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viernes, 24 de abril de 2015

DESDE MOCLÍN, LA MOTA. EN ALCALÁ INFORMACIÓN-

DESDE MOCLÍN,  LA MOTA

                        Se prodigan el cuidado de la salud y la cultura del bienestar y del ocio  en muchas asociaciones, grupos y familias mediante la participación en rutas de esfuerzo, deportivas, ecocostumbristas, turísticas, formativas, o , simplemente, de paseo. Da gusto encontrarse la Mota repleta de personas, de los ámbitos más insospechados ( desde un grupo de estudiosos de la Axarquía hasta  unos vecinos de Martos pasando por la presencia de los miembros de muchas asociaciones de la localidad) y ocupando el rincón más insospechado, un día como el de los Monumentos celebrado recientemente, sin sitio para aparcar los coches en las plataformas del Arrabal Nuevo y con una enorme avalancha de personas que ascendía a la Roca del Al Ándalus.
             Está calando en nuestra ciudad  el turismo interior y se atisban buenos visos de la llegada de personas de otras tierras, porque es frecuente toparse con una pareja francesa o de habla inglesa. Visitar la Mota no es recorrer  la Mezquita ni la Alhambra, pero es una opinión común de cualquier visitante  manifestar la sorpresa que le conllevaron la visita y  la puesta en valor de esta maravillosa Ciudad Fortificada,  no un castillo más de la Ruta de los Castillos y las Batallas ( y valga la enmienda a la redundancia) . Cualquier rincón es sumamente atrayente y reconquistado gracias al esfuerzo de las instituciones, sobre todo, la local, desde el Nevero hasta las salas mudéjares de la torre de la Cárcel Real pasando por la botica, las Carnicerías Reales, el Bahondillo o las tiendas de las Entrepuertas. La Ciudad Oculta se convierte en la llamada intrigante y sugerente  que  invita a trasladarse al mundo de la leyenda y del misterio.  El turista se topa con miradores excepcionales y privilegiados en el sitio más asombroso de la antigua muralla: a los pies de la torre del Farol, la arqueología ofrece la pregunta de un Arrabal Viejo excavado y esperando el ansiado Parador, también se siente revalorizado con el nuevo adarve de la antigua Carrera de los Caballos, donde porfiaban justas, torneos y  juegos de alcancías, cañas y lanzas;  sobre  la torre de la antigua barbacana, el visitante nocturno se siente rodeado del limpio barrio del Albaicín y, si otea hacia los Llanos, se le abre el damero de la ciudad, iluminado  y compuesto de una serie de calles perpendiculares y paralelas, tan solo roto por dos calles- Utrilla y el subeje de Pedro Alba con Rosario- , al mismo tiempo que se le prolonga su vista hacia nuevos barrios que han multiplicado su suelo urbano  tres veces el doble de terreno que se han mantenido sin alterarse  desde tiempos de los Austrias;  sobre la antigua torre del Pendón o  del Rey, se extienden, en la lejanía las montañas penibéticas de Sierra Nevada, el sistema defensivo-perimetral y transversal- de las atalayas, el limes de la antigua frontera granadina y, más cercano, Moclín, el Escudo de Granada.
            Y, vista desde la lejanía,  desde la fortaleza de Moclín, un grupo de ruteros, con motivo del intercambio de turismo interior,   pudieron contemplar, durante una visita del pasado domingo,  los campos alcalaínos en  el horizonte,  las blancas aldeas  que manchaban las tierras del Camello y los aledaños de las Riberas y, sobre todo, dos máculas amarillas de tierras  areniscas  que resaltaban de entre su entorno, las tierras olivares del Sur y el bosque de pinos de la Cuesta del Cambrón:  una era  la cantera de los Llanos;  la otra el barrio de Santo Domingo de Silos que se esfumaba con las piedras de la muralla del Gabán debido a las recientes excavaciones y reconstrucción del parapeto de la plaza de la fortaleza . El guía explicaba aquel recinto fortificado  que se encuentra avanzando en los peldaños constructivos  de de su revalorización patrimonial, mientras que comentaba la versión de estos versos de este romance fronterizos "Caballeros de Moclín, / peones de Colomera, /entrado había en acuerdo, / en su aconsejada negra,/ a los campos de Alcalá/ donde iría  a hacer la presa./  Continuó con la escaramuza del cortijo de la Matanza, la fuente del Malarmuerzo" y, al recitar los siguientes versos, fue interrumpido por un compañero  : " soltemos un prisionero, /que a Alcalá lleve la nueva". Pues, viendo aquel recinto a medio camino entre la reconstrucción de su aljibe de tapial, la torre de mampuesto y el recinto amurallado de época nazarí y, por otra parte,  envuelto entre andamios de tubo, lanzó una perorata espontánea e imbuida de orgullo alcalaíno en defensa de la reconstrucción actual del patrimonio alcalaíno de su fortaleza de la Mota. Se convirtió en el adalid que quería ganar la batalla informativa para atraerse a los pocos turistas, que le rodeaban mientras contemplaba el castillo de Moclín, como si quisiera vengarse de aquellos caballeros de Moclín que habían zurrado una buena paliza a los personajes del romance, a saber el  hijo del señor de Alcaudete y las tropas alcalaínas que le acompañaban. El rutero de la Mota  se convirtió, por un momento,  en virtual guía de los presentes e incitó a la visita de su recinto que había cambiado de la noche a la mañana en los últimos treinta  años. Por eso se ufanaba de  explicar y comentar que la frontera se había hecho vida en la ciudad de la Mota mostrando que valía la pena visitarla, al mismo tiempo que se explayaba en comparaciones, logros y una retahíla de piropos.
Como es lógico, cualquiera pudo pensar que era un forofo de su patria chica y se enorgullecia, en demasía, de su tierra.  Pero, al ver que todos le asentían, cambió de romance  y  recitó .."manda juntar a los suyos,/hace muy gran cabalgada, / y a las puertas de Alcalá/que la Real se llamaba.../" . Es decir,   refrendó sus palabras y se vio como notario de unos hechos que no borra el tiempo. Obras son amores y no buenas razones.          









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