Adoración de los Reyes Retablo de Iglesia de Santo Domingo de Silos |
El corregidor se sentía ufano y no buscaba sino ejercer su autoridad entre los vecinos. Hacía muestras ostentosas y espíritu agresivo, incluso, contra la autoridad abacial. El abad, por su parte, era un hombre sencillo,prácticamente epítome de todos los valores de la humildad. Cada día, las diferencias se agravaban entre el abad y el corregidor. Raro era el día en que el corregidor no buscaba una excusa para hacerse valer y prevalecer su criterio autoritario con respecto a las buenas palabras del abad. Había varios lugares, donde el terreno estaba preparado para provocarse riñas, y disputas. Algunas parecían como si las hubiera inventado la providencia: entre ellas las conocidas fundaciones cuya dirección compartían con los regidores de la ciudad. No se ponían de acuerdo ni en ejercer la caridad en una fundación de proveer de ajuar a las jóvenes y casaderas huérfanas y eso que sus patronos Pedro Fernández de Alcaraz y su mujer Leonor Godoy habían sido puntillos y , en la escritura notarial, crían que lo habían dejado completamente atado. Un día, era porque no estaba de acuerdo con el nombre propuesto por el abad; otro, por excederse en sus gastos, …
Retablo de Santa Catalina. Adoración de los Ryes. |
El
enfrentamiento más duro tuvo lugar la noche del Viernes Santo de 1779, la
iglesia mayor estaba abarrotada de fieles. Al entrar en la iglesia, los dos beneficiados de protocolo le pidieron que dejara la espada
y el bastón de mando en la calle: No le hizo
caso. Continuó en procesión y con
los miembros del cabildo ocupó los primeros asientos en la capilla mayor. Salió el abad y dio
muestras de disentimiento, diciéndole al
maestro de ceremonias que le advirtiese
de que no podía ostentar las armas ni el poder en el acto de la Adoración de la Cruz. No hizo caso y entre las dos
autoridades se produjeron algunas palabras.
Retablo de Santa Catalina. Santo Domingo de Silos. |
Pero,
el abad trataba de apaciguar los ánimos de la ciudad y le mandaba misivas para
que se retractara de su postura hostil. Testarudo como ninguno, el corregidor
no se bajaba del burro ni se retractaba. Además, acostumbraba a dar un paso más
alto. Era el paso de ejercer el mando militar con lo que significaba la
ostentación de las armas entre la
población.
No tuvo mejor idea que llevar a cabo una insólita provocación.
Reunió al regimiento que se alojaba en
la ciudad para forrajear, mientras
llegaban los tiempos de guerra. Pero no era un día cualquiera, sino que
era el día de los Reyes Magos del año 1780. Los vecinos de todos los barrios
habían acudido a la iglesia abacial, allí se encontraban todos los sacerdotes y
cabildo eclesiástico. Era la hora de los maitines, comenzaron las canciones,
antífonas y lecturas. Llegó el turno de los cantos, bellos villancicos entonaba
la capilla de música. Unos versos romanceados que cantaban el pasaje de la
adoración de los Reyes. Con un sonsonete parecido al de los milagros de San
Antonio, todos asistían a un pequeño auto que iba coincidiendo con la
entonación musical de los beneficiados. Y, cuando cantaban
Cuando
el eterno se quiso hacer Niño,
Le
dijo el ángel con mucho cariño…
Un
aleo militar precedido de un fuerte sonido de tambores con toque de chirimías
se acrecentaba conforme se acercaba a la iglesia la tropa militar. Se oyeron ruidos de soldados
alterados y tiros de arcabuceros.
Pero lo sorprendente fue cuando entraron en el templo, prácticamente arrollando
a los últimos devotos que se apiñaban escuchando los cantos religiosos.
Ya
no aguantó más el abad. No se le podía permitir más atentados. Se había ofrecido
un triste espectáculo, incluso, entre los niños que tenían un gran respeto por
su humildad.
Se
fue a su casa y escribió al rey una carta de protesta por tantos atentados. El
corregidor siguió dirigiéndole continuos atropellos.
Pero, No venían noticias de la Corte ni de los hombres de
su Consejo. Parecía que se salía con la suya. No se lo imaginaban, pero las
cosas de palacio van despacio.
Una
mañana fría de invierno de 1782, el secretario del Consejo le dio una buena noticia al abad , se había
hecho eco de sus protestas y le enviaba una carta al corregidor en la que le
pedía que acatase y cumpliese las costumbres de la ciudad y evitara toda nota y mal ejemplo. Además, lo
que más satisfizo al abad cuando leyó.
“
Que el señor corregidor se abstenga en
delante de valerse de soldados armados para tales actos dentro de la Iglesia , contentándose con
sus ministros, pero dejando estos el farol a la parte a fuera de la puerta del
templo”.
¿Podía ser un farol este corregidor?
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