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lunes, 5 de enero de 2015

UN CUENTO PARA EL DÍA DE LOS REYES Y DE NAVIDAD

Adoración de los Reyes Retablo  de  Iglesia de Santo Domingo de Silos
            LA NOCHE DE REYES


          El corregidor se sentía ufano y no buscaba sino ejercer su autoridad  entre los vecinos. Hacía muestras  ostentosas y espíritu agresivo, incluso, contra la autoridad abacial. El abad, por su parte,  era un hombre sencillo,prácticamente epítome de todos los valores de la humildad. Cada día, las diferencias se agravaban entre el abad y el corregidor. Raro era el día en que el corregidor no buscaba una excusa para  hacerse valer y prevalecer su  criterio autoritario  con respecto a las buenas palabras del abad. Había varios lugares, donde el terreno estaba preparado para provocarse riñas, y disputas. Algunas parecían como si las hubiera inventado la providencia: entre ellas las conocidas fundaciones cuya dirección compartían con los regidores de la ciudad. No se ponían de acuerdo ni en ejercer la caridad en una fundación de proveer de ajuar a las jóvenes  y casaderas huérfanas y eso que sus patronos Pedro Fernández de Alcaraz y su mujer Leonor Godoy habían sido puntillos y , en la escritura notarial, crían que lo habían dejado completamente atado. Un día, era porque no estaba de acuerdo con el nombre propuesto por el abad; otro, por excederse en sus gastos, …
Retablo de Santa Catalina. Adoración de los Ryes. 
            El enfrentamiento más duro tuvo lugar la noche del Viernes Santo de 1779, la iglesia mayor estaba abarrotada de fieles. Al entrar en la iglesia, los  dos beneficiados  de protocolo le pidieron que dejara la espada y el bastón de mando en la calle: No le hizo  caso. Continuó en procesión  y con los miembros del cabildo ocupó los primeros asientos  en la capilla mayor. Salió el abad y dio muestras de disentimiento, diciéndole al  maestro de ceremonias que le advirtiese  de que no podía ostentar las armas ni el poder en el acto de la Adoración de la Cruz.  No hizo caso y entre las dos autoridades se produjeron algunas palabras.
Retablo de Santa Catalina. Santo Domingo de Silos. 
           Pero, el abad trataba de apaciguar los ánimos de la ciudad y le mandaba misivas para que se retractara de su postura hostil. Testarudo como ninguno, el corregidor no se bajaba del burro ni se retractaba. Además, acostumbraba a dar un paso más alto. Era el paso de ejercer el mando militar con lo que significaba la ostentación de  las armas entre la población. 
No tuvo mejor idea que llevar a cabo una insólita provocación. Reunió al regimiento  que se alojaba en la ciudad para forrajear, mientras  llegaban los tiempos de guerra. Pero no era un día cualquiera, sino que era el día de los Reyes Magos del año 1780. Los vecinos de todos los barrios habían acudido a la iglesia abacial, allí se encontraban todos los sacerdotes y cabildo eclesiástico. Era la hora de los maitines, comenzaron las canciones, antífonas y lecturas. Llegó el turno de los cantos, bellos villancicos entonaba la capilla de música. Unos versos romanceados que cantaban el pasaje de la adoración de los Reyes. Con un sonsonete parecido al de los milagros de San Antonio, todos asistían a un pequeño auto que iba coincidiendo con la entonación musical de los beneficiados. Y, cuando cantaban

                        Cuando el eterno se quiso hacer Niño,
                        Le dijo el ángel con mucho cariño…
            Un aleo militar precedido de un fuerte sonido de tambores con toque de chirimías se acrecentaba conforme se acercaba a la iglesia la tropa  militar. Se oyeron ruidos de soldados alterados y  tiros  de arcabuceros. Pero lo sorprendente fue cuando entraron en el templo, prácticamente arrollando a los últimos devotos que se apiñaban escuchando los cantos religiosos.
            Ya no aguantó más el abad. No se le podía permitir más atentados. Se había ofrecido un triste espectáculo, incluso, entre los niños que tenían un gran respeto por su humildad.
            Se fue a su casa y escribió al rey una carta de protesta por tantos atentados. El corregidor siguió dirigiéndole continuos  atropellos. 
Pero, No venían noticias de la Corte ni de los hombres de su Consejo. Parecía que se salía con la suya. No se lo imaginaban, pero las cosas de palacio van despacio.
            Una mañana fría de invierno de 1782, el secretario del Consejo  le dio una buena noticia al abad , se había hecho eco de sus protestas y le enviaba una carta al corregidor en la que le pedía que acatase y cumpliese las costumbres de la ciudad  y evitara toda nota y mal ejemplo. Además, lo que más satisfizo al abad cuando leyó.

            “ Que el señor corregidor  se abstenga en delante de valerse de soldados armados para tales actos dentro de la Iglesia, contentándose con sus ministros, pero dejando estos el farol a la parte a fuera de la puerta del templo”. 
¿Podía ser un farol este corregidor?        

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