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jueves, 5 de febrero de 2015

RAFAEL ABRIL LEÓN, DIPUTADO EN 1896

En medio de momentos convulsos, Rafael Abril y León cogió la antorcha de diputado de su hermano Luís y fue elegido diputado del distrito jiennense en  las elecciones de  cinco de abril  de 1896 para el  bienio que acabó en 1898, con el respaldo de  19.119  votos entre 35.535 electores. Así lo recibía la prensa decimonónica:


                        ¡Oh Jaén caciquil y poderoso,
en ti la falsedad tuvo su pleno,
y ahora sales, moral y victorioso,
más puro que el armiño y más hermoso
que el Prado por Abril, de votos lleno!.

            En 1897, ya estaba casado en segundas nupcias con Marí Dolores León Ruiz de la Fuente, y nuevos sirvientes eran Olalla López y la alcalaína Rosa Ortega. Hasta 1910. Vivía en calle los Caños. Sin embargo, en  1898 de nuevo le correspondió ele turno liberal y no permitió que entrase en la candidatura conservadora diputado alcalaíno, siéndolo  Juan Montilla Adán y Francisco Serrano, hijo del duque de la Torre, por los liberales  y, por  el conservador Bernardo Orozco Moreno  y, por lo tanto, no hay representación alcalaína en las Cortes. Tampoco, a pesar de que los conservadores mantenían dos escaños en su distrito, en 1899 no fue elegido ningún miembro de la familia Abriles sino una nueva personalidad provincial que lo va desbancar en algunas ocasiones, José del Prado y Palacio. Curiosamente, la política local coincidía en sus programas y actuaciones  con la política provincial conservadora, presentándose  pocas diferencias entre  de los dos estratos de los dos partidos- el conservador y el liberal-, ya que ambos líderes procedían del sector rural, principalmente del conservador. Sin apenas diferencia alguna, los miembros  de estos dos  partidos fueron  a veces incluidos dentro de los hacendados  y contribuyentes  más poderosos de la provincia. Los labradores y rentistas menos poderosos pertenecían al sector liberal. La fuerza  de los primeros en la Sierra Sur se debe a la figura de Rafael Abril que logró  entusiasmar a la comarca con sus éxitos en la gestión de distintas obras públicas como las carreteras de enlace con la ciudad y, también, porque era un líder nato; junto a él intervino en el liderazgo provincial José María de Prado y Palacio. 
Lo mismo que lo anteriormente comentado, sucedía con  su imbricación administrativa de la política provincial en la que se integraba en el partido judicial  de Alcalá la Real, como un partido eminentemente rural en el que la ciudad de Alcalá tenía a finales de siglo 14.000 habitantes.
Son muchos los alcalaínos que se enrolaron en los distintos regimientos que acudían a las guerras  carlistas, de Filipinas y de Cuba, produciendo una gran sangría de las mejores manos. Los quintos que superaban los cien aceptaban con dificultad el reemplazo y con frecuencia se distribuyeron fondos para paliar las victimas y los enfermos de aquella guerra contra Estados Unidos. .

Pero, a partir del desastre colonial de 1899 con las perdidas de Cuba y Filipinas, el control del municipio siguió en manos del partido conservador, ligado a la vida nacional a través del diputado Rafael Abril l y León. Sus gestiones permitieron que Alcalá perfeccionara la conexión con cuatro carreteras como la de Alcaudete a Granada, la de Monturque, la de Frailes y la de Montefrío y se convirtiera en un eje radial importante de la Andalucía Oriental. Algunos servicios se modernizaron con el establecimiento en el  Hospital del centro sanitario y de la Junta de Beneficencia. Pero son tiempos, en los que se produjo el abandono de muchos partidarios de Rafael Abril, tal como nos lo comenta poéticamente Guardia Castellano: Muchas cosas han pasado/ y he visto mucha mudanza/ que la política es móvil/ y tornadiza y liviana/ Al principio había en la iglesia/, muchos curas, muchas almas,/ y muchos fieles con calva;/ mas cambiaron los vientos /del cuadrante que soplaran, /y en desgracia, poco a poco,/ fue quedando abandonada,./Hubo un tiempo( muchos años) /en que apenas si albergaba/ una docena de fieles, /con un servidor y el Papa. /Los altares,  sin manteles. / Los monagos, sin sotana; /sin limosnas los cepillos; / y sin aceite las lámparas. /Tiempos tristes, tiempos tristes/ de perdidas esperanzas; / de penitencia y ayuno, /de abstinencia y caras largas. / Las misas, sin estipendio, / eran dichas en volandas; /y por no haber campanero, no tocaban las campanas. / ¡Tiempos tristes, tiempos tristes!/ Solamente el alma brava/ de Rafaelitu





s Primero/ sostuviera la cruzada!


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