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sábado, 7 de febrero de 2015

UN PARÉNTESIS CONTEXTUAL A FINALES DEL SIGLO XIX CON MOTIVO DE LOS DIPUTADOS

LA SOCIEDAD ALCALAÍNA A FINALES DEL SIGLO XIX

La sociedad se estructuraba, desde principios de siglo XIX, en unos medianos propietarios, comerciantes e industriales, los llamados mayores contribuyentes (tan sólo dos hacendados alcanzaban la cifra de mil fanegas de tierra), los pegujareros y maestros de  oficios, y un gran grupo de jornaleros o peones, que solo vivían de sus brazos como había sido frecuente a lo largo de los siglos anteriores, amén de otro gran grupo de pobres de solemnidad que no tenían ni sus brazos, donde habían  que incluir las viudas. Este último grupo que no se benefició de las distintas medidas de roturación de los campos, salvo aislados casos, sufrió todo tipo de miserias. Sin embargo, el grupo de pujareros constituyó una gran base social en la comarca alcalaína al poseer pequeños peculios con los que pudieron subsistir y emplear a los braceros. De ahí los registros de Jaén cuantifiquen en 1886 los propietarios de la zona de Alcalá la Real es 15.540 y tan sólo  fueran propietarios reales 8.237 frente a los 7.303 que habían dejado de serlo y tan sólo don Gregorio Abril aparezca con una posesión de más de doscientas cincuenta hectáreas.

 Un indicador de lujo de finales de siglo  fue la posesión de coches tirados por una o dos caballerizas: tan sólo lo poseían veinte personas (dos miembros de la familia Abril, otros  dos de los Núñez, Santaolaya, González de Lara y Retamero) para uso de visitar sus posesiones agrícolas.
Alcalá la Real era una ciudad tranquila y pacífica. Sin embargo, en los momentos de sequía y de intensas lluvias, generalmente los meses de enero, septiembre u octubre, se complicaba los mecanismos de aquel inmovilismo social Pues, las familias de los más desfavorecidos vivían a expensas de la caridad privada y pública o del  reparto de trigo del Ayuntamiento. Sus medidas de presión radicaban en que constituían una gran comisión de ciudadanos  que acudían al ayuntamiento para entrevistarse con el alcalde para que les paliara el hambre por la falta de trabajo. A continuación, se tomaban medidas librando del presupuesto partidas en dos direcciones. Unas veces, acometían obras públicas en las distintas aldeas, sobre todo, de caminos y calles. Otras veces, no había más solución que el reparto del pan, que sacaba el ayuntamiento de los bienes de propios y empanaban los panaderos. Los propios regidores lo repartían en el convento de Consolación, atendiendo al censo de los jornaleros y pobres, aunque a veces incluso algunos miembros de los pegujareros se vieron beneficiados de estas medidas.
Cuando la situación se prolongaba y las partidas municipales no daban abasto, se acudía al Intendente de la Provincia, o al Gobernador Civil para que librara fondos el gobierno de la Nación. En casos extremos, se convocaba a los mayores contribuyentes y grandes propietarios para que alojaran obreros en sus fincas o repartieran trigo de sus casas. La Iglesia también acudía en las situaciones extremas con medidas caritativas, repartiendo trigo de sus clérigos o del recogido por el diezmo.


Son pocos los casos, en los que la situación llega a ser alarmante, porque cambiaban las circunstancias atmosféricas o la situación se paliaba con estas medidas mencionadas. Pero hay casos, en los que se nos describen situaciones de auténtica hambre, donde morían famélicamente, los hijos de los jornaleros. Ante situaciones extremas, como en 1897, llegaron a  reunirse incluso ciento cincuenta personas y llevaron a cabo reivindicaciones mucho más fuertes que  en situaciones anteriores, ya que las medidas de socorro de quince días no habían paliado la situación. Esto nos indica que la población estaba más sensibilizada que en situaciones anteriores. Es curioso que estas mal llamadas “medidas de sabotaje de la clase jornalera” fueran denunciadas ante el Gobierno Civil y se solicitara la ayuda de la fuerza de la Guardia Civil, que solía reprimir los conflictos.
En esta situación, se produjeron algunos conatos muy fuertes de enfrentamientos públicos con los agentes ejecutivos de Hacienda, que cobraban el impuesto de consumos. El punto más álgido tuvo lugar en el año 1888, cuando un gran grupo, que calificaba el telegrama del alcalde al gobernador civil “desavenidos”, intentó llevar a cabo una gran manifestación con motivo del día quince de agosto, que se celebraba el día de la Patrona y la conquista de la ciudad. Para ello el ayuntamiento solicitó que se le protegiera y se le enviasen  recursos de fuerzas  de orden público para que no se alterara la tensa situación. Parece ser que las distintas medidas coactivas impidieron la nutrida manifestación. Sin embargo, años más tarde, en Santa Ana, hubo que detener a una persona que atacó al ejecutivo con pistola en mano, y más violento aún fue el altercado que se ocasionó en Alcalá el dieciséis de junio de 1892, donde murió Francisco Arjona en medio de un grupo de más de cincuenta personas que se  enfrentó a los miembros de la oficina. Y este no había sido el único incidente sino que continuamente la guardia civil debió proteger a los ejecutivos en el cobro de casas, dándose enfrentamientos en las Cruces y en la Calle Trinidad en el mes de agosto. No era de extrañar esta situación de posesión de armas y violencia, porque son muchos los casos a finales de siglo en los que se producen requisas de pistolas y cañones recortados e intentos de asesinatos y disparos de noche. La verdad que la situación debió ser muy tensa este año de 1892, porque en el mes de febrero se envió a los alcaldes de las aldeas una carta de recomendaciones para el reparto socorros domiciliarios a sus jornaleros. Debieron eran estar las arcas exhaustas y no se podía afrontar el pago del cupo  provincial, porque el alcalde de Alcalá fue multado por el Gobernador Civil ante el retraso de los ingresos de los impuestos. La justificación de su retraso era la situación de la crisis obrera a la que tenía  que hacer frente con todos los ingresos posibles.
Además, era frecuente que el orden público se alterara en fiestas  y en las grandes concentraciones de las aldeas. El uno de mayo era una fiesta que era muy celebrada por los aldeanos de las Grajeras, a la que acudían los servicios de la Guardia Civil desde el año 1891.
El año 1898 debió ser bastante conflictivo, porque la Corporación manifestó por medio de una carta dirigida a la Dirección General el agradecimiento por el comandante del Puesto de la Guardia Civil, don Antonio Martínez Poyatos:
“en los acontecimientos ocurridos en el día nueve del actual, pues debido a su valor y prudencia al mismo tiempo se evitó por ello que tomaran mayores proporciones y ocurriera un día de luto a este pueblo, habiendo vigilado desde entonces, día y noche,  y con el mayor celo para evitar su repetición”.


El republicanismo de los años setenta  se había refugiado en pequeñas capas de la ciudad, que manifestaban un espíritu anticlerical, teniendo como muestra de esta actitud  algunos casos de renuncia a la fe católica y el producirse   algunos altercados que por los años ochenta tuvieron en algunas procesiones de rogativa y Semana Santa.. Este clima se repetía incluso, en la intimidad de los tempos,  como en 1890, cuando un grupo de jóvenes boicoteó un acto de la Misión Cristiana, programada por el ayuntamiento entre la juventud, y a la que solían acudir misioneros de Granada.
A veces, se provocaron algunas explosiones en distintos lugares y calles de Alcalá, y una muy importante, la iglesia de la Veracruz en el dos de  febrero del año 1886, que fueron investigadas por la autoridad. Y eso que un bando del alcalde Rafael Abril y León decía en su artículo primero.”Queda prohibido  en absoluto el uso de armas sin licencia así como disparos, cohetes, petardos o cualquier otro proyectil que produzca alarma o peligro para el público a excepción de los fuegos artificiales en las festividades estando previamente autorizadas.
Sin embargo, no hay noticias de que las nuevas ideologías  ni los partidos y sindicatos de tendencia socialista y anarquista  estuvieran asentados orgánicamente en la comarca coincidiendo con el inicio, fundación e implantación  nacional, allá por  los años ochenta del siglo XIX. La corriente obrera, unida con la de los oficios, estaría representada, más bien, por la influencia del republicanismo. Ello viene señalado porque tenemos la presencia de varios partidos republicanos que se reunían en la calle Antón Alcalá siempre con la salvaguardar y el permiso de los partidos del momento, que los controlaban con la presencia de guardas municipales y debían avisar el día de las reuniones. Así, unos días antes de las elecciones del año 1899, se reunieron los partidos republicanos en dicha calle, el día cuatro  de mayo, según se desprende de la solicitud a la alcaldía. No obstante, en los últimos años del siglo XIX,  la cercanía con los pueblos cordobeses y granadinos da  lugar a la influencia y expansión del socialismo en nuestras aldeas. En concreto, en el acta del  18 de julio de 1897, el alcalde Retamero presentó una moción en la que manifiesta la necesidad de cinco parejas de Guardia Civiles en el campo, porque el Consejo de ministros se las ha concedido a ciudades del mismo tipo y previniendo la introducción del socialismo en los campos alcalaínos. 


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