El licenciado Juan de Montano , era un hombre altivo y se ganaba las antipatías de las personas. Su propio apellido era el Lavado y fue relator de Valladolid y natural de Ayamonte. Llevó a cabo la residencia del anterior corregidor Francisco de Cherinos el doce de enero de 1549 y, en los siguientes meses en las ciudades de Loja y Alhama. Su alcalde mayor fue en Alcalá la Real Martín de Pareja, y en Loja Juan de Castillejo que solicitó una subida a la remuneración de su cargo en la cantidad de 7.ooo maravedíes a su pequeño sueldo de 8.000, En esta ciudad se aumentaron el número de regidores del cabildo ( dos) con le fin de cacar fondos para la política exterior de y de guerras de la Corona. Se mantuvo de corregidor hasta 21 de mayo de 1550.´Le acompañaron los tradiconales regidores y jurados, y comenzó su vida política como jurado Juan de Aranda Figueroa. Como datos estadísticos, el abasto del aceite suponía 137.500 maravedíes; el de las carnes 187.500; y el de las del Castillo 50.000.Por este tiempo, se arrendaba la casa del alhorí. Pero en el cabildo de 18 de enero de 1550, se le pagaron 3.000 maravedíes por las trazas a Martín de Bolívar " por razón de los trabajos de hacer las trazas que esta ciudad le mandó hacer para el Alhorí". cuya obra se pregonó por todos los pueblos de la comarca en los meses siguientes.
Puso
en marcha un plan de restitución de tierras entre aquellos que la
habían ususrpado, sobre todo, en las tierras colindantes con caminos
y montes. Había zonas localizadas: Fuente el Gato, Ventas del
Carrizal. El desorden era tal que inició varios procesos, uno contra
Juan García Delgado en las Ventas del Carrizal, otro, contra
Cristóbal García acusado por Diego Álvaro por apropiación de
tierras en la Ventas del Carrizal(23.1.1550). .En este contexto hay que entender que chocó con los intereses de las familias influyentes de la localidad y en 4 de marzo de 1550 tuvo que amojonarse una haza de Baltasar de Aranda junto la dehesa y otros vecinos del Castillo que obligaron al sindico Pedro Ramos que interviniera y midiera las tierras. Relacionado con otros términos otro pariente del anterior recibió la mojonera de Navalperal que afectaba a los terrenos de Martos( 8-3-1550). Intervino un juez de términos y tres abogados que emitieron pareceres en defensa de la ciudad.
Las celebraciones y exequias por
la muerte de la princesa se realizaron con los acostumbrados lutos y
se excedieron en gastos los oficiales del cabildo hasta tal punto que
intervino Consejo Real obligando a pagar los gastos en la cantidad de
cuatro reales( 136 maravedís) en 1549. El cabildo acudió al Consejo
Real en su defensa enviando varias peticiones mediante sus letrados
en la Corte.
En este año se acabaron algunas
obras como las Casas de Cabildo que se retejaron por Alonso de
Martos, lo mismo que las Casas de la Justicia y las Carnicerías y Matadero (45.875 mrse n 42 copias). Se realizaron
importantes obras en las Salinas y Carnicerías del Castillo, donde
intervino el alarife Alonso de Martos, y en las obras de empedrado y
de las carnicerías de esta villa Francisco Gutiérrez; un nuevo
adarve en la Puerta Nueva fue realizado por Diego Martínez Izquierdo
pegándola la ciudad dos cargos de cincuenta ducados(18.750
maravedís) en este año mientras tanto hubiera penas de la ciudad,
y, por otra parte, el puente de los Loberones, el camino de Granada (44.042)y
el del Cañuelo fueron arreglados y en la calzada de Jesús y María,
lo mismo que se empedró la calzada del Barrero por Hernando de
Villaviciosa, por que cobró varios pagos, alguno de ellos de 20
ducados que nos da muestra de la importancia de la obra. También se hicieron obras en la calle de las Escaleruela de Santo Domingo.
La
ciudad disponía de un horno en la calle de las cuatro esquinas que
también fue arreglado. La plaza era limpiada varias veces en semana
a cargo del almotacén.
El
famoso maestro de cantería Francisco del Castillo estuvo dos días
en la ciudad para tasar las obras del Lavadero( Fuente del Rey) por
las que cobró en el mes de junio de 1549 ocho ducados(3.000
maravedís). Varios pagos se le hicieron, distribuidos en 50 ducados
(18.750 maravedís 15-2-49) Estas obras fueron realizadas por Martín
de Bolivar, cuya última libranza cobrada alcanzaba la cifra de 285
ducados(106.871 mrs.) en el 6 del mes de julio de 1549.
También se iniciaron obras de
ingeniería en el Cañuto, donde intervenían los alarifes locales
como Alonso de Martos y de mantenimiento del matadero. Lo mismo
aconteció con las carnicerías del Castillo de Loxubín, cuyo
alcalde era Juan de Estrella.
La
ciudad tenía en la Corte letrados y un solicitador que recibía seis
mil maravedís. En la Chancillería se intervino en el pleito de los
zumacales.Para pregonar los gastos de carne, aceite y pescado un
pregonero que se trasladaba a los pueblos comarcanos para que
acudieran con los ganados o sus abastecimientos a hacer la puja. En
el matadero un alcaide. Para veedores de los zapateros dos de ellos(
Martín de Gámez y Juan Ruiz Cañuelo) que cobraba cuatro ducados.
Por una provisión real en el mes
de septiembre se invirtieron una cantidad considerable de 150 ducados
(56.250 maravedís) para la obra de la Fuente del Castillo de
Locubín, cuyo diputado fue Rodrigo de Aranda y que fue realizada por
Martín de Bolivar y el vecino del Castillo Hernán López Jordán.
La preocupación de las puertas y arcas de los documentos del archivo
fue una realidad, con el cerramiento hecho por el cerrajero Juan de
Bejar .En Loja, se levantó un puente sobre Riofrío por el camino de Inznajar. En cuanto obras, se repararon y colocaron escaleras en el ayuntamiento lojeño y se colocaron otras obras de madera y un esquilan en la Cárcel. Y se cerró la plaza, además se arreglaron torre Ochavada y el Castillo y Alfaugara y el adarve .
Una costumbre curiosa el herraje
de llos animales por San Juan y la llegada de herradores forasteros
que abarataban el precio de dicho trabajo.
Pero no sólo intervenían en
este desarrollo urbanístico los miembros del cabildo, sino que las
órdenes religiosas levantaban nuevos monasterios. Entre ellos, el de
San Francisco recibió solares cerca del barrio de san Sebastián y
una limosna, según acordaba el cabildo del día 10 de diciembre de
1549.
La
labor normativa de las ciudades se concretó en este año en una serie
de ordenanzas. En Alcalá, una trató sobre el precio de los aguadores que
transportaban el agua desde la fuente de la Mora hasta la Mota y Arrabal. También se regularon el quince de marzo del 1550 la
renovación anual de los guardas por la fiesta de San Juan, los
mantenimientos del Castillo y la de los caballos garañones. Unos
días después, el 28 de mayo se registraron por los vecinos de
Alcalá y el Castillo las nanas tanto vendidas y las que tenían los
ganados. El seis de junio, se regulaba la actividad de cortar madera
los labradores para sus aperos de labranza y carretas, En Loja, se hicieron varias ordenanzas: una para los labradores que les permitía recoger la madera de los montes siempre que se tratar de aperos de los arados, y con licencia para sus casas de campo, molinos y toda claese de aperos. Otra versaba sdobre los sastres, calceteros y jubeteros
. Fe un año , en el que se corrigieron los sueldos del portero y el procurador de la ciudad de la Mota y la alcaidía del Castillo de Locubín rindió pleito homenaje a la ciudad con el regidor Rodrigo de Aranda en el 27 de junio de 1550. En Loja, aumentaron los puestos de la birocracia municiapl con el acrecentamiento de los oficios anales: dos alcaldes ordinarios, alguacil mayor, mayordomo de propios, contador, obrero de la ciudad, encargado de obras municipales , padre de menores, tres fieles de las ccarnicerías, pescaderóias y peso de las harinas, portero de cabildo y dos diputados para diversoso ficios 8 cabez´ñon, aguas, alarifes, calceteros, cordoneros, herreros, hiladoreos de la seda, paños, podadores, asastres,m tejedores de lino y cáñamo, zapateros, receptor de Rewntas
En el año anterior , el médico Juan de Villarreal regaló una imagen para la puerta de la fortaleza del Castillo y en en medio de esta religiosidad predicó la Cuaresma el licenciado Juan de Medina que recibió dos ducados. Se hicieron nuevas pesas por Juan Cornejo: un real y medio de ocho pesos y otras libras de doce tercios.
. Fe un año , en el que se corrigieron los sueldos del portero y el procurador de la ciudad de la Mota y la alcaidía del Castillo de Locubín rindió pleito homenaje a la ciudad con el regidor Rodrigo de Aranda en el 27 de junio de 1550. En Loja, aumentaron los puestos de la birocracia municiapl con el acrecentamiento de los oficios anales: dos alcaldes ordinarios, alguacil mayor, mayordomo de propios, contador, obrero de la ciudad, encargado de obras municipales , padre de menores, tres fieles de las ccarnicerías, pescaderóias y peso de las harinas, portero de cabildo y dos diputados para diversoso ficios 8 cabez´ñon, aguas, alarifes, calceteros, cordoneros, herreros, hiladoreos de la seda, paños, podadores, asastres,m tejedores de lino y cáñamo, zapateros, receptor de Rewntas
En el año anterior , el médico Juan de Villarreal regaló una imagen para la puerta de la fortaleza del Castillo y en en medio de esta religiosidad predicó la Cuaresma el licenciado Juan de Medina que recibió dos ducados. Se hicieron nuevas pesas por Juan Cornejo: un real y medio de ocho pesos y otras libras de doce tercios.
En su tiempo fue alcanzado el
mayordomo de la ciudad en una cantidad de 2,324 fanegas y 10
celemines y 92.599 maravedís.
A Martín de Bolivar también se
le encargaron las trazas del nuevo Alhorí ( 8-1-1550, 3.000
maravedís) y en el mes de noviembre del años 155o se pregonaron por
los pueblos de la comarca.
En este año fue alcalde mayor el
licenciado Miranda y se vieron alcanzados en las cuentas el mayordomo
Alonso de Luque.
Fue enviado a la Nueva España como oidor de Cartagena y luego pesquisiodr para realizar la residencia en Santa Fe al presidente de la Audiencia Francisco Briceño en 1553. lo pesquisó y envió a los oidores de Santa Fe a a España, ( por cierto murieron en el camino y no Briceño) quedando gobernador de Santa Fe. . Durante su estancia en este sitio cometió varios altercados y favoritismos a asus familiares , por lo que fue condenado en España a la pena de muerte. Luego vino a residenciarlo Alonso Gajeda que los envió a España, donde la ordenaron decapitar en 1558 por su mala gestión . Tras su regresó, cumplió la condena.
TEXTOS
Esta era la situación:
Libres ya los dos Oidores Góngora y Galarza del embarazo en que los puso el empeño de favorecer á Miguel Diez de Armendariz en la residencia que le tomaba el Licenciado Zurita, y estrechados cada dia más con el Mariscal Quesada, daban rienda al buen natural de que los habia dotado el cielo con tan crecido interes de benevolencia, que la que no les granjeaban los beneficios por singulares les conseguia la cortesia por general. Jamas les oyeron los reos palabra que desdijese del puesto, ni se empeñaron como Jueces entre partes, sin que intentasen primero ser amigables componedores; de que resultaba la quietud de las provincias, buen progreso de las conquistas, ricas minas de oro y razonable cosecha de esmeraldas, con que gustosos los vecinos del Reino vivían olvidados del encono de sus parcialidades y de las futuras desgracias que anunciaban aquellas dichas presentes: si bien para el reparo, siempre atenta la Providencia Divina, inspiré á los Consejeros de Indias atajasen aquel riesgo que amenazaba al Reino con la visita de Montaño, dándole por conjuez en las comisiones que llevaba al Licenciado Francisco Briceño, en caso que lo hallase en el ejercicio de su plaza de Oidor, pareciéndoles que, templado el ardimiento del uno con las detenidas resoluciones del otro, habria lugar para que, sin el error de nueva eleccíon, hallasen sujeto que ocupando la silla de Presidente de aquella Audiencia, ajustase las dependencias del Reino.
CAPÍTULO PRIMERO
Fue enviado a la Nueva España como oidor de Cartagena y luego pesquisiodr para realizar la residencia en Santa Fe al presidente de la Audiencia Francisco Briceño en 1553. lo pesquisó y envió a los oidores de Santa Fe a a España, ( por cierto murieron en el camino y no Briceño) quedando gobernador de Santa Fe. . Durante su estancia en este sitio cometió varios altercados y favoritismos a asus familiares , por lo que fue condenado en España a la pena de muerte. Luego vino a residenciarlo Alonso Gajeda que los envió a España, donde la ordenaron decapitar en 1558 por su mala gestión . Tras su regresó, cumplió la condena.
TEXTOS
Esta era la situación:
Libres ya los dos Oidores Góngora y Galarza del embarazo en que los puso el empeño de favorecer á Miguel Diez de Armendariz en la residencia que le tomaba el Licenciado Zurita, y estrechados cada dia más con el Mariscal Quesada, daban rienda al buen natural de que los habia dotado el cielo con tan crecido interes de benevolencia, que la que no les granjeaban los beneficios por singulares les conseguia la cortesia por general. Jamas les oyeron los reos palabra que desdijese del puesto, ni se empeñaron como Jueces entre partes, sin que intentasen primero ser amigables componedores; de que resultaba la quietud de las provincias, buen progreso de las conquistas, ricas minas de oro y razonable cosecha de esmeraldas, con que gustosos los vecinos del Reino vivían olvidados del encono de sus parcialidades y de las futuras desgracias que anunciaban aquellas dichas presentes: si bien para el reparo, siempre atenta la Providencia Divina, inspiré á los Consejeros de Indias atajasen aquel riesgo que amenazaba al Reino con la visita de Montaño, dándole por conjuez en las comisiones que llevaba al Licenciado Francisco Briceño, en caso que lo hallase en el ejercicio de su plaza de Oidor, pareciéndoles que, templado el ardimiento del uno con las detenidas resoluciones del otro, habria lugar para que, sin el error de nueva eleccíon, hallasen sujeto que ocupando la silla de Presidente de aquella Audiencia, ajustase las dependencias del Reino.
El Licenciado Montaño pasa por Visitador de la Audiencia de Santafé. El Obispo D. Fray Juan de los Bárrios sube de Santa Marta y se halla en la visita de los Oidores y residencia de Armendariz.-. Rebélase el valle de las Lanzas, parte al castigo Hernando de Salinas y funda la ciudad de Victoria.- Puéblanse las villas de Nirúa y Nueva Valencia, en la provincia de Venezuela.- Montaño, enemistado con Briceño, procedo tiranicamente en su visita y discorda en la sentencia de los Oidores que ocurren, á Castilla por su desagravio: enriquece á sus hermanos, ajusticía á Pedro de Salcedo y á otros. Rebelase Alvaro de Hoyon en la ciudad de La Plata, saquea algunas ciudades y muere desbaratado en Popayan á tiempo que de Santafé partia Baltasar Maldonado á encontrarlo.-Moutaño pasa á gobernar la provincia de Popayan, donde procede injustamente: vuelve á Santafé y remite preso al Licenciado Armendariz á Cartagena, y baja á residenciarlo.-Disgústase con el doctor Maldonado, que gobernaba allí por el Adelantado Heredia.-Naufraga éste y los Oidores Góngora y Galarza en la costa de Zahara.-Fundase la ciudad de los Llanos.-El Capitan Ursua pasa a Panamá y por órden del Marqués de Cañete, Virey del Perú, allana los palenques de negros de aquella provincia y prende á su Rey Bayano.-Montaño remite preso á estos Reinos á Armendariz y pasa á Santa Marta y Rio de la Hacha aceleradamente, de donde vuelve á Santafé.-Saquean los franceses á Santa Marta; prosíguese la conquista de Venezuela, y el Capitan Diego García de Parédes funda la ciudad de Trujillo.-Montaño prosigue en sus desacíertos.-Celébrase el primer Sínodo de Santafé.-El Mariscal Quesada baja á gobernar á Cartagena y á residenciar al doctor Maldonado: vuelve al Reino, donde llegan despues el doctor Maldonado y Tomas López, Oidores nombrados para Santafé. -Despéchase Montaño con la poca mano que tenía en La Audiencia, y sus hermanos tratan de alterar la tierra.-Tomas López suspende á Montaño, llega Briceño á residenciarlo y remitelo preso con una cadena á Valladolid, donde le cortan la cabeza.-El Capitan Lanchero allana la provincia de los Muzos.-Francisco Martínez de Ospina funda la ciudad de los Remedios y Cristóbal Rodríguez Juárez la de Mérida.-Muere García de Parédes: trátase del Obispo Fr. Agustín de la Coruña, de la
CAPÍTULO PRIMERO
ENTRA EN SANTAFÉ EL LICENCIADO JUAN DE MONTAÑO CON LA VISITA DE LA AUDIENCIA Y RESIDENCIA DE ARMENDARIZ.-REFIÉRENSE LOS PRINCIPIOS DE SU VISITA, HASTA. QUE LLEGA EL OBISPO D. FR. JUAN DE LOS BÁRRIOS.
SOSEGADAS ya por algun tiempo las conquistas del Nuevo Reino de Granada, habia de ser consiguiente entrarse confiada la pluma en las acciones políticas de los ministros elegidos para mantenerlo en justicia. Pero sucede tan al contrario, que no habiéndose atemorizado al estruendo de los desórdenes militares de tantos Cabos guerreros, son poderosas las civilidades de un solo ministro para que se recele cobarde. Mas qué mucho, si habiendo de correr por las lineas de la verdad, es preciso engolfarse en odios, injusticias, crueldades y desaciertos, que por más de seis años corrieron sin freno al impulso de un genio tan peligroso, que llegó á Contagiar á cuantos concurrieron con él, ya fuese con disimulo á sus desatinos, ó ya con oposicion al ímpetu de aquella inmoderada ámala de castigar y vengarse, que para descrédito suyo forjo la ira en la fraguo de sus mal fundados discursos. Bien sé la veneracion que se debe á los Ministros togados en la forma de calificar y referir sus procedimientos; pero bien es que sepan que no se privilegian los malos de que la pluma los presento á los ojos de la posteridad, para que al recuerdo de la fealdad de los que así procedieron, se contengan los sucesores de exceder los límites de aquella autoridad en que los constituyen los puestos: pues á haberse acordado nuestro Rey D. Pedro de los cortes que tienen las plumas, hubiera quizá embotado los filos que tenia su espada.
No es mi intencion controvertir, si es lícito ó ilícito, útil ó nocivo el juicio y regular de las visitas generales que se despachan á las Audiencias y ciudades de las Indias, pues siendo estilo del Consejo que las gobierna, solo me toca cautivar el entendimiento en obsequio de las resoluciones de Tribunal tan Supremo á lo que si me hallo precisado es á poner á su inspeccion las acciones que el Licenciado Juan de Montaño obró como Visitador del Nuevo Reino de Granada, para que, investigando la poca diferencia con que se han portado los más de los Visitadores, que despues han pasado á Indias, se tenga presente la precisa obligacíon de pesquisar (antes de elegir semejantes ministros) no solamente las inclinaciones que por los conductos de padres á hijos se heredan, sino los resabios que por falta de buena educacion se traslucen, ó en el manejo de los negocios que se les han cometido descubren; pues con la indicacion de los menores en que bastardearen, será muy fácil venir en conocimiento de los mayores en que han de perderse, para que mirado esto así, no consiga alguno por gracia un puesto que aun parece incomportable conferido en justicia.
Exámen es éste que sin llegar á tan exactas diligencias, podrá correr en las elecciones de Visitadores que obran dentro de los términos de estos Reinos de España, donde el presto remedio apénas tiene encendidos los perjuicios cuando los tiene apagados. Tambien pudiera no extrañarse en las de Presidentes y Gobernadores que pasan á Indias, pues aunque unos y otros tengan mucha jurisdiccion en las manos, es parte de grande alivio para los quejosos saber que tienen limitados los cargos por mal que los administren, y la de haber Audiencias que los amparen; ni para los ministros de éstas débieran aplicarse mayores escrupulos, pues cuando tal vez no falten algunos que se apasionen, casi siempre se hallan compañeros que los contengan, ó Presidentes que los repriman. Pero en los Visitadores generales que se despachan á Indias, como llevan la jurisdicción tan privativa y sin límite, y á partes tan retiradas del Príncipe, es tan preciso que anteceda el exámen de su génio y costumbres, que si éste se omite y las costumbres desdicen de las obligaciones del puesto, en vez de remitir un Juez que medicine irá un tirano que apeste, pues no templando el pulso alterado de los quejosos con el castigo de los culpados, irritan el de toda una República con generales incendios, de que resultando la destruccion de los vecinos con las parcialidades que se introducen, no logran más interes las Arcas Reales que el de costear loe salarios que no se deben: y así parece fuera de menos inconveniente dejar el gobierno en los Oidores, aunque no fuesen buenos, que ponerlo en un Visitador con resabios de malo.
Profundicemos más la razon de esta advertencia. La más sana política enseña que el gobierno de muchos no es tan bueno como el de pocos, y que el gobierno de uno es mejor que el de pocos y muchos; porque si el mejor gobierno se endereza á conservar la union y paz de la muchedumbre de súbditos, cosa cierta es que esta union la podrá fundar mejor el que fuere solo uno que los que fueren pocos ó muchos, donde cabe disconformidad, que es la que más aparte del fin de la unidad á que debe mirar el gobierno. Pero síguese de aquí mismo que, siendo malo el gobierno, será menos perjudicial el de muchos que el de pocos: y por consiguiente, será peor el de uno solo que el de muchos y pocos; porque si la democracia se opone á la policía, por ser ambos gobiernos que se ejercitan por muchos, y la aristocracia á la oligarquía, porque uno y otro gobierno es de pocos, de fuerza se habrán de oponer el régio y tiránico, porque son entrambos de uno; y pues ya se ha mostrado que el buen gobierno de uno os el mejor, y ninguno ignora que lo más opuesto á lo mejor es lo peor, bien claro se deduce que el mal gobierno de uno es más nocivo que el de pocos y muchos: pues así como es más útil que la fuerza que obra sea una, y no dividida para ser más poderosa, así será siempre más dañoso el poder que obra mal; si fuere de uno.
Demas de esto, si el gobierno crece á más injusto, cuanto más se aparta del bien comun de muchos (que es la segunda parte del fin á que debia mirar) y busca el particular de quien lo administra ; y en la oligarquia y democracia se aparta ménos que en el tiránico, porque en éste se procura el bien de uno solo y en los dos primeros de algunos ó muchos, y en cualquier generalidad se hallan siempre más propincuos los muchos que los pocos y los pocos que uno solo, bien se reconoce que el mal gobierno de tino es el peor de todos, y cuanto ménos perjudicial será que gobiernen mal pocos á muchos Oidores, que poner el juicio de una visita en sujeto que no dejare afianzada la seguridad de obrar bien con el en entero exámen de sus costumbres. Ademas que, para comprobacion de lo que va referido, cuando no basten las inquietudes y alteraciones acaecidas en otros Reinos y provincias en el progreso de muchas visitas, tenemos entre manos los procedimientos del Licenciado Juan de Montaño en la suya, para que haga palpables tantos inconvenientes representados y lo mucho que se aventuró en la apresurada eleccion de tan violento ministro, pues aunque por accidente se le dió conjuez para que obrase acompañado, en las ejecuciones veremos que obró como solo.
Libres ya los dos Oidores Góngora y Galarza del embarazo en que los puso el empeño de favorecer á Miguel Diez de Armendariz en la residencia que le tomaba el Licenciado Zurita, y estrechados cada dia más con el Mariscal Quesada, daban rienda al buen natural de que los habia dotado el cielo con tan crecido interes de benevolencia, que la que no les granjeaban los beneficios por singulares les conseguia la cortesia por general. Jamas les oyeron los reos palabra que desdijese del puesto, ni se empeñaron como Jueces entre partes, sin que intentasen primero ser amigables componedores; de que resultaba la quietud de las provincias, buen progreso de las conquistas, ricas minas de oro y razonable cosecha de esmeraldas, con que gustosos los vecinos del Reino vivían olvidados del encono de sus parcialidades y de las futuras desgracias que anunciaban aquellas dichas presentes: si bien para el reparo, siempre atenta la Providencia Divina, inspiré á los Consejeros de Indias atajasen aquel riesgo que amenazaba al Reino con la visita de Montaño, dándole por conjuez en las comisiones que llevaba al Licenciado Francisco Briceño, en caso que lo hallase en el ejercicio de su plaza de Oidor, pareciéndoles que, templado el ardimiento del uno con las detenidas resoluciones del otro, habria lugar para que, sin el error de nueva eleccíon, hallasen sujeto que ocupando la silla de Presidente de aquella Audiencia, ajustase las dependencias del Reino.
Con estos despachos habia salido Montaño de la Corte y tomado puerto en Cartagena, como dijimos, y sin que tuviese de ellos noticia, había salido de Popayan el Licenciada Briceño, y corriendo ya el año de mil quinientos y cincuenta y tres, entró en Santafé por el mes de Febrero, con aplauso general de sus vecinos, por las noticias anticipadas de que la docilidad de su genio no desdecia de la turquesa en que se habian labrado los de sus compañeros; donde á los cuatro meses de recibido, que fué por el mes de Junio, llegó tambien el Licenciado Juan de Montaño, á Juan Lavado, como se llamó en sus primeros años por Alcuña, que así mismo heredaba. Era natural de Ayamonte, con orígen del Maestrazgo de SaEntiago en Leon, porque de un leon y de un monte no se extrañase haber nacido una fiera; pero con tal providencia del cielo, que, para templar mucha parte de sus arrojos, le dió por consorte á doña Catalina de Somonte, mujer de rara virtud y prudencia, y á cuyos dictámenes pudiera corregir el suyo, si, como otro desatento Nabal, no despreciara los consejos de tan prudente Abigail. Llevaba tambien en su compañía cuatro hermanos suyos llamados Pedro Escudero, Rodrigo Montaño, Sebastian Herreruelo y Cristóbal Montaño el menor, una prima de su mujer y muchos criados, que al reclamo de la visita habian partido ansiosos de conveniencias y prontos á inclinarle á cualquiera precipicio.
Habíase ocupado en estos Reinos de Castilla en algunas comisiones y residencias de que hubiera dado tan mala cuenta como de las de Santafé, si el remedio que se tiene tan á la mano no deslumbrara manchas que en la tela de semejantes Jueces se hallan á cada paso, con que tuvo arte á fortuna para acomodarse en una Relatoria de Valladolid, de deudo lo sacaron para la visite de que vamos tratando, aunque con algunas noticias de sus procedimientos, de que se dió Parte al Consejo despues de tenerlo proveido en el cargo de las comisiones que llevaba. Era la una para visitar á los Oidores, y en caso de no hallarlos notablemente culpados, darle á Juan López de Galarza el título que con ella le dieron de Oidor de Guatemala en lugar de Tomas López, que habia de pasar á Santafé ; y á Beltran de Góngora otro para Santo Domingo, en la plaza de Alonso de Zurita, que tambien iba promovido á Guatemala. La otra comision era para residenciar nuevamente á Miguel Diez de Armendariz, á quien se le ordenaba saliese de la isla española en que se hallaba en aquella ocasion, y pareciese personalmente en Santafé á sor residenciado; pero en las dos comisiones habia cláusula, como dijimos, de que en caso que el Licenciado Briceño estuviese en el servicio de su plaza, no procediese solo Montaño, sino acompañado con él; que aunque no sirvió para todo el efecto que pudo esperarse, fué en algunas ocasiones leve medicamento que templó genio tan escabroso como el de su compañero.
Con estas comisiones y muchas esperanzas de propias conveniencias, salió de estos Reinos y subió al Nuevo de Granada, desde la Costa, tan persuadido á que Briceño no se habria desembarazado de los negocios y gobierno de Popayan, que todas las ideas que formaba en la navegacion del rio se enderezaban á que únicamente habia de visitar el Reino y gobernar la Audiencia á su arbitrio, que venia á ser el blanco á que tiraba la desordenada ambicion de mandar y aprovechar á los suyos. Pero entrado en Santafé, hallo al Licenciado Briceño, que no lo fué poco sensible; y aunque á primeras vistas no desagradó la persona, depositábase en ella una alma tan fea, que á dos horas de conversacion que tuvieron el primer dia de su llegada, cenando juntos, le decoró Briceño cuantos caractéres arrebesados le tenia esculpidos la imprudencia en el corazon; ó porque lo tenia en los labios, á porque penetrando la intencíon de sus palabras, reconoció el fuego de crueldad y codicia que humeaba venganzas al bramadero de la boca, y asi, volviendo á su casa, le dijo á un amigo que le acompañaba: Oh desdichado Reino! Sabed que ha venido, no de España sino del infierno, un hombre que lo destruya y lo aniquile. Notaron los filósofos que los truenos que se fermata al amanecer son los más peligrosos; y así debió notar Briceño que los vicios que descubría Montaño en ha primera entrada del puesto, habian de ser rayos tan perjudiciales para el Reino, que lo obligarían á levantar la voz como trueno: y para que no saliese vano el discurso, tomada la posesion de su plaza comenzó á brotar en espinas todos aquellos vicios y siniestras inclinaciones que desde sus tiernos años habla cultivado en el campo estéril da su mal natural, de quienes era la zarza el descaro con que los ejecutaba, para ingeniarse en demostraciones de Juez formidable.
Era tanto el deseo que tenia de parecerlo y causar temor en todos, que para conseguirlo despues de principiada la visita, y mal contento de que no sindicasen á Góngora y Galarza, como él quisiera, gastaba todos sus primeros cuidados (asistiendo personalmente en las herrerías) en forjar esposas, disponer grillos y labrar cadenas, y entre ellas una de tan desmedida grandeza y pesados eslabones, que puso todo el conato en concluir su fábrica, como si no hubiera de ser el Perilo que la estrenase, dejándola por este suceso con el renombre de Montaña: siendo el fin de todos estos indecentes afanes dar á entender á los pueblos que los reos de sus comisiones habian de ser tantos que no bastasen para oprimirlos las prisiones que tenian las cárceles; ó que habla de ser tan crecido el número de los que remitiese á estos Reinos, que se necesitase de cuantas labraba para el resguardo. Para lo cual, y que no fundasen alguna esperanza en Briceño, publicaba así mismo tener comisiones especiales, cometidas á él solamente, para proceder contra conquistadores, con cuyo género de gente tenia la más declarada antipatía; de que procedía derramarse un temor tan servil entre las personas de más lustre del Reino, que cuanto más valerosas se hablan mostrado en la guerra, tanto mas acobardadas vivian de un Juez que tan sin escrúpulo tiraba á quitar haciendas y vidas, y mas en un Reino en que á la más templada voz de un ministro real se encogen las alas de los más elevados espíritus. Raro dictamen de algunos! pensar que ha de interesarlos más el rigor que el agasajo, sin que baste ver lo poco que pueden para quitar una capa las violencias del viento, y la facilidad con que se suelta á los templados cariños del sol; y haber visto que á toda la artillería del magnánimo Alfonso se resistió Gaeta rebelde, y á la humanidad que mostró con un villano del país, se le rindió voluntania.
No era de inferior motivo para temerle el odio, que ya declaradamente brotaba contra los visitares, como si no fueran de la misma profesion y tráje que el suyo: circunstancia que suele aprovechar mucho, aun entre las naciones opuestas. Pero si en el juicio de la visita, en vez de sindicaciones escuchaba alabanzas, ¿quién duda que había de mirar aquellos elogios como acusaciones de su injusto dominio? porque los tiranos más se temen de los buenos que de los malos, pues tanto más espantosas les son las ajenas virtudes, cuanto más gratamente acarician la parcialidad de los vicios. á ninguno pareció tan formidable Boecío como á Theodorico, cuando tirano; y así no era posible en Montaño disimular el desórden con que su ambicion miraba á los visitados, no como á reos de culpas, sino como á acreedores del puesto que indignamente obtenia, y de todos los demas que pretendia ocupar. Por esta causa no desdeñaba medio ilícito de que valerse pura que resultasen culpados; intencion que desvanecía el crédito asentado de los Oidores, y el sano proceder de Briceño, de que resultó encenderse tanto en ira el Montaño contra él y todo género de gentes, que por sí solo hizo prender á muchas personas honradas, condenó algunos á muerte de horca por causas leves, y ejecutó las sentencias sin más título ni facultad que decir que pues el Consejo había respondido á los Caquecios, cuando se quejaron de que los amigos de Armendariz trataban mal á los indios de sus encomiendas, que allá iba Montaño y haria justicia, era indubitable que él solamente era Juez privativo de aquel género de reos, pues aunque su compañero era Oidor, como él, se debia entender en el juicio ordinario y no en el delegado, ménos en la visita y residencia de Armendariz, en que iba expresado.
No fué, empero, ésta la crueldad más sensible que ejecutó con tan falso pretexto, sino que irritado de que se le afeasen tales injusticias, pasó (como dice Quesada) á la de enfrentar con infamia de azotes á uno de los descubridores y conquistadores del Reino, porque lo recusó sin aquel estilo de voces que usan los lejistas y no practican los militares; aunque yo bien me persuadiera á que lo mismo obrara la recusacion por sí sola, por modesta que fuese, pues las que en estos Reinos de España son de derecho natural para la propia defensa, en las Indias se miran por los ministros superiores como delitos obrados contra el derecho de la Divinidad, que se arrogan. Pero sea como fuere, él ejecutó cuanto quiso como Juez y parte, cometiendo semejante indolencia; pues aunque despues restituyeron al agraviado en la honra que ántes gozaba, quedó al fin como suele quedar aunque se restituya: y como para el reparo de tales resoluciones no tenían los miserables reos otras defensas que las que aplicaba como Letrado el Mariscal Quesada por sus escritos, revolvió Montaño tan apasionadamente contra él, que lo obligó á recusarle tambien: golpe que sintió tanto, que puso al Mariscal en tales peligros y lances, que á no poner de su parte el sufrimiento, y reconocer Montaño de la suya la mucha autoridad que tenia en el Reino, hubiera intentado algun arrojo de aquellos en que suelen prorumpir los Jueces iracundos. Echóse ménos en cierto ejército uno de dos infantes que hablan salido juntos á correr el campo: dieron parte de ello al Auditor, sospechando lo habia muerto el compañero. Contra quien estaba el indicio, dominaba la ira en el Juez, y sin más probanza que la sospecha, condenólo á muerte. Conducíalo el Centurion al suplicio á tiempo que se encontró con el infante que había faltado. Qué habia de hacer con tal desengaño? Volvió con el reo á dar parte al Juez del suceso; y encendido más en ira que nunca, prorumpió en este decreto tan parecido á los de Montaño: Mando que muera el reo, porque ya estaba condenado; y que así mismo muera el que ha parecido, por haber sido causa de la muerte del camarada; y juntamente condeno al suplicio al Centurion, porque dejó de ejecutar mi sentencia. Estos son los efectos de un Juez iracundo, pues cuando ménos se piensa, quita como puñal de tres cortes, de un golpe tres vidas, pareciéndole que cuanto le dieta el furor es conforme á justicia.
No satisfecho Montaño de que semejantes acciones lo darían bastantemente á temer, elegía unas veces el desatino de tocar cajas, hacer alardes y prevenir armas, como que se recelaba de rebeliones y tumultos, y de aquel desacuerdo saltaba en otro de formar juntas de religiosos, en que sus propuestas se componían de cosas tan sin fundamento, que no descubrian más sustancia que la de tener atemorizados los pueblos y traerlos en la continua perplejidad de no comprender los fines de aquellas imprudentes resoluciones. Y si préguntamos qué hacia en estos lances el Licenciado Briceño con la misma jurisdiccion y con la Presidencia de Oidor más antiguo, hallaremos que ninguno más temeroso vacilaba confuso, porque como sabia que ningun Juez puede obrar más que lo que lícitamente se puede, y lo que obraba el compañero excedia tanto de los límites de la razon, ni sabia qué hacerse, ni en su natural encogimiento hallaba disposicion para repeler con violencia la que usaba con todos Montaño, pues por haberle advertido en algunas ocasiones el peligroso camino que seguia, se lo habia declarado tan fiero enemigo, que públicamente mostraba serlo con médios tan escandalosos como el de reducir á voces todas las conferencias en que concurrían, aunque fuese en Estrados, y el de ir á la Audiencia siempre cercado de gente armada, que para la timidez de Briceño era el más fiero torcedor, y para los vecinos del Reino una accion tan extraña, que los tenia atónitos, y con el recelo de que aquel hombre intentaba la ruina de todos.
En este estado se hallaban los principios de la visita, cuando casi por un mismo tiempo entraron en Santafé el Obispo D. Fr. Juan de los Bárrios y Miguel Diez de Armendariz; éste, en cumplimiento de lo que le ordenaba el Consejo, y el Obispo con pretension de trasladar la Catedral de Santa Marta á aquella ciudad, que vivamente lo deseaba para su lustre. Iban con Armendariz algunos de los Caquecios que habian pasado á la isla española, á que se le notificase el órden del Consejo para comparecer en el Reino; y el primero que lo acompañaba era el Capitan Luis Lanchero, que siempre le habia ido pisando las huellas; pero con tal respeto á su persona, que en la baja fortuna de reo jamas alteró las veneraciones con que lo miró siendo su Gobernador: clara demostracion de su buena sangre, saber corregir el desgarro militar en que se había criado, al impulso de las obligaciones con que habia nacido. Y en la comitiva del Obispo sobresalían el Licenciado D. Francisco Adama, Dean de Santa Marta y natural de la Villa de la Serena; D. Pedro García Matamoros y dos Canónigos, que lo fueron Alonso Ruiz y el Bachiller Francisco Mariño, todos con el mismo deseo de permutar los peligros y soledades de Santa Marta por las delicias y conveniencias de Santafé. Este prelado habia sido de los primeros religiosos Franciscos que pasaron al Perú á ocuparse en la conversion de los indios; y como en él se acompañaba la autoridad episcopal con la virtud y letras que lo habian colocado en el puesto, sirvió su presencia, si no de atajar las sinrazones que obraba Montaño, por lo ménos de suspenderlas por algunos dias, en que cebado con haber puesto en prisiones las personas de Armendariz y de Alonso Téllez, máquinaba tratas para derramar entre nuevas inquietudes el veneno de sus iras.
L
V. El Licenciado Juan Montaño, siendo Relator de la Chancillería de Valladolid, ascendió a Oidor de Santafé y fue recibido en 2 de junio de 1553, en lugar de Beltrán Góngora, promovido a la isla Española, en la plaza del Licenciado Corita, que iba a la Audiencia de los Confines (que es Guatemala) y no tuvo efecto la promoción de Góngora, porque a éste y a Galarza los visitó el Montaño y los suspendio y remitió a España, y se ahogaron, perdiéndose el navío que los llevaba en Arenas Gordas (2), y al Montaño visitó el Licenciado Alonso de Grajeda, que también lo remitió preso con la mitad de una cadena que él había hecho hacer, y quedó la con su apellido de Montaña, y en Valladolid lo degollaron por sentencia del Real Consejo de Indias y causa de que quiso hacerla a vecinos de Popayán de levantamiento y se probó contra él, aunque había reclamado a la Corona, que no tuvo lugar, como consta de Real Cédula de 14 de julio de 1561, que está con las ordenanzas del Consejo. Hállase Montán, pueblo nombrado en la división de obispados; en el de Guadiz, en tierra de Daroca; San Montano, presbítero, mártir, en Motril, año de 100; Montanio, Arzobispo de Toledo, año de 532, en el segundo Concilio Toledano; Juan Fabricio Montaño, hereje; Pedro Montano, Capitán de Florencia; el doctor Benito Arias Montaño, que murió en Sevilla, ilustradísimo y eminentísimo varón, mereciendo estos títulos en todo rigor de justicia por lo sublime de su religiosa vida y grandeza de sus estudios y letras, conque sirvió a la Iglesia universal y ayudó a los hombres doctos de toda la cristiandad; fue Freyle del hábito militar de Santiago y Canónigo de San Marcos de León, y con estimable veneración y alabanza de los Pontífices santos de su tiempo y de la memoria inmortal de el prudentísimo Rey don Felipe II, estando en su Retiro o en su Peñal, que así se llamaba su habitación, y se deja de poner más.
1.2 ETAPA DE GOBIERNO COLEGIADO
DE LA AUDIENCIA (1550 -1563)13
Con la instauración de la Audiencia, la Corona pretendía crear un órgano que a la
vez que administrara justicia, se ocupara de “la buena gobernación de esas dichas tierras”14,
mediante la sustitución de la autoridad unipersonal que con anterioridad estaba
encargada del gobierno, por un “colegio gubernativo”, compuesto por los magistrados
del nuevo tribunal de justicia15.
¿Quiénes eran los funcionarios encargados de sustituir a la Audiencia de Santo
Domingo en el ámbito judicial y a Miguel Díaz de Armendáriz en el ejercicio de la
gobernación del Nuevo Reino?
Si bien es cierto que como oidores fueron nombrados los licenciados Galarza16,
Francisco Briceño17, Beltrán de Góngora18, Gutiérrez de Mercado19 y Pedro de
Saavedra20, sólo los cuatro primeros llegaron a Cartagena. Algunos días después,
Gutiérrez de Mercado murió de calentura en Mompox21, dejando la Audiencia con tres
oidores. Briceño continuó su viaje vía Panamá, Buenaventura y Popayán, con el encargo
de tomar residencia al gobernador Sebastián de Belalcázar. Así, quienes inauguraron la
Audiencia22 y quedaron al frente de la misma fueron los oidores Góngora y Galarza,
sin que al parecer, su gestión alcanzara la altura deseada. En efecto, al año siguiente
de la inauguración del Tribunal, el Consejo consultaba al Rey sobre la necesidad de
proveer a la Audiencia de presidente pues “la causa de haber habido en el Nuevo Reino los
desórdenes que nos escriben es (...) especialmente la falta de Presidente”. Para este cargo se
sugería el nombre de Álvaro Maldonado. También era del parecer se tomara residencia
a los oidores que se encontraban al frente de la Audiencia del Nuevo Reino23.
En 1552 tenemos el primer intento de reorganización de la Audiencia, con el
nombramiento de dos nuevos oidores. Se dispuso que el licenciado Tomás López, oidor
de la Audiencia de Guatemala, se trasladase a la del Nuevo Reino en lugar del licenciado
Galarza, a quien se le ordenó ocupar la plaza de López en Guatemala24; para reemplazar
al licenciado Góngora a quien se ordena ir a la Audiencia de Santo Domingo; se nombró
al licenciado Montaño25, a quien se encargó tomarle residencia a todos los funcionarios
de la Audiencia, especialmente a los licenciados Galarza y Góngora, otorgándosele
incluso el poder de no entregar a éstos sus nuevos títulos si en la residencia resultaren
“notablemente culpados”26. En la misma fecha en que se nombró a López y a Montaño, se
ordenó al licenciado Briceño, quien se encontraba aún en Popayán ocupando el cargo de
gobernador de esa provincia, lo siguiente:
REAL AUDIENCIA DE SANTAFÉ
28
“Sabed que Nos hemos proveído por Gobernador de esa provincia de
Popayán a García de Busto, Caballero de la Orden de Santiago. Y porque
conviene a nuestro servicio que vos os vengáis luego a residir en la dicha
nuestra Audiencia, así por haber Nos proveído el dicho Gobernador como por
mudar, como mudamos, al licenciado Galarza, oidor de la dicha Audiencia a
la Audiencia de los Confines y al licenciado Góngora a la Audiencia de Santo
Domingo, vos mando que luego que ésta recibáis, no embargante que no sea
llegado, a esa provincia el dicho García de Busto, os vengáis a residir en la
dicha vuestra Audiencia y dejéis las varas de nuestra justicia a los alcaldes
ordinarios de esa provincia, entre tanto que el dicho Gobernador llega y
porque mandamos que os tome residencia el dicho García de Busto y conviene
que con brevedad vos vais a residir a la dicha Audiencia, dejaréis poder para
hacer residencia, que Nos os damos licencia para la hacer por procurador”.27
En los primeros meses de 1553 el oidor Briceño viajó a Santafé, a donde llegó en
junio el licenciado Juan de Montaño, quien inmediatamente empezó a entender en la
residencia de Góngora y Galarza, quienes resultaron suspendidos28.
La llegada de Montaño generó algo que habría de ser muy frecuente en la
Audiencia. Nos referimos a la creación de partidos. En efecto, a la vez que una parte
de los vecinos y habitantes del Nuevo Reino se preocupaba por defender a Montaño,
atacando a Briceño, llegando incluso a escribir fuertes cartas en contra de éste29, la otra
se encargaba de hacer lo mismo, pero favoreciendo a Briceño, quien escribió también a
España, suplicando al Rey “remedie esta Audiencia y este Reino y envíe presidente y oidores.
Porque las cosas que con la venida y estada de este hombre pasan son abominables”30.
Tal vez para solucionar las profundas divergencias aparecidas entre los oidores,
la Corona ofreció la presidencia de la Audiencia al Consejero de Indias, licenciado
Gracián de Briviesca31, a quien se le prometió que, a su regreso, no perdería su puesto
en el Consejo de Indias32. Se le encomendó la compra de una casa para la Audiencia
y se le concedieron varias prerrogativas. Se le encargó la residencia del licenciado
Montaño, contra el cual ya se habían acumulado muchos cargos. Sin embargo, el viaje
de Briviesca, anunciado a la Audiencia, no se efectuó por la necesidad que de él se tuvo
en el Consejo de Indias33.
Preocupada la Corona por la falta de presidente en la Audiencia nombró al doctor
Arbizo, del Consejo de Navarra34, a quien se confirmaron las órdenes y mercedes dadas
a su antecesor35. Sin embargo, Arbizo se ahogó en la travesía, quedando la Audiencia
como antes, en manos de los oidores Briceño y Montaño, cuya enemistad, a veces
abierta y otras solapadas, iba en aumento36.
La situación del Nuevo Reino por esos años puede reflejarse claramente en una
carta enviada por un particular al Rey, en la cual suplicaba:
“Por amor de un solo Dios, que vuestra Majestad no nos envíe aquí
más letrados, pues son ya cinco los que han errado en este Reino contra
SIGLOS XVI - XVII
29
Vuestra Majestad pues no cumplen vuestros leales mandamientos. No
pongo objeto en los buenos que hartos hay en vuestros Reinos y de mucha
calidad y éstos estánse allá en vuestros reales consejos y en sus casas”.37
Las rencillas entre Briceño y Montaño ocasionaron que empezaran a recibirse
en el Consejo de Indias numerosas quejas contra ambos oidores. Se les acusaba de
negligencia en el gobierno, de efectuar negocios comerciales, enriquecerse y enriquecer
a sus familiares y amigos. La larga permanencia de Briceño en la gobernación de
Popayán le atrajo la enemistad del obispo de esa ciudad, Juan del Valle, por autorizar
expediciones contra los indios. Se le acusó de procedimientos injustos en la residencia
que tomara contra el gobernador de Popayán, Sebastián de Belalcázar, y de conceder
encomiendas de indios a sus amigos. Los oficiales reales, a quienes había condenado
durante su visita, exigían el nombramiento de otra persona que les tomase residencia.
No se abstuvo Briceño de fomentar la enemistad de los vecinos contra su compañero
en la Audiencia, Juan de Montaño.
Tampoco faltaban acusaciones de los vecinos y oficiales contra Montaño. Se le
acusaba de procedimientos arbitrarios, de haberse hecho nombrar, coaccionando al
licenciado Briceño, jefe de la expedición contra Álvaro de Oyón, y de proseguir su viaje
a Cartago y Cali pese a tener noticias ya en Ibagué de la muerte de Oyón en Popayán.
Se le increpaba haber hecho este viaje para justificar el gasto de dos mil ducados que le
fueron entregados de las cajas reales. Se le acusaba de haber aprovechado su posición
para casar ventajosamente a sus deudos, de haberles otorgado encomiendas, de haber
tolerado el maltrato de indios, admitiendo cohechos, y de haber sido “comerciante,
estanquero y minero”, aprovechándose de los indios de la Corona y de los esclavos negros
para el trabajo de las minas de Mariquita.
El viaje que hiciera a Cartagena poco después le atrajo nuevas acusaciones. Se le
hizo cargo de intervenir indebidamente en favor del gobernador Pedro de Heredia en la
residencia que a éste tomaba el fiscal doctor Juan Maldonado38 y de haber descuidado la
investigación de los delitos de los cuales se acusaba al licenciado Díaz de Armendáriz
en el juicio de residencia que pendía contra éste en la Audiencia. También entorpeció,
según se le acusaba, el intento del fraile Juan Velásquez para atraer por medios pacíficos
a los indios de Bonda.
Las múltiples acusaciones contra Montaño no pudieron ser desechadas por algunos
informes benévolos que llegaron al Consejo de Indias, entre éstos, los del obispo de
Popayán Juan del Valle39.
Aunque posteriormente Briceño y Montaño escribieron al Rey afirmando que no
existía entre ellos discrepancia alguna, la Corona hubo de tomar las medidas tendientes
a evitar los problemas que habían causado. La carta que se expone a continuación, bien
podría llamarse “de la concordia”:
“Por una carta que en esta Audiencia recibimos del marqués de Cañete,
Virrey del Perú, supimos que le habían informado que los que estábamos en
REAL AUDIENCIA DE SANTAFÉ
30
esta Audiencia estábamos diferentes. Y persuadíanos a la paz y dizque lo ha
de avisar a Vuestra Majestad. Tenemos entendido que así lo habrá hecho y es
verdad que hemos tenido algunas diferencias y éstas no han sido particulares
sino por mejor acertar en la administración de la justicia. Y como hemos
estado sin tercero y ha habido falta de abogados han por ventura entendido
los vecinos, que todo su hecho es adivinar y juzgar lo que se les antoja, que
ha sido otra cosa. Y como ahora han llegado dos abogados a la Audiencia,
han cesado las diferencias aunque lo mejor sería si viniesen más oidores a
ella para evitar semejantes casos. Certificamos a Vuestra Majestad, como
cristianos y criados que deben decir verdad, que en lo público y secreto
estamos los más conformes y amigos que jamás hemos estado. De manera
que confiamos en Dios que de aquí adelante no habrá quiebra ninguna.
Todavía suplicamos a Vuestra Majestad envíe presidente a esta
Audiencia y sea persona que entienda las cosas de estas partes si fuera posible,
porque importa mucho y sea con toda brevedad”.
40
Para solucionar esta situación, el Consejo de Indias decidió el nombramiento de
nuevos oidores. Fueron el licenciado Alonso de Grajeda, anteriormente oidor en la
Audiencia de Santo Domingo, a quien se nombró en octubre de 155641. En este mes,
igualmente, fue ascendido el doctor Juan Maldonado del cargo de fiscal al de oidor42.
En noviembre del mismo año le fue enviada al licenciado Tomás López, oidor de la
Audiencia de Guatemala, un duplicado de la cédula por la cual se le ordenaba que se
trasladase a Santafé para ocupar el cargo de oidor en aquella Audiencia, por cuanto
parecía que el original no había llegado a su destino43.
Para ocupar el cargo de fiscal, vacante por el ascenso de Maldonado, se nombró al
licenciado Diego García de Valverde44.
A Grajeda se le ordenó tomar:
“… residencia a los licenciados Juan Montaño y Briceño, nuestros
oidores de la dicha Audiencia del tiempo que han usado y ejercido sus oficios,
como veréis por los despachos que se os entregan. Y porque a nuestro servicio
conviene que con toda brevedad vais al dicho Nuevo Reino a entender en
lo susodicho, vos encargo y mando que luego os aprestéis y embarquéis en
los primeros navíos y os deis en vuestro viaje la mayor prisa que ser pueda.
Llegado que seáis con la bendición de Dios a la dicha provincia del
Nuevo Reino, tomareis la posesión del dicho vuestro oficio de oidor, entenderéis
luego en tomar residencia al dicho licenciado Montaño y suspenderle el
cargo, conforme a la comisión que para ello lleváis. Y en la dicha residencia
haréis todas las diligencias que convengan para saber la verdad, porque no
tenemos de él buena relación. Si por la residencia, que tomaréis al dicho
licenciado Montaño o por otras vías hallaréis que hay algunas culpas contra
SIGLOS XVI - XVII
31
el dicho licenciado Briceño o que hay quejas de él y que conviene que se le
tome a él también residencia como al dicho licenciado Montaño, usareis de la
comisión que lleváis para se la tomar y no de otra manera. Y en caso que se
la hayáis de tomar sea después de acabada la del dicho licenciado Montaño.
Si os pareciere, como está dicho, que conviene tomar residencia al
dicho licenciado Briceño, tomádsela heis y si tomada no resultare contra
él cosa notable porque merezca ser privado, pasado el término de la dicha
residencia y dando su descargo, le volveréis a su oficio conforme a lo que
por una cédula que con ésta se os entrega, se os manda. Y porque el dicho
licenciado Montaño ha de quedar del todo suspendido y no se le ha de volver
el oficio, no se trata aquí de lo que así toca en este caso cosa alguna”.
45
Días más tarde, se dispuso que Grajeda tomara residencia a los relatores, escribanos
y otras justicias de la Audiencia46 y que, en el caso de que faltase el licenciado Grajeda,
fuera el licenciado Tomás López quien tomase las residencias a Montaño y a Briceño47,
así como a los oficiales de la Audiencia que se indicaban en la Cédula que se había
despachado al licenciado Grajeda48.
A su llegada a Santafé, el licenciado Tomás López se informó del estado de cosas
en la Audiencia y escribió al Consejo, según sus propias palabras:
“…de las cosas de esta Audiencia y del estado en que halle los
negocios de ella también informo largo, que cierto hay necesidad de que se
provean muchas cosas de ella, por estar muy fuera del estilo y concierto
que debía tener y tiene necesidad de particular reformación. Entre tanto
yo haré lo que pudiere y lo que cumple al servicio de Vuestra Majestad,
Como se fundó de gente nueva y sin experiencia de estilo de Audiencia,
no pudo suceder otra cosa, que aunque los que vinieron primero y han
sucedido eran y son muy doctos y buenos, por carecer de las partes que
tengo dichas ha fallado esta Audiencia en el estilo y concierto suyo”.
49
Por esos días llegaba a Santa Marta el licenciado Grajeda. Desde allí escribía al
Rey anunciando su pronta partida para Santafé, a donde deseaba llegar con rapidez ya
que se había enterado de que su nombramiento como oidor del doctor Maldonado no
había sido muy bien acogido. De López señalaba que había llegado a la Audiencia hacía
muy poco tiempo, más o menos un mes, y que el doctor Santiago, otro oidor que se
esperaba, no había llegado.
“…una nave que venía con la suya dijo en este puerto muchos
días ha que les dio un temporal grande cerca de las islas de los
Caribes, que es la Deseada y La Dominica y de allí, tenía por cierto
que se había perdido por ser nao vieja y muy cargada y mal lastrada
y que el piloto era portugués y no muy práctico de estas mares”.
50
REAL AUDIENCIA DE SANTAFÉ
32
Días más tarde, el licenciado López volvía a escribir al Rey, un poco más informado
de la situación de la Audiencia. En su misiva señalaba que el Tribunal estaba lleno de
pasiones y divisiones hasta el punto de ser pocos los días que los oidores no reñían, con
gran escándalo del pueblo.
“Ha habido palabras ignominiosas y afrentosas de una parte
y otra muy público. Y diré quién son: entre el licenciado Montaño
y el doctor Maldonado, con tanta rotura que, como llegué a esta
ciudad, no me osé apartar de la Audiencia a visitar ni a otra cosa,
por estar tan recio el negocio y que no viniesen a las manos. (…)
…la necesidad de reformar esta Audiencia que está muy caída y
desautorizada y por esto tiene necesidad de excesivo remedio para levantarla
de golpe y que sea un presidente de mucho tono y oidores de grande experiencia
y buena edad y que se ponga un buen estilo como en las demás y que sean
celosísimos del favor del indio y no se anden a contentar a españoles”.
51
Mientras esto sucedía en el Nuevo Reino, en la península se nombraba como
oidor, en lugar del doctor Santiago, al licenciado Melchor Pérez de Arteaga52.
A comienzos de 1558 ya se encontraba el licenciado Grajeda en Santafé. Tan pronto
como llegó comenzó la residencia del licenciado Montaño, a quien halló preso por orden
de la Audiencia, que lo acusaba de promover un alzamiento en el Nuevo Reino. Sobre
este caso, la personalidad del inculpado y la de Briceño, opinaba el licenciado López:
“Lo que yo siento del caso es que a este hombre, Montaño, no le tengo
por limpio juez, a lo que yo he entendido estos pocos días que ha que estoy aquí.
Téngole por poco recatado y suelto en el hablar y que quería gobernar más con
temor que con amor. Y de parte del compañero que tenía (Briceño), hubo poca
resistencia o ninguna para resistir al ímpetu de su condición y cólera de este
hombre y para reprimir sus bríos. De manera que el uno, por remiso y cobarde,
y el otro, por muy ardid y hazañoso, han tocado mal esta gaita, de arte que los
negocios de esta República, así en lo que toca a los indios como en lo demás,
están harto más atrás de lo que Vuestra Majestad piensa y tiene entendido”.
53
La llegada de Grajeda y la residencia que inmediatamente empezó a tomar a Montaño
ocasionaron manifestaciones optimistas en el Nuevo Reino. Veamos una de éstas:
“Envió Vuestra Majestad a tomar residencia al licenciado Montaño,
al cual se le está tomando cosa tan deseada de todo este Reino por haber
salido del más inhumano cautiverio que repúblicas y particulares sufrieron
de juez ninguno. Y acrecentó nuestro contento que se la tomase y viniese
por oidor a esta Real Audiencia el licenciado Grajeda, por ser hombre de
edad y que ha sido oidor en otro tribunal semejante, cosas de que ha tenido
harta necesidad hasta ahora esta Audiencia, además de su gravedad y
SIGLOS XVI - XVII
33
prudencia, Y lo que de él conocemos y vemos hasta ahora, lleva las cosas
con gran cordura y miramiento y autoridad, que la de esta Audiencia había
andado lisiada hasta ahora, que con su venida lo ha puesto todo de otro ser”.
54
Pocos días más tarde, Grajeda informaba que a Montaño se le habían hecho más de
doscientos cargos “muchos de ellos muy torpes en cosas de tomar y recibir”, faltando aún los que
resultaron de las pesquisas secretas hechas en la gobernación de Popayán y provincia de
Mariquita, por cuanto los escribanos que habían ido a ello no habían regresado55.
A mediados de 1558, el licenciado López volvía a escribir, dando al Consejo una
descarnada imagen de la Audiencia:
“Yo hallé aquella Audiencia una de las más desconcertadas y apasionadas
que se ha visto, así por culpa del Montaño, por ser de la traza que ya vuestra
Señoría y mercedes tendrían entendido y también hay su culpa y harta por la
del otro bando. Yo padecí tanto hasta que vino el licenciado Grajeda en sufrir
a los unos y a los otros, y al doctor Maldonado que si hubiera de durar por
más días, sin duda a mí me acababa. El negocio está en manos del licenciado
Grajeda como he dicho. El dará relación de ello y cuenta. Yo he culpado y culpo
mi fortuna y mala suerte que me trajo de una Audiencia tan quieta y sosegada
y de una tierra donde tan bien está predicado el Evangelio y tan bien puesto
todo a una Audiencia tan desasosegada de suciedades y ruines negocios”.
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A todo esto, Grajeda seguía adelante en la residencia que estaba tomando a
Montaño. Para julio de 1558 estuvo a punto de enviarlo preso a España, pero a esto se
opusieron varias personas que tenían puestas demandas contra el oidor, así como el
Cabildo de Santafé, quienes opinaban que no debía enviársele hasta tanto su residencia
y las demandas públicas que le estaban puestas fuesen sentenciadas, y satisfechas las
partes quejosas. El oidor Grajeda se allanó a tales peticiones57, informando pocos días
después que la residencia se determinaría más o menos para septiembre de 1558, luego
de lo cual enviaría a España a Montaño con su proceso58.
Tan pronto concluyó Grajeda la residencia contra Montaño y éste estuvo embarcado
preso con dirección a España, publicó la residencia contra el licenciado Briceño59. Como
era obvio, le pareció a éste excesivamente severa60. Grajeda encontró a Briceño culpable
de 129 cargos, sobre todo del tiempo que había permanecido en Popayán, y le ordenó
viajar a España para presentarse en el Consejo de Indias. Varias quejas elevó Briceño al
Consejo contra la decisión del visitador61, pero al fin se embarcó para España llevando
las actas del proceso62.
Si bien parecía que con la llegada de Grajeda a la Audiencia las cosas iban a
marchar mejor que hasta entonces, la realidad se encargó muy pronto de mostrar que
las cosas eran diferentes, especialmente mientras duró la ausencia del licenciado Tomás
López, quien se encontraba en la provincia de Popayán realizando la visita de la tierra.
Los oficiales reales opinaban así del estado de la Audiencia:
REAL AUDIENCIA DE SANTAFÉ
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“Y en el tiempo de su ausencia (de Tomás López), quedaron en esta Vuestra Real
Audiencia y gobierno de este Reino el licenciado Grajeda, que preside, y el doctor Juan Maldonado,
oidor, entre los cuales ha habido tantas diferencias y sinsabores y malos tratamientos que ha sido
gran desmán para esta tierra porque de la diferencia de estos dos ministros vuestros ha venido a
quererse tan mal (...)”.
63
López, días más tarde, informaba que en la Audiencia habían disputas entre Grajeda
y Maldonado, que amenazaban con hacerse mayores64, a pesar de que a éste último se le
había dirigido una Cédula Real en la que se le instaba a tener y procurar conformidad con
los demás oidores y no dar “lugar que los litigantes entiendan que estáis diferentes”65.
Al parecer, era Maldonado quien peor ejemplo daba. Así lo informaron al Consejo
los otros tres oidores de la Audiencia, quienes se quejaban “del escándalo y mal ejemplo que
causa por sus costumbres de hecho y de palabra”66. Para solucionar tal situación solicitaban
se nombrara un presidente, que debería tener tanta autoridad como uno de los miembros
del Consejo67.
No debió parecer ésta la mejor solución a la Corona, que se contentó con nombrar
al licenciado Diego de Villafañe, para reemplazar al doctor Maldonado68; al licenciado
Augusto de Castejón, en lugar del licenciado Tomás López, a quien se le dio permiso
para regresar a España69, y al licenciado Juan López de Cepeda, quien hasta entonces
desempeñaba el cargo de oidor en la Audiencia de Santo Domingo, y debía sustituir al
licenciado Grajeda, que iría al lugar que ocupaba aquél70.
La llegada de los recién nombrados era esperada por todos, especialmente por el
fiscal, licenciado Valverde71, quien en una misiva dirigida al Rey manifestaba:
“Los oidores que Vuestra Majestad ha proveído ha sido a muy buen tiempo, porque la
ocupación de los que estaban ha sido sólo en sus pasiones y de cada día se encendían más. De
lo cual resultaba gran daño en el gobierno de este Reino y distrito y gran deservicio de Dios y
desautoridad de Audiencia”.
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A fines de 1561 llegaron los oidores a Santafé. A pesar de la expectativa que habían
despertado, se sigue insistiendo por parte de autoridades y religiosos que la solución
para los problemas de la Audiencia consiste en el nombramiento de un presidente73.
Así debió considerarlo la Corona, que el 17 de septiembre de 1562 nombra un
presidente en la Audiencia, recayendo la designación en Andrés Díaz Venero de
Leiva74, a quien se encomendó, mediante una cédula de gobierno, la facultad de gobernar
privativamente el Nuevo Reino de Granada75, jurisdicción que tenía, hasta entonces, la
Audiencia como cuerpo76.
Si hubiese que hacer un juicio crítico de este período, sin duda nos acogeríamos al
hecho por Cuervo, Aguilera y Martínez , de ninguna manera favorable. En efecto, tales
historiadores señalan que este período se caracterizó por sus inconvenientes y defectos,
SIGLOS XVI - XVII
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cuando no por sus abusos, todo lo cual hizo necesaria la creación d
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