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miércoles, 30 de abril de 2014

PARA EL DÍA DE LA CRUZ. TRES DE MAYO.


Desde el mirador del Antiguo Convento de Nuestra Señora del Rosario al rincón del Ecce-Homo (I)

 


 

He conseguido subirme a una azotea de una casa cercana al  antiguo  convento dominico de Nuestra Señora del Rosario. Me he provisto de prismáticos modernos y de binoculares de principios del siglo XX.  Me he recreado  en un vaivén de imágenes que me han hecho revivir la diacronía de la memoria histórica de  un barrio, que paso de ser el eje de Alcalá la Real a convertirse en el fiel  testigo  profundo  de la esencia alcalaína. No se puede pedir  más a un barrio  que mantuvo, durante muchos años, y en parte mantiene, el ayuntamiento, la cárcel  y la casa del corregidor  en una de las primeras  casas de Alcalá la Real, el templo de la Patrona desde la retirada de los franceses allá por 1812, el mercado de la ciudad  y el foro o con  un espacio público de ocio para  la ciudad. Pueblo y polis. Justicia con Premio  y Castigo. Religión y fiesta de toros. Sin olvidar que, en siglos pasados,  la enseñanza estuvo presente en algunas casas de los hidalgos  alcalaínos  y , el ciclo secundario, en los dos conventos- el de San Francisco y el de Santo Domingo .  Mi  vista se dirige de inmediato a la prolongación de la calle Real, siguiendo el Juego Pelota y, a través de los antiguos empedrados escalonados, hacia el oratorio del Señor del Ecce-Homo, con su cruz y la representación de la primera estación  del Vía Crucis que se escalonaba hasta la cima del cerro de los Llanos, envuelto en una salmodia de plegarias, oraciones y  pasos del calvario.  La ermita ya no refleja, desde su interior, el resplandor amarillento de aquel marco dorado que encerraba una lámina de grabado de Ecce-Homo. Desde los años sesenta, el bueno de Saturnino López Pérez, emparentado con el maestro Manuel de la Morena, se trajo para su tierra esa imagen  de la escuela barroca granadina, que mejor representa la presentación de Jesús ante el Pueblo tras ser condenado por las autoridades judías. “Ecce-Homo, he aquí el hombre”  clama entre la negra  reja de hierro y el arco  de medio punto que abre el oratorio a los vecinos para la plegaria diaria.  Ecce-Homo que recuerda a nuestro antepasado Pablo de Rojas o algunos de sus discípulos como los Mena con  su policromado y estofado  entre el color púrpura de su manto y la blancura  de su carne macerada y zaherida por los azotes. Majestad de cetro dorado en contraste con la  dura corona de espinas.   Gran acierto tuvo aquel vecino de este barrio, maestro de obras y  alarife o fontanero municipal- este era el nombre que se otorgaba a los que cuidaban de la infraestructura de la ciudad-  que, a mediados de siglo, salvó lo que pudo en medio de muchos edificios artísticos que se declaraban ruina inminente y se sustituían por el mundo del ladrillo y de las alturas descompensadas. Aquel Ecce-Homo salvó un rincón  único de nuestro pueblo que atrae en primavera a vecinos y forasteros, cautiva a los enamorados  con sus leyendas y  goza en los primeros días de mayo  con  el ágape de la gastronomía local. Y, bajando  las nuevas rampas que simulan empedrados sofisticados granadinos, los que  sustituyeron a los antiguos tapiales-como se llamaban los empedrados de piedra ígnea “ ijena”,  claro para nosotros-,  los  cuerpos se  enredan entre macetas de geranios colgadas en las blancas fachadas y los apliques de calderos de cobre gitano mientras se degustan los caldos del país y  la matanza alcalaína, hasta llegar al extinto edificio de la  Tercia, lugar donde se recogía el diezmo de los cereales para entregar un tercio a la Abadía y el resto a la Capilla Real de Granada. Todavía la retina nos  retrotrae a  un edificio de piedra de cantería, donde se  encerraba, en tiempos abaciales ,  en grandes trojes  los esfuerzos  de los campesinos  y  de los labradores. La piqueta no fue contemplativa con este edificio  sino que se metamorfoseó en una de las primeras viviendas multivecinales , que era, para la nueva clase media,  un motivo de orgullo , allá por los años sesenta y setenta del siglo XX.  No le gustó a los nuevos tiempos  cambiar su fachada  blanca andaluza de la Monarquía del  Antiguo Régimen  con  edificios del modernismo y el regionalismo  de los bellos edificios  que circundan a la farola que hace  rotonda- algunos reclaman una intervención inmediata antes de que el cisne entone su canto de lamentación. Bello rincón enmarcado con la torre y fachada sur de la iglesia de Consolación , la entrada de las calles del tinajero  Antón de Alcalá, las Parras y el carpintero Espinosa, donde se sirve la cocina del lugar afortunadamente muy bien conservada por las manos de la familia de  los Góngora y los Daza. Los primeros  han abierto las puertas  de su establecimiento en una mansión que recuerda el mundo de los emigrantes franceses, porque han restaurado y rehabilitado con buen gusto una casa que recuerda la mano dadivosa de Pablito Batmala, a la que acudían los pobres de solemnidad para recibir el real de plata o la alcuza de aceite de un hijo de un francés afincado en tierras alcalaínas como lo eran los vecinos de las casas de más abajo. Los Camy y  los Miqueu. Este rincón siempre fue un lugar de artesanía por excelencia donde la carpintería antes de los Murcia, ahora de los Hidalgos, destacaban en el mundo comarcal. Un lugar que tiene nombre deportivo, porque en sus paredes jugaban los niños a la pelota con influencia vasca, el vetusto frontón que despareció de tierras andaluzas y en muchas paredes alcalaínas como el antiguo Pósito de la Mota o en el primer recodo de la calle la Peste donde  jugaban con bolas trapo y un palo-corto, largo, cesta, paleta, lo  que desconocemos.-  que le servía para darle más fuerza al lanzamiento. Y la vista se  nos queda en los edificios modernistas que sustituyeron, a principios de siglos XX, las recatadas y blancas fachadas andaluzas. Pero, el mirador se ha saturado por este año y se hace de noche. (continuará).      
 
 
 

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