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domingo, 12 de mayo de 2019

DIARIO BUCÓLICO DEL RUTERO POR LA SIERRA DE VALDEPEÑAS.

Creíamos que iba a ser calor. Y la familia de Paco García Pérez, Pacomures, nos había preparado una excelente ruta con su tío. Una veintena de coches y unos sesenta ruteros. Salimos a las diez de Huerta de Capuchinos, y nos dirigimos a Frailes por las Riberas, nos desviamos a la Joya del Salograr, y en la Cruz del Espinal nos dirigimos a Cerezo Gordo. Dejamos el coche por la parte baja de nuestro proyectado itinerario en las inmediaciones de la Zarzuela, una era que recuerda campos roturados, conquista de la naturaleza por el hombre, terrenos convertidos en  pasto de 
ganadería.

 NOSOTROS  CALIFICAMOS DE BUCÓLICA  ESTA RUTA Y RECOGIMOS LOS VERSOS DE  ESTA ÉGLOGA DE VIRGILIO  TRADUCIDA POR FRAY LUIS DE LEÓN  Y ADAPTADA  AL LUGAR. EL PASTOR ALEXIS COMENZÓ CON ESTOS VERSOS:


 En fuego Coridón, pastor, ardía
por el hermoso Alexi, que dulzura
era de su señor, y conocía
que toda su esperanza era locura.
Solo, siempre que el sol amanecía, 5
entrando de una encina  la espesura,
con los montes a solas razonaba,
y en rudo verso en vano así cantaba:


Y me imaginaba un ditirambo entre dos ruteros convertidos en pastores:

    «No curas de mi mal, ni das oído
a mis querellas, crudo, lastimeras, 10
ni de misericordia algún sentido,
Alexi, en tus entrañas vive fieras.
Yo muero en viva llama consumido;
tú siempre en desamarme perseveras,
ni sientes mi dolor, ni yo te agrado, 15
por donde me será el morir forzado.
    Busca el ganado agora lo sombrío,
y por las cambroneras espinosas
metidos los lagartos buscan frío,
y Téstilis comidas provechosas 20
compone, a los que abrasa el seco estío,
con ajos y con yerbas olorosas:
conmigo por seguirte, solamente
resuena la cigarra al sol ardiente.
    
¡Ay triste! ¿Y no me hubiera mejor sido
 25
las iras de Amarilis, los enojos
y su desdén soberbio haber sufrido,
y haber dado a Menalca mis despojos?
Bien que es Menalca un poco denegrido,
bien que tú en color, blanco, hermoso en ojos; 30
mas no fíes en eso, que preciada
sobre la blanca rosa es la violada.
    Despréciasme arrogante, y no te curas
de mí, ni de saber cuánto poseo
en queso y en ganado; las alturas 35
pazco con mil ovejas del Liceo;
en el estío, en las heladas duras,
de fresca leche falto no me veo;
y canto como el Anfíon ya cantaba
las veces que sus vacas convocaba.
 40
    Pues menos soy tan feo, que aun agora
estando el mar en calma he contemplado
mi rostro en la ribera, y si no mora
pasión en mí, con Dafni comparado,
no temeré tu voz despreciadora, 45
ni temeré de ti ser condenado:
¡ansí no condenases las cabañas,
el apriscar, la caza, las montañas!
 

   El perseguir los ciervos temerosos
con ponzoñosas flechas ¡ay! te agrade; 50
al pasto los cabritos deseosos
guiar con verde acebo no te enfade;
morar los montes yermos y fragosos,
a ti, ni la cabaña desagrade;
que puesto entre las selvas y cantando 55
conmigo irás al dios Pan imitando.
   

 El Pan fue el que primero sabiamente
en la flauta diversas voces puso;
de grueso y de tamaño diferente,
con cera muchas cañas Pan compuso. 60
Pan guarda las ovejas, Pan la gente
del campo; y no te pese hacer al uso
de la docta zampoña el labio bello,
que Amintas se perdía por sabello.
    Tengo de siete voces bien formada 65
una sonora flauta que me diera
Dameta, ya muriendo, en la pasada
siega, y diciéndome desta manera:
-«Tú me sucede en ésta, que tocada
por ti, te acordará de mí siquiera». 70
Dametas me la dio; quedó lloroso
Amintas, el tontillo, de invidioso.
    Tengo dos corzos que una oveja cría,
de pelo blanco a manchas varïados;
agótanle las tetas cada día, 75
y fueron con peligro mío hallados;
llevármelos la Téstilis porfía:
yo para ti los tengo muy guardados,
y al fin los llevará, pues en mis dones,
despreciador, los ojos aun no pones. 80
  

 Ofrécente las ninfas oficiosas
sus canastillos de azucenas llenos;
coge para ti Naís, la blanca, rosas,
la vïola, los lirios, los amenos
acantos y amapolas olorosas, 85
flores de anís y los tomillos buenos,
y casia y otras mil yerbas divinas,
junto con el jazmín las clavelinas.
   
Pues yo te cogeré manzanas bellas
cubiertas de su flor, y las queridas 90
castañas de Amarilis, y con ellas
ciruelas que merecen ser cogidas.
Tú, mirto, y tú, laurel, iréis sobre ellas,
que juntos oléis bien. ¡Ay, tosco! ¿Olvidas
que Alexi de tus dones no hace caso, 95
y que, si a dones va, no es Yola escaso?
    ¿Qué hice? ¡Ay, sin sentido! puesto he fuego
en el rosal amado; en la agua pura
lancé los jabalís; turbé el sosiego
del líquido cristal. ¡Ay! la espesura 100
del bosque moró Apolo: ¿qué huyes ciego?
Y el Paris en el bosque halló ventura.
Palas more sus techos suntuosos,
nosotros por los bosques deleitosos.
    Por las montañas la leona fiera 105
al ya no osado lobo hambrienta sigue;
el lobo carnicero a la ligera
cabra, de día y noche la persigue;
en pos de la retama y cambronera
la cabra golosísima prosigue; 110
yo en pos de ti ¡oh, Alexi! y de consuno
en pos de sus deleites cada uno.
    Su obra ya los bueyes fenecida,
y puesto sobre el yugo el lucio arado,
se tornan, y la sombra ya extendida 115
de Febo, que se pone apresurado
huyendo, alarga el paso, y la crecida
llama, que me arde el pecho, no ha menguado
mas ¿cómo menguará?, ¿quién puso tasa?,
¿quién limitó con ley de amor la brasa? 120
    ¡Ay, Coridón! ¡Ay, triste! ¿Y quién te ha hecho,
tan loco, que en tu mal embebecido
la vid aun no has podado? Vuelve al pecho;
recobra el varonil vigor perdido;
haz algo necesario o de provecho, 125
de blando junco o mimbre algún tejido:
que si te huye aqueste desdeñoso,
no faltará otro Alexi más sabroso».









 No estábamos todos, faltaban los de la Cruz del Espinar, ese mojón que había agrupado a jugadores de petanca por el mes de mayo. Los recogimo0sy los bajamos hasta las riberas del río del Saltadero. Y emprendimos la ruta carretera de Cerrezo Gordo arriba hasta adentrarnos por el camino que nos conducía a Cuevalayedra- Pasamos entre asfalto y rocas milenarias que nos descubrían los movimientos telúricos del mar de Tetis en sus diversas capas. Mientras, nos refrescábamos con las alamedas de los arroyuelos de Cueva la yedra y Salteadero. Ciclistas y otras senderistas nos cruzamos en nuestra ruta. Al ascender por el camino de tierra y roca , cruzamos una zona de encinar , pasto, y algún que otro fresno y quejigo , que dejaba entrever terrenos de roturación y desmonte de montes por el siglo pasado, donde se albergaban algunos cortijos abandonados. Llegamos a una era y se nos extendía un paisaje que se cerraba con la Sierra del Paredón y sus molinos de viento, y donde se mezclaba entre diversas tonalidades de verde los cerros, los valles, barrancales, alamedas, encinares y pastizales. Un canto a la técnica una maquina trilladora de mediados del siglo XXcuando ya  había avanzado la mecanización


























 Entre los encinares, pequeños arroyos y la fuente del Fresno , con un hilo de agua. Espera y reencuentro, para contemplar los rebaños y sentir el balido de las ovejas y de algunas cabras entre alambradas. Cuevalayedra era un cortijo que solo recuerda en algunos lienzos de sus paredes la arquitectura rural de muros anchos y pequeñas rendijas. Un lagarto no sobresalta. y Chirro libera a una cabra de las redes de  las vallas de alambre ante la mirada torva de un guarda canino.  Y bajamos hasta el Salteadro, un bonito rincón entre agua de barrancal, casas de los años cuarenta, olor a oveja y ladrido de perros. Nos refrescamos con el agua de la casería de Pepe Romero, que venía de la fuente del Saltadero, pequeño aperitivo y simulamos una comida campestre entre la noguera y los encinares.







  Por una pequeña cuesta subimos  abriendo puerta de apriscos de ganado, rocas estratificadas, piedra de canto, encinares y más encinares, algún pequeño prado, como la era de la Peregrina, cortijos abandonados, hasta acercarnos a un cortijo que olía a cerdo y cochino jabalí; al fondo el cortijo de Fuente Sánchez  y el de Mata suegras, se rumorea con el sonido de las aguas la tragedia lorquina. Viramos la cuesta y nos dirigimos a la Zarzuela, por un camino llano, pero de impresionantes vistas contemplamos  los apriscos ovinos y caprinos, saltamos y hacemos saltar al perro de Ion los pasos de hierro estriado que impiden la salida de ganados. Cristina y su familia nos guía hasta llegar a la roca chimenea  y divisamos la Zarzuela y la Nava, buen rincón otra era , y nos saludan los molinitos de viento con la brisa en nuestros cuerpos que nos refresca este día caluroso y amenazado con los buitres  que me han dejado que cuelgue una pluma sobre mi sombrero.
GRACIAS A LA FAMLIA DE PACOMURES, SU SUOBRINOS LOS PADRES Y CRISTINA.
En la Era del cortijo de debajo de la Nava, Reguelos nos montamos y nos dirigimos ala Joya. junto  la ermita , en la casa de la hermandad comemos. Rezo a la Morenita de la Sierra Sur. y regresamos por Trujillos. Buena ruta. 

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