CANDIDATOS
Nos
encontramos en la recta final de las elecciones andaluzas de 2015. Parece como
si el cansancio se hubiera apoderado del electorado desde que se anunciaron los comicios hasta el momento
de la votación. Y más aburridos debieron estar todos aquellos que nunca
acudieron a unas urnas o tuvieron que
soportar regímenes tiránicos o dictatoriales. La democracia es un sistema
político que permite a la ciudadanía participar en la vida política o cívica ,
como algunos han recuperado de la terminología de la Primera República
de España. Podrá cualificarse, aumentarse y mejorarse el modo de participación,
proponer a los candidatos en listas cerradas o abiertas, convocatorias primarias o secundarias. Pero,
al menos, cuando se emite el voto personal, se
accede a recoger el sentir del pueblo constituido en ciudadanos. Y
debemos sentirnos ciudadanos sin complejos, porque la democracia se ganó a
pulso con la Constitución
Española ; ya los líderes anteriores de la transición manifestaron que había pasado el tiempo
de haber sido vasallos y súbditos,
aunque les pese a los que quieren convertir el actual proceso democrático en
una vuelta a la tortilla utilizando la palabra cambio. Son pura mímesis de
campañas anteriores buscando sus intereses partidistas, aunque sean muy
legítimos. No están descubriendo la pólvora ni la penicilina; hace tiempo que
esta palabra cambió de la noche a la mañana la vida política de España.
El
domingo 22 de marzo, hay que vestirse de gala como lo hacían los ciudadanos de Roma ( bueno , esto es un decir los que no eran
esclavos) hace más de dos mil años en la celebración de los diferentes comicios.
En este día , la escena cambia de protagonista y actores; los candidatos
dejarán el espacio público a los votantes. Pues, hasta esta fecha, el candidato
ha sido el foco de atracción de una campaña, en la que ha empleado toda su
batería de memorias de acciones u logros
anteriores, análisis y evaluaciones de los programas de sus adversarios, y,
sobre todo, la presentación de propuestas. Y, sería un error volver a otros
sistemas como el romano, en el que el candidato se distinguía tan sólo por su
toga blanca en medio del foro ( diferenciándose solo por lo externo, como
actualmente se imita colocándose camisetas de los deferentes colores por parte
de los asistentes a los actos públicos) y dedicaba todo el tiempo de contacto con sus
electores en resaltar sus méritos personales o el de sus antepasados sin
exponer un programa electoral ni poner al descubierto su ideología. Claro que
se comprendía perfectamente este modo de actuación, porque el candidato
destacaba y se llevaba el mundo de calle, si había conseguido en su enseñanza
un dominio perfecto de la oratoria y de la elocuencia, el arte bien hablar, con
el que culminaba toda la enseñanza de la época grecorromana.
Ahora,
en el segundo decenio del tercer milenio ha llovido mucho. Los candidatos no dirimen
sus diferencias solamente entre el público del foro romano, sino que su espacio
ha sobrepasado la tribuna de los mítines ( prohibidos para los candidatos y
reservados para las autoridades) para incardinarse en el rincón más inesperado
de las redes sociales. Puede uno desayunarse con un imprevisto Whasapp
anunciando una convocatoria a una tertulia vespertina de líderes regionales,
recibir un mensaje de telefonía para recabarte tu opinión electoral de una encuesta periodística, y acostarte
soñoliento escuchando un debate entre varios candidatos. Hasta en la sopa,
pueden aparecer las siglas de un partido político o una agrupación de electores.
Y no digamos que no hemos sobrepasado la propaganda política, ya no queda el
apoyo ejemplificado con un graffiti
contratado a un pintor entre los vecinos
reclamando Fulanitum aedilem facias rogo
( que votes a Fulanito), sino que hasta los pendientes de una jovenzuela o el
reloj de un caballero pueden ser un motivo de solicitar el voto para un
determinado partido político usando el color o las siglas estilizadas de la
formación política.
Poco
se ha avanzado en la cohorte que
acompaña a los candidatos, pues su
gabinete ha sustituido a los antiguos salutatores ( despertadores, en
este caso los que llevan la agenda), sus
simpatizantes han ocupado el puesto de los deductores ( aquellos que estaban acompañándolos
en el foro, o sea los simpatizantes actuales)
y los asesores actuales se han convertido en los asectatores romanos ( su
equipo de campaña que les programan hasta la valeriana de los mítines) .
Solamente la diferencia radica en que un
pincel, un a pluma o un papel de pergamino ya no se usan ni para el
esquema del candidato cuando
Parece como si le estuviera escribiendo a un
romano del siglo I antes de Cristo, pero
resulta que poco ha cambiado la sociedad desde que el famoso
Marco Tulio Cicerón redactó su
Manual del Candidato dirigido a su hermano Quinto Tulio. Pues da la sensación de que todos los candidatos lo han leído o se lo
han comentado de modo que se han
aplicado aquellos consejos referentes a
llegar y formarse grupos de
apoyo, a cuidar de todos los ciudadanos sin olvidar los más
excluidos, a evitar la corrupción y, al mismo tiempo, agasajar a sus votantes con los
recuerdos de campaña, o rodearse de
portavoces de peticiones de votos; incluso,
se han multiplicado las promesas electorales llegando a tocar los puntos más inauditos
y concretos de los electores. Pero,
muchos candidatos actuales han hecho caso
omiso de un aspecto que el ilustre pater patriae romana
sugería a los futuros cargos, a saber,
procurar que la campaña electoral se caracterizara por la grandeza y
dignidad anteponiendo el prestigio de su tierra o patria al suyo propio; y, por otra parte, lo que han
copiado con mucha vehemencia el descrédito
público del adversario poniendo de
relieve sus defectos. Y eso que la túnica es blanca, si fuera de colores.
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