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viernes, 19 de junio de 2020

EN ALCALÁ LA REAL. INFORMACIÓN L,A PANDEMIA(iki). LA PESTE DE 1600. NOVEDAD.

CON MOTIVO DE LAS PESTE DE 1600.


                       AÑOS DE PESTE, SEQUÍA Y  PENURIA ECONÓMICA

En los primeros años del siglo, la peste incidió en gastos extraordinarios, derivados de  crear hospitales y de emprender medidas sanitarias excepcionales. Esto suponía una carga financiera fuerte para su frágil presupuesto municipal  y que afectaba a su economía local, porque el comercio se cerraba con las ciudades comarcanas, principalmente con Granada, y se impedía el trasiego de los portugueses, que eran los que más traficaban por aquellos tiempos.
Y eso que las epidemias de peste, que se propagaron desde el Norte de España, no debieron incidir mucho en la sanidad de los vecinos, ya que las medidas se extremaban con los acostumbrados cierres de puertas( la Nueva Villena, la del Campo, la de los Arcos, y la Tejuela), se acrecentaban  las previsiones sanitarias para evitar el contagio – con el aislamiento de enfermos o con la prohibición de entrada de extranjeros-, hospitales, se reforzaban los  servicios médicos y sanitarios y se prohibían los  espectáculos públicos.
No obstante, podemos destacar que desde el 1600 hasta 1604, la situación fue bastante grave por el número de enfermos y convalecientes que cada día acudían al Hospital del Dulce Nombre de Jesús, situado en el Llanillo, aunque parece que decreció en el verano de 1602. Tan sólo tenemos referencias indirectas como las del regidor Diego de Cabrera[1], cuando decía en este año:

 

“...De algunos días a esta parte que en esta ciudad han enfermado muchas personas ANSI hombres como mujeres y muchachos y de ellos han, muerto a los que más le ha dado e, aunque la ciudad ha procurando poner remedio, que convenía, curándolos en particular en sus casas tiñéndolos en ellas con guardas y custodias, se puede..”

  En este año, el ayuntamiento manifestaba que había algunos muertos y convalecían  unos cincuenta enfermos en el hospital. Como  muestra en el 1604, se produjo tan sólo una muerte. Y hubo necesidad de contratar un hospital de enfermos de la peste, en el que,  tan sólo, se atendieron unos cincuenta enfermos. El toque de queda impedía la entrada nocturna en la ciudad, a su vez vigilada por los propios caballeros, que establecían diversos turnos en los distintos cuarteles o barrios. Pero la gente no se moría tanto por el contagio sino por el hambre. Desgraciadamente no hay fuentes fidedignas que no los documente, pero a los casi dos mil vecinos de final del siglo XVI, n los primeros años del siglo XVII, la cifra se rebaja a unos mil ochocientos.
Para hacer frente a los gastos, se le concedió al cabildo municipal un arbitrio de tres mil ducados, que se imponía sobre las cabezas y asaduras y la roturación de nuevas tierras en la Cueva el Moro, el Chaparral de Nubes, Fuente Álamo, el Hituero y Encina  Hermosa[2] aunque la propuesta inicial abarcaba la Cañada del Llano de los Muchachos, el Camello, la Peña del Yeso, Navalperal y la Fuente del Rayo. Como estas tierras se repartían entre los vecinos que a su vez pagaban un “arbitrio”anual al ayuntamiento para pagar los gastos anteriores, esto abrió un nuevo conflicto con las personas que lindaban o arrendaban las tierras, porque usurpaban gran parte de ellas en perjuicio de los terrenos comunales y la ganadería.
Una nota de este reinado de Felipe III, como señala Domínguez Ortiz, era la corrupción que se extendió en todos los territorios por la política rapacidad y clientelismo del duque de Lerma. En sus palabras, toca la llaga en los terrenos locales” Tampoco es de extrañar que así como la venalidad vigilancia de Felipe II había trascendido al conjunto de la administración, el nuevo ambiente que imperaba en la corte produjera venalidad y relajación en todas partes[3]” De ahí que, en Alcalá, entre los mismísimos infractores se encontrara el regidor y doctor Pedro de Frías, con el que la ciudad entabló un prolongado pleito.  
No sólo se repartieron tierras para afrontar gastos de la ciudad, sino que las limosnas a las fundaciones y de las nuevas obras de los conventos se beneficiaron de la rotura de algunos montes. En 1602, las obras del convento de San Francisco recibieron una ayuda de 4.500 ducados, que provenían de las tierras de la Fuente del Gato y el Navaltrillo. Como la productividad y las técnicas agrarias eran deficientes, dio lugar a que renovaran en otros lugares de Alcalá-Torbiscal, Peña del Yeso, Majalcorón, y Cañadas del Carril, dehesa de la Hondonera, Villar del Juanil y Romeral.
Los bienes propios, consistentes en 14 cortijos y en algunas tiendas de la Mota y servicios como los pesos y almotacenes, no lograban hacer frente a la cantidad de gastos ordinarios del municipio, de fiestas, reparación e murallas y torres, calzadas y caminos, o repartimientos ante cualquier obra pública de envergadura regional o nacional. Es verdad que algunas medidas, emanadas de la Corona, como las continuas prórrogas de las partes de las penas de cámara-las judiciales-lograban, al menos, paliar la  decrépita situación de su recinto fortificado, pero eran insuficientes-. Aquella fortaleza de extensas dimensiones  y amplio circuito amurallado, junto con la de la villa del Castillo, no se pudieron reparar en muchas ocasiones con una simple dotación de cien ducados, como en 1621. De ahí que continuamente quedaran las obras inacabadas, y, a expensas de continuas reparaciones. También se cayeron algunas torres, como la cercana a la calle Cava junto a la casa y el Rastro del regidor Francisco de Herrera.                   
Desde el año 1597, que lo fue de  grandes lluvias y nevadas,  hasta 1607 son años de sequía intensa, sobre todo éste último, de ahí que sea muy significativo el acuerdo del cabildo del día 23 de abril de 1607, que manifiesta:
“la ciudad da así la noticia que la gente está agotada y afligida por los años anteriores y la falta de temporal”
Y concluye:
“para que se alegre y divierta que se hagan fiestas de toros en la plaza de esta ciudad, donde se acostumbran a hacer las fiestas


[1] AMAR. Acta de cabildo de seis de agosto de 1602.
[2] AMAR. Caja 63. Pieza 13.
[3] Op.cit. PÁG. 300 

ç....
En concreto, la  peste bubónica se extendió entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVI, se caracterizaba " por un periodo de incubación que oscilaba entre los dos y los seis días. Manifestada la peste, durante dos días crecían unas protuberancias en zonas del cuerpo humano como las ingles, las axilas y el ángulo sub-maxilar que se inflamaban, y después de inflamarse se abrían expulsando un líquido que era bastante maloliente.
Esta enfermedad causaba gran variedad de lesiones afectando a órganos como el hígado y el bazo que provocaban n colapso cardiaco que tenía como consecuencia la muerte de la yoría de los habitantes que contraían esta enfermedad". El peligro de esta peste en una ciudad hacinqaada en la ciudad fortificada de la Mota, y apta para contagiarse en la gente que  estaba en el Llano consisitía en "l os desencadenantes de la enfermedad  fueron la putrefacción de los cadáveres mal enterrados que provocaban la propagación de la peste, la mala alimentación de los afectados y el contagio personal, destacando como un potente desinfectante el uso de la nieve como elemento  con el cual se co



mbatía la enfermedad".  Por este tiempo era corregidor de Alcalála Real, Juan Díaz Cabrera. : En cuanto a la gobernación de la ciudad, fueron años de peste que comprendió el periodo entre 1599 y 1602,   años en los que este corregidor intervino adoptando medidas  preventivas. Estas consistieron en cerrar las puertas de la ciudad, prohibición del tránsito de mercancías, anulación de fiestas, promoción de rogativas, exclusión de pasajeros, transeúntes y caballerizas. gastos  pago de medicinas y alojamiento de enfermos en el Hospital del Dulce Nombre de Jesús y , sobre todo , en el año 1602 el cierre de las Ventas de Carrizal, Acequia, Puertollano, la Rábita y Fuente Granada.. Este es el panorama descrito por el regidor licenciado Jerónimo de Ribera acerca de la situación el año 1599:“ esta ciudad  está muy empeñada y embargada, con lo qual no puede acudir, como es necesario, a muchos gastos, obligaciones precisas porque no tiene fondos y, cada día, se ofrecen, lo quales se podrían remediar con gozar de la merced que hizo Su Majestad, por tanto suplico a esta ciudad que, siendo necesario, con el dicho acatamiento  requiriesen den luego orden de arrendar las tierras que se arrendaron para la paga de los millones  para efecto se desempeña esta ciudad”( . esta situación, hubo que pedir un préstamo y se hipotecaron los bienes de la ciudad valorándose la imposición en mil ducados. El año 1603, además,  fue un año de hambre y esterilidad, lo que obligó a comprar  trigo, por lo que se realizaron varios  censos : uno de tres mil ducados y otro siete mil ducados.Hubo problemas de jurisdicción en su corregimiento, en 1600  de nuevo la villa del Castillo se levantó contra la ciudad de Alcalá presentando unn memorial en la Corte ante la Cámara de Castilla, basándose en pedir la exención de las ejecuciones retenidas .
En 14 de julio de 1600, se realizaron  Alcalá la Real celebraciones religiosas, que era la medida espiritual con la que se acudía con frecuencia para impetrar el auxilio divino. Este es eñ acuerdo:   “que se hagan fiestas a Nuestra Señora”(todavía no había calado ela advocación de la Virgen de las Mercedes en la imagen de Nuestra Señora.); " y  la ciudad confirió e trató sobre la salud de esta ciudad que se acuda con todos los remedios así espirituales  como temporales, acuerda e manda que los comisarios de la Junta  hablen de parte de esta ciudad al abad mayor  de esta abadía para que de orden que de que se haga un nobenario de misas en la Iglesia Mayor  de esta ciudad, y que esto se suplique, se haga con la debocón  que coviene, y lo mismo los conventos de esta ciudad todo lo qual se haga por la orden que ciudad lo a significado en este cabildo  que para todo se les da comisión en forma”.Las organizó el genovés y regidor alcaláino Pedro Veneroso yse dieron 100 reales  (cabildo de  28 días de mes de julio) .


         es.



PESTE DE 1635-1640

Muy cercana en el tiempo tenemos una descripción de Henríquez de Jorquera sobre  la crónica de 1635 en el que escribió en Granada: "En este año de 1635 y parte del año pasado de mil y seiscientos y treinta y quatro adoleció mucha jente en esta ciudad de Granada de cámaras de sangre que fué como ramo de pestilencia de lo cual falleció mucha jente de todos estados y en particular personas de mayor edad, las quales a dos días y a más de tres días morían: díjose que fué esta enfermedad en muchas partes y casi jeneral. Este brote subepidémico producido en el invierno de 1634/35 se caracterizaba de diarreas con sangre macroscópica, que afectó a muchos individuos, especialmente de edad avanzada, que evolucionaron hacia el exitus letalis en un plazo de 48-72 horas. La expresión “díjose que fue” sugiere que el autor no estaba presente en la ciudad cuando se produjeron los hechos que describe. Otro elemento que sugiere que el autor no fue testigo real de los hechos es que sitúa el brote en meses de frío cuando los médicos de la época vinculaban los cólicos, diarreas, disenterías y tenesmos con los meses de calor.  (UN POSIBLE BROTE DE DISENTERÍA EN GRANADA EN 1635: COMPROBACIÓN DEMOGRÁFICA DE LAS FUENTES HISTÓRICAS A  Sylvia A. Jiménez- Brobeil* Rosa M. Maroto** María G. Roca*** Juan V. Fernández de la Gala)  
Según estos autores " La cuestión que aquí se plantea es si el brote epidémico del que habla Henríquez de Jorquera existió realmente, si se produjo en esas fechas y con las características y sintomatología descritas. Ante la total ausencia de otras descripciones contemporáneas al respecto, sólo hay una forma de comprobar la aseveración de este texto y es el estudio de las defunciones ocurridas en 1634 y 1635 en Granada a partir de los libros de entierros conservados. En un estudio anterior 26 sobre el número total de defunciones registradas en el siglo XVII se pudo observar que en 1635 se produjo una cifra relativamente alta de defunciones, concretamente 1529 casos, mientras que en 1634 sólo se registraron 1192. A partir del análisis de estos datos se descubrió que las defunciones de 1635 constituyeron una crisis de mortalidad según el método de Dupaquier. Algunosestudiadores aludían que el alibe de los Cabreras junto a la puerta del Perdón de la Mota respondía a la acumulación de cadáveres con motivo de esta peste, y algunos enseres lo dlataban como monedas de este tiempo. Pero en Alcalá la Real, no hay descripciones, tan solo sabemos que e 1635, año de  peste y hambre en toda España y  del mencionado estallido de la guerra contra Francia, la ciudad  se vio obligada a responder a las nuevas imposiciones de la Corona.  Por mediación del miembro del Consejo del Rey don  Luis Gudiel y Peralta se vendieron diversas tierras a varios particulares en el reino de Granada, Jaén y Andalucía. Alcalá la Real se vio beneficiada con esta medida que pretendía acrecentar las tierras de labor  y  el arbolado, al mismo tiempo que suponía una fuente de recursos para la Corona. La ciudad, al principio imbuida en los intereses de los ganaderos y del pasto comunal, solicitó que se anulara la venta de dichas tierras. Incluso ofreció servir a los intereses reales con veintidós mil ducados de vellón en el año 1640. Por mediación del señor don Manuel Pantoja, caballero de la Orden de Calatrava, a cuyo cargo estaba el cobro del anterior donativo, se permitió a la ciudad romper tres mil fanegas de tierras hasta tanto se acabaran de pagar la cantidad prometida y convertir las mencionadas tierras roturadas en uso del común junto con todas las restantes. Estas se conocieron como tierras nuevas.
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