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sábado, 28 de marzo de 2015

LA SAETA EN EL  CRISTO DE LA SALUD
                                                
En Alcalá la Real no se introdujo  el cante de la saeta con la Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud, porque ya era larga y profunda la tradición saetera, enraizada en la procesión matuntina de Jesús Nazareno en el Viernes Santo, donde surtió de una amplia temática por la variedad de pasos y representaciones de la Pasión de Jesús: además los pregones fueron unos precedentes, muy importantes en el desarrollo de este canto semanasantero.
Abundan por estos tiempos un tipo de saeta que se caracterizaba por narrar la pasión en forma poética. Sus textos  nos describen perfectamente el momento final de la muerte de Jesús y muchas personas como Patro Vega cantaban en su casa  una saeta que se acercaba muchísimo, sino en la forma, sí en el contenido, a la cuartelera de Puente Genil:



Cuando Jesús expiró
la tierra terrible se veía,
y los judios atribulados,
el uno al otro decía:
-El fin del mundo ha llegado.
¡ Qué triste estaba María,
contemplando a Jesús
en el monte del Calvario.
viendo a su Hijo ante la Cruz!
De la cruz lo desclavaron
y en tus brazos lo pusieron
al hijo de tus entrañas
que tanto daño lo hicieron.

Incluso, San Juan Bautista es una figura que, en los primeros años, ofrecía unas caracterísiticas muy cofradieras y así de los primeros años de la saetas, pertenece la siguiente:

En el río de San Juan
bautizaron al Señor,
San Juan con la caracola
agua bendita le echó.



A todo esto hay que añadir que, cuando la saeta se inicia en Andalucía, nuestro paso no hacía estación de penitencia. No obstante, esta saeta recoge el momento de nuestro paso en la Crucifixión, marcada por una clara influencia de nuestros pregones:                                 

Viendo a Jesús muerto,
un atrevido soldado
cogió la lanza y abierto
el santísimo costado.

Tampoco, en los primeros tiempos del renacimiento de nuestra Semana de Pasíón, allá por los años 1949, hubo cantaores de saetas en la hermandad, sino que, cuando, a finales de los años cincuenta, se comenzaron a cantar saetas al Cristo de la Salud hubo de contratarlos. Sin embargo, la afición al mundo flamenco entre los miembros de la hermandad impulsó a que estuviera presente en la tarde del Viernes Santo con la llegada de cantaores como Paco de Montefrío, el Niño Martos o Vadillo. De este momento es la siguiente saeta:

Viva la Semana Santa,
Viva el pueblo de Alcalá,
y sus hermanos mayores
que la hicieron relumbrar.

O esta otra que se adapta a cualquier paso  que contratara  al cantaor:

Cristo de la Salud,


¿quién es tu hermano mayor?
que tan bonito te tiene
que reluces como el sol.

Ya, en los años ochenta, con el renacer de la Semana Santa, aficionados y personas de honda  tradición cofrade, comenzaron a cantar al Cristo de la Salud. Desde el rincón de la placeta de San Juan hasta el alero volado del Casino, pasando por los balcones más típicos de la calle Veracruz o por el sitio más recoleto, e, incluso, en la propia iglesia, al final o principio de los cultos, hermanos como José Vega Fuentes o Juan Vega Vega cantaron al Cristo de la Salud. A estos, algunas veces, se añadió la voz de Pilar Gálvez, esa gran saetera alcalaína, que le cantó alguna que otra saeta desde el balcón  de la calle Veracruz:

Con clavos desgarradores
estás clavado en la cruz
por nosotros,pecadores,
¡Ay, Cristo de la Salud!

o esta otra de hondo lirismo que dice:

Si pudiera, quitaría
los clavitos a Jesús,
y, después, lo bajaría
en mis brazos de la cruz,
para dárselos a María.

Catalina Matas Cortés  ha sido una de las más prolíficas cantaoras de saetas alcalaínas y, siempre, suele acudir al patín de San Juan y cantarle ya con temas actuales como éste:

Gracias te doy, Cristo de la Salud,
por la lluvia que nos has echado,
porque tu Padre mío
a España has remediado.
Aunque algunos, Dios mío,
hayan tenido que morir,
pero, tu sabes, Cristo mío,
que sin agua no se puede vivir.               

Un cantaor extremeño, afincado en nuestra tierra, Pascual Ávila le cantó  desde el público esta saeta en la calle Veracruz:

Qué bonito vas bajando
por la calle Veracruz,
con tu cuerpo ensangrentado,
¡Ay, Cristo de la Salud!.

A todas estas hay que añadir  Angeles Pérez Anguita. Y, más recientemente, desde su balcón del Llanillo, José Sánchez Alcaide, que cantó y compuso esta saeta, que comenzaba en toná con estos versos:

Que no puede con la Cruz,
ayúdale con la cruz,


que no puede con la cruz,
mira que vine cansado
el Cristo de la Salud.

Para acabar con martinete,- aunque ,a veces, lo ha hecho con el palo de seguirilla popular corrida-:

Ayúdale costalero,
llévalo con devoción,
que el Cristo de la Salud,
te concede el perdón.

Del primero de nuestros hemanos cantaores de saetas destacamos Pepe Vega, pesona impregnada de un lirismo y de un meloso y sabio acento popular, de quien conservamos y hemos escuchado saetas que recogen el momento del entronamiento en la placeta:

En la iglesia de San Juan
ya preparan los maderos
para subir a su trono
a ese bendito lucero.

Del mismo, hemos recogido el momento de su paso por las calles alcalaínas en dos versiones:

El Cristo de la Salud
ya baja la calle abajo
salid,todos,a ayudarle
y acompañarle a su paso.

o en la calle Veracruz, auténtico rincón poético con sus faroles mortecinos que convierte hasta al más rudo hombre en juglar:

Por la calle Veracruz,
baja sufriendo su pena
a encontrarse con su Madre
y María Magdalena.

Cuando se encuentra con la Virgen de las Angustias, Juan Vega, que tambien se ha prodigado en estos años y destaca por su torrente de voz y fuerza cantaora, le tiende un pañuelo de compasión con este dardo lírico:
Me gusta verte de lejos
y, aunque sea por detrás,
y, cuando te veo la cara,
me das ganas de llorar.

Éste mismo recogió una tradición que se mantuvo durante muchos años, con esta saeta, referida a los claveles que se traían de Almería, donados por el hermano Antonio:

De claveles de Almería
están llenando la cruz
los hermanos que te quieren                                                          


del Cristo de la Salud.

En la calle del Rosario se suelen escuchar  algunas saetas en la despedida de la Virgen de las Angustias o, solitariamente, en forma de oración:

Ya te suben,ya te bajan,
por la calle del Rosario,
!Ay, Cristo de la Salud !
qué duro es ya tu calvario.

No es extraño que, en el acto de su instalación en el dosel, se escuche alguna saeta de estos hermanos:

Ay, Cristo de la Salud,
consuelo de los hermanos,
que moriste por nosotros,
clavado de pies y manos.

que suele acabar con un estrambote final ante el silencio de los callados hermanos que escuchan esta profunda invocación:

Silencio, callad, silencio:
que se ha oído un quejío,
y en una cruz yace muerto
el mejor de los nacíos.

El cuerpo de Cristo ha servido para que se le cante, a veces, poemas que respodían más a las antiguas saetas que se frecuentaban en las reuniones del Ecce-Homo:

Lleva la caña por cetro
y de espinas la corona.
Nadie te tiene respeto,
siendo la única persona,
que resucita a los muertos.

O esta otra que se expresa en la misma línea que la anterior:

Por los clavos prisioneras
llevas las manos heridas.
Llevas los pies traspasados
y una corona de espinas.
Que enciendan ya los faroles,
que enciendan con mucha luz,
que va a pasar por la calle
el Cristo de la Salud.                                                                           

Es frecuente la saeta que recoge estructuras parecidas
a las que se cantan al Nazareno, como esta de Juan Vega:

¿ qué es aquello que reluce
que brilla y con tanta luz?
Es un trono, cuajado de flores,
y el Cristo de la Salud.


Con amor y afecto, también se dedican saetas a otros integrantes del paso del Cristo como son los costaleros, y así la canta Pepe Vega:
Mecedle el paso,
Mecedle el paso,
costaleros,
al Cristo de la Salud,                                                       
que por causa de nosotros
tuvo su muerte en la Cruz.

No es de extrañar que un saetero, como Pepe, resuma así su vivencia semanasantera:

Estos son mis recuerdos,                           
estas son mis vivencias,
entre roncos y viejos timbales
con el brillo de potencias.
Esperando a Jesús
y cantándole saetas.
La última quería, Señor,
que fuera la más señera:
Los clavos que dispusieron
para clavarte, Señor,
sin punta lo escogieron
para más martirizarte,
golpes y golpes te dieron.













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