VER, JUZGAR Y ACTUAR
Hace años que
la frase de “ver, juzgar y actuar” se me
quedó clavada en el corazón y en la cabeza. Responde a los elementos básicos del acto moral
del ser humano, que se opone rotundamente
al animal; pues el segundo, solo,
ve y actúa sin juzgar ni razonar. Lo hace por instinto, el de
conservación o de defensa. Y es que a
los hombres se les añade como principios básicos y connaturales: la libertad
y la responsabilidad. Me refiero a la libertad a la hora de decidir y la responsabilidad de las actuaciones que
asumimos.
Sin
embargo, lejos nos encontramos actualmente de desarrollar libre y responsablemente
todos nuestros actos humanos con estos principios básicos , cuando
continuamente nos vemos impedidos de un
correcto uso de ellos, al ser invadidos continuamente por la manipulación
constante del ambiente que nos rodea. Nos consideran unos muñecos manipulables
como si no fuéramos responsables de las decisiones, y nos convierten en
unos robots autómatas al regusto de sus
intereses. Sobre todo, ocurre esta situación en los terrenos políticos. Con
frecuencia, nos quedamos anonadados ante el bombardeo de noticias, informes y
propuestas que nos muestran siempre una sociedad consumista y materialista,
como si no hubiera otros modos de compartir la vida en esta tierra. Parece como
si el mercado fuera el único que debe marca la serie televisiva de nuestra
película diaria y no tuviéramos más
personajes que los que desarrollan comedias, más bien tragedias, de las que nos
tienen acostumbrados, con el dios dinero. Pues el final de la película es
difícil de digerir: un escándalo tras otro por que el móvil de sus acciones es
el ansia de riqueza como acontecía, siglos ha, en las comedias plautinas.
Y no digamos en cuanto a lo que
se refiere a la hora de juzgar, discernir los aspectos positivos y negativos
para tomar una buena decisión; parece como si una de las balanzas no pudiera
levantarse por estar saturado el plato con todas las variantes de la ficción, de
los ataques sofisticados al contrario para que no levante cabeza, de las reiteradas
mentiras goebelsianas, del sadismo más cruel,
y la presencia de la marca sibilina y un
amén de ofrecimientos de tesoros vacíos. Con estas mimbres, estos cestos. No
nos extraña nada ante esta realidad. Las actuaciones se convierten en que lo
legal se
prefiere a lo ético y a lo moral; y se abandona la estética en la
política. Y la moral brilla en su
ausencia,. Que más puede pedirse.
Se
han aprendido muy bien el mecanismo racional del ser humano, y lo ha
sobrepasado la técnica. Pero me pregunto: ¿Por qué no ejercemos sin prejuicios nuestra libertad mandando al infierno a estos manipuladores?, ¿Acaso no
nos sentiríamos más alegres y felices por el hecho de que somos verdaderamente
responsables de nuestros hechos si la balanza
es equilibrada con todo tipo de planteamientos? ¿No sería la mejor
fórmula ante tanto acoso diario?
Quedémonos con ella: conocer, discernir y hacer, una buena marca ante el
conductivismo reinante.
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