CUARESMA
Comienza un
tiempo en todas las ciudades españolas, en las que el morado caracteriza a la
vestimenta humana en contraposición del verdor de la naturaleza que nos
circuncida. Dos colores que no se complementan ni pueden
emparejarse a no ser para crear
ciertos matices de gradación, ya que, salvo en su tonalidades más claras, puede llegar un momento en el que la lejanía y la oscuridad se confundan
o se muten en negros. Y esto
acontece con el clarinazo inicial que marca el Miércoles de Ceniza, día que vislumbra muchos momentos de intimismo,
sigilo reflexivo y meditación profunda,
pero, a la vez, a muchas personas les abre los ojos para conseguir el valor exacto del juicio equilibrado
ante todas nuestras inquietudes,
programaciones y trabajos.
Pues viene
bien superar el aspecto festivo de los
Carnavales, que marcan un final al desenfreno, la licencia y desahogo, ya que nadie puede vivir, durante todo el tiempo, convertido
en una momia o un personaje sepulcral, ni tampoco es posible
quemar rápidamente el tiempo disfrutando
como ricos epulones del consumo pasajero. Si no fuera de esta manera, los
brindis al sol, los castillos de naipes o
los gigantes de pies de paja, predominarían en una sociedad que reclama insistentemente la gobenanza de la mesura participativa , el
equilibrio igualitario y el
reconocimiento del esfuerzo diario y , además, no quiere caer en la apuesta por el engañoso aventurismo ni en
el resentimiento insano. Con la serena
reflexión se consigue el análisis
serio sobre los pros y los contras, se evaden los juicios precipitados y
se superan los prejuicios de planteamientos, pues se comporta como la ceniza
sobre la frente sobre las personas: no
se deja llevar por el impacto del primer comentario ni la manipulación del panfleto malintencionado.
Incluso, reclama decisiones responsables ante el asedio diario
de montajes básicamente escénicos.
Se vive un
tiempo, en el que diálogo de sordos predomina en toda la
sociedad; se pregunta por los mares del
sur y se responde con los cerros de Úbeda; se exige mirar por los millones de
desempleados, los jóvenes parados y el
aumento de la sangría de los excluidos
sociales, y se constata con una batería de datos de alta economía en la que la bolsa se recupera continuamente, los inversores
acuden con sus garras para aprovecharse de las ganancias de los terrenos quemados
y los hombres del frac alcanzan sus
objetivos capitalista s un día tras otro.
Por eso, es bueno que , de vez en cuando, el morado y el gris de la ceniza hagan acto de presencia en la sociedad. No
sólo para los devotos que organizan viacrucis, actos de liturgia-quinarios,
septenarios..- , sino también para todos
aquellos que toman la vida a bombo y
platillo y ,si se les sacude un poco, no
tienen en su sesera más que humo o
paja. Sobre el verde de la
naturaleza no hay que comentarlo, siempre
está presente en el alma colectiva.
Bueno, en casi toda todos los miembros de la sociedad, porque hay algunos que solo se ponen las
gafas oscuras de lentes grisáceas y no
se las quitan ni para dormir. Pero, claro, del gris oscuro del pesimismo y del morado del sadismo y cinismo. Tienen el control de la fuente del agua, y no abren las llaves ni para
humedecer el ambiente. Y encima, culpan a los sufridores.
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