Tras la toma de Granada por los Reyes
Católicos, unos años después se levantaron varias iglesias en la
ciudad y sus alrededores. En Santa Ana,
san Marcos, san Sebastián, y, en los arrabales nuevos, se erigió la ermita de
San Juan Bautista. No debió construir, en sus primeros tiempos, una torre, porque no tenía la
categoría de templo parroquial; pero,
con el paso del tiempo, en el siglo XVII, se irguió una sobria y esbelta torre
con escalera de bocel, famosa por la leyenda del Saliva (aquel campanero en el que
perdió su cabeza al echar al vuelo las campanas a finales del siglo de la
Ilustración).
La torre se divisa desde
cualquier mirador de la ciudad, natural
o desde la azotea de una vivienda personal, desde las Cruces o desde Huerta de
Capuchinos desde el Cauchil o desde la Tejuela. Parece como si reclamara
un protagonismo perdido. Pues esta
señora era la dama de un barrio que se vanaglorió de ser el centro de Alcalá, cuando los hidalgos
abandonaron las casonas de la fortaleza de la Mota y se vinieron a vivir a la
calles del Pozuelo de San Juan ( la que se denominaría Rosario al levantarse el convento dominico) y a la otra calle del Pozuelo ( la de Rojo, los
Caños y la del autor del Quijote sin olvidar callejuelas, callejones, llanetes,
y vías llanas reservados a las cases menos pudientes ( por eso se llamaban en tiempos de los
Austrias, de Labradores, Relimpios, el
Mudo. La Yedra, Medrano). Allíí, construyeron sus casonas los Utrilla, los
Aranda, los Moya, los Viedma, los
Sotomayor….y, luego, vendieron sus
mansiones a los labradores enriquecido con el arrendamiento de las
tierras y cortijos de las clases privilegiadas. Ya en el siglo XX, no quedaron ni siquiera los labradores sino los pegujareros y los
artesanos, y , como testigos de un importante
pasado el Hospital de Nuestra Señora delas Mercedes, o el convento del Rosario (
cuyo templo fue destruido a mediados del
siglo XX y sus dependencias convertidas en solares de abrojos, donde se albergaron la Casa Cuna, El
almacén de la sal, incluso un colegio de enseñanza secundaria ….)
¡Qué más puede exigirse o reclamarse con el remozamiento de
la zona de la Trinidad! Puede que falte
una política de estacionamiento y restauración de nuevos espacios comerciales y de ocio, pero la torre
reclama una conciencia social de
sentirse orgullosos de vivir un barrio tan importante, un barrio que ofrece la posibilidad futura de vivir con
el bienestar que falta en los bloques anónimos
e inhumanos. Con lo dulce que resulta escuchar el esquilón de la torre
de San Juan.
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