LUMINARIAS ALCALAÍNAS
Es curioso que,
durante el invierno, se celebren varias fiestas, donde las hogueras se arden y se encienden
en varios barrios y rincónes de Alcalá la Real y sus aldeas. Lo hacen con motivo de la
celebración de alguna festividad religiosa: en enero, por el día de San Antón;
a primeros de febrero, por la
Candelaria , y, en el dieciocho de marzo, para honra de San José. De primeras, surgen
las interrogantes sobre los elementos constitutivos de la fiesta: el fuego, los
objetos de la hoguera, los ritos y los fines. No falta quien osado se lance a
la justificación sociológica de primera
mano , y convierta estas fiestas en una catarsis griega, donde el pueblo se
purifica a la manera del público de su tragedia clásica. Pues, en medio de estos momentos difíciles y azarosos, no
cuesta trabajo simbolizar la quema de los trastos viejos con el deseo y ansías de cambio de nuestras vidas gracias al fuego
purificador de una crisis que no sólo quema a los más excluidos y más débiles
sino que achicharra, hasta la médula, al más pintado.
Es verdad que la
crisis se ha empleado a fondo con las personas que no pueden cubrir ni siquiera los gastos básicos
de luz, butano e, incluso, de elementos básicos como la vivienda, el vestido y
la alimentación. Pero, su guadaña ha hecho mella también en muchas familias
acomodadas que impulsaron con gran ilusión su pequeño negocio para afrontar las
haciendas de sus casas, y han visto cerrados sus locales; por otro lado, muchos
cooperativistas han visto mermado sus fondos y sus pequeñas empresas se han
visto obligadas a mantener los puestos fijos y con gran dificultad. Tan sólo,
paso de rositas por aquellos que los dígitos de beneficios solamente variaron
en unas décimas ( si no se acrecentaron aprovechándose de la indigencia y la desesperación
de otros) para engordar sus arcas
repletas de bienes.
Sin
embargo, por mucho que se quiera y se pretenda, no se encendieron desde tiempo inmemorial
las hogueras ( cuya palabra degeneró, a partir de su evolución fonética, en lumbradas y lumbrás en detrimento de la
bella luminaria) con estas hipotéticas
interpretaciones, sino con la acertada intención de anunciar, en el día de la
víspera, un acontecimiento festivo e importante( un evento dirían nuestros
nuevos próceres) de modo que nuestros antepasados colocaban las luminarias para que, de lejos, se vieran, encima de las murallas y de las torres de la
fortaleza de la Mota
y, atrajeran a las personas a las fiestas; luego bajaron a las plazas de la
ciudad baja, se hicieron urbanas. Es decir, ofrecían una misión pregonera, una
anticipo festivo y una llamada al disfrute colectivo por una fiesta que rompía
la monotonía del valle de lágrimas de cada día.
Ojalá
las luminarias, que , en estos años , se han prodigado en muchos rincones, significaran
un cambio brusco y se convirtieran en la víspera de unos nuevos tiempos en los
que se inauguraran la entrada de
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