Está claro que
entre los vecinos del campo del primer censo del siglo XIV ya se encontraban 24
vecinos en los parajes de Frailes en torno a las huertas repartidas a los
descendientes de los conquistadores. Sin embargo el censo del año 1587, es más
exacto y queda reducido a 17. En 1621, puesta en marcha la politica real
de venta de las villas y poblaciones, unida a su independencia, provocó
cierto freno en lo administrativo y en
su expansión por parte del cabildo
alcalaíno, aunque la roturación de tierras da a lugar al asentamiento de nuevos
vecinos que cada día aumentaban en esta zona. Esto se puede comprobar por la
comisión e informe que se presenta al cabildo en el año 1621 donde se constataba
un importante núcleo de 30 viviendas, que se prestaba al movimiento
independentista al constituirse en población. Si esto se mantenía o se
desarrollaba, provocaría que se
perderían los privilegios al constituirse en pecheros y formar una población
urbano en detrimento de la ganaderia. Se observa que el núcleo de la población
son una serie de cortijos con una o varias casas, en las que viven
arrendadores o propietarios-labradores y una concentración en torno a la
ermita de santa Lucía. Aunque las
antiguas viviendas alcanzan la veintena, el resto no tiene más antigüedad que
la provenida de principios del siglo XVII e, incluso, algunas están sin
levantar. Los propietarios de los terrenos son miembros de las familias
hidalgas de Alcalá o de profesionales (cuatro casas del médico médico Pedro de
Jarava en una huerta, Rodrigo de Cabrera, Catalina de Gadea y Pedro Sánchez de
la Tienda) , aunque existen 9 pequeños propietarios de huertas y casas relacionados con las familias de
Martín , Romero, García, Gallego y Mudarra y algunas viviendas se asientan en
terrenos de realengo, ya que todo el terreno se manifiesta montañoso y para el
ganado (cfr. Cabildo 27 y 30 .3.1621. La política municipal de este siglo es
sumamente restrictiva prohibiendo y demoliendo cualquier tipo de edificación para vivir o de uso ganadero y son muy
escasas las licencias que se concedieron a lo largo del siglo XVII. Por eso,
son frecuentes las medidas de prohibir cualquier tipo de oficio o título. Un
caso de esta índole lo encontramos en el año 1631, cuando el regidor Pedro de
Góngora advierte a la ciudad:
ha venido a mi
noticia cómo en la Inquisición Suprema se a hecho relación que en Frailes,
jurisdicción de esta ciudad, ay nueva
poblazión y vecindad y en conformidad de esto se an criado oficios de
familiar del Santo Oficio para la dicha poblazión, la qual dicha relazión es
incierta, pues las casas que allí se an fecho, a sido sólo a fín de que algunos
vecinos que tienen allí sus labores puedan recoger el ganado y las licencias an
sido limitadas por la voluntad de esta ciudad y se sigue notable inconveniente
de lo referida, pues, dando nombre de población, se da ocasión a los que tratan
de comprar basallos a que llamen lugares al dicho sitio y lugar y hagan
postura en él y pongan esta ciudad el cuidado y gasto que por la villa del
Castillo, además que con la dicha ocasión podrían, los que allí tienen casas,
tratan de eximirse y tener jurisidicción
separada y otros inconvenientes que son notarios, los cuaqles en su principio
se les deber reparar a cuyo efecto, suplica a esta ciudad y con el debido respeto
requiero contradig el criar dichos oficios, informe cómo en el dicho sitio no
ay poblazión y para que en ningún tiempo haya ocasión de hacer semejante
informe, mando demoler lo edificado y que los sitios queden libres para el
pasto común, (29.3.1631)
Un dato
importante es el dinamismo que la población va encontrar en torno a la ermita
de santa Lucía. De ahí que la población necesite de un capellán que le
administrará los sacramentos. Hay constancia de que a lo largo del siglo XVII
ejerce allí su jurisdicción eclesiástica y presta los servicios religiosos. Sin embargo muchos vecinos usaban
los servicios de abasto, carne,
enterramiento en Alcalá la Real tal como se comprueba en los asentamientos de
las capellanías de la parroquia de Santo Domingo de Silos, donde son enterrados
y en las ermitas de la Veracruz y la Caridad. A finales de siglo, la población
ha aumentado mucho por las licencias que se han permitido en las modalidades de
albergues, chozones de retamas y casas, que se edificaban en torno a la ermita
de santa Lucía y el barrio de Almoguer;
en este último
se concedía a la gente pobre sin ningún tipo de propiedad y por el tiempo que el cabildo alcalaíno permitiera. El corregidor Fernando de Cea impidió la última licencia solicitada por Fernando de Estedo para choza de retama en el barrio de Almoguel donde poder vivir y fue denegada por el cabildo de la ciudad. De ahí que en el año 1676 de nuevo resurja la prohibición tajante de levantar nuevas viviendas. Estas se hacían en suelo baldío sin adquirir propiedad y por el tiempo que el cabildo quisiera conveniente. Curiosamente, se conceden a familias jornaleras, pobres de solemnidad en el barrio de Almoguel. El control de la población en todos los terrenos se manifiesta a lo largo del siglo XVII hasta tal punto que no le impide a la ciudad tomar medidas drásticas de alojamiento de todos su vecinos en el casco urbano en situaciones límite como fueron las prevenciones de la peste en el año 1679. En este año se trasladaron al casco urbano alcalaíno todas las familias y tan sólo se le permtió algún tiempo a los labradores cultivar los campos para evitar el contagio con otras ciudades. Era imposible cercar aquella población diseminada y extendida en los barrios de Almoguel, de la ermita de Santa Lucía y de las huertas anteriormente mencionadas. Años antes, en 1677 estos labradores se resintieron de la situación económica, debido a que acudieron a la ciudad para que los abasteciera de trigo a través una carta del licenciado Joan de Mudarra, probablemente el capellán de la ermita que se hacía participe de la miseria que se atravesaba en toda la comarca con muchos campos abandonados por la larga sequía de años anteriores y las lluvias de aquel año.
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