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viernes, 10 de febrero de 2017

TRAIDICIONES, CANCIONES Y FIESTAS , TRES CUENTOS RURALES V. REVISTA HUERTA DE CAPUCHINOS.


VCUENTOS Y LEYENDAS RURALES


ASOCIACIÓN HUERTA DE CAPUCHINOS
ALCALÁ LA REAL JAÉN












          Como  es frecuente en todos los años anteriores, recogemos con el título de cuentos rurales variadas  muestras de nuestro folklore alcalaíno entendido como la comarca de Alcalá la Real, dentro del apartado de  los cuentos para no dejar que el tiempo se lo engulla y no quede como un reflejo de una soledad rural que se mantuvo, siglos y siglos,  en nuestro entorno. Para ello, este año volvemos con los documentos que nos transmitió Milagros García Blanco, a través de los  textos de los  alumnos del IES Alfonso XI,  que le recopilaron gran número de tradiciones, leyendas, dichos y refranes de nuestra comarca. También,  dentro de este apartado, hemos recogido algunas muestras del folklore de Guardia Castellano, seleccionado de algunos de sus libros, adaptándolas a la prosa para hacerlos más sencillos y menos ramplones por el tipo de poesía que les imprime de corte echegariesco.

          Por haber pertenecido a una entidad eclesiástica común como era la Abadía de Alcalá la Real, algunos de los informantes proceden del Castillo de Locubín y nos reflejan un mundo parecido a las aldeas de nuestro entorno.  




                              
                              EL ROSAL DE CUATRO ROSAS

(Este cuento está tomado de Guardia Castellano “En serio y broma”)

          Había un precioso rosal cercano a la casa de un escritor. Destacaba entre todas las plantas de todos los huertos vecinos por su belleza y colorido. El escritor, siempre que pasaba por el rosal, se quedaba atraído por su aroma fragante y el aspecto colorista de sus hojas. Las consideraba como si tuvieran alma humana, porque, al mirarlas, se llenaba de gozo o de esperanza y se las figuraba como si se trataran de mujeres en la flor de la vida o en la plenitud de la  juventud en medio de su nostalgia.  Cierto día, entre el bardal de espinos de una parte del huerto, encontró un rosal que mantenía cuatro rosas, fruto de la buena simiente del antiguo rosal y de la pureza  de la gama de colores  que fueron asimilando a lo largo de su crecimiento.
          Eran frecuentes, por mayo y junio, las tormentas alcalaínas,  y un fuerte aquilón se llevó a una de ellas en una noche de mayo repleta de relámpagos y rayos.  Quedó tronchada y marchita en el suelo, junto a un hoyo que le servía de fosa abierta de tal modo que fue como si siguiera perfumando aquel huerto con su aspecto marchito.
          Después,  vino el viento céfiro y con suave viento y se llevó a otra rosa, que guardaron por su belleza en un convento de la ciudad; y allí llenó de su fragancia todas las estancias  monjiles hasta que se marchitó  también muy joven.   
          Un día, el escritor salió de paseo, vio a un automóvil parado junto al huerto, rodeado de mucha gente. Le pregunto a la vecina:

-¿Qué pasa?
-Nada, que se llevan a la tercera flor, que tu tanto amas.
-¿Quién se la lleva?-preguntó el escritor.
-El amor-responden varias vecinas.
          Y el amor y la rosa se marcharon sonando la trompeta, mientras el escritor se repetía interiormente: “ es que amar en automóvil debes ser cosa muy rica ”
         
          Quedó el jardín mustio y triste con la única flor que regaban los dueños del jardín  durante todos los días; pero el escritor no hacía más que cantarle poesías como esta:

          La de mirada ideal,
La de risa de cristal,
Y fresco y garrido talle;
 La última flor del rosal
Y ornamento de la calle.

          Y siempre se preguntaba interiormente si vendría a aquel huerto  un nuevo jardinero que se llevara la flor para acabar aquel cuento.



                                      
  

EL NIÑO MUERTO

          También recogido del libro de Guardia Castellano “De mi pueblo y de mi hogar” es el argumento de una película que se echaba en el cinematógrafo de principios de siglo XX en la Plaza del Ayuntamiento, por cierto muy frecuentado por la población.   Otros temas de cine  eran sobre vidas de santos, reyes, generales, detectives, bandoleros, celestinas, damiselas, diablos, barcos, raptos en una aeroplano, robos en cementerios, erupciones del Vesubio y bodas en el infierno.

          Empezaba el  autor viendo dicha película e iba contando:

          Érase un matrimonio que se había unido más por intereses que por afecto y cariño de tal modo que se habrían divorciado ya desde hace tiempo sino fuera por el hijo de esta unión en la que tenían puestos sueños contrapuestos.
          El padre era un conde arruinado, jugador, mujeriego; la madre era una honrada mujer del pueblo, hija de un afortunado naviero. Este último legó en su testamento toda su fortuna al nieto ante la conducta impropia de su yerno con respecto a su hija. A pesar de que no le correspondía aquella fortuna, el padre malgastaba sus rentas con el juego. Para colmo de males, no sólo era un derrochador y disoluto sino también un insidioso y un criminal. Pues maquinó la muerte de su  propio hijo para quedarse con la fortuna.
          Una noche, mientras dormía su hijo, tomó un fresco de veneno y  se lo puso junto a la mesita del  hijo que se encontraba enfermo como si se tratara de una medicina para curarlo. Inmediatamente, intentó marcharse  de la habitación para esquivar cualquier tipo de sospechas. Sin embargo, la madre estaba presenciando todas las maniobras escondida tras un tapiz del dormitorio que ocultaba las  rendijas de la  puerta del dormitorio del niño lo estaba viendo.
          La madre se inquietaba por los alaridos del niño que no pegaba ojo y no sabía como lo podía adormecer. Cayó en la cuenta de que en el armario tenía un beleño que era una pócima antiansiolítica diagnosticada por el médico en los momentos de sus crisis de nervios. Se lo dio al niño y quedó dormido. A continuación, envió al niño a una amiga suya modista.
          Le prepara una cajita cerrada donde en su interior encierra al niño y su ropita. Llama a un mandadero para que se lo entregue a la costurera.  Cruza calles y caminos hasta entregarlo.


Se interrumpió el cinematógrafo y no se supo cual era el final o desenlace de este Niño Muerto. 
SAN PEDRO


          Cuentan que, cierto día,  en el cielo se encontraba en una chicha calma hasta tal punto que tan sólo se oía roncar a San Pedro tras la portería, desde donde daba la bienvenida a los que entraban al cielo. Paseaba de un sitio para otro un ángel inquieto como un diablillo en medio de un aire impregnado con el humo del incienso. Al ver dormido a san Pedro, de improviso le quitó la llave de la puerta celestial. Raudo, se marchó dando un portazo que ocasionó que se despertara el santo de una forma malhumorada preguntando:
          -¿Quién anda por ahí?
          -Yo, señor, gente de paz, -le contestó el ángel.
          -Pues no se pasa.
          -Hombre, san Pedro, soy de la casa.
          Pedro insistía en no dejarlo entrar ni reconocerlo, además que lo creía que se confundía con unas mujeres que se hacían pasar por serafines. El ángel se autoafirmaba como verdadero y le contaba que le había despertado con los estentóreos ronquidos, cosa que negaba el apóstol.
         


          Cabreado san Pedro, le dio, de nuevo, un portazo que retumbó en todo el vestíbulo del cielo y lo despidió de inmediato quedando el ángel flotando en las nubes hasta que posó en una de las casas de Alcalá la Real tomando forma de niña.  







TRAIDICIONES, CANCIONES Y FIESTAS

          DÍA DE SAN ANTÓN


          En el Castillo de Locubín, los vecinos del barrio del Santo invitaban a sus casas a los parientes y amigos, y todo el pueblo se trasladaba al barrio de San Antón. El dinero, que se recogía en la Nochebuena, se rifaba en la plazuela, donde se mostraban las patas, testuzos de cerdo más negros e imposibles de limpiar de todas las matanzas del pueblo, frutas, bellotas, nueces y calabazas. Pero, lo que más le gustaba a la gente del pueblo eran las roscas del huevo duro. Finalmente había bailes, y el atrio de la ermita se alumbraba con candilejas de aceite para iluminar a la fiesta hasta la madrugada. Los convites se hacían con carne de chivo en organillo o picatoste.


          DIA DE LA CANDELARIA

          De Domingo Ceballos, nonagenario con mente lúcida, recogía la alumna Almudena Ceballos:
-En el Día de la Candelaria, era frecuente las luminarias o lumbres y se cantaban canciones alrededor de las lumbres como las siguientes:


Un pájaro y una pájara,
Tuvieron siete pajaritos,
Más vale haber bajado
Y habérselos comido frito.
Pájaro carpintero,
Enséñame a volar,
Que estando yo contigo,
 Llego más pronto,
Donde mi amor está

Choca la mano, chocalá

.Tonta cara de tonta
Cara de pino,
Cara de melón,
So vieja canosa
Tiene usted más años
Que cuatrocientos veinte,
Que salga usted,
 Con la cara de sartén,
Que salgas tú,
Con la cara de baúl. (Bis)



          En el Castillo de Locubín, se hacía una procesión, en la que se lucía la Virgen del Rosario, que era adornada con una gran rosca que cocía la gente del pueblo; delante de la Virgen un niño del pueblo llevaba una cesta adornada con una pareja de pichones.

          También la gente hacía pequeñas rosquillas de pan que se adornaban con romero y con un lazo en la cesta
 (Se colocaban cerca del altar mayor y eran bendecidas). Curiosamente, este pan bendito o bendecido se comía por todos los miembros de la familia, e, incluso, se les daba a los animales un bocado para que estuvieran sanos. En las vísperas de esta fiesta, se encendían candiles en las partes altas del pueblo.





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