En medio de momentos convulsos, Rafael Abril y León cogió la antorcha de diputado de su hermano Luís
y fue elegido diputado del distrito jiennense en las elecciones de cinco de abril de 1896 para el bienio que acabó en 1898, con el respaldo
de 19.119 votos entre 35.535 electores. Así lo recibía
la prensa decimonónica:
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¡Oh
Jaén caciquil y poderoso,
en ti la falsedad
tuvo su pleno,
y ahora sales,
moral y victorioso,
más puro que el
armiño y más hermoso
que el Prado por
Abril, de votos lleno!.
En
1897, ya estaba casado en segundas nupcias con Marí Dolores León Ruiz de la Fuente , y nuevos sirvientes
eran Olalla López y la alcalaína Rosa Ortega. Hasta 1910. Vivía en calle los
Caños. Sin embargo,
en 1898 de nuevo le correspondió ele
turno liberal y no permitió que entrase en la candidatura conservadora diputado
alcalaíno, siéndolo Juan Montilla Adán y
Francisco Serrano, hijo del duque de la Torre , por los liberales y, por
el conservador Bernardo Orozco Moreno
y, por lo tanto, no hay representación alcalaína en las Cortes. Tampoco,
a pesar de que los conservadores mantenían dos escaños en su distrito, en 1899
no fue elegido ningún miembro de la familia Abriles sino una nueva personalidad
provincial que lo va desbancar en algunas ocasiones, José del Prado y Palacio. Curiosamente,
la política local coincidía en sus programas y actuaciones con la política provincial conservadora,
presentándose pocas diferencias
entre de los dos estratos de los dos
partidos- el conservador y el liberal-, ya que ambos líderes procedían del
sector rural, principalmente del conservador. Sin apenas diferencia alguna, los
miembros de estos dos partidos fueron a veces incluidos dentro de los hacendados y contribuyentes más poderosos de la provincia. Los labradores
y rentistas menos poderosos pertenecían al sector liberal. La fuerza de los primeros en la Sierra Sur se debe a la
figura de Rafael Abril que logró
entusiasmar a la comarca con sus éxitos en la gestión de distintas obras
públicas como las carreteras de enlace con la ciudad y, también, porque era un
líder nato; junto a él intervino en el liderazgo provincial José María de
Prado y Palacio.
Lo mismo que lo anteriormente comentado, sucedía con su imbricación administrativa de la política
provincial en la que se integraba en el partido judicial de Alcalá la Real , como un partido eminentemente rural en el
que la ciudad de Alcalá tenía a finales de siglo 14.000 habitantes.
Son muchos los alcalaínos que se
enrolaron en los distintos regimientos que acudían a las guerras carlistas, de Filipinas y de Cuba,
produciendo una gran sangría de las mejores manos. Los quintos que superaban
los cien aceptaban con dificultad el reemplazo y con frecuencia se
distribuyeron fondos para paliar las victimas y los enfermos de aquella guerra
contra Estados Unidos. .
Pero, a partir del desastre
colonial de 1899 con las perdidas de Cuba y Filipinas, el control del municipio
siguió en manos del partido conservador, ligado a la vida nacional a través del
diputado Rafael Abril l y León. Sus gestiones permitieron que Alcalá
perfeccionara la conexión con cuatro carreteras como la de Alcaudete a Granada,
la de Monturque, la de Frailes y la de Montefrío y se convirtiera en un eje
radial importante de la
Andalucía Oriental. Algunos servicios se modernizaron con el
establecimiento en el Hospital del centro
sanitario y de la Junta
de Beneficencia. Pero son tiempos, en los que se produjo el abandono de muchos
partidarios de Rafael Abril, tal como nos lo comenta poéticamente Guardia
Castellano: Muchas cosas han pasado/ y he visto mucha mudanza/ que la política
es móvil/ y tornadiza y liviana/ Al principio había en la iglesia/, muchos
curas, muchas almas,/ y muchos fieles con calva;/ mas cambiaron los vientos
/del cuadrante que soplaran, /y en desgracia, poco a poco,/ fue quedando
abandonada,./Hubo un tiempo( muchos años) /en que apenas si albergaba/ una
docena de fieles, /con un servidor y el Papa. /Los altares, sin manteles. / Los monagos, sin sotana; /sin
limosnas los cepillos; / y sin aceite las lámparas. /Tiempos tristes, tiempos
tristes/ de perdidas esperanzas; / de penitencia y ayuno, /de abstinencia y
caras largas. / Las misas, sin estipendio, / eran dichas en volandas; /y por no
haber campanero, no tocaban las campanas. / ¡Tiempos tristes, tiempos tristes!/
Solamente el alma brava/ de Rafaelitu
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