EL PERRO, EL TESORO Y
EL BUITRE
En esta fábula
de la vida, aparecen tres personajes, tan diferentes y tan distantes que a
nadie se le pasaría por la cabeza interrelacionarlos: dos de grupo animal y un
tercero, uno objeto de gran valor para la humanidad. Como cabía esperar, este
último se trata del tesoro, que es lo mismo que la riqueza, que muchas ansían,
el nudo gordiano desencadenante de toda la tramoya de este pequeño relato fedrano. Pues, casi siempre acontece a la naturaleza humana, que el dinero simboliza a la codicia de tantas
personas humildes que subieron a las
cimas más altas del poderío económico y, luego, cayeron como las torres más altas, al sumirse en la suma pasión por este engendro fenicio.
Mas
vamos a la acción: el perro encarna,
por una parte , a muchas personas que nacieron de la nada, y ,se hicieron
ricos, comiendo entre los escombros según Fedro, o, con palabras de hoy escarbando en los fondos más sucios, en la economía fácil, y en el mercado de las aventureras empresas financieras; coincide,
incluso, con aquellos que llegaron a tocar
lo más sagrado y sublime, el uso
indebido y fraudulento del bolsillo de los demás, prometiéndoles paraísos
fiscales, ganancias desorbitadas y un bienestar sobredimensionado. Por eso, en
el segundo acto del perro se representa
a aquellos que sufrieron la venganza, como en la fábula, de su propia
religión utilitarista, con la que se habían coaligado mediante la obtención del dinero rápido, acompañada de la ganancia usurera y la
falta de auténtico esfuerzo, lo que desembocó en muchas personas en un postín ficticio
del poseer y tener. Pura hojalata, puro encubrimiento de la realidad es este
tesoro efímero del tener desorbitado, ya que se vengó de ellos imponiéndoles el suplicio de estar continuamente
desbordados por vigilar que nadie le arrancase la riqueza de lo encontrado
fortuitamente y adquirido por medios
abusivos y en lugares cenagosos. Pero
este perro- los nuevos ricos- , en vez de recordar de dónde provenían , se
convirtieron piojos revividos, al encontrar el tesoro de la riqueza, el de la
afananza sin límite y la especulación desmesurada, y se olvidaron
del básico comer de la honradez y
honestidad y del sustentarse con el tener sólido por estar pendientes de la riqueza rápidamente
adquirida. Y vino la crisis, el hambre de no poder dar respuesta a situaciones
ilusorias y los cogió desprevenidos al encontrarse con pies de barro, como le
sobrevino al perro que murió a las primeras de cambio. Todo se vino abajo, el
propio perro, en este caso perro con pulgas, quedó flácido y macilento, no
tenía ni para comer, no había quien le comprara sus riquezas. Murió de inanición,
y pasó un buitre, el del capitalismo
voraz, posándose sobre él, ansioso de sus despojos hipotecarios, de
sus enseres impagados y de sus letras de
cambio, le dijo. “Perro, bien merecida
muerte tienes, pues, habiendo nacido en la calle y criado entre el estiércol
ambicionaste vivir de repente como si fueras un rey”.
O esta frase convertida en enseñanza popular por el fabulista latino: “Esta fábula
puede aplicares a los avaros, que, habiendo nacido en una cuna humilde,
desean pasar por ricos” Oportunidades de demostrar esta prueba las tiene en
cualquier momento, privado o social. A ver si de una vez se enteran.
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