente en esto su presteza de consejo  salvó a todos. Pues, como algunos adolescentes, aterrados por su llegada de los enemigos, quisiesen huir junto a los tebanos y hubiesen tomado un lugar elevado fuera de la ciudad, Agesilao, puesto que veía que esto sería lo más pernicioso, si se hubiera advertido  que alguno intentaba pasarse a los enemigos, llegó con los suyos a aquel sitio  y , como si lo hubieran hecho  con buena intención, alabó esta determinación, por el hecho de que habían ocupado el cerro, comentándoles  que el se había dado cuenta de que esto debía ser hecho también. Así, simulada la alabanza, volvió a ser suyos a los adolescentes y aseguró aquel sitio  tras engancharlos  como sus compañeros. Pues los adolescentes,  habiendo aumentado con muchos de aquellos que no sabían la mira de ocupar el cerro, no se atrevieron a moverse  y  con tanto más gusto porque pensaban que ellos no sabían sus ideas.
                            VII
Sin duda, tras la batalla  de  Leuctra, los lacedemonios nunca más levantaron cabeza  ni recuperaron el antiguo imperio, no  desistiendo nunca Agesilao, entretanto.,  de ayudar a su patria en cualquier cosa que podía. Pues como los lacedemonios estuvieran indigentes principalmente de dinero, el acudió en ayuda de todos los que se habían conjurado contra el rey persa; el  recibiendo su dinero,  con ello levantó la patria. Y,  en este hecho, en primer lugar fue admirable en él  aquello, a saber, que, habiéndole enviado muchos regalos los reyes,  gobernadores dinastas y las ciudades,   no se llevó nada a su casa,  ni cambio su forma de vivir y vestir de espartano. Estuvo contento en su casa, la misma que Eurístenes , progenitor de sus mayores, había  frecuentado; el que entraba a esta, no podía ver ninguna señal de ostentación, ni de lujo, por el contrario, podía ver  las más importantes muestras de templanza y desinterés. Pues, estaba alhajada de tal modo que en ninguna cosa difería de cualquier persona sin fortuna  y corriente.
                            VIII

Y este fue un varón tan importante, así como le había protegido la naturaleza  en concederle las virtudes del alma, del mismo modo la tuvo en formar su cuerpo. Pues fue de estatura baja y cuerpo pequeño y cojo de uno de los pies. Este hecho, pues, le aportaba alguna deformidad, y los que no lo conocían., lo despreciaban al ver su  cara; pero los que conocían sus virtudes, no podían sentir mayor admiración. 

Esto lo experimentó, cuando a la edad de 80 años  marchó a Egipto en ayuda de Tacón  y se acostó sin techo alguno con los suyos en la orilla del mar, y tuvo una cama  tal,  cual la tierra estuviese cubierta de rastrojos y no más que una piel colocada encima  sobre ésta,  y allí mismo todos sus compañeros se acostaron con él,  con un humilde vestido y gastado, de tal modo que sus vestimentas no lo significaban como ningún rey entre estos, sino que tampoco presentaba sospecha alguna de  que sus hombres fueran muy dichosos. Habiendo sido llevada la noticia sobre su llegada a los ministros del rey, rápidamente le trajeron regalos de toda la chales hacia aquel lugar. Preguntando estos por Agesilao, apenas pudieron creer que podría ser uno de los que estaban acostados.  Como estos  le  hubiesen dado  las cosas que habían traído de parte del rey. Agesilao,  excepto la carne de ternero y otras cosas de este tipo de platos, que entonces necesitaba, no aceptó nada;  repartió ungüentos,  coronas,  y los postres a sus siervos y ordenó que se devolvieran el resto de las cosas. Hecho esto, los bárbaros de Egipto lo despreciaron más, porque pensaban que el había preferido aquellas por no saber distinguir las buenas cosas.  Este,  regresando a Egipto,  recibiendo donaciones de  220 talentos  por parte del rey Nectanebes,  para  que las repartiese a  su pueblo como regalo  y habiendo llegado al puerto, , que se llama Menélao, yaciendo entre Cirene y Egipto,  murió habiendo caído en una enfermedad. Allí, los amigos para poder transportarlo mejor a Esparta, porque no tenían miel, lo envolvieron en  cera  y así  llevaron su cadáver a Esparta. 

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