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miércoles, 24 de junio de 2020

CAPÍTULO XXV. LA MOTA NO SE VENDE. EN LAS CASAS SEÑORIALES.




 Ya habían recorrido algunos arrabales de entrada hasta llegar a la Ciudad Oculta, se detuvieron en el Alcázar, dieron la vuelta por el anillo amurallado, llegaron al Bahondillo, a las plazas, a los edificios más importantes, otearon panorámicas de frontera y de la ciudad llana. Tras bajar de la torre de la Imagen, se adentraron por la calle de Las Cuatro Esquinas hacia la Plaza Baja, mirando la fachada oriental de la iglesia.  Conforme se acercaban a la Plaza,  la vivienda se convierte en alojamiento de tipo comercial, entre los que destacaban los moriscos. E, incluso hubo franceses Las viviendas de las familias nobles fueron principalmente miembros de los Pineda, Aranda, Villalba y Villalobos. Con el paso del tiempo se les permitió a estas familias el acceso de sus viviendas al adarve del Trabuquete.  A partir y en las cercanías de la plaza baja, se abrían una serie de calles que se adentraban en la medina alrededor de la Iglesia Mayor Abacial.  Al   reclamo de las tiendas de propios y de la iglesia mayor, en sus inmediaciones se abrieron tiendas de pan y aceite, tabernas, un mesón de los Aranda, tiendas de telas y productos de consumos, pescaderías, cererías, barberías y especerías. La Iglesia Mayor abacial dio lugar a varias remodelaciones de su entorno desde la apertura de una calle que circulaba en su derredor, junto a la puerta del Perdón,  con el nombre de Taller en los años ochenta del siglo XVI a una nueva fisonomía tras la finalización de la obra del templo abacial en 1627. Eran casas de familias nobles descendientes de los conquistadores, que arrendaban las tiendas a los nuevos vecinos. 

-Pero, ¿antes serían casones de los caballeros musulmanes?
-Claro que sí. Solían repartir los terrenos en hazas de más diez sogas que superaban unos amplios terrenos, donde edificaban palacios.
.¡Palacios!
-Sí, palacios, pero no como el del alcaide. Eran cuerpos de viviendas, cerrado dentro de la misma haza para distintas familias o miembros de la familia. Incluso en el haza se edificaban hornos, caballerizas, patios, tinados...
-Pero no se distinguen los palacios árabes.

-Claro que no los conquistadores urbanizaron totalmente todas las hazas levantando nuevas casas en torno a un patio central y conservaron algunos elementos. También desarrollaron mucho las bodegas, para el vino, el producto del país.  
-Comprendo que la huella árabe hay que verla con lupa.
-De acuerdo. Es difícil trazar un plano de dichas calles, teniendo en cuenta del gran número de remodelaciones urbanas y de no estar excavada la mayor parte de superficie cubierta por el espacio abierto en forma de explanada realizado en los años noventa del siglo pasado y el montículo de lavanda que cubren los restos del antiguo cementerio.
-Entonces, ¿cómo afirma esta trama y sus calles?
-A través de diversos documentos y padrones se distinguen varias calles, que en 1587 ni siquiera recibían el nombre de un conocido vecino. No obstante, permítanoslo describirlas destacando un personaje importante de aquel tiempo.

 Hágaselo.
-Por este contorno de las Cuatro Esquinas, se nombra una calle como real, que coincide con la de Ordóñez e, incluso, parte de la del Taller., donde fueron vecinos conocidos de la familia Ordóñez, algunos de ellos escribanos del cabildo de la ciudad como Gómez Muñoz; en esta calle destacaban las casas con portada y esquinas de cantería y el resto de mampostería; en ella  no faltaron miembros de la familia de los Monte, Cabrera, Contreras, Gadea y Rueda, Aranda y advenedizos como el capitán Martín de Arteaga.
-Debió ser la más cercana a la portada del Perdón de la Iglesia Mayor Abacial, y en ella se encontraban varias mansiones de las familias del Aranda Cabrera, donde se albergaba dos enormes aljibes, lo que le dio el nombre de la Casa de los Aljibes. Las casas o mansiones de estos señores daban lugar a otras calles y callejones sin salida que futuras excavaciones podrán al descubierto- apunta el asesor. Mientras los conduce a unos ingentes aljibes al pie de la Puerta de la Iglesia.
-Otra vez, los aljibes- interrumpe el jeque.
- Son numerosos los aljibes encontrados en la medina de la ciudad fortificad.
-Todos iguales-le interrumpe el asesor del jeque-¿Musulmanes?
- Generalmente suelen ser rectangulares en su mayor parte, cubiertos con bóvedas de medio cañón de ladrillo. A lo largo del recorrido se puede percibirse muchos de ellos, en los que se observan las paredes sustentantes y el suelo de ladrillo trabado de argamasa, y en el caso de las paredes y las bóvedas revestidas de mezcla de cal, arena, óxido de hierro, arcilla roja y resina de lentisco con el fin de impedir las filtraciones y la descomposición del agua contenida. 
-Se le suele denominar esta operación de albañilería como el revoco.
-Destacan estos  dos aljibes de mayores dimensiones cercanos a la Puerta Principal y  a la del Perdón de la Iglesia. Hay historiadores que los han remontado al tiempo de los taifas y otros lo databan en los siglos de la conquista cristiana. No hay duda que este tipo de cubrición se remonta a la tradición árabe bizantina de estos dos aljibes  de planta rectangular, unos  auténticos cubos  cubiertos por una bóvedas de media naranja  de ladrillo o  semiesféricas  sobre  trompas de ladrillo que permiten el paso de dos planos tan distantes del recto al circular  y  se emplean en  el almacenamiento del agua, aunque suelen ser utilizadas desde los primeros momentos en sitios más suntuosos como en los palacios y las iglesias bizantinas, de las que proceden.  Incluso la tradición romana nunca debió desaparecer de estos lares.  



Desde los aljibes, distinguen con varias calles que se dieron  un contenido vial a aquel espacio anárquico del mundo musulmán y que se recogieron en el padrón comentado. Ya hemos comentado la de los Ordóñez, pero teniendo en cuenta la reiteración de nombre de apellidos a lo largo de los siglos siguientes de la conquista, comentan  otras calles a las que el dan el nombre del personaje más distinguido en el siglo  XVI- De esta manera, por  el primer vecino, cercana a la anterior calle  de Ordoñez, estaba  la de Pedro Valenzuela y curiosamente se describe lindera a otras dos calles: la de Pedro de Valenzuela Góngora, que lindaba con otras dos nuevas  calles, que de seguro fue el vial  anterior de la de Ordóñez y otra en la que vivían la rama de los Aranda Méndez. En esta calle se distinguieron algunos hidalgos importantes en la vida de la ciudad como Pedro Fernández de Alcaraz o Juan Cabrera Luna, propietario del mesón de los Monteses sin olvidar a los Figueroa, Góngora, Valdivia, Cardera y Sotomayor. Junto a las casonas, debieron existir viviendas menos suntuarias de las familias más humildes de arrieros, molineros, jornaleros, labradores y de algún que otro morisco. 
-Nuestra huella es eterna. Con los almohades, con los Reyes Católicos, con los moriscos del reino de Granada, con los esclavos berberiscos...nunca se fueron...siga, siga...
- Lo hacemos por nueva calle, la calle Real del licenciado Francisco de Bonmar, vicario de la Iglesia Mayor Abacial,  que solía ser recinto donde se ubicaban casas notables, que se alquilaban a clérigos o autoridades como la del alcalde Mayor Diego López de Aranda, o que las habitaban los Aranda, Sotomayor, Escavias; Pineda, y gallego. Eran de menor dimensión que la anterior y un poco más extensa que la calle de Juan de Aranda Méndez, donde residía la familia de los Marañón, Cabrera y se alquilaba a oficios como médicos.
 -
Siguen andando por derredor de razonada lavanda  y se imaginan otra calle, la del cura Francisco del Góngora, cercana al barrio del Bahondillo y lindera con la calle anterior de la casa de Juan de Aranda Méndez. Les comenta el guía que residieron en ella las familias de los Jamilena, Saravia entroncada con los Herrera, Valenzuela, doña Isabel de Gamboa, el Aranda Pineda, Aranda Villalobos, Hinojosa, Sancho de Aranda,  las Frías, Mazuelos y Cabrera. En estas casas se marcaban las huellas de los canteros alcalaínos como Juan Sánchez, Pedro de Fraguagua o Alonso Villanueva. Y, sobre todo, la de Martín de Mazuelos con buenas paredes de cantería obra de Martín Sánchez Izquierdo. 
Llegaron, de nuevo, a restos de la calle muy importante, la Calancha junto al Palacio Abacial y en la subida desde el Bahondillo. 
-Ya hemos hablado de ella, cuando estuvimos en la carrera del Bahondillo. 
-  Como su nombre indica,  ya dijimos que es esta Calle Ancha debió ser un revulsivo para la urbanización de la asimétrica y zigzagueante trama vial de la fortaleza de la Mota, lleno de rinconadas y ciego por el arrojo de las inmundicias vecinales. Acuérdese. Partía del barrio del Bahondilllo, cercana a la vivienda del Palacio Abacial y otra rama comenzaba desde las caballerizas del señor abad, junto a la Puerta del Aire. Desde la confluencia de las dos ramas se dirigía en dirección hacia el alcázar de Aben Zayde, donde se prolongó con otra calle que en 1571 recibió el nombre de Alcázar  En las excavaciones actuales se encuentran muchas bodegas y los patios distribuidores empedrados de estas casonas o mansiones de gente nombre como los Villalobos, Ordoñez, Frías, Aguilar, Valdivia, Villalobos y Contreras. Por la parte final era más estrecha, y dio lugar a varias reformas de ampliación de anchura que afectó sobre todo a la familia hidalga de Los Ríos que ejercieron cargos en el cabildo alcalaíno. También el guía señaló una nueva calle, que denominaban Despeñacaballos.
-¡Que nombre más raro para calle, DES..PE...ÑA..CA..BA..LLOS..!



-Curioso, por ir en dirección desde la parte baja del Bahondillo al Alcázar. Exactamente, cercana a la Calancha, se situaba esta calle que conducía a las calles del entorno de la fortaleza. -Actualmente, no corresponde con la que tradicionalmente se le venía nombrando por calle de Despeñacaballos, sino que quedó oculta por los derrumbes de los siglos pasados, incluso con la remodelación de la muralla interior levantada en tiempos de la dominación francesa (1810-1812) y, sobre todo, por el asentamiento del cementerio antiguo de la Mota, sin que pueda marcarse su lugar exacto hasta que no se realicen las pertinentes excavaciones en la zona de las alhucemas o lavandas.  
-Esta calle era de menor extensión longitudinal que la Calancha y era residencia de familias ilustres como Ana de Gamboa, Cristóbal Gallego, los Méndez, Mazuelos, Contreras y de nuevos comerciantes   como los Juárez o los Góngora. Por la documentación contrastada, las casas de esta calle solían estar gravadas con capellanías de la Iglesia Mayor, y, a través de su descripción, en esta calle vivió el clérigo Diego Mazuelos, lindero con Francisco Muñoz y viuda Juana Sánchez. Y coincide con la calle que iba de la Puerta del Aire desde la casa de Isabel de Gamboa que subía hacia las cercanías del Alcázar.

Se obligan a pasear por esta calle y las del entorno del Alcázar... que actualmente se llevan a cabo unas excavaciones por los campos de trabajo. Se extienden desde el propio Alcázar hasta la calle de las Cuatro Esquinas este  núcleo importante de casonas y mansiones hidalgas enredadas en torno a dos callejones que desembocaban en la calle de la Puerta del Alcázar y este se continuaba con la calle de las Cuatro Esquinas. Cerraba esta manzana urbanística la muralla del Trabuquete en dirección oriental y en la parte meridional con la Plaza Baja.
A partir de este recinto surgía una nueva unidad de entramado vial de la ciudad fortificada de la Mota. El propio alcázar sirvió de vivienda a los alcaides o a las familias de los herederos, como aconteció en 1587 con los Pineda y Aranda Valdivia. Como es lógico, en este recinto se originó una fuerte endogamia dentro de las familias relacionadas con las diversas ramas de los Aranda, Pineda, Padilla,  Góngora , que a lo largo de la historia asumieron los cargos de la alcaldía ( desde el alcaide hasta el alférez, desempeñando otros cargos de milicia como los capitanes de la ciudad, sargentos, tenientes y cabos de escuadra) sin olvidar a los Montesinos, Gadea, y otros que destacaron en los años de conquista y luego se esfumaron ante el prestigio de los Aranda.
Curiosamente, las familias menos privilegiadas o relacionadas con vínculos de servidumbre se apartan de las mansiones principales y se adentran a las calles secundarias, que suelen acabar en callejones sin salida. En estas casonas, donde se distingue muy bien  el patio castellano distribuidor del resto de las dependencias del primer cuerpo (cocina, cuarto, caballerizas, tina y comedor), y se adentra en bodegas subterráneas reconvertidas a lo largo de la historia en auténticos lagares. Actualmente, antes de las casas de la entrada de la fortaleza y en la situada tras la torre de la Campana, se encuentran muestras de la industria vitivinícola mediante el asentamiento de la prensa, el lagarillo o estanque y las tinajas de almacenamiento. En esta última casa, se encuentra un recinto informativo que ilustra de la vida cotidiana de frontera y sobre la producción del vino, sobresaliendo el privilegio del vino.








 Vivir en la calle de la Puerta de la Fortaleza era signo de distinción hidalga, a finales del siglo XVI se encuentran capitanes como Juan de Aranda Figueroa, casado con Teresa Monte, que intervino en la Guerra de la Alpujarra y cuya casa reconstruyó en 1558 con la intervención del cantero pedro Díaz, o Martín de Aranda, Luis de Leyva  u otros parientes de su misma rama  ( los Fernández de Aranda o los Valdivia), regidores como los Serrano de Alférez , miembros de las órdenes  como el comendador Pedro de Aranda, hidalgos con estudios como el licenciado Alonso de Aranda o abogados como Diego de Torreblanca. 
- Mucha historia, pero ya no lo veo-dijo el jeque.
-Lo sentimos la culpa fue el cementerio que ocupó gran parte de esta trama urbana.  Comenzó en el siglo XIX y fue una realidad hasta el 1949. Se llevó hasta el mundo de los metales, hornos, aljibes romanos, árabes, mansiones de caballeros almohades, y las casonas-palacio de los conquistadores. 
Otra vez de vuelta en la calle de las Cuatro esquinas, distinguen el zigzag de una calle del barrio militar, el suelo de espinapez y el entramado de casas que ocuparon las viviendas árabes.
-Aquí vivieron los Banu Said. Recitó Abu Yafar...

Hacia la noble Alcalá me hace revolotear un sentimiento

Como si mi corazón fuera un pájaro encerrado lejos de su nido.

Alcalá es la morada única aunque esté lejos

Porque las vicisitudes me lo impidieron.

¿No es el trono más grande que vi.

Que embellece como una novia sobre el estrado?

La luna es su corona, las Pléyades sus pendientes
-Y ¿el Arcipreste de Hita?




 



Mis ojos no vieron luz pues perdido he a Cruz

Cruz Cruzada panadera, tomé por entendendera,

tomé senda por carrera

como [faz el ] andaluz.

Cuidando que la avría,

físelo a Ferrand García

que truxies la pleitesia

e fuese pleités e dux.

Dixome que l`plazía grado fisose de la Cruz privado:

a mí me dió tomar salvado

él comió el pan más duz.

Prometiole por mi consejo

trigo que tenía añejo

e presentole un conejo

el traidor falso, marduz.

¡Dios confunda el mensajero


tan presto e tan ligero!

¡Non medre Dios conejero

que la caça ansí a duz!.
Como andaluz no debía haber dejado lu

-Y Nazhan  aquellos versos:

“¡Por Dios, qué noches tan preciosas,

Qué bellas son!

¡Y la más bonita de todas

Es la noche del domingo!

Si hubieras estado presente entre nosotros,

Cuando se cerraban los ojos del espía sin vernos,

Hubieras visto el sol

En los brazos de la luna

Y la gacela de Jázima

En los brazos del león”.

Y su cinturón las estrellas brillantes.



El guía respondió con una extensa disgresión, sobre le modo de vida. Comenzó por su trama urbana “encorsetada y reducida”, en la que la higiene y seguridad física de las viviendas se vigilaba en los papeles, pero, a la hora de la verdad, en muchos espacios no cabía sino un puzle de viviendas en donde estas se entrecruzan, estorban o se apoyan unas sobre otras. La estrechez de sus calles obligaba a las autoridades municipales a establecer un amplio espectro de normas urbanísticas con el fin de favorecer el tránsito de los vecinos, animales y mercancías. Su anchura se establecía desde la perspectiva aérea de la parte superior de la casa, marcando dos tercios para cada una de las viviendas, que conformaban las aceras, dejando el tercio restante para la entrada de la luz y el aire de la calle. Así de claro y contundente es la norma: Otrosí no debe ningún hombre sacar el ala de su texado más de cuanto comprendiere  el ala de su texado el tercio de ella, e que finque el otro tercio para el ala del otro texado, que es de otra parte, e que finque el otro tercio en medio, para aire e por do entre la lumbre e por do caigan las aguas, y el que aquesto pasare y más tomare para el ala del texado, sino mándelo el alarife dicho fazer por mandado del alcalde”    
 
         
También era frecuente que se impidiera colocar cualquier tipo de obstáculo físico para el tránsito de la calle. Entre estos, el colocar los cobertizos y sarmenteras, lo que impedía el paso,  En algunas de las calles públicas e principales de esa dicha ciudad, algunas personas tienen fechas en las delanteras de sus casas muchos cobertizos e sarmenteras.  Como tampoco, al principio se permitían poyos adosados a las paredes de las casas junto a las puertas, y, luego, se regularán: Otrosí, ningún hombre no debe de hazer poyo orilla de la pared y esto porque las callejas no se angosten e que pasen los hombres en anchura, e si alguno esto hiciere mándelo el alarife desfazer por mandado del alcalde.            En esta misma línea de defensa del viandante, se les señaló la prohibición de elevar pasadizos de una casa a otra por encima de la calle, a no ser que establecieran una altura por  la que pueda pasar un hombre montado a caballo: Todo hombre que haze sombreado e atraviesa  la calle e haze encubierta, débela hazer tan alta que pueda pasar por ella el caballero con sus armas e que no le embarguen, e si más baxa la hiciere de guisa que embargue el caballero con sus armas, debe el alarife mandillo deshacer por mandado del alcalde”.            Su aspecto residencial, entre el siglo XIV y principios del siglo XVI, se manifiesta claramente en estas dos referencias, que corresponde a un momento en el que se intenta evadir la norma de  la ubicación de las  tiendas en la fortaleza de la Mota :“…proveyó una petición  de miguel Sánchez Vasco sobre la tienda de Santo Domingo que pedía licencia para vender, proveyó que se guarden las ordenanzas(…) se acordó que cualquier fruto y pescados que viene se pese en el Peso de la Harina e no en otra parte se peses sopena de seiscientos maravedíes repartidos en tres partes...”
Por último, se establecía como norma fundamental el parámetro de la intimidad que rige para la buena convivencia entre las familias y viviendas, impidiendo las puertas enfrentadas entre  las casas de vecinos y presentando una asimetría viaria: “No debe ninguno hazer puerta de su casa delante de la puerta de su vezino , si no fuera  a su grado de su vezino, ni a otro en las tiendas, en las alhóndigas, ni en los baños no se deben hazer puertas fronteras , ca es grande descubriçión, si no fuere a grado de dueños”. Las viviendas se reformaron en su mayor parte a lo largo del siglo XVI. Se distinguen como casas en las que la mampostería ocupaba la mayor parte de sus fachadas salvo las esquinas y la portada que eran de piedra y bien gastada. La casa de Jerónimo Ribero fue contratada por Pedro Fraguagua para construirla y es un modelo especial en el levantamiento del paramento mural a medio camino entre el aparejo toledano de clara ascendencia mudéjar y el muro de tapial. En 1597, se comprometían ambos a edificar una casas, que tendría una 100 tapias y la siguiente disposición: los cimientos con  un grososr de ¾ de vara y con sus perpiaños partir del roquedo; hasta el primer piso , de mampostería salvo la portada y las esquinas de cantería costeadas; a partir de este piso y hasta el arranque de los tejados, se echaban hiladas de cantería y entre hiladas de 3.80 un muro de tapial, cogido por dentellones a las hiladas. Por último, las casas de muro de tapial solían ser de las familias más desfavorecidas.
-Hay terreno para ahondar nuestros orígenes.
-¿Cómo!-respondió el alcalde.
-Nuestras raíces están en el subsuelo. Todavía, hay que descubrir el albacara, los baños, algún que otro palacete árabe....
-Aquí está todo descubierto. 
-Bueno, bueno, aun así me interesa.
-A nosotros, no. Mejor, necesitamos de su colaboración. Pero, hagámoslo en sitio cerrado. Vamos hacia el llano.


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