EN 1918, la Sociedad de Oficios Varios Aromas del Amor recogió la antorcha de la antigua Emancipación.
Sus miembros procedían de los
sectores republicanos y socialistas, aunque poco a poco se conformó en una
sociedad de tendencia socialista. Su primer presidente fue Pablo Batmala, pero
luego fue sustituido por Salvador Frías, socialista. Sin embargo, un año más tarde, y, con este
mismo nombre, renació, el once de marzo de 1919, con el nombre de Sociedad de Oficios
Varios la Emancipación ,
ubicada en la calle Veracruz, entre cuyos miembros fundadores se encontraba el
propio Batmala. Le acompañaban Manuel Ceballos López, Manuel La Rosa Heredia ,
Francisco
Sánchez Rueda, Francisco Marañón Zamora, Gregorio Hermoso López,
Rafael Frías Mellado, Dionisio Reyes Expósito, Antonio Sánchez Poyatos, José
Cantero Carrillo, José Campillos Frías, Antonio Jiménez Obregón, Domingo López
Padilla, Antonio Bolívar Romero, José Frías Ramírez, Tomás López Cuenca, Felipe
López Pérez, Regino Quero y su amigo
Salvador Frías Pino[1]. En la lista de socios,
Manuel Larrosa Heredia encabezaba el
orden, y Batmala ocupaba el puesto décimo cuarto. Puntualmente, Pablo pagó las
cuotas de cincuenta pesetas durante un año y medio[2].
Pero, merece la pena de que profundicemos en esta sociedad del casco urbano,
porque es la única de la que conserva su vida orgánica a través de su libro de actas.
En este día, se volvió a
constituir con la asistencia de sus 19 socios fundadores. Su reunión, como era
habitual, tuvo lugar a las nueve de la noche en una sede alquilada de la calle
Veracruz, que era el domicilio del por entonces republicano Manuel Ceballos
López, una casa amplia que colindaba con la conocida casa de vecinos La
Casa del cura. Este, a su vez, fue el convocante de la
reunión, a la que acudieron Manuel la Rosa Heredia ,
Francisco Sánchez Rueda, Francisco Marañón Zamora, Eugenio Hermoso López,
Rafael Frías Mellado, Dionisio Reyes Expósito, Antonio Sánchez Poyato, José
Cantero Carrillo, José Campillos Frías,
Antonio Gutiérrez Obregón, Domingo López Padilla, Pablo Batmala Laloya,
el propio Manuel Ceballos, Indalecio Frías López, Francisco López
Sánchez, Francsico López Sánchez,
Salvador Frías Pino, Regino Quero Martínez, Antonio Arjona Ramírez, y Rafael
Fuentes Ruiz. Se eligió un comité interino formado por un secretario, un
contador y un tesorero en las personas
de Salvador Frías, Regino Quero y Manuel Ceballos hasta tanto se eligiera la
junta directiva en reunión general. Su función consistía en convocar dicha
reunión en una nueva sede que se había de alquilar, mantener la organización y
representarla.
Días después, en una nueva
reunión general, con el permiso de la autoridad competente se constituyó la Junta Directiva ,
que estaba integrada por los siguientes miembros:
Presidente: Salvador Frías Pino.
Vicepresidente: Rafael Ruiz
Rodríguez
Secretario: Regino Quero
Martínez.
Vicesecretario: Indalecio Frías
Mellado.
Tesorero: Manuel Ceballos López.
Contador: Saturnino Gallego Rueda.
Vocales: Manuel García Arévalo, Francisco López Sánchez.
Se inició la organización
con la entrada de 162 socios,
previamente presentados por los socios
fundadores, que debían ser admitidos por
la asamblea de la sociedad obrera. En un libro de registro recogía el
domicilio, nombre y apellidos y profesión para encuadrarlo en los distintos
ramos. Era de carácter interclasista y este
aspecto de la asociación nos da muestra que comprendía a republicanos
federales, socialistas, independientes y
miembros de profesiones liberales. Esto se ejemplifica con los miembros de
la familia del teniente Castillo Saenz de Tejada, pues pertenecían Valeriano, Pedro y José [3]
Hasta el día siete de
septiembre, no hubo otra nueva reunión general, en la cual se dio cuenta de
todo el movimiento económico. El motivo no era otro sino la clausura sufrida
por orden gubernativa desde el veinte y siete de marzo al veinte y ocho de
agosto del corriente año, por la cual no ha podido celebrar reunión de ninguna
clase y si únicamente por individuos encargados de la administración.
Mientras en Alcalá se aplicaban,
por 1919, medidas represivas para controlarla, en la Provincia surgieron numerosos conflictos entre obreros y patronos. Todo radicaba en el
miedo, que las autoridades tenían, de que se levantara la población y, como medida preventiva, aplicaron
muchas restricciones con motivo de las
elecciones del primero de abril para diputados de Cortes.
A pesar de estas medidas
coactivas, se presentaron nuevos socios en número doscientos setenta y nueve.
La participación de los asociados era elevada alcanzándose la cifra de dos
tercios en la participación de las asambleas generales. No obstante, a lo largo
de la reunión, se observa que algunos socios no cumplían con el deber de pago de
cuotas- cosa que va a ser frecuente-, dándose un plazo para ponerse al día
hasta final de año. El dos de noviembre,
se acrecienta la sociedad con 39 nuevos socios.
Generalmente, solían hacerse
propuestas por grupos de trabajadores para que las asumiera la sociedad y las
defendiera. Una de ellas muy importante, fue la presentada por Francisco López
Sánchez referente a las bases mínimas y las condiciones de trabajo, que resumió
en los siguientes:
l. Supresión del trabajo a
destajo
2. Jornal minimum de tres
pesetas cincuenta céntimos para hombres y dos pesetas para mujeres y niños
menores de quince años.
3. Los que pernocten en cortijos
y caseríos percibirán el mismo jornal, más la manutención o una peseta
cincuenta céntimos en su lugar.
4. Las horas y descansos serán
los de uso y costumbre en esta localidad.
5. Cuando por lluvia o cualquier
otra causa análoga, no puedan dar el jornal completo se le abonará el tiempo
invertido en la ida del tajo y regreso
al pueblo.
6. Y que estas empezarán a regir
desde el día de diciembre primero hasta el veinte y ocho de febrero del
venidero año.
Todos los puntos solían
debatirse antes de tomar la decisión y
aprobación, nombrándose una comisión que era la encargada de representar la
sociedad, en este caso estaba formada por Francisco López Sánchez, Salvador
Frías Pino, Mateo Moya Rueda, Manuel García Arévalo y José Cabo Sánchez. No era
el clima tan tranquilo, como a veces se comentaba, porque el último acuerdo de
esta asamblea decía:
“si los patronos no aceptaban
las anteriores bases, en ese día se declararía la huelga general persistiendo
en ella hasta conseguir nuestras justas aspiraciones”[4].
Esta política reivindicativa
daba lugar a que continuamente se
inscribieran nuevos asociados, y así en el mes de diciembre otros
cincuenta formaron parte de la sociedad
y la sede social ya es una realidad, hasta el punto que se eligió un
conserje al frente de ella. Como muestra
de su relación en el ámbito provincial,
por esta fecha dio un paso hacia adelante solicitando la integración en la Federación Provincial
de Sociedades Obreras,
“idea que todos los presente
asumen con gran entusiasmo facultando a la directiva para solicitar su ingreso
en dicho organismo”.
Era una costumbre de las
reuniones elegir presidente de asamblea
y secretario: en el cuatro de enero de 1920, se renovó la junta directiva presidiendo la reunión
general Pablo Batmala Laloya. Curiosamente, la nueva junta fue presidida, de nuevo, por Salvador Frías Pino; de vicepresidente era
Mateo Moya Rueda; secretario Juan
Bermúdez Ávila, delfín de Pablo Batmala; vicesecretario Gregorio Barrio
Sánchez; tesorero el anterior Manuel Ceballos, y Contador Carlos Sanz Serrano.
Los vocales eran José Cano Sánchez, Lorenzo Daza Rosales, Manuel Romero Guardia
y Francisco Montenegro García. Pero, el acuerdo más importante de la reunión
fue aprobar la medida de asistencia
social con la que se suplían las deficiencias económicas de un obrero, que se hallaba enfermo desde hacía un mes
imposibilitado para ejercer el trabajo. El mecanismo era interesante por su control, y su carácter
precursor de la seguridad social que, tanto tiempo, tardaría en llegar a las
clases populares:
También se acordó que fuera una
comisión compuesta por Saturnino Gallego Rueda, Francisco Pérez Guardia, José
Cano Sánchez y Lorenzo Daza Rosales, a visitar al compañero José Rosales Frías,
el cual se halla desde hace un mes propiamente enfermo y por tanto incapacitado
para el trabajo a fin de cerciorarse de su verdadera situación para que pueda
ser socorrido; habiendo hecho constar también que en todo caso que cualquier
socio pida auxilio de la sociedad se nombre una comisión para que una vez
enterada de su situación pueda ser socorrido.
Una característica de las
sociedades era la expulsión de los asociados, que se hacía por haber hecho
traición a la causa obrera y por lo cual no debían pertenecer dichos sujetos a
este centro. Lo que nos indica el carácter socialista y obrerista de estas
asociaciones. En otros casos, los asuntos eran mucho más graves por lo que se
refiere a los expulsados:
“había calumniado a varios de
los más consecuentes socios y conspirado en contra de la sociedad como lo
prueba el haber tratado por todos los medios a su alcance de disgregar de este
centro al gremio de zapateros”.
En el mes de febrero de dicho
año, la lista alcanzaba la cifra de quinientos cuarenta nueve socios, a pesar
de que se producen importantes bajas por falta de pago. Lo que se cumplía de un
modo riguroso, y se resolvía con algunas expulsiones, entre
ellas las de algunos miembros fundadores, que no coincidían con las bases
ideológicas de la Sociedad ;
también hubo un caso de traición y
conspiración.
A mediados de mayo se enviaron la
lista de presidentes y juntas directivas de las distintas sociedades al Gobierno Civil. Y, el día seis de junio, ante
las manifestaciones, que se habían convocado en Granada, se envió una circular
al teniente de la
Guardia Civil para que se vigilaran las entradas de la
población, por orden del ministerio de Gobernación, hubiera guardias durante
toda la noche y se impidieran cualquier tipo de reuniones. El día diez de junio
hubo un altercado entre Alfonso García
Play y Francisco Ortega, en el que este
último hirió al anterior. Pero el control del gobierno era total hasta tal
punto que debía ser informado de todo movimiento de altas y bajas como la del
Faro de la Verdad
de la Rábita
lo hizo por el 26 de junio.
En 1920, el importante y
numeroso Centro Social de la
Sociedad Obrera de la Emancipación de Alcalá la Real , comenzó a decaer.
Fueron numerosos los asociados que dieron de baja por falta de pago de cuotas o
por ausencia de la localidad al hacerlo en los trabajos lejanos de la
localidad. Claro ejemplo de ello es la baja de ciento setenta socios que se produjo en la reunión del siete
de junio. El dos de septiembre, la cifra de bajas alcanzó los doscientos dos
asociados. No obstante, el día dieciocho de abril a la Asamblea Provincial
de la Federación
de Sociedades Obreras, fue invitada por el comité federativo siendo representada por Francisco López
Sánchez, como delegado de la entidad, cuyos gastos de viaje importaron 25
pesetas. El uno de agosto, dio cuenta a la asamblea de todas las resoluciones
que ratificaron y aprobaron todos los miembros de la sociedad obrera. A pesar
de que el número de socios había decaído en gran cantidad, el cinco de
noviembre de este año, resolvieron algunas ayudas para el secretario, Luís
García Arévalo, que se encontraba enfermo durante bastante tiempo, costeándoles
los gastos para que se cure en Granada con una ayuda de cincuenta pesetas. No se
reunió la sociedad hasta diciembre de este año, no pudiéndose elegir la junta
directiva porque la mayoría de sus asociados se encontraban trabajando fuera de
la localidad, incluso la baja de cincuenta antiguos miembros supuso una nueva
dificultad. A partir del año 1921, no hay apenas asambleas ni juntas
directivas. Es imposible elegir nueva junta directiva ante la poca presencia de
asociados en las reuniones, abandonaron la sede por venta del local, no pagaron
al conserje, y se trasladaron a la de su
antiguo propietario, Manuel Ceballos. El día 27 de junio, eligieron una nueva
junta directiva, en la que ya no aparecía apenas la representación de
socialistas y predominaban los republicanos. Su presidente era Ramón Cruz Belo,
Vicepresidente: Gregorio Barrio Sánchez, secretario Miguel Lombardo Torres;
vicesecretario, Salvador Frías Pino; tesorero Manuel Ceballos López; contador
Francisco Montenegro García; segundo contador Joaquín Sánchez Ruiz y los
vocales Rafael Hinojosa Serrano, Antonio Cano Caballero Fuentes, Carlos Sanz
Serrano, y Salvador Hinojosa Cano. Ante la situación tan precaria en la que se
encontraba la sociedad se aprobó conceder una amnistía a todos los socios que
habían causado baja por falta de pago con el fin de recuperarlos a la vida societaria. El nuevo local era
pequeño hasta tal punto que debieron vender las sillas entre sus asociados y prestarlas para las asambleas.
Sigue la tónica durante el verano de la falta de asistencia para poder celebrar
las asambleas, aunque los socios trataron
de socorrer algunas situaciones de
enfermedad, aunque bajó la cuantía en
treinta pesetas.
No pudo elegirse nueva junta general ni directiva para el año 1922 y eso que el
número de socios no alcanzaba la cifra de quince afiliados de tal modo que el día
veintisiete de febrero se disolvió la sociedad. En ese preciso momento, los
integrantes son catorce socios que
mantienen vivo el espíritu. Sus nombres eran: Ramón Cruz Bello, Gregorio
Barrio, Antonio Cano Caballero, Joaquín Sánchez Ruiz, Salvador Hinojosa Cano,
José Muñoz, José Cano Sánchez, Joaquín Cano Sánchez, Francisco Gámez García, Ildefonso López Cano, Rafael
Miguel Cruz Belo, Salvador Frías Pino, Francisco Montenegro García y Manuel
Ceballos López. El motivo no era otro que:
“se procedió a la elección de la
nueva junta directiva, siendo infructuoso todo cuanto se intentó para
constituirla, pues los socios capacitados para ejercer dichos cargos no los
aceptaron fundándose en que sus ocupaciones privadas no les permitía tener
disponible tiempo preciso para cumplir con los deberes anejos a los dichos
cargos, por lo cual y viendo la imposibilidad de seguir en estas
condiciones se propuso por algunos y así
se acordó por unanimidad dar por disuelta la sociedad con esta fecha haciéndolo constar en la presente
acta”.
No eran muchos sus enseres, sino
una mesa, perchas, brasero y aparato de carburo, cuyo valor alcanzaba poca cuantía. Esto junto con las quince
pesetas que restaban en caja se le entregó al socio más necesitado que era
Joaquín Ruiz de acuerdo con el criterio de todos los componentes. El
depositario Manuel Ceballos se quedaba como guardián de los libros[5].
[1] Este era un buen artesano,
al que el ayuntamiento alcalaíno encargó
los sables de los guardas de campos
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