Foto 55 |
foto 54. En el patín, con un lienzo al fondo. |
Foto 56
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La hermandad del Cristo de la Salud adquirió una nueva
imagen en el año 1940, obra de Martín
Simón, fue fotografiada en el patín en el momento de bajarse del camión que la
trajo por aquel año ( foto 54). No salió penitencialmente hasta el año 1949 en el Viernes Santo de la Semana Santa. La
imagen iba portada por cuatro costaleros en un trono pequeño, con los floreros
de plata que regaló Antonio Urbano Aguayo. Todavía se conservan estos enseres,
así como la peana y las horquillas (foto 55). En el año 1951-52, se
constituyó una banda mixta con la cofradía de nuestra Señora de las Angustias,
cuya vestimenta destacaba a su paso por la calle Veracruz (foto 56). Si la
calle anterior es el encuadre perfecto para la imagen y la procesión el Viernes
Santo, la bajada por la calle Rosario en el año 1951 lo era aún más solemne a su paso por la
iglesia del monasterio dominico, que se aprecia al fondo de la fotografía ( foto 57).
O, por la calle Real y
Llanillo en la estación de la iglesia de Consolación, donde la oración se
sublima a la sombra de la esbelta torre
(Foto 58).
Foto 59 |
Fueron los años cincuenta,
años de esfuerzo, de pasión cofrade y de hermanos entregados al amor del Cristo
de la Salud. Si
era necesario, donaban solares para albergar el edifico del nuevo trono de
Tejero, casa construida en la esquina de la placeta de san Blas por el dúo de
albañiles Saturninos (López y Mesa) al mando de la obra ( foto 59). Si
la hermandad lo requería, se echaban todos al campo. Si había que picar las
paredes de la iglesia, todos, a una,
acudían a aprender el oficio para realizar la obra.
Foto 60 |
Pero el mayor honor que tuvo
la hermandad fue la caridad, la tenían impregnada en sus relaciones humanas, en
la vida de la hermandad y en una mujer, que se desvivió por el barrio la madre Carmen, como popularmente se
llamaba, y fundó un hospicio en los años
treinta y donó sus bienes en beneficio de los niños y niñas pobres.
:
Macario, la burra es mía
Y él respondía,
-Que no, que soy Leocadio.
Las piedras de los corrales
nos recuerdan una ciudad destruida,
hidalga, que se abandonaba poco a poco.
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