SAMUEL MOYANO COBALEDA
Desde
pequeño, en muchas ciudades andaluzas los niños se despertaban con los toques
de una corneta anunciando a diana o a la hora de la siesta
con un clarín de órdenes. Los niños alcalaínos, que peinan canas, recuerdan y
siempre llevan en su mente la figura de un mozo erguido y apuesto, con pecho siempre adelantado, de
hombre de pro, como si fuera el símbolo de un héroe; en esencia, un personaje valiente, esforzado, y
provisto de la seriedad, y la formalidad como divisa.
No
se les escapa de su película del pasado esta misma persona, que describimos e hizo época en el arte de las bandas de cornetas y tambores de la ciudad de la Mota , en las mañanas del Viernes Santo o en las
dianas y en las tardes- noches del traslado del Gallardete de Jesús haciendo
solos o coros musicales con su tropa mientras interpretaba las marchas de
Manolo López. Y no se les va de la mente
su figura , porque otros se retiraron y no llegaron a la madurez y, menos aún, a la ganada jubilación; sin embargo, Samuel
Moyano Cobaleda se mantuvo, hasta que pudieron aguantar sus
pulmones y las fuerzas necesarias, como miembro perenne de la Banda Mixta de esta emblemática
hermandad alcalaína, la que le acompañó muy agradecida y justificadamente en el día de
su despedida.
Todos sus componentes lucían gallardamente la túnica morada y la capa de forro de oro;
pero, con Samuel, sus colores se dignificaban
por su hombría y caballerosidad. Nadie podría concebir esos hábitos sin
contemplar su rostro, y percibir su andar acompasado mientras se arremolinaba
su capa con el vientecillo y el aura abrileños.
Más
que vestido de un traje penitencial,
Samuel parecía un soldado romano, a la manera los heraldos
de la antigua Bética; recordaba a sus antepasados militares, a un carlista de nombre Rufino
Moyano que sobrevivió, por el Norte de España,
a una de las batallas más duras de la guerra civil entre los carlistas y
las tropas reales. Esa misma sangre corrió, durante su vida, por su cuerpo afrontando un trabajo que debió
ser muy duro en algunos momentos de su vida y propio de seres hercúleos , a
pesar de que en los últimos años de su vida disfrutó de la mecanización y
apertura del Silo. Pero, con este espíritu del que se hacía eco su recia y
respetada voz sacó a delante una
prolífica y numerosa familia, dando ejemplo de laboriosidad y entrega en el
trabajo por su mujer Remedios y por sus hijos (Juan Manuel, Mercedes, José,
Remedios, Salud, Pilar, Samuel Jesús y Jorge ) . Su amable trato facilitaba a los agricultores la espera del ajuste de cuentas tras la
cosecha almacenada en las horas de las colas de este establecimiento público en el que
trabajó con su simpatía y agrado.Fue el mejor portero de la historia alcalaína, pues como buen cancerbero todo el mundo respetaba la fila a la hora de los espectáculos públicos como el fútboly el cine, incluso, en los caranavales del Teatro Martínez Montañés. Como todos los hombres sencillos, recompensó la gratuidad de la vida con su
entrega a la Cruz Roja ,
a la que sirvió como voluntario durante muchas campañas.
Cuando
llegó la hora de colgar el clarín, Samuel no abandonó su quehacer diario y el encuentro con los amigos, siendo
tertuliano cotidiano en el Casino del Parque Municipal. Siempre, se encontraba
rodeado de sus compañeros del Senado, con los que compartía ideas y vivencias,
sentimientos sinceros y afectuosos, que transmitía siempre a los que
disfrutaban de su amistad.
Como
buen soldado en el retiro, al quedar herido por el talón de Aquiles de la
enfermedad, cuando pudo, volvió al reencuentro y siempre alegraba con su
saludo.
En
la Semana Santa
de este año, las losas del paseo se volverán más cárdenas se entre el amarillo
albero y, en el Llanillo, regresarán las
túnicas moradas y las capas de forro de
oro; entonces recordaremos tu disposición
y colaboración siempre en la reorganización de las bandas allá por los
años finales de los setenta cuando la
mayoría de las cofradías decayeron totalmente (Siempre te ofrecías con tu testimonio,
tu presencia y tu trompeta). Tocarán toques y aires sevillanos acompañando a un nazareno que se
postra y humilla por la humanidad y le tenías gran devoción; sin embargo, esos días lo transformaremos en una marcha penitencial de los años
cincuenta, porque nos invitan e invitaban al pueblo a la plegaria silenciosa y
sincera por tu alma, sin darnos cuenta y con un sentimiento que llegaba a lo más profundo del alma gracias a la
maestría de personas como tú, Samuel.
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