EL
AYER DE UNA HERMANDAD
Esta hermandad
desarrolló, por aquellos tiempos y durantes sus manifestaciones públicas- de
disciplinantes y penitenciarias-, los
pasos de los Ángeles, Abraham, Judíos,
Sayones, Túnica y Sentencia con la Tropa de la Ciudad que se convertía en
un elemento híbrido, a la vez compañía
de soldados y hermandad catequética.
Más tarde, en
torno a la mitad del siglo XVIII, del
seno de la Cofradía
de Jesús Nazareno nació otra hermandad, con nombre del señor del Ecce-Homo.
Varios pasos del Antiguo Testamento y de
la Pasión
de Cristo se realizaban dentro de la procesión matutina del Viernes Santo: El
Lazarillo y Longinos, los Reos, Simón de Cirineo, los Judíos, los Profetas, el
rey David y Judas...
A principios
del siglo XIX, con motivo de la primera desamortización de Manuel Godoy, ministro del rey Carlos IV,
desaparecieron muchas cofradías, hermandades, obras pías y esclavitudes religiosas. Tan sólo, se
mantuvieron aquellas que tenían un fin social y caritativo.
La antigua
hermandad de la Veracruz ,
que por este tiempo figuraba con el nombre del Cristo de las Penas quedó
simplemente como una hermandad de Ánimas en su iglesia hoy desparecida. Mientras,
la Cofradía
del Dulce Nombre de Jesús- que por este tiempo había asumido popularmente toda
la organización de la cofradía de Jesús Nazareno y del Rosario, se fundió con
hermandad de la Santa
Caridad , con lo que le permitía conservar su organización,
bienes y funcionamiento. De ahí que esta renovación agrupara todas las
cuadrillas dentro de la
Cofradía del Dulce Nombre de Jesús y Santa Caridad, aunque de
un modo decadente, fruto de los avatares históricos- la Ilustración , la Guerra de la Independencia y
el convulsivo siglo XIX-.
En el siglo
XX, la mañana del Viernes Santo
siempre ofreció al pueblo alcalaíno este residual elenco de un magnífico auto sacramental desarrollado en
tablados, escenarios portátiles y en
las dependencias de la Iglesia del Rosario y de la Veracruz.
Esta hermandad
mantuvo la peculiaridad de su vetusto
vestuario, la originalidad de sus rostrillos, el eco legendario de los pregones, y la rancia escenificación de la Semana Santa
durante noche del Jueves Santo y la
mañana del Viernes Santo. Además incorporaron el Paso del acompañamiento del
Santo Entierro, paso que antiguamente representaban la compañía o hermandad de
Romanos de la Soledad en la tarde-noche del Viernes Santo.
EL HOY DE UNA HERMANDAD
Recientemente,
el 20 de marzo de 2000, ha sido erigida
como hermandad por el anterior Obispo
de Jaén, don Santiago García Aracil, y
se aprobaron sus estatutos por el mismo
obispo y fecha. Fue un hito muy importante en la vida de la hermandad, por el
que fue reconocido su antiguo abolengo,
y, al mismo tiempo, supuso una renovación en su carácter tradicional. A partir
de este momento la hermandad se incorporó al mundo cofrade sin complejo alguno
con sus estatutos, dando una lección espléndida de saber unir la tradición con la renovación eclesiástica que
significaban las nuevas normas. Por un
lado, un reglamento interno conserva
su ancestral forma de organizar los pasos y la vida interna de la
hermandad. Por otro lado, los nuevos estatutos le hacen compartir su relación
con la institución eclesiástica, que
quedaba anteriormente soslayada por la dependencia con la cofradía matriz y la falta de
representatividad en muchos ámbitos. Hasta hora, ha sabido perfectamente
conjugarlos perfectamente con la figura de sus mayordomos de sus enseres y la
sabia mano de su Junta Directiva, mostrando un claro ejemplo de la buena
voluntad de estar abiertos para la renovación de las hermandades sin perder la
identidad..
EL PASO DE PILATOS
.
No se ha olvidado de
su tradición, tampoco, renovándose en todo su vestuario, disciplinas,
enseres y pasos y representando nuevos Pasos. Entre ellos, en la mañana del
Viernes Santo, tras la salida de Jesús,
restauró el paso de La
Sentencia. Por eso, una nueva figura puso en
escena, la de Pilatos.
Este va
vestido con la célebre toga romana, de púrpura en señal de majestad de
autoridad militar como gobernador de tierras palestinas. Acompañado de varios
romanos se coloca en el Paseíllo de la
Mora , despliega un pergamino, donde está escrita la
Sentencia de Cristo. Toca un tambor para anunciar el paso, el aleo militar de la Tropa. Pilatos lee en
voz alta lo lee. Es el célebre pregón:
Manda el
Imperio Romano
Que la
muerte sea dada
En un
madero que lleve
A Jesús el
Nazareno
¡Que
muera crucificado!
A
continuación, como acontecían en la promulgación de los edictos los pregoneros
lo cantan con esas voces que pierden el eco entre el cruce de la cardo y
decumana romanas, las calles del
Llanillo y la Real.
Siempre, los
pregones se acaban con este último pareado procesal de la Sentencia , en nuestras palabras del Libro Paso ” que se
completa con el fallo y la fórmula final de cualquier sentencia, precisamente
en este contexto la más lógica en este
paso y no descontextualizada como sucede en otros pasos”.
Ninguno le
consuele ni alabe
Infiel que
tal hizo que tal pague.
Curiosamente,
se ha deteriorado también con el tiempo, dándole al adjetivo el aspecto
positivo “el fiel”, ilógico, a no ser que quiera verse con aspecto compasivo.
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