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jueves, 18 de junio de 2020

LA CAPILLA DE LOS CANO EN EL MONASTERIO DE LA TRINIDAD




 Al publicar el monográfico del monasterio de la Santísima Trinidad, referimos que en 1570 fue un momento clave en la construcción del templo y convento. Su ampliación hacia la parte de la Carrera Vieja, el claustro y las nuevas habitaciones de las monjas y otras dependencias debieron ocupar un espacio fundamental. También, desde el punto de vista organizativo, no puede olvidarse que son momentos en los que las monjas adquieren la total autoridad del convento y ya no son asistidas por los frailes trinitarios. En su lugar, el al abad sustituido por el vicario, y los sacerdotes delegados son los que ejercen la potestad y el culto. Por eso no nos extraña que algunos de estos sacerdotes se ganaran el afecto de este convento. Este es el caso del licenciado y presbítero Francisco Martínez y Cano. Ligado con la familia de Hernán Cano, poseía el patronazgo de la segunda capilla del ala de la epístola, cuando se entraba a mano derecha. Es muy interesante el testamento que un 15 de mayo de 1570 llevó a cabo ante Alonso de Castro (4588). Señalaba que estaba enterrados, su madre y sus hermanos Alonso y Francisco Cano y había fundada una memoria que se sufragaba con el tercio de los bienes. Por ella, con motivo de su enterramiento se obligaba que se dijeran las misas de réquiem y vísperas, así como otras dos misas, en las que se sufragara el pan, vino y cera por la intención de su alma. Además, pidió que se fijaran en la tabla del convento una serie de misas, (desgraciadamente el documento se encuentra deteriorado), a saber: cinco en San Agustín, 12 de los Apóstoles, 20 por las almas del Purgatorio. Y es interesante la manda que obligaba a que fueran dichas por los sacerdotes que nombrara la priora del convento y no otro ajeno, lo que manifiesta el tiempo en el que los frailes oficiaban los cultos. Es interesante conocer la espiritualidad del momento, cuando dice que era cofrade Nuestra Señora de la Limpia Concepción, Santa Veracruz, San Antón y Santa Caridad. Y las misas que se obligaba a que se dijeran (no puede leerse todas, pero aparecen del ciclo de la Virgen como Natividad. Concepción o Expectación, Simón y Judas hasta 40 fiestas) sobre su sepultura en la que se debía hacerle un responso y encender un cirio en el Día de Todos los Santos, así como concederle dos fanegas de trigo. Se encuadraban todas en la memoria de su madre Gutierra Martínez, que dejó el patronato en su hija Catalina de Mendoza. 

Este cura se sentía muy ligado al monasterio al que consideraba que las monjas eran muy pobres y había que ayudarles. Incluso alguna parte, la tercera de sus bienes, la dejó para estas memorias. Y un arca para son Ana María Petronila de San Juan, Entre sus bienes dejó unas casas, que solían ser alhoríes (de cebada), y de presente, bodegas y de la otra parte vivía su hermano Hernán Cano, con su corral y pozo , que dividió por la parte de la chimenea; aranzada y media en Cañuelo, y pedía que se reorganizaran para sacar una cantidad de 30.000, maravedíes para afrontar los gastos de la memoria.. Proponía como patronos y administradores a los hijos de Hernán Cano  por secuencia de edad para poseer la memoria y administración de bienes ( Martín Cano, María y Cristóbal de Peralta). 


Como manifiesta este testamento, con la salida de los frailes del convento trinitario las monjas lograron que la vida organizativa se acrecentara y gozara del apoyo de la vecindad por medio de las capellanías, memorias, fundaciones y otras formas de colaborar con el convento. 










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