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lunes, 30 de marzo de 2015

LA TORRE DE SAN JUAN
Tras la toma de Granada por los Reyes Católicos,  unos años después  se levantaron varias iglesias en la ciudad  y sus alrededores. En Santa Ana, san Marcos, san Sebastián, y, en los arrabales nuevos, se erigió la ermita de San Juan Bautista. No debió construir, en sus primeros  tiempos, una torre, porque no tenía la categoría de templo parroquial;  pero, con el paso del tiempo, en el siglo XVII, se irguió una sobria y esbelta torre con escalera de bocel, famosa por la leyenda del Saliva (aquel campanero en el que perdió su cabeza al echar al vuelo las campanas a finales del siglo de la Ilustración). 
La torre se divisa desde cualquier  mirador de la ciudad, natural o desde la azotea de una vivienda personal, desde las Cruces o desde Huerta de Capuchinos desde el Cauchil  o  desde la Tejuela. Parece como si reclamara un  protagonismo perdido. Pues esta señora era la dama de un barrio que se vanaglorió de  ser el centro de Alcalá, cuando los hidalgos abandonaron las casonas de la fortaleza de la Mota y se vinieron a vivir a la calles del Pozuelo de San Juan ( la que se denominaría Rosario al  levantarse el convento dominico) y a la  otra calle del Pozuelo ( la de Rojo, los Caños y la del autor del Quijote sin olvidar callejuelas, callejones, llanetes, y vías llanas reservados a las cases menos pudientes ( por  eso se llamaban en tiempos de los Austrias,  de Labradores, Relimpios, el Mudo. La Yedra, Medrano). Allíí, construyeron sus casonas los Utrilla, los Aranda, los  Moya, los Viedma, los Sotomayor….y, luego, vendieron sus  mansiones a los labradores enriquecido con el arrendamiento de las tierras y cortijos de las clases privilegiadas. Ya en el siglo XX, no  quedaron ni siquiera los  labradores sino los pegujareros y los artesanos, y , como  testigos de un importante pasado  el Hospital de  Nuestra Señora  delas Mercedes, o el convento del Rosario ( cuyo templo fue destruido  a mediados del siglo XX y  sus dependencias  convertidas en solares de  abrojos, donde se albergaron la Casa Cuna,  El  almacén de la sal, incluso un colegio de enseñanza secundaria ….) 


Desde el mismo campanario, por otro lado, el barrio ya no se ofrece ni siquiera  como la sombra de finales del siglo XX. A partir de los años  sesenta incidieron intensamente todos los males de nuestro país. Primero, las casas de vecinos quedaron vacías con el goteo diario  de la emigración a tierras catalanas, País Vasco, Madrid y países europeos. Raro era el día en el que no fuera la primera  noticia  escuchar el lamento por la ausencia de un ser querido; luego , el falso desarrollismo de estos mismos años s cebaron con su fisonomía de pueblo andaluz, transformando las fachadas de silería y  encaladas por eso de la peste  en el dominio del ladrillo como material constructivo y en el exhibicionismo de los balcones corridos que rompían el  equilibrio de las casas de tres plantas. Y, aún más, el desplazamiento de las familias más pudientes a los nuevos barrios se hizo una constante diaria que despobló muchas viviendas. Tan sólo, algunas casas modernistas o neoclásicas quedaron como un canto de cisne. Las nuevas modas la tomaron con el asociacionismo tabernario  y las tiendas del barrio, y no quedó títere con cabeza. Y, eso que el arrecifado de sus calles  es ya historia  y  se ha mejorado  notablemente el pavimento y, a partir de los años ochenta, se han multiplicado los esfuerzos por mantener en pie un barrio señero. No hay que  alejarse  de la misma torre para palpar el esfuerzo del gobierno que nació de la democracia del 79: la Casa Pineda ofreciendo servicios, conocimientos profesionales  y estudios no reglados; la modélica  Guardería Infantil;  el remozamiento de plazas como la san Juan, san Blas, Trinidad, Rosario, Carmen Juan y San José;  el apoyo a la rehabilitación de casas dentro del recinto histórico artístico;  la ubicación  de las Casas de Hermandades;  el mantenimiento de la carrera oficial para manifestaciones públicas; la cercanía de las sedes de  los más principales servicios administrativos y religiosos.

¡Qué más puede exigirse o reclamarse con el remozamiento de la zona de la Trinidad!  Puede que falte una política de estacionamiento y restauración de nuevos  espacios comerciales y de ocio, pero la torre reclama una conciencia social de  sentirse orgullosos de vivir un barrio tan importante, un barrio  que ofrece la posibilidad futura de vivir con el bienestar que falta en los bloques anónimos  e inhumanos. Con lo dulce que resulta escuchar el esquilón de la torre de San Juan. 

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