I
Escribo estas líneas unas horas antes de dar las doce campanadas en el reloj de la Plaza del Ayuntamiento y, en
una copa tengo colocadas las tradicionales doce uvas. Parecen que tienen sabor
agridulce, porque su huesecito es el símbolo de lo que se nos ha atragantado el
año anterior, pero la vulva proyecta la dulzura del porvenir.
La primera me recordaba el hotel
de tres estrellas del "marino"
y me anunciaba las muestras de amor de los alcalaínos; la segunda me
rememoraba los conflictos irresueltos
y , a la vez, alentaba por trabajar por la paz; la tercera me traía a mi mente los hogares que quedaron
sin luz y encendía la luminaria de la
alegría con nuevos puestos de trabajo;
la cuarta era rémora de la tristeza de las familias sin techo y abría el corazón de la solidaridad para con ellos; la quinta se
acordaba de tantas personas que sufrían la
enfermedad imprevista, pero apostaba por los nuevos descubrimientos de
la salud; la sexta tenía la amargura de la desunión y ensalzaba los lazos
comunes; la séptima se lamentaba del egoísmo humano y apostaba
por la generosidad entre la humanidad; la octava se hacía
infantil con su malnutrición y anunciaba
nuevos éxitos de los programas de la
UNICEF ; la nona era un
testimonio de los muchos jóvenes sin trabajo y hacía exigencias para saciar las
ilusiones de las generaciones mejor preparadas; la décima se encontraba triste
en medio del Llano Mazuelos y preveía
nuevos proyectos de futuro para los desempleados; la décima agriaba el paladar
con la acidez del pesimismo de algunos maleintencionados y se mezclaba con
grandes dosis de optimismo para levantar los ánimos de los convecinos y
ciudadanos; la undécima roe hacía
reflexionar sobre la insensatez y la
osadía y
recomendaba la cordura a la hora de tomar decisiones; la última se
mostraba fría como los últimos fríos de
invierno y la tuve que completar con muchos Kilos de ilusión y
esperanza para el año 2015.
II
TRAS LA CAMPANADAS
Me las comí a salto de mata,
porque las campanas del pueblo almeriense no coincidían con la pantalla
televisiva. Fue el primer huesecito que se nos atragantó en el primer minuto
del año, Pues somos víctimas del mercado y consumismo, y estos no respetan ni
las tradiciones ni el candor de la Noche Vieja. Y el huesescito se convirtió en
zurriagazo contra el ente televisivo andaluz como si hubiera perdido la tercera
Guerra Mundial sabiendo todos que somos humanos y errare es hominum. Menos
mal que los caldos de nuestra tierra
alegraron toda la noche entre bailes y cantos.
Por lo menos, este primer día se
abrió con la vulva de la alegría a pesar de que la aceituna ha sido escasa y
los parados no bajan todo lo que quisiéramos todos. El “marino”, además, se encuentra casi sin gente, no abundan los
emigrantes en el comedor de Cáritas y se multiplican las muestras de ayudar a
los demás. ¡Que gran paso se alcanzaría si se pasara de la limosna que nos sobra
a la auténtica caridad!, O sea, quitarnos lo nuestro para conseguir que todos
seamos iguales en el punto de salida. Pues abundan los que confunden la caridad
con la beneficencia y los que la usan de arma arrojadiza sin poner ni un gramo de voluntariado en la búsqueda de su utopía de
beneficencia estatal. Coincido en alcanzar la justicia, pero no de un modo
estático. Ay, Felipe, colócanos.
FELIZ AÑO NUEVO. UN ABRAZO.
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