Diferentes fueron las
respuestas ante el levantamiento
sedicioso del 18 de julio en toda España, y lo mismo aconteció en la comarca
alcalaína. Pues, su futuro se dilucidó, a lo largo de estos primeros días de
este periodo bélico, entre el mantenimiento del status republicano o el apoyo
al levantamiento militar Hay que tener
en cuenta que éste no triunfó en la provincia de Jaén, pero la cercanía con la
capital de Granada le incidió significativamente por encontrarse en la frontera
de las dos zonas de España enfrentadas, sin olvidar la provincia de Córdoba en
la que el levantamiento triunfó rotundamente, salvo en algunos pueblos de la
zona occidental, que mantuvieron la movilidad de la frontera hasta muy entrada
la guerra. El escenario de los hechos ofreció varios paisajes y escenarios
Mientras, en Granada, los acontecimientos se precipitaron desde la desobediencia al general Campins, jefe de las
guarniciones granadina por parte de los jefes, oficiales del Ejército, Guardia
Civil, Seguridad y Asalto hasta el apoyo total al golpe de Queipo de Llano que culminó con el asalto a
Albaicín el día 24.; por su parte en Jaén, como dice Martínez Blande “ La indecisión inicial de los jefes de la Comandancia de la Guardia Civil ,
ocasionó que la capital jienense y toda la provincia se perdiera rápidamente
para el Alzamiento. Una situación especial, singularísima, permitió luego un a
modo de pacto entre los jefes más destacados de las fuerzas y los obedientes al
Gobierno de Madrid, pacto que conduciría a la concentración de los guardias
civiles, entre los días 5 y 18 de agosto, en Santuario de Santa María de la Cabeza ”.
Con este panorama
interprovincial, en el entorno geográfico de Alcalá, no se reaccionó de una
manera similar ni homogénea ante aquel acto que alarmó enormemente a la
población. Mientras que el sur de la provincia de Córdoba- desde Montilla a
Priego en la mayoría de los pueblos-, lindero con Alcalá la Real se había sumado al golpe militar, los pueblos limítrofes con la
parte occidental de la provincia de Jaén ofrecieron en los primeros momentos de
la guerra un panorama inestable, donde se produjeron conquistas, asedios y pérdidas de ciudades,
muy rápidas y fácilmente cambiables entre los dos sectores: en concreto, en los
pueblos más cercanos de Priego y Almedinilla, ambos pertenecientes a la
provincia de Córdoba, el puesto de la Guardia Civil y los
alcaldes se inclinaron a favor del levantamiento; pero el panorama fue muy
diferente en pueblos como Fuente Tojar,
Baena, Espejo o Castro del Río. En cambio los pueblos de Granada más
cercanos a la localidad alcalaína, unos lo hicieron en contra del
levantamiento, como lo hizo Montefrío, Loja e Iznalloz; sin embargo, otros como
Pinos Puente y Moclín, pronto cayeron en
manos de las fuerzas militares de Granada.
Los pueblos de Jaén, en cambio,
reaccionaron rápidamente a favor del gobierno republicano legalmente
constituido. Dos años después el comisario y militar republicano Francisco
Menoyo Baños, jefe de Brigada 76 Mixta
de Alcaudete comentaba en un periódico la derrota de los sediciosos y la
explicaba con estos términos. “Y hablarán también en la historia aquellos
campesinos andaluces de Alcalá la
Real , de Bujalance, de
Motril, de Montefrío que con unos cuantos fusiles y escopetas de caza libraron
desiguales combates contra los primeras fuerzas moras que hallaron en esta
tierra (que siguen llamando de María Santísima)”[1].
En Alcalá, el alzamiento o golpe de estado del
dieciocho de Julio de 1936 fracasó lo
mismo que en otras muchas ciudades de nuestro país. Coadyuvaron a este hecho el triunfo de los republicanos
en la capital jienense, el acatamiento inicial de la Guardia Civil a las
directrices de la
Comandancia de Jaén que ordenaba su concentración en la
capital y el control de los elementos civiles, judiciales y militares (pocos)
sediciosos por parte de las autoridades civiles locales reforzadas con el apoyo de las masas. Abundaban los
equipos de radio en tiendas, casas de
profesionales y labradores, ya que solía ser el instrumento más eficaz
de comunicación e información del
gobierno con la población. Por este medio, la noticia del golpe se emitió a
media mañana, con un carácter algo confuso que alarmó a todo tipo de militantes
de partidos y a gran parte de la
población. Sin embargo, estos breves conatos no coincidieron con el golpe de
estado, pues, en palabras del alcalde Francisco Hinojosa López declaraba “el movimiento revolucionario estalló
siendo alcalde de esta ciudad el declarante , sin que tomara ninguna medida el
diez y ocho de julio de mil novecientos treinta y seis, pues no sabía nada
aquel día”.
Por el anochecer, los miembros
de sindicatos y partidos permanecieron atentos y expectantes a expensas de las órdenes que transmitían las
sedes provinciales de sus organizaciones y el Gobernador Civil de Jaén, que por
estas fechas era Luís Rus Zurrón. Los dirigentes políticos locales comenzaron a buscar todo tipo de armas,
procuraron decretar la manera de apropiarse de ellas, y estudiaron las formas
de equipar a la población para prevenirse de un posible acto de fuerza contra la Constitución. En
sintonía con los cargos políticos, lo
mismo hicieron muchos dirigentes de
sindicatos y sociedades obreras. Sobre todo, la Sociedad Obreros
Unión y Defensa de Alcalá la Real
y la dirección de CNT. que fue la
primera en brindarse incondicionalmente al gobierno de Madrid. Además, convocaron a los más directos y
estrechos colaboradores, relacionados
familiar, amical o políticamente con ellos para hacer frente a la situación.
En torno a los más decididos militantes,
constituyeron varios grupos o patrullas de personas con todo tipo de armamento e, incluso, casi artesanal.
Pertenecientes a los partidos,
sociedades (principalmente la de Unión y Defensa) y sindicatos de izquierdas (Federación
de Trabajadores de la Tierra
y la de los Albañiles) planificaron el control de las entradas de Granada, Montefrío, Priego, y Jaén.
La noche fue muy tensa, porque
todos estaban alertados y estupefactos: Pronto se les comunicó a los dirigentes
locales la inminente llegada de miembros
de las ejecutivas provinciales para
reorganizarse ante cualquier intento de adhesión al golpe. Desde la capital de la provincia, el propio
gobernador civil, días antes del golpe de estado, había ordenado al teniente de
la Guardia Civil
que requisara las armas de todos
aquellos propietarios y hacendados que
las tuvieran a su disposición y en uso. Pero, el teniente de la guardia
civil no llevó a cabo dicho efecto de
una manera global, sino que se mantuvo en una situación preventiva ante las
órdenes de sus superiores viéndolas venir. Tan sólo una pareja de la guardia
civil detuvo al guardia local Fermín Peña Matarín “El Moreno”, porque, durante aquella
noche, había llevado armas y no tenía licencia. Tras conducirlo al cuartel, se
le desarmó y el teniente ordenó que se
le pusiera en libertad.
Esta medida se mantuvo a lo
largo de los días siguientes del golpe, y fue ejecutada por la policía local
que retuvo varias armas, entre ellas, y en la misma mañana del día diecinueve, las del registrador que tenía permiso del
ministerio de Gobernación para portarlas. Estas armas sirvieron para armar a
los milicianos en estos primeros días. Por
la noche todos los partidos (PSOE, PCE, y los republicanos, la Casa del Pueblo) se reunieron
y se prepararon para hacer frente a la nueva situación esperando órdenes inminentes de sus órganos provinciales.
En la capital, superada la
tensión del día anterior, donde algunos miembros de partidos
de derechas estaban preparados para
sumarse al alzamiento, se formó un
comité provincial del Frente Popular, cuyo hombre fuerte fue el socialista y
parlamentario Alejandro Peris Caruana[2].
Para hacer frente a los sediciosos, se valió de los dirigentes de la Casa del Pueblo, a los que
nombró de tenientes, para organizar
brigadas de milicianos, que fueron armados con las armas del Campo de Tiro y
Escuela Militar. Los dirigentes eran distinguidos con pistolas ametralladoras y
los milicianos se servían de todo tipo de armamento (desde armas de fuego hasta
de hoja). Pronto, en los primeros días,
Peris, como responsable militar del frente de Córdoba, dirigió las
operaciones que iban desde la frontera
bélica de Granada hasta Córdoba. La labor más urgente, primero, recayó en el
frente de Montoro. Pues allí había
triunfado el golpe faccioso y era un peligro para la provincia de Jaén. Peris
convocó a todos los milicianos de la provincia que, días antes, se habían
reunido en Villacarrillo con atuendo de camisas de azul claro y pañuelos rojos
al cuello. Este mismo día 19 de julio todos ellos se reunieron en Jaén procedentes de los pueblos del norte de
la provincia como manifiesta el diario de La
Mañana.
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